Por Jesús Rubio
¡Victoria! Los ingleses, o se han rendido, o han
huido hacia la orilla para buscar refugio en el fuerte. La osadía de los
españoles, y sobre todo de Ortega, así lo han propiciado. Pero Oxenham (en el
poema llamado Juan Oxnán) contraataca. Y dispara desde el fuerte:
Que Juan Oxnán, del fuerte y la ribera,
terrible batería, horrenda carga,
de piedra, dardo, flecha y bala fuiera,
sobre el valiente mariscal descarga;
por do llevando a jorro la galera
del tajamar y artillería se alarga,
los bergantines dando la corriente,
con que se excusa el daño de la gente.
(VII, 587)
El contraataque inglés hace, pues, retirarse a
la flotilla española. Pero el valor hispano, nos dice Miramontes, ha acongojado
mucho al capitán inglés, que trata de elevar la moral de los suyos con un
encendido discurso. Más un centinela le interrumpe: vuelven los españoles…
Aquesto dijo Oxnán, pero detiene
la voz porque un inglés de guarda llega
diciendo cómo a paso lento viene
un escuadrón, marchando por la vega.
Fue, que, para sacar en tierra, tiene
su campo el mariscal Pedro de Ortega,
advertencia en buscar la coyuntura
entre el silencio de la noche obscura.
Así de tinieblas encubierto,
a do se retiró el pasado día,
conociendo el sagaz soldado experto
que dar asalto al fuerte convenía,
a la orilla sacó del manso puerto
las piezas y el cañón de la crujía,
ganado al enemigo en la galera,
que bastille, arrasalle el muro espera.
(VII, 595-96)
Esta noticia intranquiliza sobremanera a
Oxenham, que se apresta aún más a resistir en el fuerte. La artillería española
derrumba el muro del fuerte, los ingleses resisten con todas sus fuerzas. En
esta ocasión es el capitán Carreño el que destaca. ¿Y Ortega? Pues es
acorralado por los enemigos:
En tanto, el mariscal acometido
había el un bastión con furia inmensa,
muertes y heridas dado y recibido
sobre la expugnación y la defensa;
porque halla allí el osado, el atrevido,
igual al valor la recompensa,
respecto que cortinas y traveses
estaban guarnecidas con ingleses.
(VII, 611)
Arrecia el combate. Pero la furia de los
españoles es tal que los enemigos empiezan a retroceder. Huyen en desbandada
hacia el río. Una vez allí, huyen en unas canoas.
Otros cruzan la selva camino
del monte. Entre estos últimos está Oxenham, al que Ortega le dirige estas
palabras:
“Famoso capitán, que ya tuviste
la tierra y mar medrosa, ten los remos,
a dónde huyes, vuelve, si veniste
por la plata y oro, aquí te lo daremos.
Con el que tu violencia no resiste,
sabes usar de bélicos extremos,
y a quien te busca y la batalla aplaza,
dejas que ocupe tu galera y plaza.
Agora que te hacemos noble guerra,
te huyes a embreñar en la montaña,
y en lo dormido y flaco, en mar y tierra,
sólo supiste ejecutar tu saña.
De estas astucias usa Inglaterra
en lo que roba de la invicta España,
no acometiendo a lo despierto y fuerte,
do en lugar de despojo halla su muerte”.
(VII, 622-23)
El inglés ha sido derrotado, y el oro y la plata
son recuperados. Oxenham ha huido pero muchos de sus hombres han muerto y han
sido apresados y ajusticiados. Pedro Ortega y su gente vuelven a Panamá, donde
son recibidos como héroes:
Vuélvese a Panamá, do recibido
fue con aplauso y general contento:
sale la
Audiencia a dalle el bienvenido
y a dalle el parabién el regimiento:
de trompas y añafiles el ruído
hace temblar y estremecer el viento.
Lidia la gente toros, cañas juega,
diciendo a voz en grito. ¡viva Ortega!
(VII, 626)
De la lectura de este canto, el retrato que nos
llega de Pedro Ortega Valencia es evidente: estamos ante un valeroso y audaz
militar, experto y astuto, prestigioso para sus soldados, y temido por sus
enemigos. Su valor es temerario y Juan de Miramontes no regatea adjetivos y
símiles a la hora de contárnoslo. Es evidente que se trata de un poema épico, y
recursos así son tan legítimos como exagerados, pero un punto de verdad hubo en
ello. Ya se ha dicho que esta actuación, y otras más en años posteriores,
acometidas por Pedro Ortega para pacificar algunas comarcas de Panamá ante los
continuos alzamientos de los cimarrones le harán ganar una gran fama, hasta el
punto de conseguir el título de Mariscal del Ballano y la encomienda que
anteriormente hemos aludido.
Pedro de Ortega y Valencia: guadalcanalense,
soldado, aventurero, descubridor de la isla de Guadalcanal, vencedor de corsarios
ingleses y también personaje de epopeya, tal y como da fe el Canto VII de Armas antárticas de Juan de Miramontes y
Zuázola.
Y esto, ha de saberse. Vale.
JESÚS RUBIO
Toledo, 9-11 de
septiembre de 2013
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS:
GONZÁLEZ DELGADO, Ramiro. Tradición clásica en Armas antárticas de Juan de Miramontes y Zuázola.
Revista electrónica Lemir, número 14. Universidad de Valencia.
GUIBOVICH PÉREZ, Pedro. Reseña de la edición de la Pontificia Universidad
Católica del Perú de Armas antárticas a cargo de Paul Firbas en Revista
Complutense de Historia de América. Volumen 32. 2006. Madrid, España.
MIRAMONTES Y ZÁZUOLA, Juan de. Armas antárticas.
Biblioteca Ayacucho. Caracas, Venezuela, 1978. Prólogo y notas de Rodrigo Miró.
TARDIEU, Jean Pierre. Cimarrones de Panamá, la
forja de una identidad afroamericana en el siglo XVI. Ed. Iberoamericana. Madrid, España. 2009.
2 comentarios:
Enhorabuena, al periodista Jesús Rubio por aportar estos interesantes datos sobre Pedro Ortega, que agigantan su figura. Un recuerdo para Antonio Muñoz Torrado, Joaquim Isern i Fabra y nuestro inolvidable amigo Andrés Mirón Calderón que le precedieron en documentar la vida de este descubridor y militar guadalcanalense, quizás el de más relieve entre los más de 500 guadalcanalenses que hicieron las Indias, como puede acreditar el Archivo General de Indias.
Muchas gracias, Pepe.
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