Mostrando entradas con la etiqueta Fotografías antiguas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fotografías antiguas. Mostrar todas las entradas

domingo, 19 de julio de 2009

Las botellas del bar de El Chato

Hace unos meses (24 de enero), comentábamos una fotografía del antiguo bar El Chato, situado en lo que pensábamos su primera ubicación, en la hoy calle de los Costaleros.

La curiosidad de uno de nuestros lectores sobre unas botellas antiguas, nos hace retomar el tema de este bar centenario.

A veces caemos en la tentación de pensar que el mundo surgió coincidiendo con nuestro nacimiento, y naturalmente nos lleva a pensar que lo que nosotros recordábamos, era el primer bar del Chato. Craso error, porque nuevas fotografías que han llegado a nuestro poder y los comentarios de una persona de la cuarta generación, nos han sacado de nuestro error.

En la primera fotografía donde aparece ese nutrido grupo de personas, al mando del cocinero que perfectamente podemos identificar en el centro de la imagen, el bar se encontraba en lo que hemos sabido fue su tercera ubicación (antes estuvo en la calle Mesones, esquina Muñoz Torrado y antes en la misma calle Mesones entre el Bar Nuevo y la imprenta de Cándido Fernández) y están inmortalizando una gran “buñuolada” que iban a celebrar, donde seguiría un baile, con alguna orquestilla de las que existieron en Guadalcanal. En este caso el local corresponde a la casa de Pedro Rivero, en la fachada que está en la calle Santiago.


Lo que nuestro lector quería saber, era si seguían existiendo unas botellas de gran tamaño de anís, que en principio él situaba en el Bar de la Puntilla, pero que según nos hemos informado, nunca existieron en este bar.

Pero como vemos en esta segunda fotografía –ya en el local de la calle Costalero- efectivamente en el bar de El Chato sí existieron y aunque sólo podemos ver una de ellas, ahí aparece a la izquierda de la imagen. Lo curioso, según nos comentaba Encarnación Gallego (en este caso y gracias a la polivalencia de nuestros apodos, la Chata) es que esas botellas que hemos conocido llenas de aguardiente de guinda, en realidad en su primer uso contenía ron, de la destilería de Rodríguez Hermanos de Málaga. Según nos dice la Chata, a mediados de los años treinta de
l siglo pasado, se puso de moda tomar el café con un chorreoncito de ron, aunque suponemos, que tras el café, vendrían algunas copas más de este licor malagueño.

Pero este bar –como ya conocimos en el caso de las “dulceras”- durante el verano montaba un quiosco en el Paseo de El Palacio, como podemos ver en esta otra fotografía, que se convertía en caseta de feria, durante los días de septiembre, como vemos en la imágen.

Ya
existe un Chato de quinta generación, aunque el bar cerró sus puertas hace unos años. Las dos botellas de ron-aguardiente siguen existiendo, como vemos una de ellas, en esta última fotografía y esperamos que en un futuro volvamos a verlas en ese nuevo bar de El Chato.


Las diferentes fotografías de este artículo han sido facilitadas por Encarnación Gallego, a la que agradecemos además toda la información que nos ha facilitado de la historia de este bar.

A Plácido Cote tenemos que agradecer la etiqueta que figura en la fotografía de la botella, que aunque posiblemente nunca llegó a tenerla, hemos querido aprovechar para recordar los famosos aguardientes que se fabricaron en Guadalcanal.

domingo, 14 de junio de 2009

La calle San Sebastián


La doble fotografía que hoy traemos, es la calle San Sebastián de Guadalcanal.
En una primera mirada, no parece que haya cambiado mucho. Sabemos que la fotografía actual fue realizada en los últimos días de mayo. Pero en la antigua, ¿qué esperan todos los vecinos y qué año es?

Se podría pensar que es un día de carnaval, ya que no nos figuramos que un Viernes Santo, el señor que aparece de espalda se paseara con una garrafa de vino en las manos. Claro que también podría ser San Marcos, que siempre tuvo una celebración muy festiva. Lo que es seguro, es que la fotografía es anterior a 1950, ya que poco después derribaron la torre e hicieron el mercado, que aún existe. (según nos informa nuestro amigo "el viejo veraneante", tiene que ser anterior a 1912, ya que uno de los edificios que aparece, fue reformado en esa fecha)

Hay algunos cambios que se observan a simple vista, por ejemplo: los canalones. Algún hojalatero llegó al pueblo con ideas innovadoras y convenció a los vecinos de que con el nuevo sistema se evitaba de que el agua le cayera encima a los vecinos.

Quizás lo que más ha cambiado, es lo que menos se ve. Nos referimos a la torre de la iglesia de San Sebastián, que apenas aparece el final de la misma. Igual ocurre con la antigua fachada, que más que verla, sentimos que está en ese lugar, por otras fotografías que hemos visto de la misma época.

Dejamos en manos de nuestros lectores el poder fijar más concretamente la fecha de la fotografía antigua y el motivo de la concurrencia de los vecinos.

Seguimos abiertos a la recepción de fotografías antiguas que podamos hacer llegar a todos nuestros lectores, en el E-mail
: fundacionbenalixa@gmail.com

jueves, 14 de mayo de 2009

El quiosco de El Palacio - 2

Sobre nuestro anterior artículo del puesto de los helados, hemos recibidos dos interesantes comentarios, que queremos hacerles llegar.

En primer lugar, José Mª Álvarez nos dice:

“… el puesto estaba situado en el paseo de la izquierda, entrando por el Ayuntamiento, concretamente a la altura del que primero fue llamado Cine de Verano "Tres Palacios" y luego "Cine Diony". Era de madera desmontable, creo recordar que pintado en gris y rojo en los bordes y solo se colocaba los veranos.

Además de Juan Ceballos, hijo de Manuela, al que aludes en tu texto, también vendió helados de la casa Berza que eran de tipo sándwich entre galletas, su inolvidable hermano Taguada, cuyo nombre de pila nunca llegué a saber. La heladera era del tipo de dos cilindros concéntricos entre los cuales iba el hielo picado de la famosa y quemada fábrica de José Mª Rivero. El cilindro interior metálico más pequeño alojaba el helado. El hielo picado como he dicho iba colocado en el espacio anular que formaba el cilindro exterior de corcho. Recuerdo perfectamente a Taguada, que se daba mucho arte agitando el cilindro del helado, en los tórridos veranos vendiendo helados en los descansos de los derbis Guadalcanal - Alanís (en el campo donde ahora está la Piscina Municipal), animando a la afición…”

También nuestro amigo “el antiguo veraneante”, nos dice cosas interesantes sobre este tema:

“…el mérito que tenían (Dolores Díaz y sus sobrinas) era llevar helados hasta Guadalcanal en una época en que no había apenas neveras eléctricas y mucho menos congeladores, sólo los de la fábrica de gaseosas de José María en la calle Santa Clara. Los helados se los mandaban por tren, en unas grandes cajas de madera con hielo, preservadas del calor por corcho, y siempre me sorprendió que no llegaran deshechos. También vendían golosinas heladas de moda, como los "Cream Sicle" y "Pop Chicle", así como los "Napolitanos". Todo de la marca Frigo.

Su negocio principal era la “Dulcería”, un establecimiento que existía entre la calle San Sebastián y Santiago, que con los helados, como dicen los economistas, buscaban en el Palacio un "nicho de mercado". Siempre de negro, eso sí, como las otras grandes damas enlutadas de la época, Las Caballeras.

Sobre el pregón de Manuela la de la Berza con el que acababa la siesta, era textualmente: "¡Al mantecado helado, qué riquillo es!" A Manuela no le enviaban los helados por tren. Los hacía ella misma en su casa, junto a la iglesia-mercado de San Sebastian, con una máquina que les daba vueltas y que nos apasionaba a los chiquillos que luego le comprábamos los helados, en su vuelta por el pueblo antes de establecerse ya casi de noche en su puesto de altramuces y pipas del Palacio…”

miércoles, 13 de mayo de 2009

El quiosco de El Palacio

Ahora que parece que este largo y frío invierno nos abandona, nos viene a la memoria el quiosco de los helados de El Palacio.

En esta primera fotografía, vemos en el centro del quiosco a Dolores Díaz y un paso más atrás a su sobrina Josefa.

Entonces –qué puede ser, principios de los 60- no había tantas marcas. O íbamos al quiosco a comprar un corte o un cucurucho, o esperábamos la hora de la siesta hasta que oyéramos la voz de Manuela “la de la berza”, publicitando su famoso “helado mantecado”, negocio con el que siguió su hijo Juan Ceballos, que mantuvo toda su vida el mismo apodo.

Nos sorprende la publicidad del quiosco: “Helados al corte frío”. Nos sorprende lo de frío, ya que nunca habíamos pensado que un helado no pudiera estar frío. También nos resulta extraño el jovencito que parece estar comiendo un polo y lleva un martillo en su mano derecha. Claro que bien pudiera ser el repartidor del hielo, aunque no cuadra la hora, ya que la oscuridad y la colgada bombilla, nos dice claramente que es de noche.
Siempre hemos conocido a las dos hermanas -Maruja en la otra fotografía- con vestidos oscuros, en cualquier época del año. Incluso en el verano, como vemos en las dos fotografías.

Josefa detrás de su tía tiene una amplia sonrisa. Posiblemente su tía un momento antes ha debido hacerle un comentario, que bien pudiera haber sido sobre la famosa frase del fotógrafo: “un momento que sale el pajarito”. O quizás todo ha sido más simple y lo único que le ha dicho es, que no sabe como ha podido convencerla, para ponerse delante del fotógrafo, de ahí la sonrisa malisiosa de su sobrina.

Decíamos al principio que el quiosco estaba en el Palacio, aunque en la segunda pudiera ser, en la primera, vemos una fachada al fondo de la fotografía, que bien pudiera ser la iglesia de San Vicente, aunque también es posible que la fotografía estuviera hecha en la feria y la fachada que vemos, sea la del bar de Gabino.

Seguro que algún lector puede ayudarnos para aclarar el lugar de la fotografía.

sábado, 9 de mayo de 2009

El repetidor de televisión de Hamapega

El nombre de Guadalcanal, excepto cuando lo nombra Miguel de Cervantes por sus famosos vinos, siempre ha sido conocido por causas ajenas a su voluntad, o bien por la famosa batalla que durante la Segunda Guerra Mundial se libró en la isla de Guadalcanal entre japoneses y americanos, o bien –como es el caso que ahora nos ocupa- por el famoso repetidor de Hamapega, por el que comenzaron a ver la televisión, tanto andaluces como extremeños, por el cartel que en múltiples ocasiones salía de “Repetidor de Guadalcanal, perdonen las molestias” (también según nos indica otro lector, esta carta de ajuste por ser a rayas, era conocida por los telespectadores de entonces, como "la manta de Guadalcanal").

Aunque este artículo se inició por las fotografías que nos remitió Francisco Llano, las nuevas que nos envía Manolo Galván nos obligan a ponerlas al principio, por cuestión de fechas. Añadimos en color verde algunos comentarios que nos parecen interesantes, que sobre las mismas nos hace nuestro amigo Manolo Galván.

“… estas fotografías fueron hechas por Santi en el mes de julio de 1961, los que estamos en ellas somos de Guadalcanal, que trabajamos en montaje. Como se puede apreciar pertenecen a la construcción del edificio y montaje de la antena de T.V. en la sierra de Hamapega.
Quiero destacar la expectación que despertó en el pueblo su instalación , creo que fuimos cuarenta o cincuenta las personas del pueblo que trabajamos dichas obras. Recuerdo el día que subió Santiago y nos hizo estas fotos, después como otros muchos y por las nulas expectativas laborales me tuve que marchar del pueblo, como anécdota cuando por cualquier causa salía a relucir mi lugar de nacimiento o procedencia, con cierta ironía burlona se solía decir a si tu eres del pueblo donde nos averiáis la televisión cada dos por tres, cosa que solía pasar con bastante frecuencia en sus primeros tiempos por supuesto completamente ajeno a la gente del pueblo. Mi contestación era siempre la misma, la gente de ese pueblo que es el mío hemos puesto con nuestro trabajo nuestro granito de arena para que ustedes la puedan estar viéndola ahora. Otra cosa que recuerdo, pues nos cogió julio y agosto, el calor que pasamos subidos en el inmenso tubo de hierro que no veas cuando lo calentaban los rayos del sol como se ponía…”

Hemos recibido de Francisco Llano Ruda estas fotografías en poder de Antonio Osorio, que a la vez las recibió de Manuel Barrera Cobano, antiguo párroco de Guadalcanal, fallecido hace poco más de un año.

Las dos fotografías corresponden al día de la inauguración del Repetidor de Hamapega. En la primera, que recoge el momento de la bendición, vemos al citado cura párroco y tras él a Pepe “el Sacristán”. En la primera fila, con corbata blanca Juan Manuel Borbujo, del diario "Sevilla" y junto a él (con bigote) Luis Conde Rivera, del periódico ABC. Al fondo destacan, Pepe Chaves y junto a él Leopoldo Tena, a la derecha al fondo Joaquín Rivero y detrás Rafael Ibáñez.

En la segunda, se supone que realizada después del acto protocolario, podemos ver a los mismos personajes descritos y junto a Joaquín Rivero a Pepe Yanes. Estratégicamente situados, las pareja de la Guardia Civil.

Se iniciaron las obras en el año 1959 de lo que se llamó el centro emisor del Sur en Guadalcanal (Sevilla).
Durante 1960 y 1961 continuaron los trabajos de construcción de los edificios y montaje de la torre emisora, situada a 906 metros de altura en el monte Hamapega. A los trabajos del centro emisor propiamente dicho precedió la construcción de una carretera de acceso muy dificultosa debido a lo accidentado del terreno. A continuación se construyeron el edificio, línea de alta tensión para suministro eléctrico, traída de aguas, torre, etc.

El día 1 de octubre de 1961 comenzó a funcionar el transmisor de Guadalcanal y suponemos que estas dos fotografías fueron realizadas en esa fecha. Los equipos de esta estación son gemelos del de Sollube así como también del posteriormente instalado en Aitana (Alicante). El enlace de estos emisores con los estudios se efectúa mediante radioenlaces análogos al de Madrid a Barcelona y que para Guadalcanal parte de Madrid y tiene estaciones relevadoras en Cenicientos (Madrid), Puerto de San Vicente (Toledo), Orellana e Higuera de la Serena (Badajoz).


Posteriormente se estableció un plan para emitir un segundo programa en UHF poniéndose en servicio un primer emisor en Madrid. Para su conexión con los estudios se construyó un radioenlace que se inicia en Guadalcanal y continúa por las estaciones de Lagar de la Cruz (Córdoba) y Parapanda (Granada) para concluir en la emisora de Lújar.

El dieciocho de Julio de 1967 se iniciaron las emisiones por un nuevo canal, conocido por todos con el nombre de UHF, la llamada Segunda Cadena.




Después de la inauguración, todo Guadalcanal pasó a ver la antena de televisión como podemos ver en esta otra fotografía. Poco a poco el lugar fue perdiendo su denominación anterior de "el Penigote", para llamarle "la antena de Hamapega".

Fueron numerosos los guadalcanalenses que llegaron a trabajar en estas instalaciones, técnicos, guardas, conductores, cocineros, etc. Hace poco más de un año, dejó de trabajar la última empleada, contratada por una empresa de limpieza. Al parecer, lo que queda de las instalaciones actuales, se lleva por control remoto, desde cualquier parte, lejos de Guadalcanal.

viernes, 8 de mayo de 2009

La Cruz de Eladio


Últimamente ya no sabemos bien en Guadalcanal cuando se celebran las cosas. Este año, a San Marcos le quitó su día la Patrona, y San Marcos, el pasado domingo le quitó el suyo a las Cruces de Mayo, que se celebrarán el domingo próximo.

Esta fotografía tiene casi cincuenta año y recoge a los componentes de la “Cruz de Eladio”. Eladio López, el más formal de todos con su traje y corbata, eso sí, los pantalones cortos, como era la moda. El rubito con cara de niño bueno, Pepito García. A su lado, otro niño bueno, Manolo Carbajo. En el centro, con el báculo Pepito Chaves. A continuación Alfonso Álvarez, al fondo Antonio (Narisangre). Por último, Paco Mantrana, aunque en realidad Mantrana era el segundo apellido de su padre, el recordado maestro, su primer apellidos es Ortiz.

Quizás lo que más nos sorprende de la fotografía, es la edad de estos niños. Ahora Internet los aparta muy pronto de la calle. La cara de todos ellos muestra una alegría y una seriedad de personas más mayores, sin embargo aunque tienen cara de niños buenos, muchos de ellos fueron dignos sucesores de los famosos “botis” y dieron mucho trabajo a Pipolez, el jefe de los municipales.

lunes, 27 de abril de 2009

ROMERÍA DE NTRA. SRA. DE GUADITOCA

Problemas de salud no nos han permitido este año asistir a la Romería de nuestra patrona la Virgen de Guaditoca. Estamos seguros de la gran afluencia de romeros en este último sábado de abril, día indicado para celebrar esta romería de primavera, donde se realiza el traslado de la imagen a Guadalcanal, que permanecerá hasta el último sábado de septiembre, que realizará el camino de retorno a su Santuario.

Antiguamente, la Virgen sólo venía al pueblo en contadas ocasiones, casi siempre en caso de que sufriéramos alguna calamidad, principalmente la falta de lluvias.

Pero fue el Corregidor y Capitán de guerra de Guadalcanal y su tierra, Don Antonio Donoso de Iranzos, el que quizás de buena fe, pretextando las incomodidades de los feriantes y visitantes, se propuso y consiguió, que la antigua feria del Santuario de Guaditoca se trasladara a Guadalcanal. Por auto de la Audiencia de Cáceres el 14 mayo 1792, se hizo efectivo este traslado, que como dice Antonio Muñoz Torrado, fue el principio del fin de su famosa feria.

Al principio la Virgen de Guaditoca se traía para la feria y posteriormente se instituyeron estas dos romerías que ahora conocemos, donde la Virgen es trasladada a hombros, en un bonito paso plateado.

Uno de los momentos emocionantes que tenía esta romería era la puja que se realizaba a la entrada en el Santuario en la romería de septiembre y a la entrada en el Convento del Espíritu Santo en la romería que ahora se ha celebrado. Esta puja se dejó de realizar hace doce años.

De lo importante que llegó a ser esta Feria de Guaditoca, germen de la romería actual, nos lo cuenta Antonio Muñoz Torrado, en el capítulo I de su libro “Últimos días de la Feria de Guaditoca”, editado en Sevilla 1922, en la Imprenta y Librería de Sobrinos de Izquierdo:

“… el incremento que llegó a alcanzar, en los días gloriosos del Santuario de Guaditoca, puede darnos idea el número de mercaderes y tratantes que acudían en busca de lucro y de ganancia al ferial. El cuaderno formado en 1786 para el ajuste de la cuenta de maravedises que cobró en aquel año la Justicia de la villa, nos da testimonio fehaciente de que allí se vendían desde las vituallas más necesarias para la vista, hasta los objetos más lujosos y superfluos, que podía desear el más refinado gusto. En los Portales, que formaban una gran plaza delante del Santuario, estaban las tiendas de lienzos y sedas, cintas y encajes, sombreros y zapatos, cueros y cordeles de cáñamo, estambres y paños, baratijas y alhajas de oro y plata. En los puestos de las esquinas, y en otros, ya adosados a los muros del Santuario, ya esparcidos por el valle, se vendían vinos, desde los afamados de las bodegas de la Marquesa de la Vega, hasta el mosto de la última vendimia, aguardientes y refrescos, tabacos y turrones, chacinas y abadejo, aceite y vinagre. En mesas y tablas, que arrendaba el Santuario, tenían sus vendejas los jergueros de Sevilla, de Carmona, de Tocina, de Medina de las Torres y de Fuente de los Cantos; los de Montemolín vendían costales, los granadinos pitos, los de Berlanga bayetas, los de Martos cordonería; botones los de Écija y Cabra, frutas los de Palma; sin que faltaran campanillos y cencerros, suelas y horquillas, palas y aperos de labor; herrajes y ferretería, hormas para zapatos, y calzados, paños y estemeñas, espartos, sedas y lienzos; no siendo corto el número de vendedores de garbanzos tostados y alfajores, avellanas y turrones, frutas del tiempo y quesos… y mil y mil cosas más, en que pudieran gastar dinero los peregrinos, ya para proveerse de cera y exvotos que ofrecer al Santuario, ya para llevar a los suyos algún recuerdo de aquellos días que pasaron alegres y contentos en las vegas de Guaditoca.
Pero la parte más principal del ferial era el mercado de ganados.
El sitio reunía para ellos las mejores condiciones, no siendo la menos principal el que por allí pasa la vereda real de carnes y que los pastos son abundantes en las dehesas próximas y excelente el abrevadero del río, que besa los muros del templo por el lado sur.
No faltaría ni el ganado de cerda, ni el vacuno; y concurrían, seguramente, rebaños de ovejas y cabras. De estos ganados no hablan los cuadernos de registros, dedicados solamente a la compraventa de caballerías. Hierros de las más acreditadas cuadras de Andalucía y Extremadura ostentaban caballos, potros y yeguas, mulos y asnos, siendo numerosas las transacciones y viniendo los compradores y vendedores de muy lejanas tierras. Allí se daban cita el modesto labriego y el rico labrador; aquél en busca de la yunta de poco precio que le ayudase a labrar su pegujal, y éste en demanda de brioso corcel; el tratante en ganados de la campiña andaluza y el proveedor de caballos de los regimientos del Ejército; el venido de las márgenes del Tormes y el que comercia con Gibraltar desde el vecino campo de San Roque; el de la Sierra de Aracena, y el de las vegas del Guadiana; los labradores de Carmona y de Écija y Jerez y sus comarcas y los labradores extremeños… hasta de Valencia venían en busca de potros para recriarlos. Dan esos pueblos importancia al ferial y llevan de un extremo a otro el nombre de la feria de Guaditoca.
La situación del Santuario en el centro de una extensa y rica comarca, en los confines de Andalucía y Extremadura, daba facilidades lo mismo a mercaderes y tratantes que a los compradores; pero la causa principal del incremento que adquirió la feria no era otra, que la devoción a la Virgen bendita de Guaditoca, que atraía a su Santuario legiones de devotos para asistir a las fiestas religiosas que en su honor se celebraban. Sólo las Hermandades de Guadalcanal, Valverde, Berlanga y Ayllones ya daban buen contingente de romeros, a los que hay que agregar los devotos de aquellos pueblos y de otros, aún más distantes, a más del de curiosos y gente desocupada y divertida, que por distracción los unos, por conveniencia los otros, por devoción los más, se reunían a la sombra del Santuario. Por otra parte, el tiempo de las fiestas, en plena primavera, cuando ni se sienten los fríos intensos del crudo invierno, ni los ardores del estío, convidaba a pasar plácidamente unos días en sitio tan ameno como el frondoso valle que riega el Guaditoca, hermoso vergel que rodean bravas montañas…”

domingo, 26 de abril de 2009

EL EDIFICIO DEL AYUNTAMIENTO


Vemos la fotografía del Ayuntamiento y nos parece que ha estado siempre ahí. Esto nos ocurre por pensar que el universo se inició coincidiendo con nuestro nacimiento. Pero la verdad que este edificio construido sobre el solar del penúltimo palacio del Comendador de la Orden de Santiago, es relativamente joven, ya que se edificó en los primeros años del pasado siglo XX.


Hemos investigado en el Archivo Municipal y hemos encontrado el proyecto original del edificio y su entorno. En este primer plano podemos observar la idea original del arquitecto que en 1880 diseñó lo que sería el Ayuntamiento y el Paseo de El Palacio.


En lo que respecta al paseo, guarda bastante parecido con lo que ahora conocemos. Sin embargo, el edificio del Ayuntamiento a simple vista observamos que se quedó muy lejos del proyecto inicial. La fachada principal se ajusta al proyecto, pero dónde quedó la fachada posterior que podemos ver en la parte inferior del plano.


Pero lo que más nos sorprende es ver la fachada lateral en la que aparecen hasta doce huecos, entre ventanas y puertas. Más que un edificio para el Ayuntamiento, parece uno de usos múltiples, donde suponemos habría sitio para biblioteca, colegios, instituto. etc.

Su explicación tendrá que intentaremos averiguar, pero suponemos que alguna crisis económica abortó este proyecto inicial, que como dice el dicho “no hay mal que por bien no venga”, permitió disponer de un más amplio Paseo de El Palacio.



Si comparamos esta última fotografía aérea con el plano inicial, podemos observar la gran diferencia entre el proyecto inicial y el que comentamos, que aparece en el primer plano.
................................
Fotografías y planos aportados por Ezequiel Rius

sábado, 18 de abril de 2009

La Escuela de doña Hermo-2


El pasado 15 de febrero, publicamos la fotografía del colegio de doña Hermo, donde además de las alumnas, aparecían cinco niños, cuya presencia extrañábamos.

Una de las niñas que aparece en la fotografía, nos ha explicado el motivo y la fecha de la fotografía, que insertamos al final.

Aprovechando los comentarios de Virtudes y la sugerencia de un amable lector, pensamos que la mayoría de las personas que nos visitan, de alguna forma tienen que estar relacionadas con Guadalcanal, y por lo tanto, disponer de fotografías antiguas, de interés para el resto de lectores del blog.

Pensamos que este blog ganaría mucho, si aparte del fondo de fotografías que disponemos, nuestros lectores nos enviaran las que poseen y que de alguna forma consideren interesante su publicación. Al igual que ahora veremos hace Virtudes, el envío se podría complementar con unos comentarios sobre el motivo de la fotografía, personas, edificios, fecha, etc.

Las fotografías y comentarios los pueden enviar al siguiente E-mail: fundacionbenalixa@gmail.com

A continuación insertamos los comentarios que Virtudes nos hace de la fotografía del colegio de doña Hermo y que estamos seguros nos podría completar con los nombres y apellidos de todas las niñas:

“…tuve la gran suerte de estar en el colegio de Doña Hermo desde los cuatro a los once años. Como tu bien dices, no es de extrañar que estemos de diferentes edades, aunque si de que haya niños, que son mis hermanos y primos y alguno más y eso es lo que te quiero aclarar.Esta foto que tú cuelgas y que yo conservo, se hizo en el verano de 1959. El motivo fue el siguiente: Cuando terminó el curso escolar nos encontramos con una triste noticia para todos, Dña. Hermo y su hermana Doña Victorina se marchaban del pueblo. Entonces fue cuando unas cuantas de alumnas tras reaccionar de la triste noticia decidimos que no se podían ir sin llevarse algún recuerdo nuestro. Esos niños que aparecen en la foto nos ayudaron a recaudar fondos para comprarles un detalle, es por eso que vinieron con nosotros a entregárselo.Espero que esta nota te haya sido de utilidad y aclarado tus dudas.Si algo mas necesitas me tienes a tu disposición. Virtudes…”

martes, 14 de abril de 2009

Nuestras fábricas de aguardiente

Otra de las cosas que ha perdido Guadalcanal, son sus famosas fábricas de aguardiente. Aquí podemos observar la que posiblemente fuera la última en cerrar, propiedad de la familia Fernández, situada en la calle San Sebastián.

Cuántas de las botellas que vemos, vendería Alfredo en el bar de La Puntilla, o su hermano Joaquín en el bar “de los Pepes”, o Tomás en el bar Cazalla.

Vemos la fotografía y admiramos la tranquilidad de los empleados que miran al fotógrafo. Con igual calma, lo hace el gato –blanco y negro- que reposa sobre las cuatro cajas ya cerradas.

La existencia en aquéllas fechas de esta fábrica de anís, le salvó la pierna a Rafael Torrado, en la última guerra civil.

Nos contaba este verano en amigable charla, la historia que vivió y que ahora les resumimos.

Estando en el frente recibió una herida en la pierna bastante importante. No pudo ser evacuado en un primer momento, por el fragor de la batalla y cuando lo intentaron hacer, tuvieron que abandonarlo, para evitar los múltiples disparos.

Cuando por fin pudieron rescatarlo, observaron que la herida era muy importante y propusieron su traslado para que fuera operado.

Después de múltiples peripecias en el traslado, que obligaron a retrasar la llegada a su destino, por fin llegó a un hospital, donde el médico cirujano le explicó que debido al retraso y a las condiciones en que se encontraba la herida, no había más solución que amputarle la pierna.

Pueden figurarse lo que pudo sentir nuestro amigo Rafael, en un lugar desconocido, sin nadie que le ayude y a punto de perder una pierna.

En ese momento, entró un capitán médico, que saludó efusivamente al cirujano que le estaba comunicando la decisión. Este militar, suponemos que por tratar de animar al herido, le preguntó que de dónde era, Rafael desanimado le dijo que de Guadalcanal. En ese momento el capitán sonrió y dirigiéndose a nuestro paisano le dijo: No me diga que es de Guadalcanal, tengo un gran recuerdo de ella, porque un amigo me regaló una caja de botellas de anís “Flor de la Sierra” y nunca había probado un anís como ese.

El militar, que también era cirujano, se apartó un poco con su amigo, y Rafael muy atento a lo que hablaban, le oyó decir: Si me lo permites, me gustaría intentar salvarle la pierna a ese soldado. El amigo, saturado de trabajo, no puso ningún impedimento en esta ayuda, autorizando la intervención.

La pierna le ha seguido acompañando. Cuando al cabo de unos días volvió el militar, Rafael agradecido le dijo: Qué puedo hacer para agradecerle lo que ha hecho por mí. Nada, nada… bueno sí… cuando llegue a su pueblo, mándeme unas botellas del “Flor de la Sierra”.

Rafael Torrado volvió a Guadalcanal, pero la fábrica por motivos de la guerra, estaba cerrada. Dos años después de nuevo se inició la producción de aguardiente y Rafael pudo enviarle dos cajas de nuestro famoso anís.

Lo último que recordamos del local que ocupaba la fábrica, son los bailes que se organizaban en el Carnaval, con el sonido del violín de Luis Fernández.

lunes, 9 de marzo de 2009

Tanto va el cántaro a la fuente...


Por la sombra que vemos en la parte baja de la fotografía, debía ser por la tarde cuando el fotógrafo la realizó. También pensamos que la época del año posiblemente fuera verano, porque sólo tres niños –en la mitad de la fotografía junto a la capilla de San Vicente- se atreven a transitar, a una hora en que posiblemente sus padres duerman la siesta.

Hace poco tiempo observamos esta vista desde el mismo lugar que el fotógrafo uso para conseguir esta instantánea, y la primera impresión que nos quedó es que la iglesia de Santa Ana se encuentra más baja. Aunque al fijarnos mejor, lo que realmente comprobamos, es que excepto los edificios que se ven en primer plano, la mayoría han subido una planta.

Guadalcanal no ha crecido en extensión, pero sí en altura. Lo que nuestros abuelos usaron como habitáculo para guardar la paja y alimentar a las caballerías, nosotros lo hemos usado para que nuestros hijos edifiquen la casa, que les servirá para iniciar la convivencia de una nueva familia.

Volvemos a mirar la sombra inferior de la fotografía y dudamos que sea la sombra, ya que es imposible –creemos- que se pueda producir la misma, cuando además –si nos fijamos- la sombra de los naranjos apunta hacia otro lado. Posiblemente sea la parte superior del campanario, lo que nosotros vemos como sombra.

Pero la verdad es, que nada de eso tiene importancia, cuando el objeto de nuestros comentarios es otro. Nosotros queremos hablarles de esa otra figura, que principia a abandonar la plaza, con un cántaro sobre los hombros.

Con un cántaro sobre los hombros y en una fotografía de los años cincuenta, no puede ser otro que Ito. Ahora no nos viene a la memoria sus apellidos, pero como otros personajes de aquélla época, no le hace falta.

Recordamos que vivía en la calleja de San Sebastián, junto con su hermana, y con otro hermano. Le recordamos cada día que íbamos a la Plaza, una y otra vez bajando los dos escalones de la fuente, que los naranjos no nos dejan ver, y acercar el cántaro a uno de los tres caños, para llenarlo de agua. Tenía en el hombro una especie de correa, que le ayudaría a transportar más cómodamente la vasija de agua.

Nos preguntamos ¿cuántos cántaros acarrearía al día y que estipendio recibiría por cada uno de ellos?. Una perra gorda, o un real posiblemente, o quizás sólo llegara a un mendrugo de pan.

Es curioso, pero a pesar de los años transcurridos, seguimos recordando su cara, con aquella cabeza siempre pelada al rape y la boina sobre ella, con aquella sonrisa desdentada, y los ojos tristemente alegres.

Volvemos a mirar las sombras, y de nuevo dudamos, ahora nos fijamos en la sombra de Ito y en la farola que ha dejado atrás, y efectivamente, sí coincide la sombra de la torre, la de Ito y la de la farola, así que nos preguntamos, ¿qué hora y qué periodo del año eligió el fotógrafo para hacerla?.

jueves, 26 de febrero de 2009

Las Hermanas de la Doctrina Cristiana


No sabemos si las recordadas Hermanas de la Doctrina Cristiana, cuando posaron para esta fotografía, eran conscientes de que sumaban once, que por asociación de ideas, nos hace pensar en un equipo de fútbol, aunque por la media de edad que observamos, difícil de competir.
Quizás sea una de las últimas fotografías de estas monjas, que tantos recuerdos traen a muchas habitantes de Guadalcanal.

Sobre el 1521, Benito Garzón estaba construyendo un hospital, en lo que hoy conocemos como el convento del Espíritu Santo, precisamente auspiciado por este clérigo del hábito del Espíritu Santo.
Los visitadores de la Orden de Santiago, echaron por tierra este primer intento, porque al igual que ocurre ahora en muchos lugares, carecía de licencia para la construcción del edificio, cuyo monopolio estaba en poder de la Orden de Santiago.

No sería hasta 1612 gracias a la donación de 80.000 pesos, por el indiano natural de la villa, Alonso González de la Pava, que se fundara este convento, conservándose en altar mayor construido en aquellas fechas.
Las primeras religiosas entraron el 14 de junio de 1627, precisamente procedente del Convento de San José, de Guadalcanal y del de Santa Clara, de Alanís. En 1646 llegó a tener veintidós religiosas y dos donadas.

Como el resto de conventos de Guadalcanal, la desamortización de Juan de Dios Álvarez Mendizábal del 19 de febrero y 8 de marzo de 1836, acabó con él.

En 1901, las Hermanas Misioneras de la Doctrina Cristiana, decidieron instalarse en él, impartiendo la enseñanza durante muchos años hasta el año 1998, que lo abandonaron las últimas monjas.

La disminución de vocaciones y nuestra desidia, ha hecho posible que como otras muchas cosas, hayan desaparecido de Guadalcanal

jueves, 19 de febrero de 2009

El último alfarero


Posiblemente si presentáramos esta fotografía a una competición, se llevara uno de los primeros premios. El fotógrafo (imperdonable por nuestra parte no saber el nombre, ya que hace sólo unos días comentamos la fotografía con uno de los protagonistas) ha condensado en la imagen el trabajo de un alfarero, que sólo con sus manos y la ayuda de sus pies, ha ido modelando los diferentes “cacharros” que podemos ver.
La fotografía nos muestra a dos generaciones haciendo el mismo trabajo; padre, en este caso Segundo Muñoz, e hijo José Muñoz. La instantánea fue tomada en su penúltima alfarería, en la actual calle Juan Carlos I, ya que al final la trasladaron al Coso Bajo, donde los nuevos tiempos la arrinconaron y por último desapareció cuando se hizo la nueva casa.
Es curioso que en tan poco espacio, podamos ver reflejada la historia de Guadalcanal. En primer lugar, vemos a un José muy joven –ahora ya es abuelo- modelando una maceta, que posiblemente vimos en algún patio, conteniendo unos geranios rojos, o unas rosas del mismo color.
Nosotros que no somos alfareros, no sabemos muy bien, si la maceta que en esos momentos modela el joven artesano, al secarse, se comprime el tamaño y se iguala a esas otras que aparecen en la fotografía; no creemos que pueda suceder, como tampoco, que los cántaros pequeños se conviertan en grande, ni que con los tiempos que corren, pudiéramos llenar las alcancías que también aparecen, para divertirnos en la próxima feria.
Quizás el “pipote” es lo último que hemos dejado de ver, e incluso todavía aparecen en algún granero de nuestras casas, dispuestos a seguir suministrando el agua fría en el verano.
La última pregunta que nos hacemos es, ¿fue capaz José de hacer la hermosa vasija que su padre Segundo, hace en este momento? En la mirada quizás podemos notar el orgullo que siente en ese momento, al estar dando vida a un nuevo trabajo, que posiblemente perdure aún, conteniendo una flor marchita, aunque no fuera su uso original.
Nos quejamos de que no hay trabajo en Guadalcanal, pero como pasó con los zapateros que comentábamos hace unos días, nadie quiso continuar con este trabajo y ahora ya es imposible captar la imagen de un padre y un hijo, realizando este trabajo.
Una última curiosidad nos queda, ¿en qué se convirtieron las bolas de barro que José tiene a su espalda?

domingo, 15 de febrero de 2009

La Escuela de doña Hermo


Si en la fotografía de hace unos días, no cuadraba la imagen del perro, en esta fotografía realizada en el patio del colegio de doña Hermo, aparecen esos niños en primer plano, que nos parecen fuera de lugar. ¿Qué hacen cinco niños en una escuela de niñas, en los años cincuenta y pico?

Ahora que todo está tan normalizado, resulta imposible conseguir una fotografía de estas características. Las jovencitas del fondo, son bastante más mayores que las que se encuentran junto a la maestra, pero en aquéllos tiempos era normal.

Algunas de estas caras, las hemos visto repetidas en las hijas que con el tiempo han tenido, y últimamente son sus nietas las que vemos correr por el paseo de El Palacio o la Plaza de España.

Hay una cosa que destaca, incluso más que la blancura de sus vestidos. Repasando la fotografía de derecha a izquierda y de abajo a arriba, observamos que se pueden contar con los dedos de una mano y quizás sobren, las personas que han permanecido en Guadalcanal. La emigración de los sesenta se llevó a todas estas niñas, al igual que a los cinco niños, que han tenido que realizar su vida en otros lugares, quizás añorando estos días ¿felices? de su niñez y juventud.

Mª de los Ángeles Ochavo –que aparece en la fotografía- nos obliga a recomponer la nómina de nuestros profesores, e incluir a su padre, Antonio Ochavo Trejo, que por un salto en la memoria, lo habíamos olvidado.

Hay otra curiosidad que vemos al final; existe en la fotografía, por partida doble, tres que son hermanos y seis que son primos.

Por último, ¿qué podían celebrar para que todos aparezcan resplandecientes y trajeados?. Esta es la historia que quisiéramos conservar y documentar para que nuestros nietos, un día que no puedan usar el ordenador, sientan interés por el pasado de Guadalcanal.

martes, 3 de febrero de 2009

La caseta de El Galgo

Tiene de todo esta fotografía. Además de las guapas señoritas, que me supongo son las causantes de que ahora podamos observar esta postal de una mañana de feria de septiembre, hasta la “chambra” que luce el señor de la gorra.

Vemos la señora mayor con el clásico moño, que parece no encuentra al marido, y a las dos amigas que se acercan muy decididas a la caseta, porque suponemos si han encontrado a los suyos.

La caseta parece inmensa, y la verdad que efectivamente así era. En aquéllas fechas no existían todas esas casetas particulares que ahora conocemos, y sólo ésta y la de El Chato, -que estaba a la izquierda de la fotografía- eran las encargadas de saciar la sed durante los días de ferias.

Esta fotografía sólo nos deja ver las imágenes, pero si además nos facilitara el olor, ¿a qué creen que olería? . Posiblemente a cochinito de los que eran unos expertos, aunque los calamares fritos, tampoco lo hacían mal.

Intentamos agudizar la vista para ver los precios que aparecen en la pizarra negra, sólo el que está en la parte inferior, nos deja leer que pone Botella y lo que parece ser un 5. ¿Podemos pensar que se refería a una botella de Manzanilla de Argüeso o de fino de Jerez, 5 pesetas?

Suponemos que algún experto nos podría decir qué hora del día era, pero lo que está claro es que no era la que ahora usamos para ir a la feria, donde antes de la cinco de la tarde no vemos a nadie.

Hay cosas que han quedado fuera de la fotografía, como por ejemplo, el puesto de los jeringos de Trini, -más arriba de la caseta de El Chato- que aunque en ese momento estaría cerrado, estamos recordando aquél anafe hecho de los ladrillos de los antiguos hornos y la bombilla colgada del cable, que permanecía encendida toda la noche.

jueves, 29 de enero de 2009

Procesión de San Crispín

Entre las fotografías que usó Plácido Cote para su exposición fotográfica, encontramos la que están viendo.
Muchas veces nos preguntamos, por qué desaparecen nuestras tradiciones. En este caso, la respuesta es clarísima. Si a San Crispin lo sacaban todos los años los zapateros de Guadalcanal, qué ha pasado, ¿ya no quieren sacar a su patrón? Todo es mucho más fácil de explicar, en Guadalcanal no existe un solo zapatero.

Y sin embargo, ahí tenemos una amplia representación de este gremio, que abasteció de calzado, no sólo a Guadalcanal, sino a los pueblos de los alrededores. Algunos de ellos, como el señor de las gafas que está junto al cura párroco Manuel Barrera Cobano, conocido por todos nosotros por “Tortita”, llegó a tener más de quince personas. Junto a éste, su cuñado Máximo, con algunos menos, Joaquín “el Cortador”, Chaves, Trancoso, Chavero, etc.

En la época de la fotografía, calculamos alrededor de los cincuenta y tantos, no existían cámaras digitales y había tiempo para hacer una parada, antes de iniciar o recoger la procesión.

Por la expresión de la niña que aparece en la parte inferior de la derecha, podíamos pensar que el fotógrafo es el que todos los años venía a la feria, con el caballo de cartón, y por eso la niña no entiende muy bien, qué hace ese señor que mete la cabeza entre unas cortinillas.

Aunque la mayoría de los personajes de la primera fila ya han fallecido, hay uno de ellos “Larita” que coge a su hijo vestido con una gabardina, que aún vive y recuerda todas estas procesiones y aquéllas misas cantadas, que también hacía él.

Esta procesión se celebraba el 19 de noviembre y como pueden ver, le acompañaban bastantes vecinos. Creo que la última vez que vi a San Crispín, estaba en el Convento del Espíritu Santo, por lo menos no ha abandonado completamente su barrio de estancia habitual, pero lo que veo más difícil, es que los zapateros de Guadalcanal, lo vuelvan a sacar en procesión.

martes, 27 de enero de 2009

Fotografía de Fray Rafael de Guadalcanal

Es curioso que en esta fotografía, no sea el centro lo que destaca. Es obvio que la instantánea corresponde al día que Rafael Calado -conocido por fray Rafael de Guadalcanal- cantó su primera misa en Guadalcanal. Lo que quizás vemos fuera de lugar es el perro que aparece a la derecha de la imagen. Circula tranquilamente este pastor alemán junto a las autoridades de la época.

Esta fotografía sí la tenemos documentada, 21 de junio de 1965, día que celebró su primera misa en Guadalcanal, en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción. El lugar, calle López de Ayala, a la altura del Hospital de los Milagros y la casa Rectoral.

Hay un dato a destacar de la pericia del fotógrafo (que no sabemos quién fue), y es que entra tanto barullo, ha conseguido sacar la cara de la madre de Rafael.

Destaca en la fotografía, además de su altura, el traje del alcalde Francisco Oliva. Todos los demás siguen el protocolo de traje obscuro, pero él se ha puesto para este día de entrada del verano, un color más liviano.

Junto al alcalde, Manuel Barrera que va conversando con Rafael Calado, a quien acompaña el prior del convento y otro fraile. En segunda fila, los entonces ediles: Victor Jaurrieta, el secretario del Ayuntamiento José Martín (casi tapado), Manuel Fernández y Antonio Llano. En una tercera fila el sargento y quizás el teniente de la Guardia Civil. Detrás de ellos la madre de Rafael Calado y el resto de invitados.

Por último, custodiándolos a todos, la pareja de municipales, Angelito “el jerezano” y “el Mojino”. Nos resulta extraño no encontrar a su jefe Pípole, y quizás por eso permanece ese perro, aunque también puede ser que sea un perro policía, por la tranquilidad que demuestra Ángel de la Rosa, junto a quién camina.

sábado, 24 de enero de 2009

Fotografía en el bar El Chato



Quisiéramos poder entrar en la fotografía. El lugar lo sabemos, el bar de El Chato. Pero no es Jesús “Matraco”, sino su suegro el que acaba de servir esas cuatro copas en la barra de su bar. Tampoco es el local que conocimos al principio de la calle Mesones, esquina Herrerías. Este local que recordamos los más mayores estaba al inicio de la calle Costaleros, donde en la actualidad está la tienda de Leandro e Hijos.

Querríamos poder estirar la fotografía y ver la hora que marca el reloj, o por lo menos poder darle la vuelta a la guía de teléfonos para saber de qué año era. ¿De dónde venían los hermanos Núñez tan trajeados? Me supongo que eran clientes diarios, porque tenían su negocio frente al bar, donde desde hace muchos años existe un banco.

Pepito el “peluquero” también ha hecho un alto en su trabajo para estar presente, y por la posición que ocupa en el centro mismo de la fotografía, gozaría de una profunda amistad con el dueño del bar, ya que le permite estar tras la barra.

Tampoco podemos saber qué vino bebían, ya que la botella no lleva etiqueta, normal por aquellas fechas, ya que procedería de una garrafa (que no garrafón) de arroba, aquéllas de cristal forradas de cañas. Sería mosto de Cazalla o manzanilla de Sanlúcar?

Alcanzamos a vislumbrar el clásico cartel de “Se ruega no escupir en el suelo”. De nuevo desearíamos poder bajar la fotografía, para ver completo ese cartel, que lo único que alcanzamos leer es el nombre de Bilbao.

Por último nos queda la cara del Chato, con la botella fuertemente agarrada y mirada cansada, posiblemente por las largas jornadas que le dedicaba a su bar.

Quizás lo único que no cuadra con la época, es el banquito donde vemos sentada una señorita, en el cartel que aparece en el centro.

Al igual que esta fotografía, existen centenares, de momentos vividos en Guadalcanal por personajes de diferentes épocas, que estamos dejando que se pierdan, y lo que es peor, estamos dejando que desaparezcan las personas que nos puedan explicar, como en este caso, qué hacían, en qué día y por qué motivo, una cámara inmortalizó el momento.


Y por último, ¿quién era el fotógrafo?