El día 8 de octubre de 2009, se cumple media década de la trágica desaparición de nuestro amigo y paisano Andrés Mirón Calderón, sin duda el mejor poeta de los nacidos en Guadalcanal. No parece muy cierto el dicho de que el tiempo todo lo cura, o al menos lo mitiga, pues los que fuimos sus amigos seguimos echando en falta al amigo y al escritor, del que todavía cabía esperar nuevas obras de la calidad que había alcanzado cuando le sorprendió la muerte en plena madurez.
Un rasgo del Andrés escritor, para mi encomiable, y del que creo que se ha escrito poco o nada, fue su rabiosa independencia frente a los mandarines culturales que controlan a su antojo quien y cómo aparece en los medios y otorgan certificados de calidad, no en función de la valía de la obra, sino de otras capacidades más o menos reptilíneas de las que careció el autor de Otoño en Benalixa. Andrés - que sentía cierta aversión a Madrid - jamás mendigó fama y reconocimiento más arriba de Despeñaperros, ni en el Café Gijón, puerto y puerta de las letras donde se reparten créditos y se destrozan sueños de gloria, ni en los suplementos culturales de los periódicos de ámbito nacional. Pese a los numerosos premios cosechados a lo largo y ancho de la geografía nacional, le fue negado el pan y la sal en los mentideros (nunca mejor dicho) culturales de la Villa y Corte y por los gurús de la crítica catalana. El destino, que a veces gasta bromas pesadas, hizo que, dos días después de dejarse la vida en una carretera sevillana, un jurado, reunido en el citado Café Gijón, compuesto por Luis Alberto de Cuenca, Ángel García López, Jaime Siles, Antonio Hernández y Salvador Gutiérrez, le otorgara el Premio Villa de Aoíz, por un poema titulado “Cuando ya nada importa”. El jurado cuando emitió el fallo, aún ignoraba la muerte del poeta y otorgó el premio al poema que consideró de mejor calidad y, sin saberlo, al que en su título reflejaba, con científica precisión, la peripecia vital de su autor. Una prueba del ninguneo de Andrés en los medios de ámbito nacional puede verse en la clamorosa ausencia de cualquier referencia a su fallecimiento en el cuadernillo de la edición de Andalucía, los días 9 a 12 de octubre de 2004, de un periódico de ámbito estatal, que por entonces llevaba en su mancheta el adjetivo independiente. La prensa de Sevilla y el mundo académico hispalense si estuvieron a la altura de las circunstancias, resaltando que se había perdido una voz/pluma irreemplazable de las letras sevillanas.
Inserto a continuación un texto, hasta ahora inédito, que le envié con motivo del homenaje que se le rindió en Sevilla, en abril de 2002. Con respecto al original de entonces, lo reproducido a continuación contiene ligeras modificaciones en los párrafos tercero y cuarto, y la adición de las tres notas.
José María Álvarez Blanco
7 de octubre 2009
ANDRÉS MIRÓN, POETA EN SIERRA
(Impresiones de un amigo, coetáneo y coterráneo)
Cada escritor, y también cada lector, tiene trazado en su bagaje mental y sensible un mapa, una guía, que incluye y engloba un conjunto de «laberintos urbanos», de «redes de frases», pasajes secretos y subterráneos, bifurcaciones, «puntos parpadeantes» en ese mapa del mundo, que son sus ciudades literarias preferidas, los lugares, muchas veces intransferibles, que lo explican como autor y lector. Su autobiografía espacial. (Mercedes Monmany, ABC Cultural, 21-12-2001, p.23).
Río lo llaman de hermosura
A este lugar de esquinas cegadoras
(A. Mirón, La Morería, Libro de las Estatuas de los Héroes)
La municipalidad de la briosa ciudad extraña1 honra a sus poetas en primavera, y entre ellos a la figura singularísima de Andrés Mirón, de quien la contraportada de su Antología de 1990, dice, a continuación de su nombre, justamente en mayúsculas, "(Sevilla, 1941"). Aclaremos cuanto antes el error. En este caso no rige el todo por la parte. Andrés es poeta sevillano de Guadalcanal, que es muy distinto y más preciso.
No saben los políticos la trascendencia de sus decisiones. Hace más de ciento sesenta años el motrilense Javier de Burgos tuvo la idea de hacernos provincialmente sevillanos, y si no se hubiera producido dicho acto administrativo, tal vez, el homenaje que el 9 de Abril de 2002 se le va rendir a A. Mirón en la sevillana Casa de las Sirenas, hubiera tenido que tener lugar en el Teatro López de Ayala de la ciudad pacense. Pero dejemos estos avatares históricos para adentrarnos en una de las características esenciales de la poesía de Andrés, que es la presencia explicita o soterrada de su origen guadalcanalense.
Uno que no es poeta, y tampoco transita por los procelosos prados de la crítica literaria, quizás esté descalificado para tratar de la obra del autor que nos ocupa. Sin embargo, me atrevo a perpetrar estas líneas porque creo que es de justicia decir que la poesía de A. Mirón no se puede entender en su esencia, en una parte muy importante, si no se ha tenido la suerte de compartir con él, en los años mozos, paisaje y paisanaje, vivencias, aprendizajes y charlas sosegadas caminando por aquellos "salvajes montes corpulentos" que decía A. López de Ayala en su Epístola a E. Arrieta (y que no son ni lo uno ni lo otro). Ya de adultos, conservo como apreciado tesoro sus cartas con su letra sin par, y recuerdo las charlas que hemos tenido en su casa de la calle de Santa Ana de Guadalcanal. Mención especial debo hacer de su carta emocionada2 tras recibir mi envío, y su inmediata lectura, de las fotocopias del " El Folklore guadalcanalense" de nuestro heterodoxo Micrófilo, que obtuve del ejemplar existente3 en la Biblioteca Nacional, y en base a las cuales los profesores P.M. Piñero Ramírez, y E. Rodríguez Baltanás, tuvieron la excelente idea de reeditarlo en 1992 (Ed. Guadalmena - Col. Textos Andaluces. Alcalá de Guadaira).
Sería absurdo afirmar que en toda la obra de Andrés están presentes las circunstancias de su nacimiento y vivencias en Guadalcanal, pues es obvio que A. M. no llega a la paranoia de que su lugar de origen gravite como el trasfondo único de su quehacer poético. Sin embargo, es indudable que su pueblo está presente no sólo en las obras que expresamente se refieren a él - El libro de las estatuas de los héroes4 (1984), Calicanto (1990) (publicación semi-inédita, gracias a la insistencia del autor de estas líneas), algunas composiciones de Aicila (1981) (por citar alguna mencionemos Monforte) - sino también en otros textos que aparentemente no se refieren a su patria chica.
Todo el lirismo mironiano, nostálgico y elegíaco, contenido y expresado en un lenguaje singular, producto del proceso alquímico al que somete el paisaje y vivencias adolescentes, la aparición constante del mundo vegetal sublimado en sus versos (un ejemplo, el incomparable principio del Coro de alejados, excelente rememoración del amor primero), la impresión que le produjo la película Canciones para después de una guerra de B. M. Patiño, que desencadenó la escritura de Cantoral para un tiempo marchito (recreación no sectaria, sino enormemente honesta de la posguerra cainita en la que se maceró nuestra adolescencia) y tantas vivencias del ayer que impregnan su obra de manera inigualable. Por eso, cabe afirmar que Andrés Mirón es poeta en sierra, de esa sierra concreta que se llama Sierra Norte de Sevilla, y dentro de ella de ese espacio a la vez real y mítico, que se llama Guadalcanal.
Por lo dicho, a la larga lista de binomios escritor-paisaje, entre otros, Flaubert - Rouen; Pessoa - Lisboa; Clarín - Oviedo; Joyce - Dublín; Luis Mateo Díez - Celama; Juan Benet - Región; A. Muñoz Molina - Mágina; Cabrera Infante- La Habana; Delibes - Castilla; Kafka - Praga; Borges - Buenos Aires; Galdós - Madrid y un largo etcétera, es indispensable añadir A. Mirón - Guadalcanal.
José María Álvarez Blanco
Madrid,
7 de abril de 2002
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1 Verso referido a Sevilla, del poeta Alfonso Álvarez de Villasandino (13??-1425).
2 Cito textualmente de su carta de 6 de octubre de 1989. “Y ni que decir tiene que, luego de un tan prolongado deseo de hacerme con este texto, tan citado y tal, me lo he “bebido” de un tirón, que ni al teléfono atendía por no interrumpir su lectura”.
3 Dicho ejemplar, según consta en el ex libris, perteneció a la biblioteca del Duque de T’Serclaes.
4 El Profesor Juan Collantes de Terán (1931-1987), sevillano enamorado de Guadalcanal, supo comprender como nadie este libro, como lo demuestra su texto titulado «Los años trasterrados de Andrés Mirón», publicado en ABC de Sevilla el 18 de julio de 1984, pp.35-36.
Un rasgo del Andrés escritor, para mi encomiable, y del que creo que se ha escrito poco o nada, fue su rabiosa independencia frente a los mandarines culturales que controlan a su antojo quien y cómo aparece en los medios y otorgan certificados de calidad, no en función de la valía de la obra, sino de otras capacidades más o menos reptilíneas de las que careció el autor de Otoño en Benalixa. Andrés - que sentía cierta aversión a Madrid - jamás mendigó fama y reconocimiento más arriba de Despeñaperros, ni en el Café Gijón, puerto y puerta de las letras donde se reparten créditos y se destrozan sueños de gloria, ni en los suplementos culturales de los periódicos de ámbito nacional. Pese a los numerosos premios cosechados a lo largo y ancho de la geografía nacional, le fue negado el pan y la sal en los mentideros (nunca mejor dicho) culturales de la Villa y Corte y por los gurús de la crítica catalana. El destino, que a veces gasta bromas pesadas, hizo que, dos días después de dejarse la vida en una carretera sevillana, un jurado, reunido en el citado Café Gijón, compuesto por Luis Alberto de Cuenca, Ángel García López, Jaime Siles, Antonio Hernández y Salvador Gutiérrez, le otorgara el Premio Villa de Aoíz, por un poema titulado “Cuando ya nada importa”. El jurado cuando emitió el fallo, aún ignoraba la muerte del poeta y otorgó el premio al poema que consideró de mejor calidad y, sin saberlo, al que en su título reflejaba, con científica precisión, la peripecia vital de su autor. Una prueba del ninguneo de Andrés en los medios de ámbito nacional puede verse en la clamorosa ausencia de cualquier referencia a su fallecimiento en el cuadernillo de la edición de Andalucía, los días 9 a 12 de octubre de 2004, de un periódico de ámbito estatal, que por entonces llevaba en su mancheta el adjetivo independiente. La prensa de Sevilla y el mundo académico hispalense si estuvieron a la altura de las circunstancias, resaltando que se había perdido una voz/pluma irreemplazable de las letras sevillanas.
Inserto a continuación un texto, hasta ahora inédito, que le envié con motivo del homenaje que se le rindió en Sevilla, en abril de 2002. Con respecto al original de entonces, lo reproducido a continuación contiene ligeras modificaciones en los párrafos tercero y cuarto, y la adición de las tres notas.
José María Álvarez Blanco
7 de octubre 2009
ANDRÉS MIRÓN, POETA EN SIERRA
(Impresiones de un amigo, coetáneo y coterráneo)
Cada escritor, y también cada lector, tiene trazado en su bagaje mental y sensible un mapa, una guía, que incluye y engloba un conjunto de «laberintos urbanos», de «redes de frases», pasajes secretos y subterráneos, bifurcaciones, «puntos parpadeantes» en ese mapa del mundo, que son sus ciudades literarias preferidas, los lugares, muchas veces intransferibles, que lo explican como autor y lector. Su autobiografía espacial. (Mercedes Monmany, ABC Cultural, 21-12-2001, p.23).
Río lo llaman de hermosura
A este lugar de esquinas cegadoras
(A. Mirón, La Morería, Libro de las Estatuas de los Héroes)
La municipalidad de la briosa ciudad extraña1 honra a sus poetas en primavera, y entre ellos a la figura singularísima de Andrés Mirón, de quien la contraportada de su Antología de 1990, dice, a continuación de su nombre, justamente en mayúsculas, "(Sevilla, 1941"). Aclaremos cuanto antes el error. En este caso no rige el todo por la parte. Andrés es poeta sevillano de Guadalcanal, que es muy distinto y más preciso.
No saben los políticos la trascendencia de sus decisiones. Hace más de ciento sesenta años el motrilense Javier de Burgos tuvo la idea de hacernos provincialmente sevillanos, y si no se hubiera producido dicho acto administrativo, tal vez, el homenaje que el 9 de Abril de 2002 se le va rendir a A. Mirón en la sevillana Casa de las Sirenas, hubiera tenido que tener lugar en el Teatro López de Ayala de la ciudad pacense. Pero dejemos estos avatares históricos para adentrarnos en una de las características esenciales de la poesía de Andrés, que es la presencia explicita o soterrada de su origen guadalcanalense.
Uno que no es poeta, y tampoco transita por los procelosos prados de la crítica literaria, quizás esté descalificado para tratar de la obra del autor que nos ocupa. Sin embargo, me atrevo a perpetrar estas líneas porque creo que es de justicia decir que la poesía de A. Mirón no se puede entender en su esencia, en una parte muy importante, si no se ha tenido la suerte de compartir con él, en los años mozos, paisaje y paisanaje, vivencias, aprendizajes y charlas sosegadas caminando por aquellos "salvajes montes corpulentos" que decía A. López de Ayala en su Epístola a E. Arrieta (y que no son ni lo uno ni lo otro). Ya de adultos, conservo como apreciado tesoro sus cartas con su letra sin par, y recuerdo las charlas que hemos tenido en su casa de la calle de Santa Ana de Guadalcanal. Mención especial debo hacer de su carta emocionada2 tras recibir mi envío, y su inmediata lectura, de las fotocopias del " El Folklore guadalcanalense" de nuestro heterodoxo Micrófilo, que obtuve del ejemplar existente3 en la Biblioteca Nacional, y en base a las cuales los profesores P.M. Piñero Ramírez, y E. Rodríguez Baltanás, tuvieron la excelente idea de reeditarlo en 1992 (Ed. Guadalmena - Col. Textos Andaluces. Alcalá de Guadaira).
Sería absurdo afirmar que en toda la obra de Andrés están presentes las circunstancias de su nacimiento y vivencias en Guadalcanal, pues es obvio que A. M. no llega a la paranoia de que su lugar de origen gravite como el trasfondo único de su quehacer poético. Sin embargo, es indudable que su pueblo está presente no sólo en las obras que expresamente se refieren a él - El libro de las estatuas de los héroes4 (1984), Calicanto (1990) (publicación semi-inédita, gracias a la insistencia del autor de estas líneas), algunas composiciones de Aicila (1981) (por citar alguna mencionemos Monforte) - sino también en otros textos que aparentemente no se refieren a su patria chica.
Todo el lirismo mironiano, nostálgico y elegíaco, contenido y expresado en un lenguaje singular, producto del proceso alquímico al que somete el paisaje y vivencias adolescentes, la aparición constante del mundo vegetal sublimado en sus versos (un ejemplo, el incomparable principio del Coro de alejados, excelente rememoración del amor primero), la impresión que le produjo la película Canciones para después de una guerra de B. M. Patiño, que desencadenó la escritura de Cantoral para un tiempo marchito (recreación no sectaria, sino enormemente honesta de la posguerra cainita en la que se maceró nuestra adolescencia) y tantas vivencias del ayer que impregnan su obra de manera inigualable. Por eso, cabe afirmar que Andrés Mirón es poeta en sierra, de esa sierra concreta que se llama Sierra Norte de Sevilla, y dentro de ella de ese espacio a la vez real y mítico, que se llama Guadalcanal.
Por lo dicho, a la larga lista de binomios escritor-paisaje, entre otros, Flaubert - Rouen; Pessoa - Lisboa; Clarín - Oviedo; Joyce - Dublín; Luis Mateo Díez - Celama; Juan Benet - Región; A. Muñoz Molina - Mágina; Cabrera Infante- La Habana; Delibes - Castilla; Kafka - Praga; Borges - Buenos Aires; Galdós - Madrid y un largo etcétera, es indispensable añadir A. Mirón - Guadalcanal.
José María Álvarez Blanco
Madrid,
7 de abril de 2002
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1 Verso referido a Sevilla, del poeta Alfonso Álvarez de Villasandino (13??-1425).
2 Cito textualmente de su carta de 6 de octubre de 1989. “Y ni que decir tiene que, luego de un tan prolongado deseo de hacerme con este texto, tan citado y tal, me lo he “bebido” de un tirón, que ni al teléfono atendía por no interrumpir su lectura”.
3 Dicho ejemplar, según consta en el ex libris, perteneció a la biblioteca del Duque de T’Serclaes.
4 El Profesor Juan Collantes de Terán (1931-1987), sevillano enamorado de Guadalcanal, supo comprender como nadie este libro, como lo demuestra su texto titulado «Los años trasterrados de Andrés Mirón», publicado en ABC de Sevilla el 18 de julio de 1984, pp.35-36.
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