viernes, 27 de septiembre de 2013

NOVELA LÓPEZ DE AYALA - 55

GUSTAVO (continuación)

CAPÍTULO XV
Elena y Gustavo

La orgía presentaba ya un cuadro de espantoso desorden; apenas había una botella llena; todos los cerebros estaban completamente trastornados.
Todos querían hablar; ninguno escuchaba; cada uno se creía un gran orador y nadie comprendía por qué habían aplaudido el insulso discurso de Guillermo.
Los músicos habían soltado los instrumentos y estaban confundidos con los demás.
Ya se habían discutido todos los asuntos posibles y se habían sentado las proposiciones más absurdas.
Guillermo y el novelista habían acabado por ser íntimos ami­gos.
Ramira, cansada de sus polémicas, acabó por no oponerse a las paces.
— Vive Dios, que es la primera ver, que me he equivocado, decía Guillermo, mirando fijamente a su interlocutor.
¿Por qué lo dices?
(Ya se hablaban de tú)
—  Porque me disgustaste mucho la primera vez que te vi.
—  Yo conocí…
—  Te creí un pedantón insufrible, escéptico.
—  Hombre, yo…
— Qué mal te juzgaba ¡Ya te conozco a fondo!
—  ¡Me alegro! dijo el novelista con orgullo.
—  Eres un pobre diablo.
—  ¡Cómo! Lo dices…
—  No; no te incomodes…
—  Pero un pobre diablo…
  Un pobre diablo puede tener tanto genio y talento como el que más…Porque… atiende: lo pobre diablo se refiere a las prendas del carácter; a la índole bonachona.
— Pues; y bajo ese concepto, casi todos los genios…
—  Dices bien: han sido unos pobres diablos.
  Tú me disgustaste mucho al principio, pero después… ¿Por qué sucede que cuando una persona disgusta, si luego nos agrada, nos agrada más que si al principio no hubiera disgustado, cuando debiera suceder…?
— Lo que sucede. Nos convencemos de haber cometido una injusticia, y la conciencia del agravio que hemos hecho nos hace más cariñosos, y por esto sucede.
— Es que tienes talento, y cuando yo te lo digo…
— ¿Tengo talento?
— Si.
—  Pues no temas, que a pesar de eso seré tu amigo.
  Se dieron un abrazo estrechísimo: no hay nada más sincero que el abrazo de dos borrachos.
Julián creía mirar en Fernanda la personificación verdadera de su vida licenciosa y de escándalo, y se gozaba de encontrarla tan bella. Gustavo estaba perdidamente enamorado de Angela, que no entendía una palabra de los apasionados discursos que inspiraba, y Moncada, convencido de que no podía competir con Gustavo, se dio a enamorar a Dª Martina.

— ¿Qué es la vida? decía Julián a Fernanda, alzando la voz para que los demás lo oyeran, porque en este momento se creyó inspirado. El pasado es un inútil recuerdo, el porvenir una som­bra, el presente todo. El hombre que piensa, vive en el pasado y en el porvenir, que es no vivir en parte ninguna. Yo no quiero la razón, enemiga de la felicidad, y si mañana la adquiero, es por tener de nuevo el gusto de perderla.

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