lunes, 31 de diciembre de 2012

ÁLVARO DE CASTILLA, LAS CONCEPCIONISTAS DE GUADALCANAL - y 12


                       Manuel Maldonado Fernández
                       Revista Guadalcanal año 2012

Desde que tuvo conocimiento de la generosa intención de Fernández Barba, el cabildo llerenense orientó sus esfuerzos para hacerse con los 36.700 escudos que quedaban (552.595 reales de vellón, una vez deducidos los gastos e impuestos considerados anteriormente), razonando ante el Consejo de Hacienda la necesidad que tenía el concejo de hacerse con ese caudal y liberarse de la bancarrota que le acechaba. Dicho razonamiento se concretó en un plan de saneamiento de la hacienda local que, al mismo tiempo, propiciaba el cumplimiento de los fines piadosos y caritativos que Fernández Barba perseguía. Concretamente, acordaron:
- Pagar el principal de la totalidad de los censos que estaban debiendo, levantando así las hipotecas que afectaban a las rentas y propios del concejo. Entre ellos estaba el que tenían establecido con las concepcionistas de Guadalcanal.
- Pagar los réditos, corridos o intereses atrasados.
- Empeñar en favor de la obra pía la dehesa más extensa y productiva de las concejiles, concretamente la del Encinal.
Y fue en este momento y circunstancias descritas cuando momentáneamente cesaron las relaciones financieras entre las concepcionistas de Guadalcanal y el concejo de Llerena. Sin embargo, no duró mucho el distanciamiento pues, como ya hemos adelantado, el concejo de Llerena también tenía deudas pendientes con la hacienda real desde 1640. La documentación consultada sobre este particular nos indica que dicha deuda se ajustó definitivamente en torno a los 900.000 reales (81.818 ducados ó 30.600.000 mrs.), si bien, tras ciertas negociaciones consensuaron rebajarla a sólo 150.000 reales, más otros 41.814 reales que supusieron las dietas y gajes del oficial de la contaduría mayor de hacienda que estuvo en Llerena ajustando la deuda durante nueve meses[1].
Por lo tanto, nuevo agobio financiero para Llerena, cuyos oficiales no dudaron un momento en dirigirse otra vez a las monjas guadalcanalense para solventar la deuda con hacienda, una vez obtenida la real facultad real que les permitiese tomar a censo 180.000 reales, autorización que dio el rey sin ningún tipo de cortapisas, pues en ella le iba el cobro de los 150.000 reales. Naturalmente, a falta de otro deudor más solvente, las monjas prestaron a censo los referidos 180.000 reales, reiniciándose sus relaciones crediticias con el concejo de Llerena, que no cesaron hasta principios del XIX.
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Fuentes: las recogidas en las notas a pie de página




[1] Llerena, como la práctica totalidad de los concejos santiaguista de su entorno, entre los que se encontraba el de Guadalcanal, estaba fuertemente endeudado con la hacienda real en la novena década del XVII, debiendo dinero desde hacía más de 40 años en las distintas tesorerías de los numerosos servicios reales establecidos en este complicado y dilatado espacio temporal (alcabalas, cientos, millones, servicios ordinarios y extraordinarios, donativos, repartimientos, etc.) en el que, entre otros requerimientos fiscales habían mediado el costoso intento separatista catalán (1639-59) y la durísima y exigente guerra de liberación portuguesa (1639-68), con gran estrago y requerimiento en el territorio extremeño.

viernes, 28 de diciembre de 2012

ÁLVARO DE CASTILLA, LAS CONCEPCIONISTAS DE GUADALCANAL - 11


                      Manuel Maldonado Fernández
                      Revista Guadalcanal año 2012

Sin embargo, como estaba prescrito, se necesitaba para ello obtener la oportuna facultad real, por lo que acordaron solicitarla mediante un escrito suplicatorio dirigido a S.M. en el que le manifestaban tener deudas pendientes con el convento guadalcanalense, a las que no podían atender por los muchos compromisos fiscales con la Hacienda Real. Se había llegado a esta situación, continúan diciendo los capitulares llerenenses, “por la esterilidad de los tiempos, enfermedad y muerte de los ganados y las continuas plagas de langostas que se han experimentados de muchos años a esta parte, destruyendo los panes, yerbas y pastos de las dehesas”, en tanta gravedad y continuidad que al concejo no le había quedado más remedio que, en justicia, aminorar las rentas establecidas a los arrendatarios de las tierras concejiles. Pesaba especialmente en la crisis de la hacienda llerenense las deudas fiscales que venían contrayendo desde 1640, sobre las cuales se estaba entonces investigando desde el Consejo de Hacienda.
En cualquier caso, olvidándonos por ahora de la deuda de Llerena con el fisco, en noviembre ajustó sus débitos con las concepcionistas de Guadalcanal, que retiraron su demanda ante los jueces y oidores de la Real Chancillería de Granada, suspendiendo el concurso de acreedores ya iniciado. De ellos tenemos noticias por el acta del pleno celebrado el 13 de noviembre[1], donde manifestaban los capitulares haber pagado los réditos o corridos atrasados, adelantando incluso los correspondientes a 1693.
        Por fortuna, a finales de 1692 un golpe de suerte vino a aliviar momentáneamente las dificultades de la hacienda concejil de Llerena. Relatamos sucintamente este acontecimiento por  su relación con el núcleo central de la investigación que seguimos, pues la suerte vino precisamente a cuenta del dinero que un indiano llerenense mandó para fundar una obra pía en su ciudad natal. Se trataba del capitán Diego Fernández Barba quien, según la documentación consultada, dotó a su obra pía con 40.000 pesos escudos de plata doble de a diez reales de plata cada uno (aproximadamente, 600.000 reales de vellón ó 20.400.000 mrs., en unas fechas en las que el jornal medio, trabajando de sol a sol, estaba en torno a los dos o tres reales) cuyos réditos debían emplearse en distintos destinos piadosos y caritativos.



[1] AMLL, Sec. AA.CC., lib. de 1692, fol. 72 vto., fot. 147 y ss.

martes, 25 de diciembre de 2012

ÁLVARO DE CASTILLA, LAS CONCEPCIONISTAS DE GUADALCANAL - 10


                              Manuel Maldonado Fernández
                             Revista Guadalcanal año 2012

Pues bien, el principal acreedor del concejo llerenense durante el XVII y XVIII siempre fue el convento de la Concepción de Guadalcanal, que le tuvo prestado a censo una buena parte del dinero que legó Álvaro de Castilla. El inicio de las relaciones crediticias entre el citado convento y Llerena (como acreedor y deudor, respectivamente) fue precisamente a cuenta del esfuerzo de este último concejo por consumir en 1598 los oficios de sus cinco regidores perpetuos, liberándose de estos oligarcas. Fue Rodrigo de Castilla Ramos quien en 1601 le prestó 7.575.000 mrs.  del dinero que su hermano Álvaro iba mandando. Sobre este particular disponemos de datos pormenorizados en el Archivo Municipal de Llerena, que muestran la evolución de dicho préstamo hasta finales del XVIII. En efecto, según la documentación consultada, a partir de 1639 el concejo de Llerena tuvo constantes y serias dificultades para pagar los réditos a las concepcionistas. Éstas se acentuaron en dos fechas concretas: en torno a 1673 y sobre 1692.
En 1673 el propio cabildo llerenense, ante la imposibilidad de pagar los intereses de la deuda concejil, cuyo principal acreedor era el convento de las concepcionistas, pidió la aplicación de la ley concursal[1]. Sin embargo, cuando a primeros de 1674[2] los regidores perpetuos fueron consciente de lo que realmente les suponía (perder el control sobre las rentas y propios concejiles), tomaron el acuerdo de negociar ellos mismos con los acreedores y pagarles los intereses con fondos de sus propias haciendas, dinero que naturalmente recuperaron. En días posteriores, ajustaron los gastos fijos del concejo, rebajando sus salarios, el del resto de los oficiales concejiles, así como las partidas dedicadas a festejos y celebraciones religiosas.
Y los años que siguieron no fueron precisamente más favorables. Especialmente complicada fue la década de 1677 a 1687, durante la cual, aparte la incesante presión fiscal, apareció un brote epidémico que coincidió con una climatología adversa. Por ello, las dificultades de Llerena para asumir los réditos del préstamo con las concepcionistas nuevamente surgieron en 1692. En efecto, según reconocían sus propios regidores en la sesión capitular del 15 de octubre de dicho año[3], se le estaba debiendo al convento de las concepcionistas los réditos o corridos de varios años, cada uno de ellos a razón de 9.260 reales (315.044 mrs.). También manifestaron en el citado pleno que el administrador y mayordomo del convento en repetidas ocasiones les habían amenazado con denunciar tal situación ante los jueces y oidores de la Real Chancillería de Granada. Por ello, conscientes de los inconvenientes y gastos que la consecuente aplicación de la ley concursal conllevaba, tomaron el acuerdo de arrendar para años sucesivos los aprovechamientos de la dehesa de Hondo.



[1] AMLl, Sec. AA.CC. (28/11/1673), lib. de 1673, fol. 226 vto., fot. 209.
[2] AMLl, Sec.  AA.CC. lib. de 1674, fol. 249 vto., fot. 7.
[3] AMLL, Sec. AA.CC., lib. de 1692, fol. 61, fot. 124.

sábado, 22 de diciembre de 2012

ÁLVARO DE CASTILLA, LAS CONCEPCIONISTAS DE GUADALCANAL - 9


                        Manuel Maldonado Fernández
                        Revista Guadalcanal año 2012

IV.- LA HACIENDA CONCEJIL DE LLERENA
El concejo de Llerena administró sus bienes concejiles con cierta solvencia y desahogo hasta finales del XVI, a juzgar por las cuentas de los caudales de propios recogidas en los libros de contabilidad que se custodian en su archivo municipal[1]. En efecto, a finales de dicho siglo las deudas del concejo sumaban en total sólo 20.670 reales. (unos 702.780 mrs., cargados con unos réditos de 52.700 mrs.), cantidad fácilmente asumible y suficientemente justificada si consideramos la magnitud de la empresa asumida durante el XVI, como, por ejemplo, las ayudas para la fundación y consolidación de los numerosos conventos asentados en la ciudad, el reparo de las murallas, la construcción de varias de sus puertas, el levantamiento de la magnífica torre de la Iglesia Mayor, el ensanche de la plaza pública y la construcción de sus soportales[2], así como la remodelación y ampliación de las casas del cabildo, sus anexos (alhóndiga y carnicería), la cárcel pública, el pósito y la casa del peso de la harina.
    Sin embargo, ahora a principios del XVII, tras el pago de los 330.000 rs. (30.000 ducados ó 11.220.000 mrs.) que costó el consumo de las cinco regidurías perpetuas[3], la deuda se disparó, siendo necesario solicitar de S.M. (como administrador perpetuo de la Orden de Santiago) la oportuna autorización para pedirlos prestados a censo, hipotecar los bienes concejiles como garantía del pago a los prestamistas, así como otra para poner en arrendamiento la mayor parte de las tierras concejiles, con la finalidad de afrontar con sus rentas los réditos o corridos e ir rebajando el principal de la deuda[4].  Por lo que hemos podido documentarnos, S.M. concedió la oportuna autorización, pero la hacienda concejil llerenense entró en un crónico endeudamiento imposible de atajar, máxime cuando por las mismas fechas aumentó considerablemente la ya elevada demanda fiscal[5].  Aún así, en 1625, fecha en la que se cierra el Libro de los Propios que utilizamos como referencia[6], la deuda del concejo estaba en torno a 186.111 rs. (6.327.772 mrs.), disparándose a mediados del XVII, de tal manera que a finales de dicho siglo ascendía a 390.441 rs. (13.275.000 mrs., aunque por otras cuentas se estima que debía por encima de los 18 millones de maravedíes), más una importante deuda con la hacienda real situada por encima de 900.000 rs. (81.818 ducados o unos 30 millones de mrs., aunque  la real hacienda redujo la deuda a sólo 5,5 millones de mrs, es decir, 13.636 ducados ó 150.000 reales), aparte de tener empeñados los cuatro millares[7] de la dehesa del Encinal[8].



[1] AMLl, leg. 478-3. Libro de Propios (1601-25).
[2] CARRASCO GARCÍA, A. La Plaza Mayor de Llerena y otros estudios, Valdemoro, 1985.
[3] Hasta 1598 el concejo de Llerena se gobernaba por cinco regidores perpetuos, es decir, cinco vecinos que habían comprado a perpetuidad dicho oficio. En la fecha citada, los llerenenses tomaron la decisión de consumir o comprar para el concejo esas cinco regidurías perpetuas, ejerciendo el derecho de puja y tanteo sobre la mismas, operación que se consiguió tras el pago de 30.000 ducados en favor de sus poseedores. De poco sirvió este esfuerzo, pues en 1629 Felipe IV vendió 19 oficios de regidores perpetuos a sendos llerenenses. Algo parecido ocurrió en Guadalcanal.
[4] Desconocemos cómo se afrontó la paga de 1599; sí sabemos que la de 1600 se abordó con un préstamo cedido a censo por dos vecinos de Sevilla, cuyo principal ascendía a 6.750.000 mrs., siendo 195.650 mrs. los réditos o corridos que generaban anualmente. Para completar la tercera paga hubo de establecer otro censo, en este caso con el clérigo López Ortiz, por un principal de 544.000 mrs. Estos dos últimos censos se redimieron en 1601, precisamente con los 7.575.000 mrs. cedidos por Rodrigo de Castilla en nombre de Álvaro de Castilla. Más adelante, por las circunstancias ya descritas, en 1623 los derechos hipotecarios de este censo fueron cedidos al convento de las concepcionistas de Guadalcanal. Mas información en MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “Crisis en la hacienda concejil de Llerena durante el Antiguo Régimen”, en Actas de las VI Jornadas de Historia, Llerena, 2005.
[5] Los Austria del XVI hipotecaron al Estado. Los del XVII, sin liberarse de la situación anterior y debido a la elevada presión fiscal que impusieron, también consiguieron endeudar a los concejos, obligándoles a hipotecar sus bienes concejiles y comunales. Es más, alguno de ellos, en aplicación de la Ley Concursal promovida a instancia de sus acreedores, quedaron bajo la tutela de un administrador judicial nombrado por la Real Chancillería de Granada, como ocurrió en Azuaga, los Santos o en Rivera. Más datos en manuelmaldonadofernández.blogspot.com, “Azuaga en el XVII”
[6] AMLl, leg. 478-3. Libro de Propios (1601-25).
[7] En teoría, una cantidad de terreno capaz de mantener a 4.000 ovejas.
[8] El empeño suponía una situación administrativa menos ventajosa para Llerena que la hipoteca, pues a cambio de una considerable cantidad de dinero (unos 18 millones de mrs.) el concejo dejaba su uso y explotación en manos de los empeñadores, sin que el cabildo interviniese para nada en su gestión. Como es conocido, el empeño se hizo en favor de la obra pía instituida por el capitán Diego Fernández Barba. Más información en MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “El capitán Diego Fernández Barba, un llerenense generoso del XVIII”, en Revista de Feria y Fiestas, Llerena, 1998.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

ÁLVARO DE CASTILLA, LAS CONCEPCIONISTAS DE GUADALCANAL - 8


Manuel Maldonado Fernández
Revista Guadalcanal año 2012

-         13.464 de la renta de las huertas que tenían compradas.
-         5.200 de la venta de 11 fanegas de cebada, a 14 reales.
-         7.480 abonados por los padres de una de las novicias en concepto de gastos por alimentos correspondientes a los dos últimos años[1].
-         11.220 ídem por los tres últimos años.
-         7.480 ídem de otra novicia parienta del fundador, por los dos últimos años.
-         7.480 ídem de otra novicia no parienta, por solo un año.
-         22.440 ídem por tres años de una novicia no parienta.

Total cargos o ingresos: 2.955.008 mrs.; es decir, 86.912 reales ó 7.902 ducados, en unas fechas en las que el jornal, trabajando de sol a sol, estaba alrededor de 2, 5 reales.

        Como descargo, gastos o salidas justificaron una cantidad idéntica, según la siguiente relación, también expresada en maravedíes:
-         6.800 de la presentación de estas cuentas.
-         228.837 de gastos ordinarios, que concretan con precisión en un cuadernillo anexo.
-         165.384 de gastos extraordinarios (pescado, garbanzos, sal, habas y otros alimentos precisos para el sustento de la comunidad religiosa).
-         72.522  de gastos de sacristía, cera, monumento, vino etc.
-         5. 389 de la enfermería y medicinas.
-         14.076 de obras de conservación del convento.
-         15.487 de leña.
-         7.038 en papeles de escrituras, censos, poderes y otros gastos de escribanías.
-         202.708 del trigo comprado para el pan (246 fgas.).
-         20.400 del salario del mayordomo, un administrador imprescindible, dado la condición femenina y de clausura de las concepcionistas.
-         26.180 de salarios pagados a distintos cobradores de los censos.
-         10.200 del salario de tres años de dos mandaderas.
-         10.200 del salario del médico.
-         1.496 del salario del sacristán por un año.
-         21.930 al cura por misas en sufragio del alma del fundador (4 reales cada una).
-         6.120 ídem.
-         1.360 de otras misas.
-         35.734 de los entierros de tres monjas.
-         3.672 de pago por los sermones de las fiestas de la Concepción.
-         13.000 de un censo que el convento pagaba a un vecino de Llerena.
-         1.020 de otro censo.
-         66.300 de deuda con un mayordomo antiguo.
-         2.720 de deuda con un particular.
-         97.980 de un censo no cobrado de un vecino de Cazalla.
-         930 ídem.
-         39.270 ídem.
-         1.799.223 de impagos, según la primera anotación de cargos o entradas.

Total, 2.955.008 mrs. de salidas, dando cuentas con meticulosidad en distintas carpetillas de los apartados más generales de los contemplados.




[1] Es decir, antes de profesar las novicias pagaban su alimentación, en este caso reducido a la mitad por ser la aspirante parienta del fundador. Después, cuando profesaban, pagaban la dote, establecida en 224.400 mrs., o media dote, si se trataba de una profesa emparentada con el fundador.


domingo, 16 de diciembre de 2012

ÁLVARO DE CASTILLA, LAS CONCEPCIONISTAS DE GUADALCANAL - 7


Manuel Maldonado Fernández
Revista Guadalcanal año 2012

No disponemos de documentos que nos informen sobre las operaciones financieras iniciales. Las primeras noticias que tenemos al respecto corresponden a 1666, concretamente nos referimos a la presentación de cuentas concernientes al trienio 1666-69, que la abadesa tuvo que hacer ante el vicario general de la provincia de León de la Orden de Santiago, como estaba prescrito.
Según dichas cuentas, los ingresos del convento procedían de tres fuentes: los intereses o réditos recibidos por el capital que tenían prestado a censo, la dote que imprescindiblemente debía aportar la familia de las monjas profesas, más la renta de ciertas tierras que habían conseguido comprar hasta esas fechas (varias huertas y olivares, más un predio de 66 fanegas)[1]. Concretamente, éstos fueron los ingresos en el trienio considerado, expresados en maravedíes:
-         1.799.223 mrs. en deudas atrasadas que no pudieron cobrar sus antecesoras, correspondiente a distintos deudores que no pagaron los réditos de los censos[2].
-         37.400 prestados a un particular, tras la autorización del prior de la Orden de Santiago.
-         635.871 de los réditos de tres años pagados por el concejo de Llerena, al que, como ya indicamos, tenían prestados 13 mil ducados de plata.
-         15.300 de réditos cobrados de otro censo establecido con un particular.
-         5.400 ídem.
-         918 ídem.
-         20.400 cobrados del juro sobre las alcabalas de Fuente del Maestre. Se trataba de cierta deuda pública que entregó al convento el padre de una de las profesas, como pago de su dote[3].
-         11.220 cobrados de los réditos de un censo establecido con un vecino de Sevilla.
-         5.625 ídem.
-         5625 ídem.
-         5.610 ídem.
-         309.702 cobrados de réditos de otro censo establecido con el concejo de Llerena, por un principal de 60.720 reales[4].
-         28.050 cobrados de  réditos correspondiente a un censo establecido con un particular.



[1] AGAS, Sec. Justicia, Ordinario, Conventos, Leg. 3704 (13071), doc. 18.
[2] Se trata de una cantidad excesiva, propia de los años tan críticos que se vivían. Una buena parte de dicha deuda correspondía al concejo de Llerena, que llevaba varios años pagando sólo parte de los intereses de su censo.
[3] La dote estaba establecida en 600 ducados (6.600 reales ó 224.400 mrs.)
[4] Al parecer, este otro censo tuvo su origen en 1646, cuando el concejo de Llerena tuvo que dirigirse nuevamente al convento solicitando en préstamo a censo los 60.720 reales referidos.

viernes, 14 de diciembre de 2012

ÁLVARO DE CASTILLA, LAS CONCEPCIONISTAS DE GUADALCANAL - 6


Manuel Maldonado Fernández
Revista Guadalcanal año 2012

III.- EL CONVENTO DE LAS CONCEPCIONISTAS
Con tantos pleitos y desavenencias, parece ser que la primera comunidad de religiosas concepcionistas no se instaló en su convento y monasterio guadalcanalense hasta 1621, con monjas procedentes de Mérida, que tomaron en ese momento posesión del hospital, monasterio y convento, así como del capital que el fundador les había reservado para su decente mantenimiento. Al parecer, dicho capital ascendía a unos 20.500 ducados[1], que en aquellas fechas estaban prestados a censo al concejo de Llerena, según ciertas negociaciones establecidas entre don Rodrigo de Castilla Freyre, en nombre de su tío Álvaro, y dicho concejo[2].
        Instalada ya la primera comunidad de religiosa en su convento, don Rodrigo y el concejo de Llerena rompieron sus relaciones financieras para poner el dinero en manos de las concepcionistas. Y fue este momento en el que medió otro guadalcanalense enriquecido con el dinero procedente de Indias, ofreciéndose a prestarle dinero al concejo llerenense en unas condiciones de réditos más favorables, oferta que fue aceptada. El guadalcanalense en cuestión era Benito Carranco, personaje muy relacionado con la ermita y cofradía de Guaditoca, descendiente directo de Pedro Ortega Valencia,  aquel bravo paisano que intervino directamente en el descubrimiento y conquista de una buena parte de Oceanía, aprovechando esta circunstancia para dar el nombre de su villa natal a una de las islas descubiertas[3]. Esta intromisión de Benito dio pie a otro pleito, pues si bien en principio fue este último quien consiguió colocar su dinero a censo sobre los propios y rentas del concejo de Llerena, hubo una sentencia definitiva en favor de las concepcionistas, a resulta de la cual fue esta institución quien finalmente prestó a Llerena 13 mil ducados (4.895.000 mrs.) en las mismas condiciones ofrecidas por Benito, iniciándose así una relación crediticia del convento con el concejo de Llerena, que duraría hasta finales del XVIII.
Por lo tanto, al margen del carácter religioso y caritativo que debía presidir en la institución fundada por Álvaro de Castilla, observamos que el monasterio actuaba como una verdadera institución financiera y de crédito, con la finalidad de incrementar el patrimonio y garantizar su supervivencia a lo largo del tiempo.



[1] Ya se habían gastado otros tantos ducados en el levantamiento del hospital, iglesia y claustro, aparte de los derivados de los numerosos pleitos, sin que  se haya localizado  una clara contabilidad al respecto.
[2] AMLl, leg. 478-3, fol. 226 vto. y ss. Libro de Propios (1601-25).
[3] RUBIO VILLAVERDE, J., op. cit.

martes, 11 de diciembre de 2012

EL CANTO DE LA VERÓNICA

Semana Santa sobre 1930


 Desde hace unos días, varias personas se han interesado en Facebook, por el tema de la Verónica, que cantaba el Viernes Santo a Nuestro Padre Jesús y a Nuestra Señora de la Amargura.

Nuestra Asociación quiere aportar su granito de arena y ponemos a su disposición fotografías de la Verónica de varios años, tanto con las imágenes antiguas como con las actuales.
           
Semana Santa de 1950

En la reseña histórica que hace nuestro amigo José Miguel García, en la Revista de Guadalcanal del año 2004, aparece un acuerdo del Cabildo del 22 de Abril de 1957 que Dice: “…Se somete a votación el continuar o no, con el acto de la Verónica, “que en la Plaza y con letra antiquísima relataba algunos momentos de la pasión del Señor” y cuya votación resultó igualada. Decidiendo el voto del Sr. Cura Ecónomo de esta villa D. Félix Hidalgo Domínguez, el no seguir con la tradición antes dicha…”



Por lo tanto, debemos pensar que fue el año 1957 el último en que la Verónica cantó a las imágenes de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de Guadalcanal.

La letra que la Verónica cantaba a Nuestro Padre Jesús, era la siguiente:

Dónde así, Jesús Divino,
camina su Majestad,
tan herido y maltratado
que me han movido a piedad.
Dónde, con ese madero,
que el peso os hace temblar,
caminas, siendo el desprecio
de la plebe desleal.
¡Oh! Quién pudiera, bien mío,
ayudaros a llevar
aquesa cruz con que el mundo
hais venido a remediar.
Ya ves que son mis culpas
la causa de tanto mal;
más si en esto os aliviare,
el rostro os he de limpiar.
Qué herido y qué renegrido
camina su Majestad,
siendo su rostro en gloria
alegría celestial.
Más si no hay otro remedio
y es preciso caminar,
al morir por nuestras culpas
será eterno mi llorar.

Al terminar el cante la Verónica, cogía un paño blanco que tenía guardado y limpiaba la cara del Cristo.


A continuación, a la llegada de la Virgen de la Amargura, le cantaba:

¿Dónde vais, Virgen María?
¡Oh! ¿Señora dónde vas,
tan triste y afligida
en tan triste soledad?
Si buscáis a vuestro Hijo,
por aquí pasó poco ha,
y para que veáis que es cierto
mirad aquí la señal.
(enseñándole en ese momento el paño donde aparece la cara de Cristo)
Este es, Señora, el retrato
que aquí quiso señalar,
con las inmundas salivas
de ciega gentilidad.
Más si queréis encontrarle,
volver los pasos atrás,
y veréis cómo lo han puesto,
de los hombres la impiedad.

Durante el tiempo que la Verónica cantaba a la Virgen, Nuestro Padre Jesús -todo en silencio- ha ido dando la vuelta a la Plaza, por lo que al terminar está muy cerca de la Virgen. Poco a poco volvían el paso de la Amargura, que quedaba frente por frente con el de Nuestro Padre Jesús.

El 25 de septiembre de 1981, grabaron en radio Alanís a doña Aurea Benítez Bravo, natural de ese bonito pueblo, que fue una de las Verónicas que cantó en Guadalcanal, creemos que no fue la última, ya que al principio de la grabación, dice que tiene 65 años y que hace 44 años que cantó en Guadalcanal, por lo tanto, sería por el año 1937 cuando cantó y según el acuerdo que indicamos al principio, fue en 1957 el último año del acto de la Verónica.

Hemos preparado un vídeo con imágenes actuales, al que hemos incorporado un extracto del cante que realizaba la Verónica, con la voz de doña Aurea Benítez, acompañada por Ramón Fernández, que pueden ver a continuación:



Animamos a la Junta de Gobierno de Nuestro Padre Jesús Nazareno, para que reponga este bonito acto de la Verónica, aprovechando que en la actualidad hay varias personas con voz suficiente para cantar, y unos músicos que podrían realizar un arreglo a la partitura que existía, para acompañarla con la flauta y otros instrumentos.