sábado, 31 de octubre de 2009

¿Eran « grandes ladrones » los isleños del Mar del Sur... 1 de 6

Nueva entrega de la Dra Annie Baert, de la primera parte de su trabajo ¿Eran «grandes ladrones» los isleños del Mar del Sur que acogieron a los navegantes europeos en los siglos XVI-XVIII ?

Que los isleños del Mar del Sur fueran « grandes ladrones », es una afirmación que se encuentra repetidas veces en los relatos que dejaron los navegantes europeos de los siglos XVI-XVIII. Tras participar en Vanuatu en el 400 aniversario de uno de aquellos viajes, el que realizó el capitán Quirós en 1606, donde mucha gente me interrogó sobre los primeros contactos y su violencia, me ha parecido oportuno examinar los hechos y las interpretaciones que se les pueden dar desde diferentes puntos de vista, históricos y antropológicos.

Cuando Magallanes entró en el Mar del Sur el 28 de noviembre de 1520, sólo pensaba en las tan deseadas especias del Maluco. Pero todavía le quedaba por cruzar el mayor de los océanos, al que llamó « Pacífico » por las favorables e inesperadas condiciones de navegación que le ofreció. Ya habían pasado más de quince meses desde que saliera de Sevilla, había perdido dos de sus cinco navíos, y no podía imaginar que tal travesía representaba más de 8000 millas náuticas, o de 15000 kilómetros. Lo único que sabía era que estaba por 54° de latitud austral, y que tenía que alcanzar por lo menos la línea ecuatorial para llegar a la Especiería. Puso decididamente rumbo al noroeste y empezó una larguísima travesía, en la cual sólo avistó cuatro islas hasta que, ciento veinte días más tarde, el 27 de marzo, llegó al archipiélago « de San Lázaro », donde había de fallecer el 27 de abril siguiente, dejando a Juan Sebastián Elcano la tarea de traer a España ingentes cantidades de clavo de las islas Molucas.

Aunque ninguno de ellos sigue vigente en nuestros días, los topónimos que se dieron a las tierras así descubiertas
[1] merecen nuestro interés.
El nombre de « San Lázaro », que correspondía con la onomástica del calendario católico, fue sustituído algún tiempo después por el de « Filipinas », en honor del príncipe Felipe, durante la jornada de Ruy López de Villalobos en 1543, dado al parecer a una sola isla y luego al archipiélago entero
[2], y que ha permanecido hasta hoy.
El de « Islas Infortunadas », que tampoco ha sobrevivido, sólo traduce la gran desilusión que sintieron los tripulantes al ver dos atolones inhabitados, Fakahina (Tuamotu, Polinesia francesa), el 24 de enero, y Flint (Islas de la Línea, grupo sur, Kiribati), el 4 de febrero. Escribió el piloto Francisco Albo : « no hallamos fondo, así nos fuimos nuestro camino » ; el también piloto Ginés de Mafra relató lo mismo : « por no poder llegar a ella, pasó el armada adelante, […] sin poder tomar ningún refrigerio » ; mientras el famoso Pigafetta apuntó : « no encontramos más que pájaros y árboles, y no vimos más que muchos tiburones »
[3]. La primera isla fue llamada San Pablo, porque el día siguiente de su descubrimiento se celebra la Conversión de San Pablo y hoy se conoce por su nombre indígena, Fakahina. En cuanto a la segunda, ni siquiera recibió un nombre cristiano, siendo llamada Tiburones, y hoy aparece en los mapas como Flint, posiblemente por su aspecto austero de pura roca (flint en inglés).
El primer nombre que recibieron las islas avistadas el 6 de marzo de 1521, Guam y Rota, se debió a la forma triangular de las velas que llevaban las veloces canoas o paraos indígenas : Islas de las Velas Latinas. Existen hoy dos entidades : la isla de Guam propiamente dicha, territorio no-incorporado de Estados Unidos, donde se recuerda el descubrimiento de Magallanes con un día feriado el primer lunes de marzo, y el estado llamado Northern Marianas Islands, asociado a Estados Unidos desde 1976. Este nombre de « Marianas » les fue atribuido en 1686, en honor de doña Mariana de Austria, viuda de Felipe IV y regente en nombre de su hijo Carlos, que impulsó su evangelización, desde 1668, a cargo del jesuita Diego Luis de Sanvítores
[4]. También puede suponerse que apareció necesario cambiar por uno que fuera digno y respetable el que venían llevando, y que poco disponía a sus moradores a recibir la labor evangelizadora : « Islas de los Ladrones ».

1 - Islas de los Ladrones

Este humillante topónimo se debió a lo que ocurrió entre la armada de Magallanes y los naturales, que los cronistas relatan de esta manera :
Francisco Albo :
« vinieron muchas veces a nosotros, y nos buscaban para hurtarnos cuanto podían, y así nos hurtaron el esquife de la capitana […]. Las islas de los Ladrones están de Gilolo 300 leguas. »

Cierto « piloto genovés », de nombre no identificado :
« Es gente de poca verdad, y vinieron a bordo, y no se precavieron de ella hasta que vieron que les llevaban el esquife de la capitana, y cortaron el cabo con que estaba amarrado, y lleváronlo a tierra sin poderlo evitar : a esta isla pusiéronle de Los Ladrones. »

Ginés de Mafra :
« Estando en ellas surtos, los de la tierra, por descuido de los nuestros, les hurtaron un batel, y por eso le pusieron nombre a estas islas, las islas de los Ladrones. »

Pigafetta :
« El capitán general quería detenerse […] para aprovisionarse de víveres y refrescos ; pero no fue posible porque los isleños venían a nuestros barcos y robaban tan pronto una cosa como otra, sin que pudiéramos impedirlo. Pretendieron también obligarnos a amainar velas y conducirnos a tierra, y con gran destreza nos arrebataron el esquife, que estaba atado a nuestra popa. Entonces el capitán, irritado, saltó a tierra con cuarenta hombres armados, quemó cuarenta o cincuenta casas, así como muchas de sus canos, y les mató siete hombres. De esta manera recobró el esquife, pero no juzgó conveniente detenerse en la isla después de estos actos de hostilidad. […] Los habitantes de estas islas son pobres, pero muy ingeniosos y, sobre todo, hábiles salteadores, por lo cual las llamamos Islas de los Ladrones. »
[5]

Así fue el primer contacto entre europeos y nativos del Pacífico, en la isla de Guam, el 6 de marzo de 1521. Si los cuatro relatos coinciden en el robo del esquife, sólo dos de ellos evocan otros robos, poco claros : el de Francisco Albo indica que trataban de hurtar « cuanto podían », y el de Pigafetta que « robaban tan pronto una cosa como otra », sin más detalles.
Se puede entender que robaran el esquife, por ser un objeto de utilidad inmediatamente identificable, aunque sus canoas, fáciles de manejar y rápidas, seguramente no tenían nada que envidiar a dicho batel, como lo sugieren las palabras de Francisco Albo y de Pigafetta :
« andaban tanto que parecía que volasen, […] y andaban por ambas partes que hacían de la popa proa y de la proa popa cuando querían »
« saltan las olas como los delfines »

[1] Nótese que el verbo « descubrir » se emplea aquí en su sentido etimológico de des-cubrir, que viene a ser como dar a conocer algo que estaba cubierto, o desconocido — en el mundo occidental, se entiende. Sólo se pretende decir que hasta que él llegara allí, nadie, aparte de sus moradores, sabía de la existencia de las tierras « cubiertas ».
[2] Amancio Landín Carrasco : Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, Madrid, 1992, Editorial Naval, II, pp. 340-341.
[3] La primera vuelta al mundo, Madrid, 2003, ed. Miraguano / Polifemo, pp. 78, 163, 222.
[4] Ibid., I, pp. 134-135. Pacific Islands Yearbook, ed. Fidji Times, Fidji, pp. 271-272 y 493-494.
[5] La primera vuelta al mundo, op. cit., pp. 80, 125, 164 y 225-226. El subrayado es mío.

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