sábado, 31 de octubre de 2009
¿Eran « grandes ladrones » los isleños del Mar del Sur... 1 de 6
Que los isleños del Mar del Sur fueran « grandes ladrones », es una afirmación que se encuentra repetidas veces en los relatos que dejaron los navegantes europeos de los siglos XVI-XVIII. Tras participar en Vanuatu en el 400 aniversario de uno de aquellos viajes, el que realizó el capitán Quirós en 1606, donde mucha gente me interrogó sobre los primeros contactos y su violencia, me ha parecido oportuno examinar los hechos y las interpretaciones que se les pueden dar desde diferentes puntos de vista, históricos y antropológicos.
Cuando Magallanes entró en el Mar del Sur el 28 de noviembre de 1520, sólo pensaba en las tan deseadas especias del Maluco. Pero todavía le quedaba por cruzar el mayor de los océanos, al que llamó « Pacífico » por las favorables e inesperadas condiciones de navegación que le ofreció. Ya habían pasado más de quince meses desde que saliera de Sevilla, había perdido dos de sus cinco navíos, y no podía imaginar que tal travesía representaba más de 8000 millas náuticas, o de 15000 kilómetros. Lo único que sabía era que estaba por 54° de latitud austral, y que tenía que alcanzar por lo menos la línea ecuatorial para llegar a la Especiería. Puso decididamente rumbo al noroeste y empezó una larguísima travesía, en la cual sólo avistó cuatro islas hasta que, ciento veinte días más tarde, el 27 de marzo, llegó al archipiélago « de San Lázaro », donde había de fallecer el 27 de abril siguiente, dejando a Juan Sebastián Elcano la tarea de traer a España ingentes cantidades de clavo de las islas Molucas.
Aunque ninguno de ellos sigue vigente en nuestros días, los topónimos que se dieron a las tierras así descubiertas[1] merecen nuestro interés.
El nombre de « San Lázaro », que correspondía con la onomástica del calendario católico, fue sustituído algún tiempo después por el de « Filipinas », en honor del príncipe Felipe, durante la jornada de Ruy López de Villalobos en 1543, dado al parecer a una sola isla y luego al archipiélago entero[2], y que ha permanecido hasta hoy.
El de « Islas Infortunadas », que tampoco ha sobrevivido, sólo traduce la gran desilusión que sintieron los tripulantes al ver dos atolones inhabitados, Fakahina (Tuamotu, Polinesia francesa), el 24 de enero, y Flint (Islas de la Línea, grupo sur, Kiribati), el 4 de febrero. Escribió el piloto Francisco Albo : « no hallamos fondo, así nos fuimos nuestro camino » ; el también piloto Ginés de Mafra relató lo mismo : « por no poder llegar a ella, pasó el armada adelante, […] sin poder tomar ningún refrigerio » ; mientras el famoso Pigafetta apuntó : « no encontramos más que pájaros y árboles, y no vimos más que muchos tiburones »[3]. La primera isla fue llamada San Pablo, porque el día siguiente de su descubrimiento se celebra la Conversión de San Pablo y hoy se conoce por su nombre indígena, Fakahina. En cuanto a la segunda, ni siquiera recibió un nombre cristiano, siendo llamada Tiburones, y hoy aparece en los mapas como Flint, posiblemente por su aspecto austero de pura roca (flint en inglés).
El primer nombre que recibieron las islas avistadas el 6 de marzo de 1521, Guam y Rota, se debió a la forma triangular de las velas que llevaban las veloces canoas o paraos indígenas : Islas de las Velas Latinas. Existen hoy dos entidades : la isla de Guam propiamente dicha, territorio no-incorporado de Estados Unidos, donde se recuerda el descubrimiento de Magallanes con un día feriado el primer lunes de marzo, y el estado llamado Northern Marianas Islands, asociado a Estados Unidos desde 1976. Este nombre de « Marianas » les fue atribuido en 1686, en honor de doña Mariana de Austria, viuda de Felipe IV y regente en nombre de su hijo Carlos, que impulsó su evangelización, desde 1668, a cargo del jesuita Diego Luis de Sanvítores[4]. También puede suponerse que apareció necesario cambiar por uno que fuera digno y respetable el que venían llevando, y que poco disponía a sus moradores a recibir la labor evangelizadora : « Islas de los Ladrones ».
1 - Islas de los Ladrones
Este humillante topónimo se debió a lo que ocurrió entre la armada de Magallanes y los naturales, que los cronistas relatan de esta manera :
Francisco Albo :
« vinieron muchas veces a nosotros, y nos buscaban para hurtarnos cuanto podían, y así nos hurtaron el esquife de la capitana […]. Las islas de los Ladrones están de Gilolo 300 leguas. »
Cierto « piloto genovés », de nombre no identificado :
« Es gente de poca verdad, y vinieron a bordo, y no se precavieron de ella hasta que vieron que les llevaban el esquife de la capitana, y cortaron el cabo con que estaba amarrado, y lleváronlo a tierra sin poderlo evitar : a esta isla pusiéronle de Los Ladrones. »
Ginés de Mafra :
« Estando en ellas surtos, los de la tierra, por descuido de los nuestros, les hurtaron un batel, y por eso le pusieron nombre a estas islas, las islas de los Ladrones. »
Pigafetta :
« El capitán general quería detenerse […] para aprovisionarse de víveres y refrescos ; pero no fue posible porque los isleños venían a nuestros barcos y robaban tan pronto una cosa como otra, sin que pudiéramos impedirlo. Pretendieron también obligarnos a amainar velas y conducirnos a tierra, y con gran destreza nos arrebataron el esquife, que estaba atado a nuestra popa. Entonces el capitán, irritado, saltó a tierra con cuarenta hombres armados, quemó cuarenta o cincuenta casas, así como muchas de sus canos, y les mató siete hombres. De esta manera recobró el esquife, pero no juzgó conveniente detenerse en la isla después de estos actos de hostilidad. […] Los habitantes de estas islas son pobres, pero muy ingeniosos y, sobre todo, hábiles salteadores, por lo cual las llamamos Islas de los Ladrones. »[5]
Así fue el primer contacto entre europeos y nativos del Pacífico, en la isla de Guam, el 6 de marzo de 1521. Si los cuatro relatos coinciden en el robo del esquife, sólo dos de ellos evocan otros robos, poco claros : el de Francisco Albo indica que trataban de hurtar « cuanto podían », y el de Pigafetta que « robaban tan pronto una cosa como otra », sin más detalles.
Se puede entender que robaran el esquife, por ser un objeto de utilidad inmediatamente identificable, aunque sus canoas, fáciles de manejar y rápidas, seguramente no tenían nada que envidiar a dicho batel, como lo sugieren las palabras de Francisco Albo y de Pigafetta :
« andaban tanto que parecía que volasen, […] y andaban por ambas partes que hacían de la popa proa y de la proa popa cuando querían »
« saltan las olas como los delfines »
[1] Nótese que el verbo « descubrir » se emplea aquí en su sentido etimológico de des-cubrir, que viene a ser como dar a conocer algo que estaba cubierto, o desconocido — en el mundo occidental, se entiende. Sólo se pretende decir que hasta que él llegara allí, nadie, aparte de sus moradores, sabía de la existencia de las tierras « cubiertas ».
[2] Amancio Landín Carrasco : Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, Madrid, 1992, Editorial Naval, II, pp. 340-341.
[3] La primera vuelta al mundo, Madrid, 2003, ed. Miraguano / Polifemo, pp. 78, 163, 222.
[4] Ibid., I, pp. 134-135. Pacific Islands Yearbook, ed. Fidji Times, Fidji, pp. 271-272 y 493-494.
[5] La primera vuelta al mundo, op. cit., pp. 80, 125, 164 y 225-226. El subrayado es mío.
viernes, 30 de octubre de 2009
LAS MINAS DE PLATA DE GUADALCANAL - 96
EL REY.- Agustin de Zárate, mi criado: Vi vuestra carta de veinte del pasado; y pues no os hallais en disposición para quedar ahí á dar recaudo en esa fábrica hasta la venida de don Francisco de Mendoza, á él le escribo que ponga entretanto persona que lo haga, hasta que Yo mande proveer en ello lo que convenga; y así os podeis venir cuando quisiéredes. De Valladolid dos de octubre de mil quinientos cincuenta y seis años.- La Princesa.- Por mandado de su Magestad, su Alteza en su nombre.- Francisco de Ledesma. Señalada de los del consejo de la hacienda de su Magestad.
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Sin embargo de esta Real licencia, don Francisco de Mendoza, conociendo sin duda, al partir de las minas para la corte, y de alli á Flandes, la importancia, y aun necesidad de la permanencia de Zárate en ellas, no le permitió por entonces salir de alli hasta nueva orden, como resulta del Real despacho de 24 de este mes.
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Respuesta á Martin de Ramoin sobre el estado y labor de la mina llamada de la Nava, en Aracena
Contadurías generales, núm. 3072.
2 de octubre dé 1556.
EL REY. -Martin de Ramoin, mi criado: Ví vuestras cartas de treinta de agosto y seis de setiembre, y holgué de saber lo que me escrebís de la mina de la Nava, que aunque la cantidad del metal sea poco, en ser tan bueno parece que se debe estimar en algo; y hecistés muy bien de deteneros ahí hasta ver en qué para, y en hacer la casilla que ha parecido para la fábrica; y de Sevilla he tenido aviso que habíades enviado de lo procedido desas minas cien marcos de plata, y que era buena, de que tambien he holgado; y pues asi es, debeis deteneros ahí hasta que provea de persona que dé recado á esa fábrica; y entretanto avisarme heis á la contina del suceso desas minas, y ocuparos heis tambien en tomar la cuenta de los gastos que se han hecho por orden de don Francisco de Mendoza, yendo para ello á Guadalcanal, ó feneciéndolas ahí como viéredes que lo podreis hacer mejor para no hacer falta en esa fábrica. De Valladolid á dos de octubre de mil quinientos cincuenta y seis años.
Teniendo escrita ésta, recibí una carta de don Francisco, en que me avisa de lo que le habeis escrito de las minas y de los ensayes hechos, que me parece bien si el metal fuese abundante; é no hay mas que escrebiros de lo dicho.- La Princesa.- Por mandado de su Magestad, su Alteza en su nombre Francisco de Ledesma.- Señalada de los del consejo de la hacienda de su Magestad.
Copia del memorial de salarios de los oficiales de las minas, que se dió á Zárate.
Secretaría de Hacienda, núm. 28
6 de octubre de 1556.
Los salarios que han de ganar las personas que de nuevo se han puesto en la fábrica de Guadalcanal, y los que entran en lugar de otros.
Veedor. Pedro de Aguilar, doce reales cada dia; y al dicho Aguilar se le ha de pagar este salario desde veinte y ocho de agosto que sirve, y lo que mas sirviere… 408
Depositario. Pedro de Andujar, que antes tenia siete reales, ha de tener ocho reales de salario cada dia. . . 272
Mayordomo. Francisco de Chaves, que antes tenia siete reales, no ha de tener mas de seis reales cada dia, atento lo que se le descarga de su oficio. . .204.
jueves, 29 de octubre de 2009
LOS DESCUBRIDORES ESPAÑOLES DEL PACÍFICO Y LAS MUJERES INDÍGENAS - 6 DE 6
A diferencia de éste, el relato de Mendaña (25) habla de «lucayos blancos» cuando Catoira no indicaba su color, y pone «mascar» ahí donde Catoira decía «majar», por lo que es inútil reproducir aquí su comentario: A los dientes negros se añaden pues «lengua y labios colorados», pero no debe entenderse en este detalle algo parecido al fruto de la moderna actividad cosmética, sino un color rojo oscuro, tirando para el marrón, que afecta hasta las encías, como hoy todavía se puede observar en esas islas, y que dista mucho de los cánones de belleza comúnmente aceptados en el mundo occidental.
2. Si seguimos el paralelo con las tesis de Tcherkézoff, tenemos que preguntarnos si eran vírgenes aquellas mujeres con las que los salomonenses convidaron a los españoles, pero forzoso es admitir que nada en los relatos de los que disponemos puede confirmar o infirmarlo.
Nuestros autores no se refieren a «jóvenes» o a «muchachas», sino a «mujeres», valiéndose en las escenas 1, 3 y 4 de un plural indefinido que no nos indica nada: «algunas mujeres» (1-1, 1-2), «sus mujeres» (1-3), «todas sus mujeres» (3-1) o más sencillamente aún «mujeres» (4-1). Sólo en la escena 2, tenemos una indicación en cuanto a su número: los indios trajeron «tres mujeres» hacia la capitana, donde se encontraban a la sazón un centenar de hombres. De ello se podría deducir que eran un «regalo» dedicado sólo a las autoridades de la armada, o que eran las únicas vírgenes en edad de procrear que había entonces en el pueblo, o que dicha cifra correspondía a un rito particular del que no sabremos nunca nada, o que se debió a la pura casualidad...
3: Tampoco pedemos afirmar que, igual que pasó en Tahití dos siglos más tarde, la oferta tuvo sistemáticamente lugar al llegar los navegantes. Como se puede comprobar en los siguientes extractos, que se refieren a la llegada de los españoles a tres lugares diferentes, las mujeres estaban siempre presentes, pero no precisamente haciendo de regalo.
El 20 de abril, los del bergantín llegaron por primera vez a la tierra que llamarían Guadalcanal, cuyos habitantes probablemente nunca habían visto a hombres blancos.
5 - 1. Catoira:
«...les salieron a recibir... algunos indios a nado, y mujeres y niños con el agua hasta los pechos, y que todos serían doscientos. Dieron remo al bergantín y ellos empezaron a asir del, y de la amarra, pensando llevarles a tierra; y como se lo estorbasen, hombres y mujeres comenzaron a arrojarles gran cantidad de piedras; y por les espantar y no matar, se tiraron dos arcabuzazos por alto, pero con todo se mató uno» (26)
El 21 de mayo, en la segunda expedición del pequeño Santiago, los soldados fueron a un pueblo de la costa oriental de la misma isla de Guadalcanal donde tomaron alguna comida, por la fuerza, aunque dejaron «dos sartas de chaquira» a cambio.
6-1. Catoira :
«un pueblo que tenía treinta casas, algo apartadas unas de otras, cercadas de mucha arboleda ... los indios andaban tras dellos muy solícitos, diciéndoles que se fuesen ... al tiempo que se querían volver, les arrojaron unas mujeres tres o cuatro piedras» (27)
Y en la última jornada del bergantín, se encontraron el 1 de junio por la mañana en la diminuta isla de San Juan, que está al sureste de San Cristóbal,
7-l. Catoira:
«...les salieron a ver más de ciento e cincuenta indios, todos con sus armas, y algunas mujeres traían lanzas. Vieron una, que venía muy galana, que parecía señora de las más; traía un arco y flechas [...]. Vieron entre ellas siete u ocho perrillos, y una mujer traía un puerco pequeño en los brazos... Recibiéronles de paz». (28)
Después de esos primeros contactos, pasado algún tiempo, ya no se habla de ninguna de ellas en los relatos, y se supone que habrían huído al monte o se quedarían prudentemente en su casa.
Dada la relativa cercanía de las diferentes islas y la habilidad de sus moradores en la navegación, es muy posible que algunos salomonenses hubieran oído hablar de los forasteros antes siquiera de verlos, que supieran ya que no querían recibir mujeres y que habría violencia.
En estas tres situaciones, el punto común es la hostilidad con que todos, incluidas las mujeres, acogen a los navegantes, particularmente en la escena 5. Nada de oferta: las mujeres allí no son objetos sino sujetos, que tratan, junto con sus compañeros masculinos, de adueñarse de la embarcación de aquellos recién llegados -lo que, sin los disparos españoles, habría sido muy fácil.
Pasa algo parecido en la escena 7, a pesar de la atmósfera «de paz» de dicho encuentro: algunas mujeres son parte de la «embajada disuasiva» que acoge a los españoles, lanza en mano, y la que «parecía señora» viene también armada, aunque con «arco y flechas». Si alguna oferta se estaba planeando, sería más bien la de un «puerco pequeño» que otra mujer llevaba en los brazos, pero sólo es una suposición que la continuación del relato no confirma.
La escena 6 es algo distinta, porque son los extranjeros los que se adueñan de los bienes de los indios, que se han negado al trueque: es entonces lógico que éstos les tiren piedras, y la intervención de mujeres en esta acción no tiene nada notable. Pero otra vez las vemos en posición de combate o de resistencia, al lado de sus hermanos o maridos.
Esta postura final de las mujeres, que se opone por completo a la inicial, quizás se explique por la afrenta recibida al no quererlas los forasteros, o porque pudieron comprobar que éstos nada tenían de sobrehumano y que se habían equivocado sobre su naturaleza.
En realidad, no sé si los salomonenses consideraron verdaderamente como seres sobrehumanos a los españoles, pero parece seguro que sí vieron en ellos a hombres investidos de cierto poder -lo que no es absurdo, dada su potencia de fuego-, un poder de cuyos límites pronto se dieron cuenta. Y en este sentido se pueden ampliar a las islas de Salomón las tesis de Tcherkézoff sobre las ofertas de mujeres ocurridas en Tahití: de alguna manera, los indígenas, para quienes lo sexual formaba parte del mundo sagrado, seguramente querrían adueñarse de una parte del poder de los recién llegados realizando un acto ritual.
Esta ampliación parece tanto más sensata cuanto que se pueden comprobar otras similitudes en las actitudes tahitianas y salomonenses, como son los sistemáticos «robos» a bordo de los navíos -pensemos en las islas llamadas «de los Ladrones»-, que también merecerían un estudio detallado, y que dejo para un próximo trabajo.
Frente a dichos parecidos, los viajeros europeos nos ofrecen juicios diferentes: los del siglo XVIII vieron un culto al placer, escribiendo que a los tahitianos les gustaba tanto el amor que lo hacían muy a menudo y en público -lo que alabaron unos y otros condenaron- mientras que los del siglo XVI fueron unánimes en rechazar y estigmatizar ese «comercio sexual». Finalmente, los dos grupos se equivocaron, cada uno según los prejuicios de su cultura y de su época.
Los navegantes dieciochescos no ignoraban los descubrimientos llevados a cabo dos siglos antes por sus predecesores españoles, en particular gracias a los relatos difundidos por Quirós, pero creo que, de conocer los detalles que nos dan Catoira y Mendaña sobre las mujeres del Pacífico, su sorpresa y su admiración al llegar a Tahití hubieran sido mayores aún.
Tcherkézoff concluye su libro lamentando que este gran mito occidental del amor libre y sin pecado haya tenido tantos seguidores. Sin duda tiene razón. Pero ¿es realmente de lamentar que una fábula haya engañado a tantos viajeros o artistas? ¿Qué sería de nuestro subconsciente y de nuestros sueños, sin los libros de Stevenson o los cuadros de Gauguin? A veces son dulces las patrañas...
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(25) Austrialia Franciscana, op. cit. III, p. 221.
(26) Austrialia Franciscana, op. cit. II, p. 88.
(27) Austrialia Franciscana, op. cit. II, p. 118.
(28) Austrialia Franciscana, op. cit. II, p. 141.
martes, 27 de octubre de 2009
LOS DESCUBRIDORES ESPAÑOLES DEL PACÍFICO Y LAS MUJERES INDÍGENAS - 5 DE 6
Asimismo es necesario considerar la mención de los puercos en la isla de Santa. Ana:
«diciendo que les darían puercos [...] y también les darían mujeres» (4-1).
A pesar de la superioridad de sus armas de fuego, los españoles sufrían un auténtico complejo de inferioridad y hasta de persecución, como lo traduce claramente Catoira en la anécdota que le contaron los hombres del bergantín, acaecida en Malaita e127 de mayo:
«pareciéndoles que les tenían los nuestros miedo, comenzaron [... ] a burlarse de ellos de veras con mucha risa chacota» (17).
Y efectivamente tenían miedo, pero también mucha hambre: una de sus mayores preocupaciones era trocar sus artículos de rescate (de los que era el «tenedor» Catoira) para conseguir comida fresca, como puercos, cuyos nombres (nanbolo, ó apo, según los lugares) muy pronto aprendieron. Los indígenas no dejaron de observar este apetito, en el que vieron una debilidad de los forasteros, y del que se valieron para reírse de ellos: Catoira recuerda que en Guadalcanal, el 24 de mayo,
«los nuestros los oían hablar en las casas y las risadas que daban diciendo nanbolos [...], que quiere decir «puercos»; [...] hacían burla de nosotros porque les pedíamos puercos y comida... » (18)
También relata que, según los del bergantín, el 4 de julio, en Guadalcanal, «se sentaron fingiendo querer paz [...] y dijéronles les darían nanbolos»(19). Hasta Hernán Gallego, que sin embargo no suele traducir sus estados de ánimo en sus textos, apunta que, en la isla que él llamó Galera, por su forma, el 17 de abril,
«los indios se pusieron en arma contra nosotros, tirando piedras y haciendo burla de nosotros porque les pedíamos de comer»(20).
Podemos imaginar la humillación que sintieron los españoles al oír semejantes burlas. Pero en la escena 4-1, a la humillante y burlona oferta de puercos se añadió la de mujeres, que no dudaron en interpretar otra vez como una barbaridad, en el sentido propio de la palabra, como si los salomonenses las pusieran en el mismo plano que el repugnante animal, o como si consideraran que tal era el sentimiento de los españoles.
Cuando fueron obsequiados con mujeres en Tahití, los franceses experimentaron tal entusiasmo que Bougainville escribió en su diario: «No puedo afirmar que ninguno de mis hombres logró vencer su repugnancia [a hacer el amor en público] ni dejó de conformarse con las usanzas de aquella tierra». Esta púdica lítote fácilmente se comprende, y es confirmada por otro expedicionario, el joven Fesche al hablar del príncipe de Nassau: «la presencia de 50 indios frenó sus deseos, [...] pero varios franceses se mostraron menos delicados y consiguieron superar sus prejuicios »(21). Lo hicieran en público o con algo más de intimidad, lo cierto es que «sacrificaron al culto de Venus», mientras que en las islas de Salomón los españoles se negaron a ello.
l. A pesar de su fuerte peso moral, creo que no bastan las hipótesis precedentes para explicar por qué no las quisieron, y es necesario referirse a la descripción de las mujeres salomonenses que nos dejaron los viajeros. Sólo tenemos dos, que se deben a Mendaña y Catoira, y que, como en los ejemplos precedentes, son casi iguales.
Catoira escribió :
«Las mujeres son de mejores gestos y algunas más blancas que las del Perú ; hacen mucho por tener los dientes negros que de industria los tienen así tanto hombres como mujeres. Los niños son de buen gesto y no parecen tan mal, por tener los dientes blancos» (22)
y Mendaña :
«Las mujeres son de mejor gesto y aún más blancas que las indias del Perú, pero aséanse mucho por tener los dientes negros, que de industria los tienen así hombres como mujeres. Los niños y niñas son de buen gesto, y no parecen tan mal, por tener los dientes blancos» (23).
(El subrayado es mío.)
Lo que nos dicen estas dos citas es que las mujeres podrían ser consideradas hermosas, por su gesto y su tez, pero que lo estropeaban todo sus dientes negros, como lo confirma la evocación de los jóvenes, que «no parecen tan mal, por tener los dientes blancos». Este detalle, que no podía pasar desapercibido, les llamó la atención a los navegantes, al punto que quisieron informarse sobre esta «industria», y los dos autores nos dan casi la misma explicación. Dice Catoira :
«Traen lengua y labios muy colorados, que se colorean con una hierba que comen, que tiene la hoja ancha y quema como pimienta y con cal que hacen de lucayos, que es una piedra que se cría en la mar como el coral, majando esta hierba teniendo desta cal en la boca echa un zumo colorado que es el que les hace tener siempre colorada la boca y lengua; y también se untan con este zumo la cara por gallardía, y aunque majen esta hierba no tiene el zumo colorado si no la mezclan con la cal dicha» (24).
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(17) Austrialia Franciscana, op. cit. II, pp. 130-131.
(18) Austrialia Franciscana, op. cit. II, pp. 103-104.
(19) Austrialia Franciscana, op. cit. II, p. 146.
(20) Austrialia Franciscana, op. cit. III, p. 120.
(21) Tcherkézoff, op. cit., pp. 120 y 135.
(22) Austrialia Franciscana, op. cit. II, p. 76.
(23) Austrialia Franciscana, op. cit. III, p. 221.
(24) Austrialia Franciscana, op. cit. II, p. 77.
lunes, 26 de octubre de 2009
LAS MINAS DE PLATA DE GUADALCANAL - 95
(Se mantiene la ortografía de la época)
Secretaría de Estado. Correspondencia de Castilla, núm. 112
25 de setiembre de 1556
Muy alto y muy poderoso señor.- En las minas de Guadalcanal, aunque en algunos pozos ha faltado metal, se ha hallado en otros, de manera que hay buena esperanza de que placiendo á Dios habrá abundancia de metal, que es toda la sustancia dellas, como quiera que lo que agora se saca vá metido entre peñas tan duras que es muy trabajoso y costoso de cabar y sacar, pero como es tan rico todo se sufre, y asi conviene que se ponga allí una persona de cualidad que sea muy habil y diligente y cuidadoso y sano, y que entienda de cuenta para que tenga la gobernacion sobre toda la fábrica y personas que la administran y trabajan en ella, y avise á V. A. y al consejo de la hacienda de lo que conviniere: y aunque don Alonso de Tobar á quien V. A. ha elegido para esto, es muy buen caballero, dícenme que es muy enfermo, y esto sería de mucho inconveniente para el cargo, porque conviene que la persona que allí fuere tenga salud, y sea de complexion recia para sufrir el aire y el sol, y el humo de las fundiciones y afinaciones que hace adolescer á muchos de los que andan trabajando, y algunos han muerto porque el humo es peligroso é inficiona el aire, y desta causa algunos dias faltan fundidores y afinadores con que cesa la obra, y así está proveido que busquen y tengan personas de respeto para ella, y por estas causas no se ha dado noticia al dicho don Alonso de lo que V. A. escribe hasta consultársele, y ver lo que es servido que se haga en ello, y hasta tener respuesta de V. A. no se le envia memorial de personas que sean al propósito porque si V. A. todavia fuere servido que vaya don Alonso, no será menester, y sino, enviarse ha de las que paresciere mas convenientes.
Respuesta á la carta de don Francisco de Mendoza, de 21 de setiembre de 1556, sobre los negocios de las minas.
Contadurías generales, núm. 3072.
2 de octubre de 1556.
EL REY.- Don Francisco de Mendoza: Ví vuestra carta de veinte y uno del pasado; y pues ya será llegado el aleman, vos os podreis despachar de ahí presto, dejando la orden que os paresciere que se debe tener en todo: hasta que vengais y me informe de vos de lo que conviene proveerse. Y porque Agustin de Zárate me ha escrito que en ninguna manera se halla con dispusicion para poder quedar ahí, proveereis de persona que haga lo que él había de hacer, entretanto que llegais y se provee de acá lo que convenga, y el se podrá venir cuando quisiere, como se lo escribo, que para el tomar de las cuentas de los gastos que se han hecho, cuando vos vengais se dará órden en ello; y en lo que toca á la cuenta de lo que se ha gastado por vuestro mandado, ya lo tengo cometido á Ramoin, y él podrá tomarla viniendo ahí, sí yéndogela á dar á Aracena, como mas cómodamente se pudiese hacer; y pues decís que hay necesidad de dineros para estos gastos, con ésta va una libranza de cinco mil ducados.
Segund lo que escribís paresce que hay alguna esperanza de las minas de Cazalla, y Valverde, y Zalamea la vieja; y Ramoin me ha escrito lo que pasa en las de Aracena, y en todo esto no hay mas que decir de lo que vos escribís que dejareis proveido, que está bien.
En lo de las minas de Guadalcanal huelgo que el metal del pozo de Martin Delgado vaya delante; y de la buena esperanza que teneis de los otros pozos que se han abierto, y del recaudo que se da al fundir y afinar; pero segund la necesidad que hay de dineros, y lo que escriben los librados, paresce que es poco lo que acude para cumplir con esto, y asi se debe proveer que se ponga mucha diligencia en sacar desa hacienda lo mas que ser pueda, porque, aunque ha llegado lo de las Indias, todo es poco para lo mucho que es menester.
Lo que habeis proveido en dar cargo á Diego Lopez y Fernando de Almansa, Veinticuatro de Sevilla, de la plata que de ahí se envia para hacer moneda, debe estar bien, pues os ha parescido asi. De Valladolid á dos de octubre de mil quinientos cincuenta y seis años.
El Contador Almaguer me hizo relacion de lo que le escribistes en vuestra carta, que recibió despues de escrita ésta; y pues por causa de vuestra salud conviene apartaros de ahí, huelgo que lo podais hacer á tiempo que lo dejeis todo en la orden que conviene; pero querria mucho que este correo os alcanzase antes de la partida, como creo que lo hará; pues con la llegada del aleman os habreis detenido algo, y debeis trabajar por ser acá presto, para que no haya dilacion en vuestra ida á Flandes; y entretanto avisarme heis de lo que os paresciere, como decís que lo hareis; y con el médico desa fábrica hareis lo que os pareciere.- La Princesa.- Por mandado de su Magestad, su Alteza en su nombre Francisco de Ledesma. Señalada de los del consejo de la hacienda de su Magestad.
domingo, 25 de octubre de 2009
LOS DESCUBRIDORES ESPAÑOLES DEL PACÍFICO Y LAS MUJERES INDÍGENAS - 4 DE 6
Las palabras de los relatos revelan que los españoles sí fueron conscientes de la sorpresa pero no de la interrogación y que, para ellos, era una eventualidad impensable que alguien los viera como otra cosa que meros hombres que hacen una escala en el curso de su viaje: «como quien se imagina...» contiene una comparación, y no una explicación del extraño comportamiento de los indios.
El que, como lo escribe Tcherkézoff, vieran a los visitantes como enviados de potencias sobrehumanas no impidió que se interrogaran (tenemos cuatro ejemplos de su interrogación) sobre la naturaleza de estas potencias que, por definición, nunca vieron antes. Lo confirman sus tentativas de averiguaciones fisiológicas :
«se iban tras ellos para ver qué y con qué [orinaban]» (1-1 y 1-2),
«para verles sus vergénzas» (1-1 y 1-2),
«ver si teníamos sexo de hombres» (1-3),
en las que es particularmente interesante el uso sistemático del verbo «ver». Fueron además tentativas muy atrevidas:
«[una mujer] levantó el sayo de un soldado» (1-1 y 1-2),
«[un hombre] se subió encima de un árbol» (1-2).
Hasta se interrogaron sobre la naturaleza de la orina de los españoles: puesto que no eran «hombres» como ellos, quizás expelieran otra cosa que ellos.
3. Si en cada caso los navegantes rehusaron el obsequio, sólo los actores de la segunda escena lo hicieron sencillamente :
«dímosles a entender que no las queríamos» (2-1)
pero, en las otras tres, la negación fue al parecer despreciativa:
«como dellas hiciesen asco y escupiesen dellas» (1-1, 1-2),
«escupíamos del convite»
«escupió de ellas» (3-1).
«como [...] escupiesen de ellas» (4-1).
Lo que choca al lector es este empleo sistemático del verbo «escupir», que traduce un acto repugnante y de muy mala educación frente a un convite, sea cual sea: según la Real Academia, su primer sentido es «arrojar saliva por la boca» y el segundo es «echar de sí con desprecio una cosa, teniéndola por vil o sucia», mientras que Sebastián Covarrubias escribe que «la cosa que tenemos por vil y sucia la escupimos [...]. Escupir uno a otro en la cara es notable afrenta». ¿Cómo interpretarían los salomonenses tal muestra de desprecio? ¿Se sintieron afrentados por aquellas potencias sobrehumanas?
Comprendemos así que a los navegantes les indignó profundamente no sólo la curiosidad de los indios sino la mera oferta de mujeres, como lo revelan estas citas:
«nos pensaron tentar con ellas, diciéndonos si queríamos comprárselas » (2-1, 2-2)
«yo les di a entender [...] que no las podían vender» (2-2).
El verbo «tentar» sugiere dos comentarios. Por una parte, y teniendo en cuenta el estado permanente de miedo en que vivían, es posible que los españoles vieran esta oferta como una tentativa de engañarlos, de aprovecharse de una supuesta debilidad para hacerlos después caer en una trampa y apoderarse de ellos -miedo que resultó fundado si pensamos en la matanza ocurrida en Guadalcanal el 27 de mayo, en la que 10 expedicionarios fueron matados, descuartizados y, dicen, comidos por los indígenas- (15). Pero no hay que descartar el temor más espiritual de ceder a la tentación y cometer el más grave de los pecados, cuando en cualquier momento podían encontrar la muerte sin confesión posible.
4. También merecen un breve análisis los verbos «comprar» y «vender». Los navegantes creyeron comprender que los indios querían venderles mujeres, y por consiguiente que para los indios ellos eran susceptibles de comprarlas. No desconocían la prostitución, que seguramente existía tanto en España como en el Perú, y quizás más en los puertos que en otras partes, pero vivían todos bajo la férrea vigilancia de los sacerdotes de la armada. Además no se podían permitir ningún desliz, so pena de atraer un castigo divino sobre toda la tripulación - una convicción tan arraigada en los espíritus que no necesitaba explicitarse, como lo prueba por ejemplo la ausencia en los relatos de toda condena moral de dicho «comercio», y que permite también explicar en parte la negación del joven (3-1), pues él por lo menos hubiera podido «sucumbir a la tentación» sin que lo supiera nadie de sus compañeros.
(15) Austrialia Franciscana, op. cit., II, pp. 111-114.
sábado, 24 de octubre de 2009
LAS MINAS DE PLATA DE GUADALCANAL - 94
(Se mantiene la ortografía de la época)
Contadurías generales, núm. 3072.
8 de setiembre de 1556.
ELREY.- Vi vuestra carta de ocho del pasado, y el contador Almaguer me ha hecho relacion de lo que le escribistes; y pues eso de las minas de Aracena se ha desbaratado por no salir tales como se juzgó cuando fuistes proveido para tener cargo de la fábrica dellas; y por lo que toca á vuestra salud y otros fines, no estáis en propósito de ocuparos en otra cosa de minas, Yo envío á mandar á don Francisco de Mendoza que para la mina de la Nava, de que hay alguna esperanza que será de provecho, ponga ahí alguna persona que mire lo que se hiciere en ella, y que acresciente á Lope Diaz de Mercado, escribano, y á Gutierre Lobo, y á Francisco Hoyos, y á Tomas Zárate los salarios, como le pareciere. Y vos no debeis esperar ahí al Portugués para lo de aquella mina, sino iros luego á Guadalcanal donde está el dicho don Francisco, y hacer lo que os ordenare en el tomar de las cuentas de los gastos que se han hecho por su mandado en lo tocante á las minas, y veniros con él. Cumplirlo heis asi. De Valladolid á ocho de setiembre de mil quinientos cincuenta y seis.- La Princesa.- Por mandado de S. M., su Alteza en su nombre.- Juan Vazquez.- Señalada de los del consejo de la hacienda de su Magestad.
Carta del cardenal don Juan Martinez de Silicéo, arzobispo de Toledo, maestro que fue del señor don Felipe Segundo, en que le dio varios consejos, y le habla de la riqueza de las minas de Guadalcanal.
Secretaría de Estado. Correspondencia de Castilla, n.° 113.
22 de setiembre de 1556.
Sacra Católica Magestad. Como antiguo criado y servidor de V. M., le quiero dar un parecer que á mi juicio le conviene mucho, aceptarlo; y es que pues Dios en el principío de su reinado le ha mostrado en estos reinos de Epaña tantos tesoros, cuantos jamas á los romanos que señorearon á España les mostró, y de las Indias le han venido suma de nueve ó diez millones; quiera recoger todo este tesoro en este alcazar de Toledo, y hacer como por lo menos cuarenta á cincuenta millones se pongan en él con muy buena guarda, lo cual podrá hacer V. M. en tiempo de dos ó tres años, á mas tardar, porque sí supiese bien el valor de los tesoros descubiertos en esta su España, tiénese por cierto que á poner mucha diligencia y aun con mediana para los sacar, en un año se cogeran mas de veinte millones, porque hay muchas minas que se tienen por tan ricas como es la de Guadalcanal, en la cual quieren decir que hay día que se sacan della cien mil ducados de plata; y haciendo esto que tengo dicho, los Reyes y grandes Príncipes comarcanos, sabida esta potencia de dinero que Dios ha dado á V. M., amainarían y quebrárseles hian las alas, y no osarían atreverse á lo que al presente se atreven, mas antes enviarían embajadores á V. M. sabiendo esto, suplicándole quiera ser amigo dellos. Y tenga por cierto que si el Rey Salomon que reinó cuarenta años, se llamó Rey pacífico y en todo el tiempo de su reinado no se atrevió Rey comarcano ni otra potencia á le mover guerra, fue porque tuvo tan gran tesoro, que es la verdadera potencia humana, que todos los comarcanos reyes juntos, no tenían la cuarta parte de tesoros de los que el dicho Rey Salomon poseía. Asi que haciendo V. M. lo arriba dicho, todo el mundo le obedecerá y ningun Rey se atreverá á querer competir con V. M., y si la Magestad del Emperador nuestro señor padre de V. M. dejó muchas deudas, paréceme que debia V. M. represar y detener á las personas á quien se deben, dándoles esperanza que serán pagados, y seguridad; y esto sin que corran cambios. Y pues como V. M. sabe, las personas á quien se deben estos dineros son estrangeros, y todas las riquezas y haberes destos sus reinos llevan á sus tierras, contra los cuales no bastan pregmáticas para que no saquen los tesoros de España, es bien mire mucho sobre esto arriba dicho, porque le vá todo el ser de sus estados. Y pues V. M. puede justamente, cuando algun señor ha venido en gran pobreza por las muchas deudas que debe, mandar por algun tiempo notable suspender las tales deudas, hasta que el tal señor cobre de su mayorazgo y renta tanta suma, que con ella pueda salir de deudas, pues ¿con cuánta mas razon V. M., estando en tantas deudas, lo puede hacer para sí? porque si luego hobiese de pagar con este dinero de las Indias y con lo demas de España que se saca de las minas, diminuíríase su potencia, y no se acobardarían sus enemigos; los cuales, es cosa clara se amilanarían sabiendo que V. M. tiene en su tesoro la cuantidad de cuarenta ó, mas millones, los cuales como arriba tengo dicho en menos tiempo de tres años los puede tener, y por este tiempo de mi parecer debría V. M. poner en sus fronteras y las plazas demas sus guarniciones que basten para las defender sin hacer tan grueso ejército y tanta costa como me dicen que hace para salir en campaña á dar batalla en la cual, aunque V. M. sea vencedor, no pueden dejar de ser muertos muchos cristianos; cuanto mas que la victoria solo Dios sabe cual de las partes la alcanzará. Muchas otras cosas tengo represadas para comunicar con V. M. muy necesarias, y que aumentarán su potencia en tanta manera, que á lo que puedo alcanzar, será otro Salomón Rey pacífico por todos los tiempos que Dios le diere vida, si me creyere y pusiere por la obra lo que viere ser justo de lo que yo le hobiere comunicado. Nuestro señor la sacra católica persona de V. M. haga bienaventurada. Amen. De Toledo veinte y dos de setiembre de mil quinientos cincuenta y seis. Beso los reales pies y manos de V. M., su maestro y menor capellan Joannes Cardinalis.
viernes, 23 de octubre de 2009
LOS DESCUBRIDORES ESPAÑOLES DEL PACÍFICO Y LAS MUJERES INDÍGENAS - 3 DE 6
El relato de Sarmiento es más escueto, y no da ejemplos concretos de dichas averiguaciones, aunque le permitieron apuntar ejemplos del vocabulario indígena: «hombre» se dice maña, y «mujer» gase -observación confirmada por Mendaña, en otra parte de su Relación (9).
2 - La segunda escena pasó en la misma isla, pocos días más tarde, el 14 ó 15 de febrero, pero a bordo de los navíos, anclados en la Bahía de la Estrella. Tenemos dos versiones :
2-1. Catoira :
«... vinieron a bordo de los navíos cuatro canaluchos de indios en los cuales traían tres mujeres; y como veían que no traíamos ninguna, nos pensaron tentar con ellas, diciéndonos si queríamos comprárselas. Dímosles a entender por señas que no las queríamos, que se las tornasen a llevar, y así se fueron luego.»(10).
2-2. Mendaña :
«... vinieron a bordo de los navíos cuatro canaluchos en los cuales traían tres mujeres y, como habían visto que no traíamos ninguna, nos pensaban tentar con ellas, diciendo si queríamos comprárselas. Yo les di a entender por señas que no, y que no las podían vender, que se las tornasen a llevar»(11).
Esta vez, los autores han presenciado los hechos que relatan y, como en 1-1 y 12, utilizan casi las mismas palabras.
3 - La tercera escena fue el 13 de marzo, en la misma isla, en tierra. Sólo tenemos una versión:
3-1. Catoira :
«Vinieron [a los navíos] dos canaluchos y trajeron cocos [...]. [dejaron a un indio en el navío], y pidieron al señor General un soldado para lo llevar a su señor, y [...] un mozo de un soldado que se decía Trejo se metió en un canalucho [...) y el señor General lo dejó ir, aunque porfiando que no fuese ; [...] y el mozo estuvo en el asiento de Bile este día y la noche. [Cuando regresó al navío a la mañana siguiente], el señor General le preguntó qué tratamiento le habían hecho. Dijo que si llegara a casa de su padre no se le podían hacer mejor que ellos. [...] Le enseñaban todas sus mujeres y le preguntaban si quería alguna de ellas y como les dijo que no y escupió de ellas se admiraron y le enseñaron cómo había de usar con ellas y a todo les dijo que no y que volvía el rostro por no las mirar...» (12).
Se trata de una anécdota diferente, en la que interviene un solo español, sin otros testigos que los súbditos y familiares del cacique Bile. Es atrevido (se va solo al pueblo indígena - aunque quedó un «rehén» a bordo), es joven («un mozo») y quizás por ello se muestra muy pudoroso (dice que «volvía el rostro») a la hora de contar su vivencia a sus compañeros.
Mendaña no refiere esta anécdota en su Breve Relación y, en la que dirigió al gobernador del Perú faltan varios folios, precisamente los que corresponden a los días comprendidos entre el 16 de febrero y el 18 de marzo. Es posible que dicha omisión se deba en parte a que los soldados protestaron y murmuraron, diciendo que «no había tenido razón de dejar ir el mozo», según escribió Catoira.
4 - La cuarta escena pasó el 11 de julio, en otra isla, Santa Ana, que descubrieron los hombres del bergantín Santiago.
Con este barco pequeño, se hicieron tres expediciones de exploración sistemática del archipiélago, en las que participaron 30 hombres, al mando del piloto mayor, Hernán Gallego y un capitán de soldados - Pedro de Ortega, maese de campo, en la primera, don Hernando Enríquez, alférez general, en la segunda, y el capitán Francisco Muñoz Rico en la tercera (13).
En la primera, del 7 de abril al 5 de mayo, descubrieron Malaita y Guadalcanal, amén de varias islas más pequeñas; en la segunda, del 19 de mayo al 6 de junio, San Cristóbal, mientras que en la tercera, del 6 al 14 de julio, se vieron dos islas pequeñas, Santa Catalina y Santa Ana, donde tuvo lugar la escena que relata Catoira. También sólo tenemos una versión:
4-1. Catoira :
«... procuraban con grande instancia que saltasen los nuestros en tierra, diciendo que les darían puercos, a que ellos llaman apos, y también les darían mujeres, enseñándoles como habían de usar con ellas; y como les hiciesen señas que no las querían y escupiesen de ellas, se admiraban y miraban unos a otros ... „(14).
Se trata de un relato de segunda mano, puesto que Catoira no formó parte de la tripulación del bergantín, y refiere lo que contó Francisco Muñoz Rico al regresar a bordo.
Hernán Gallego que, estando en el bergantín, seguramente presenció esta escena, no la cuenta en ninguna de sus relaciones, quizás porque no entraba en sus preocupaciones de piloto mayor.
Estas cuatro escenas presentan varios puntos comunes, no ofrecen ninguna contradicción, y sugieren varios comentarios.
1. En cada caso, la oferta de mujeres es indudable: para las escenas 1 y 2, tenemos declaraciones concordantes de varios testigos y/o actores. Se podrían, quizás, poner en tela de juicio el testimonio del joven (3-1) y el relato referido por Catoira (4-1), de los que sólo tenemos una versión, y pensar que era posible que se hubieran equivocado al interpretar palabras de un idioma desconocido, pero les dan crédito las anécdotas precedentes y el detalle recurrente de que «le enseñaron cómo había de usar con ellas».
Los relatos concuerdan en subrayar que a los indígenas les «admiró» que los españoles no trajesen ninguna mujer a bordo de sus navíos (1-1, 1-2, 2-1, 2-2), asombro que a su vez sorprendió a los forasteros, para quienes lo normal era que en ninguna jornada de descubrimiento se contemplara una participación femenina. Pero los salomonenses no pudieron intuir de qué tipo de viaje -o de viajeros- se trataba, y concluyeron de dicha ausencia que sus huéspedes no sabían qué era una mujer ni qué había que hacer con ella, por lo que se lo «enseñaron» (3-1 y 4-1).
2. Se mostraron muy perplejos frente a los navegantes, haciéndose preguntas sobre su identidad o su naturaleza:
«no sabían qué juzgar de nosotros» (1-1 y 1-2)
«como quien se imagina que no debíamos de ser hombres» (1-3)
«se miraban unos a otros» (4-1).
(9) Austrialia Franciscana, op. cit., III, p. 218.
(10) Austrialia Franciscana, op. cit., II, p. 46.
(11) Austrialia Franciscana, op.cit., III, p. 203.
(12) Austrialia Franciscana, op. cit., II, p. 64.
(13) Relaciones de los tres viajes del bergantín por Catoira, in Austrialia Franciscana, op. cit., II, pp. 80-95, 116149, 164-175.
(14) Austrialia Franciscana, op. cit. II, p. 169.
jueves, 22 de octubre de 2009
LAS MINAS DE PLATA DE GUADALCANAL - 93
(Se mantiene la ortografía de la época)
Lo que ha recibido para en cuenta de lo que ha de haber Juan de Estemberg.
Por cédula de S. M. fecha en Valladolid á ocho de setiembre de quinientos cincuenta y seis, le fueron librados en Fernando Ochoa doscientos escudos, que montan setenta y ocho mil doscientos maravedis á trescientos ochenta y dos maravedis por escudo para en cuenta de lo que hobiese de haber de su sa lario. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78200
Respuesta á las cartas de Agustin de Zárate de 31 de agosto y1º de setiembre de 1556, sobre los negocios de las minas.
Contadurías generales, núm. 3072.
8 de setiembre de 1556.
EL REY.- Ayustin de Zárate, mi criado: Vi vuestras cartas de último del pasado y primero deste, y á don Francisco de Mendoza envío á mandar que espere allá al alemán, que es ya llegado, é irá presto en posta, y asi es menester que vos tambien os halleis ahí para lo que se hobiere de hacer; y porque luego que se haya entendido lo del dicho aleman, se ha de venir don Francisco, y conviene que vos quedeis allá á dar recaudo á esas minas, hasta que llegue aqui, debeisos esforzar á hacerlo, pues ya las tercianas os han faltado, y hacer proveer lo que os dejare ordenado, sin hacer mudanza ninguna hasta que os envíe licencia para ello, que será lo mas presto que ser pueda, porque asi conviene á mí servicio.
Esta muy bien lo que hicistes del cumplimiento del pan de Oran y de los otros seis mil ducados para los gastos de Málaga, y en los diez y ocho cuentos y quiníentos mil maravedis que tocan al servicio de Oran; y lo mismo debeis hacer en cumplir los otros seis mil ducados que se libraron á don Juan de Mendoza en cuenta del sueldo de las galeras, y los nueve mil escudos que se libraron á don Anton Donis y don Juan Vives y don Serafin Centellas, del sueldo de sus galeras; y en lo de los ochenta mil ducados de Fernando Ochoa, porque todo es tan necesario, que convendría ser cumplido á la hora, si fuese posible; y en lo que toca á las libranzas del Príncipe Doria y Martin Spinola, genovés, se os enviará á mandar en qué tiempo se han de pagar. Y pues para cumplir todo esto y socorrer á Oran, y para las armadas, y galeras, y fronteras, y cosas de Italia, y otros gastos de aquí, no hay otro remedio sino el de esa hacienda, aunque muchas veces os tengo escrito que hagaís cavar y ahondar todos los pozos de donde se pudiere sacar metal, para que haya abundancia dello, y se funda y afine muy presto, y que metais en todo la gente que fuere necesaria, agora de nuevo os lo torno á mandar y encomendar cuan encarescidamente puedo ver lo mucho que importa; y haceis muy bien en preveniros de fundidores y afinadores para suplir los que adolecen; y lo mismo debeis hacer en lo de la otra gente para que esa fábrica no cese de andar á la continua sin parar; y á don Francisco escribo que dé á Francisco Blanco, morisco, las gracias de mi parte, por lo que trabaja con su cuadrilla en el cavar del metal, y que le haga alguna ventaja, porque se anime á continuar lo que ha comenzado.
Tambien le escribo que con la muger y hijos de Martín Ortiz de Landa haga lo que le paresciere; pues murió sirviendo en esa fábrica, y queda en necesidad, como decís.
Al aleman que ha de ir hareis todo buen tratamiento, aposentándole bien en la casa del campo, y dándole el aposento y cama, y otras cosas de servicio necesarias, y donde tenga sus herramientas é instrumentos, y proveyéndole de la paga de su salario conforme á la cédula que para ello lleva; y él hará nuevos ensayes y pruebas desos metales, con que se pueden escusar los que vos habeis escrito que se deben hacer.
Lo que faltare de hacer de los edificios y obras que don Francisco ha ordenado que se hagan, pondreis mucha diligencia que se acaben lo mas presto que ser pueda, pues es tan neceario para el provecho que ha de de sacar desa hacienda. Y mando que tome la razon desta Francisco de Almaguer, mi contador. Fecha en Valladolid á ocho de setiembre de mil quinientos cincuenta y seis años.- La Princesa.- Por mandado de su Magestad, su Alteza en su nombre.- Juan Vazquez.- Señalada de los del consejo de la hacienda de su Magestad.
miércoles, 21 de octubre de 2009
LOS DESCUBRIDORES ESPAÑOLES DEL PACÍFICO Y LAS MUJERES INDÍGENAS - 2 DE 6
Que yo sepa, es la primera vez que se contemplan los contactos entre europeos y polinésicos bajo este concepto. Ahora bien, este estudio sólo examina los que ocurrieron en un lugar, Tahití, y en una época, finales del siglo XVIII, cuando todos sabemos que éstos no fueron los primeros encuentros entre europeos e indígenas del Pacífico, por lo que cabe preguntarse cómo fueron recibidos sus predecesores españoles, pioneros en la exploración del Pacífico.
Después de que en 1564 Fray Andrés de Urdaneta hallara el «tornaviaje», que permitió a un barco regresar con una razonable certidumbre a su punto de partida, son tres los viajes que tuvieron lugar en los siglos XVI y XVII, entre 1567 y 1606, bajo el mando de Álvaro de Mendaña los dos primeros, y de Pedro Fernández de Quirós (que fue piloto mayor del segundo) el tercero. Procedentes del Perú, vieron el descubrimiento de varios archipiélagos -en 1568, las Islas de Salomón (que han conservado este nombre), en 1595 las Islas Marquesas (en la actual Polinesia francesa) y la de Santa Cruz (al sureste de las Salomón) y, en 1606, las Tuamotú (Polinesia francesa), Cook del norte y Vanuatu (antiguamente llamadas Nuevas Hébridas)-, y dejaron en los mapas del llamado «gran océano» numerosos topónimos hispánicos. Los documentos de los que disponemos para su conocimiento son principalmente los relatos y/o memoriales de los propios Mendaña y Quirós, además de los que dejaron algunos de sus compañeros de viaje, religiosos o funcionarios, y de las tradicionales «informaciones de méritos y servicios» que hicieron varias personas.
En este estudio me limitaré a lo ocurrido en el primer viaje, el de 1567-1569, doscientos años justos antes de los que evoca Tcherkézoff, en las islas de Salomón, donde se produjeron cuatro «ofertas de mujeres». Veamos a continuación cómo las cuentan el escribano mayor y factor de la armada, Gómez Hernández Catoira, el jefe de la expedición, Mendaña, y el « cosmógrafo » Pedro Sarmiento de Gamboa :
1 - La primera escena fue el 12 ó 13 de febrero de 1568, cuando los españoles acababan de llegar a la isla que llamaron Santa Isabel, y Mendaña envió a varios hombres -su maese de campo, Pedro de Ortega Valencia, su alférez general don Hernando Enríquez y el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa, con 20 soldados- al pueblo del cacique Bile, del que temía algún ataque. Tenemos tres versiones.
1-1. Catoira :
«... convidaron a los nuestros con algunas mujeres y como dellas hiciesen asco y escupiesen dellas por darles a entender que no se las habían de tomar, se admiraban y más de que no las trajésemos ; y como algunos de los nuestros se apartaban para orinar, ellas se iban tras ellos para ver qué y con qué, y hubo una que vino a tomar de la falda a un soldado por verlo ; y como los soldados se excusasen, se subió un indio escondidamente encima de un árbol donde algunos se apartaban a orinar para les ver sus vergüenzas, que no sabían qué juzgar de nosotros» (6).
1-2. Mendaña :
«… convidaron a los nuestros con algunas mujeres y como hiciesen asco y escupiesen de ellas, por darles a entender que no se las habían de tomar, se admiraban y más de que no las trujésemos. Y como algunos de los nuestros se apartasen a orinar, ellas se iban tras ellos para ver con qué y hubo una que se llegó a tomar de la falda del sayo a un soldado por verlo. Y como los nuestros se excusasen, se subió un indio escondidamente encima de un árbol donde algunos se apartaban a orinar para verles sus vergënzas, que no sabían qué juzgar de nosotros» (7).
1-3. Sarmiento :
«… vinieron a vernos sus hijos y mujeres y nos convidaron con ellas y nosotros hicímosle señas que no las queríamos y escupíamos del convite, de que ellos quedaron muy admirados y mirábanse unos a otros como quien imagina que no debíamos de ser hombres; y esto entendimos porque vimos algunos de ellos que andaban muy solícitos por ver si teníamos sexo de hombres, a que ellos llaman maña y a la mujer gase »( 8)
(6) Publicado por Celsus Kelly, OFM, in Austrialia Franciscana, Franciscan Historical Studies / Archivo Iberoamericano, II, 1965, p. 45.
(7) Austrialia Franciscana, op. cit., III, 1967, p. 202.
(8) Austrialia Franciscana, op. cit., IV, 1969, p. 281.
martes, 20 de octubre de 2009
Guadalcanal en el periódico La Vanguardia - 4
¿Se trataba de un OVNI?
Sevilla, 28. — Desde la localidad sevillana de Guadalcanal, un procurador de los Tribunales, don Salvador Rodríguez Martín, ha dirigido al director de un periódico de Sevilla una carta en la que refiere la experiencia que tuvo cuando hace algunos días regresaba en automóvil a su pueblo, desde Granja de Torrehermosa, ya de madrugada. «En vista los rumores oídos en esta comarca, muchos de los cuales deforman la verdad de los hechos, me considero en la obligación de hacer público lo que cinco personas y yo hemos visto.»
El señor Rodríguez Martin relata que a la una menos veinticinco de la madrugada observaron de pronto en el cielo un disco o platillo circular de unos cuarenta centímetros de diámetro, de color anaranjado, destellante. Acompañaban al comunicante en el coche su esposa, su hija de ocho años, y otro matrimonio.
«Estábamos observando el objeto —escribe— cuando de repente se separó de él otro platillo más pequeño que se alejó del principal como unos cuatro metros para regresar de nuevo al otro y posarse suavemente sobre él. Al instante vimos que surgió encima de los dos platillos una columna del mismo color anaranjado, fundiéndose todo en un solo objeto.»
Lo interesante de dicha observación es lo que sigue diciendo en su carta:
«El objeto descendió y se aproximó hacia nosotros hasta agrandar su tamaño a un ancho de unos dos metros.
Nos llegó a parecer que el artefacto llegaba a Ha misma altura nuestra y que iba a posarse sobre las copas de unos olivos. Muy asustados, nos alejamos de aquel lugar rápidamente y ya ninguno de nosotros quiso volver la vista atrás hasta que llegamos al pueblo.
Inmediatamente comunicamos lo ocurrido al cuartel de la Guardia Civil y a los agentes municipales.» .— Cifra.
LAS MINAS DE PLATA DE GUADALCANAL - 92
(Se mantiene la ortografía de la época)
El alcalde de las minas, de que os parece que hay tanta necesidad para castigar los fraudes y hurtos que ahí se cometen, se proveerá é irá luego, y Portilla, guardamayor y alguacil de esas minas podrá gozar como denunciador de su parte de las condenaciones que el alcalde hiciere , y debeisle mandar qie tenga muy especial cuidado dello; y si os pareciere hacerle otro acrecentamiento para que se anime mas á servir, se os remite.
Está bien la relacion que enviastes de la plata que se sacó en los treinta dias de trabajo por ser mucha parte del metal de lo de Gonzalo Delgado, que es lo menos provechoso, y pues lo que agora se funde del pozo de Martin Delgado es mas rico, cierto está que se aumentará el provecho, andando buen recado en el cavar del metal y en el fundir y afinar, y es tan grande la necesidad que hay de esa haciendia, que por muchas veces que os tengo escrito que se ponga gran diligencia en abrir y ahondar todos los pozos de donde se puede sacar metal, y en fundir y afinar, y que se meta para ello toda la gente necesaria, os lo torno á encargar muy encarecidamente, porque para todos los gastos que se ofrecen del socorro de Oran, y armadas y galeras, y fronteras y cosas de Italia, y para otros que aquí ordinariamente se hacen, no hay otro refugio sino ese: y porque Zárate escribe que Francisco Blanco, morisco, con la cuadrilla que trujo hace mucho efeto en el cavar del metal, darle heis las gracias dello, y será bien que le hagais algunas ventajas, porque continúe con mas voluntad lo que ha comenzado, pues importa tanto.
Tambien escribe Zárate que llevó ahí á Martin Ortiz de Landa, y ha servido muy bien, y es fallecido, y que su muger é hijos quedan con mucha necesidad, pareciéndole que se les debe dar algo. Entendido lo que pasa en esto, proveereis cerca dello lo que os pareciere, y lo mismo hareis con la muger é hijos de Isidro de Lillo; pues todo es de una calidad.
En lo que decis sobre las partidas que esperais que vienen para vos en las flotas de Tierra Firme y de la Nueva-España, he tenido por bien que se os entreguen, como vereis por la cédula que para ello os envío. Y mando que tome la razon desta Francisco de Almaguer, mi contador. De Valladolid ocho de setiembre de mil é quinientos y cincuenta y seis años.- La Princesa.- Por mandado de S. M., su Alteza en su nombre.- Juan Vazquez.- Señalada de los del consejo de la hacienda de S. M.
Cédula recomendando á Juan de Estemberg, que había venido de Flandes para ocuparse en el servicio de las minas.
Contadurías generales, núm. 3072.
8 de setiembre de 1556.
EL REY.- Agustin de Zárate, mi criado y administrador de las minas de Guadalcanal, ó otra cualquier persona que tuviere cargo de la administracion de las dichas minas, sabed: que teniendo noticia de la plática y experiencia que Juan de Estemberg (Sobre las circunstancias y carácter de este aleman, véanse las cartas de Zárate de 31 de Octubre, 12 y 26 de noviembre, y 5 de diciembre de este año). , aleman y tiene en las minas de plata, le he mandado venir desde Flandes á estos reinos, y que vaya á ver y reconocer esas minas y las otras que se han descubierto y descubrieren en esa comarca, y vea como se podrán beneficiar y labrar con menos costa y mas provecho, y le he mandado señalar de salario dos escudos de á once reales y medio cada uno, que son setecientos y ochenta y dos maravedis, moneda destos reinos, por cada un dia que en ello se ocupare, de los cuales ha de gozar desde once dias del mes de julio deste presente año de quinientos é cincuenta y seis en adelante, y en cuenta dellos le mandé librar hoy dia de la fecha desta en Fernando Ochoa mi criado doscientos escudos al.dicho respeto, que montan setenta y ocho mil y doscientos maravedis. Por ende Yo vos mando que libreis y hagais pagar al dicho Juan Estemberg todo el tiempo que se ocupare en lo susodicho, lo que hubiere de haber á razon de los dichos setecientos y ochenta y dos maravedis cada dia, descontándole dellos los dichos setenta y ocho mil y doscientos maravedis que le mandé librar en el dicho Fernando Ochoa, el cual dicho salario le hareis pagar adelantado en principio de cada mes todo lo que montare en el dicho mes, librándoselos en el depositario ó depositarios de lo que procede desas minas, á los cuales mando que con vuestra libranza, sin otro recaudo alguno, se los den y paguen, lo cual haced é cumplid tomando el treslado signado desta mi cédula, volviendo al dicho Juan Estemberg el original; de la cual mando que tome la razon Francisco de Almaguer mi contador. Fecha en Valladolid á ocho dias del mes de setiembre de mil é quinientos é cincuenta é seis años.- La Princesa.- Por mandado de su Magestad, su Alteza en su nombre.- Juan Vazquez.- Señalada de los del consejo de la hacienda.
domingo, 18 de octubre de 2009
LOS DESCUBRIDORES ESPAÑOLES DEL PACÍFICO Y LAS MUJERES INDÍGENAS - 1 DE 6
La señora era Annie Baert, hispanista francesa, nacida en París pero residente en Tahiti desde hace unos cuarenta años, es profesora de castellano y doctora en Estudios Ibéricos (Universidad de la Polinesia Francesa), y una gran experta en los viajes a Oceanía de los españoles, en especial Álvaro de Mendaña y Ortega Valencia, como pueden leer en el currículo que a continuación les ofrezco.
Pensando que sería interesante para nuestros lectores, le solicité la posibilidad de disponer de alguno de sus artículos relacionados con nuestros navegantes, y acabamos de recibir cinco de ellos, el primero que vamos a publicar a partir de hoy.
Para que conozcan un poco a la señora Baert, les diremos que no es el primer viaje que hace a España, según se desprende de su currículo:
. Tema de investigación: los viajes españoles a Oceanía, en particular los de Álvaro de Mendaña y Pedro Fernández de Quirós (1567-1569, 1595, 1605-1606).
Miembro de la Asociación Española de Estudios del Pacífico, de la Asociación Internacional de Caminería Hispánica, de la Asociación Internacional de Hispanistas, del Cercle d’Etudes sur l’Île de Pâques et le Pacifique.
Publicaciones
— Le Paradis Terrestre, un mythe espagnol en Océanie - les voyages de Mendaña et de Quirós, 1567-1606, Préface de Christian Huetz de Lemps, 352 pages, L’Harmattan, 1999.
en español:
— « Don Diego de Prado y Tovar en el Mar del Sur » in Revista Española del Pacífico, n° 18, 2005, 178 p., pp. 11-26.
— « Los caminos de Pedro Fernández de Quirós o la novela de un navegante », Actas del VI° Congreso de Caminería Hispánica (2002), Madrid, 2004, II, pp. 869-884.
— « Pedro Fernández de Quirós o el otro Colón », in « Traspasando fronteras: el reto de Asia y el Pacífico », Vol. I, pp. 35-43. Editores: Francisco Javier Antón Burgos y Luis Oscar Ramos Alonso. Asociación Española de Estudios del Pacífico, Centro de Estudios de Asia, Universidad de Valladolid. Madrid, 2002.
— « El descubrimiento de Tikopia », en Revista Española del Pacífico », nº 15, años XII-XIII, 2002-2003, pp. 73-77. Asociación Española de Estudios del Pacífico, AECI. Madrid, 2003.
— « ‘Nos convidaron con algunas mujeres…’. Los descubridores españoles del Pacifico y las mujeres indígenas », Universidad de Zacatecas, México, 2005
— « Los contactos entre españoles y marquesanos en 1595 » Congreso internacional de la Asociación Española de Estudios del Pacífico (AEEP) « Presencia española en el Pacífico », Córdoba, España, 1995.
— « El capitán Quirós en la jornada de 1606 », Congreso internacional de la AEEP Pedro Fernández de Quirós y Luis Váez de Torres. Navegaciones y descubrimientos españoles en Asia y el Pacífico, Barcelona, 2006.
— « Luis Váez de Torres : un marino en tierras australes », Congreso internacional de la AEEP, Barcelona, 2006.
— « Los primeros viajes españoles por las islas Tuamotú, 1521, 1526, 1606 », Congreso Internacional de Caminería Hispánica, Valencia, 2000.
— « Doña Isabel Barreto, una mujer de armas tomar », Congreso Internacional de Caminería Hispánica, Universidad de Alcalá de Henares, 2004.
— « ¿Eran ‘grandes ladrones’ los isleños del Mar del Sur que acogieron a los navegantes europeos en los siglos XVI-XVIII ? » Congreso Internacional de Caminería Hispánica, Pastrana, 2006.
«Nos convidaron con algunas mujeres... »
Por Annie BAERT
Hace unos meses se ha publicado en este país un novedoso e interesante libro, escrito por el profesor Serge Tcherkézoff (1), de las Universidades de Canberra (Australia) y de Provence (Francia), que examina los primeros contactos entre los viajeros europeos (en este caso, ingleses y franceses) y las mujeres tahitianas, a finales del siglo XVIII.
Wallis fue el primero en llegar a Tahití, en 1767, seguido por Bougainville en 1768 y Cook en 1769: los tres quedaron deslumbrados por lo «descubierto (2)», como lo atestiguan sus relatos y diarios, que crearon el mito del amor libre, del amor liberado de los tabúes occidentales, y de la mujer polinésica acogedora, que se ofrecía desnuda al forastero, cohibido ante tal ausencia de lo que él llamaba «pudor femenino».
La tesis de Tcherkézoff es que, como en otros muchos casos, los extranjeros no entendieron lo que vieron, que sus prejuicios los llevaron a equivocarse totalmente, y que, en realidad, como lo dice el título del libro, aquellas mujeres eran en realidad jóvenes vírgenes («jeunes filles»), que no se ofrecían sino que eran ofrecidas por sus padres y/o los jefes de su clan, y muy a pesar suyo, por lo que llegaban llorando («en pleurs») al sacrificio.
Efectivamente las citas que el autor saca de fuentes auténticas no dejan lugar a dudas, y el lector se pregunta cómo es posible que nadie lo viera así antes, concluyendo que será por la fuerza de dichos prejuicios, que muchas veces ciegan, hasta a los mejores investigadores. Le parece ahora evidente que aquellas muchachas, teniendo a su alrededor a tantos hermosos y gallardos hombres, poco podían desear sexualmente a unos marineros que habían estado navegando por varios meses, que tenían la cara más bien rojiza -por eso los tahitianos los llamaron popa'a, que significa en su lengua «piel quemada»-, cuya estatura no podía compararse con la de sus compañeros -a los que los europeos describieron muchas veces como «gigantes»-, y que, si consideramos las nociones de higiene de la época y las rústicas condiciones de viaje, debían de despedir un olor algo desagradable. Pero todo ello no impidió que los recién llegados, quizás seguros de su poder de seducción personal, interpretaran las escenas a las que asistieron como espontáneas invitaciones a hacer el amor -el joven Fesche, compañero de Bougainville, de 23 años, escribió que las mujeres estaban «ansiosas de dar[les] placer» (3)- lo que vieron como un «placer inocente al que la naturaleza, nuestra soberana, a todos nos invita», según dijo también un personaje de Diderot (4). Lo curioso es que dichas ofertas se hacían en público, nada más llegar los navegantes a la playa o a casa de algún cacique. Podemos suponer que, a pesar de sus rígidos principios morales, muchos de ellos las habrían aceptado gustosos si hubieran podido disponer de alguna intimidad, más conforme con sus costumbres, pero, por motivos de pudor o por incapacidad «psicosomática» que muy bien explican tales circunstancias, muchos se vieron obligados a desistir de ellas.
Tcherkézoff explica que en realidad se trataba de otra cosa. Según lo expuso más detenidamente en un libro anterior (5), considera que los polinésicos, para quienes no existía barrera entre lo humano y lo divino, al ver por primera vez a los europeos, pensaron que eran unas potencias sobrehumanas, representantes de cierto «más allá», unos seres a los que habrían mandado los dioses, venidos de los cielos divinos pero bajo forma humana, con los que era necesario procrear, dado el carácter sagrado que revestía entre ellos la reproducción. Examinando los contactos ocurridos a finales del llamado siglo de las Luces, establece una clara relación intelectual y filosófica entre dichas Luces y la equivocación de sus representantes enviados al Pacífico, y explica que, por tanto, el famoso mito nació entre los franceses y los ingleses, experimentando aquéllos admiración por una actitud supuestamente «natural» que la sociedad occidental habría olvidado, y sintiendo éstos reprobación puritana frente a tanta «lubricidad» y «lujuria». Demuestra luego que, si esta fábula fue menos patente en el siglo XIX, volvió a cobrar vigor en el XX, gracias a la emergencia en EE LTtJ de una «vanguardia libertaria» que sacudió el puritanismo victoriano celebrando los pueblos polinésicos que supieron conservar una concepción «natural» de la sexualidad y pregonando la vuelta a dichas costumbres «naturales», con Margaret Mead por ejemplo: la etnografía y la antropología no sólo confirmaron el mito, sino que le dieron caución científica. Y concluye lamentando que esta gran fantasía occidental, que se concretó en tan sólo ocho años, entre 1767 y 1775, haya tenido muchos seguidores y haya seguido rigiendo tan ilustrados espíritus, como se observa en numerosos trabajos universitarios de las últimas décadas: Goldman (1970), Levy (1973), Oliver (1974), Campbell (1989), Claessen (1997), etc.
Los navegantes europeos no ignoraban que los tahitianos veían a hombres blancos por primera vez y no dejaron de notar la fuerte impresión que causaban en ellos, pero sólo la atribuyeron a sus objetos -barcos, herramientas, vestidos, armas de fuego, etc. En ningún momento se les ocurrió que podían ser vistos como seres sobrehumanos o enviados por los dioses- ¿qué no se habría dicho de su tradicional presunción y arrogancia si tal hubiera sido el caso? Teniendo una «mirada universalista sobre el género humano», no pudieron imaginar que los tahitianos los veían como otra cosa que como hombres y consideraron que para ellos sólo eran meros viajeros de paso, a quienes trataban por lo tanto como huéspedes de alto rango, y apreciaron su «hospitalidad», que es como interpretaron la oferta de muchachas. En realidad, explica Tcherkézoff, lo vieron todo a través del prisma de su concepción de lo femenino, según la que la mujer no es más que instinto y deseo de ofrecerse al hombre, influenciados por la Antigüedad, como lo revelan los nombres latinos y griegos que dieron a las tahitianas y su entusiasmo por el «Buen Salvaje», para quien el acto sexual seguía siendo natural, tal y como lo era en el momento de la creación divina, tiempo de la perfección humana.
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(2) Tómese el verbo «descubrir» en su sentido etimológico de K des - cubrir», o sea dar a conocer algo que estaba cubierto, o desconocido, hasta entonces.
(3) Tcherkézoff, op. cit. p. 123.
(4) Denis Diderot : Supplément au voyage de Bougainville, ou dialogue entre A et B. Sur l'inconvénient d'attacher des idées morales á certaines actions physiques qui n'en comportent pas, Paris, 1771, fac-simile Editions Rombaldi, 1972, pp. 289-340.
(5) Firts Contacts' in Polynesia : the Samoan case. Western missunderstandings about diviniry and sexuality, Canberra/Christchurch, 2004.
LAS MINAS DE PLATA DE GUADALCANAL - 91
(Se mantiene la ortografía de la época)
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En 29 de este mismo mes de agosto fue nombrado veedor de la fábrica de las minas Pedro de Aguilar, con doce reales diarios, y sirvió este cargo hasta 11 de octubre de 1560 en que falleció.
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Respuesta á las cartas de don Francisco de Mendoza de 1º de setiembre de 1556 sobre los negocios de las minas.
Contadurías generales, núm. 3072.
8 de setiembre de 1556.
EL REY.- Don Francisco de Mendoza: Ví vuestras cartas de primero deste, yhasta agora no ha llegado la que decis me escribistes desde Aracena.
Hame desplacido mucho de vuestra indispusición, y pues quedábades ya libre de las tercianas, placerá á Dios que tengais entera salud. El Aleman ((i) Juan de Estemberg, de quien se hace después larga mencion) que se esperaba es ya llegado, y será por allá presto, porque irá á media posta. Debeisle esperar en todo caso para entendernos con él antes que ahí partaís, y sentir lo que sabe, y el provecho que podra hacer en esa fábrica, y hallaros presente á los ensayes que quisiere hacer, á los cuales le habeis de dar lugar, para traer razon de todo, y proveeréis que en la casa del campo se le dé buen aposento, así para su persona, como para tener las herramientas ó instrumentos de que ha de usar, y que se le dé cama en que duerma, y las otras cosas de servicio que fueren necesarias, y que en todo se alega buen tratamiento, y en lo de su salario, acá he mandado á Hernando Ocha que le dé el valor de doscientos escudos á razon de once reales y medio cada uno, en cuenta de lo que de haber á respeto de dos escudios por dia desde once de julio deste año que hubo de comenzar á gozar dél. Sobre esto se le continuará allá la paga como lo envío á mandar á Agustin de Zárate.
Pues segun lo que decis, se pueden escusar los ensayes y pruebas que escribió Agustin de Zárate que se debian hacer para mas satisfacción del metal lavado y por lavar, debeislo dejar de hacer, porque con las pruebas y ensayes que el aleman ha de hacer, quedará esto mas satisfecho.
En lo que decis sobre los edificios y descuidos que ha habido en ellos y en otras cosas desa fábrica por donde no se ha sacado Della tanto provecho como conviniera, debeis proveer en todo lo que os pareciere que mas conviene á mi servicio, y cuando vengais, se entenderá mas lo que á esto toca y á otras cosas que significais en vuestra carta para proveer en todo lo que mas convenga.
Habeis hecho muy bien en no asentar las fábricas de Aracena, y Cazalla y Valverde, hasta tener entera certinidad de que son de provecho: pero pues sabeis que lo de las minas es cosa variable, y que á las veces, donde no se piensa se halla provecho, debeis proveer que la mina de la Nava de Aracena que acunde á doce marcos por quintal de plomo, aunque se vaya perdiendo, y faltando el metal, se continúe el ahondar Della para ver si se podia hallar la caja fija, y lo mismo debeis proveer en la de Cazalla, si hubiere esperanza de hallar algo que sea de provecho; y habiendo hecho los ensayes de Valverde y Zalamea, avisar heis á como salen.
Cuanto á las ordenanzas que enviastes y á las que mas habeis hecho ó hareis para esa fábrica, y en el poner y quitar personas, no hay que decir mas de que vos lo hagais todo como mejor os pareciere, para que cuando vengais entendido como de dejais ordenado, con vuestro parecer se provea lo que conviene.
A Zárate envío á mandar que se detenga allá hasta que vos vengais, como os parece que se debe hacer.
En lo que toca á Ramoin, pues lo que el llevó á cargo de Aracena se ha desbaratado, y para la mina de la Nava podreis poner otra persona de menos costa, aunque le habia enviado á mandar que se detuviese allí hasta que llegase el Portugués, para que si la mina de que dio acá noticia en término de Aracena fuese de provecho, se hallase en entenderlo; visto que no ha ido por allá, le envío agora á mandar que se venga con vos a Guadalcanal, y porque ha hecho mucha instancia en que no le mande ocupar en cosas de minas, porque no se halla bien en ellas, ni tiene salud para tratarlas, ocuparle heis solamente en el tomar de las cuentas de los gastos que se han hecho por vuestro mandado en lo tocante á esas minas, y vendráse con vos; y enlo que toca á Lopez Diaz de Mercado, escribano, y Gutierre Lobo, y Francisco Hoyos, y tomas Zárate que el dicho Ramoin ha tenido en Aracena para ayudarse dellos, porque ha escrito que los salarios que se les señalaron son cortos, según la carestía de la tierra y la calidad de sus personas, acrecentarles heis lo que os pareciere.
viernes, 16 de octubre de 2009
LAS MINAS DE PLATA DE GUADALCANAL - 90
(Se mantiene la ortografía de la época)
He holgado de lo que me escribis de la riqueza del metal que se halla en el pozo de Martin Delgado, y de la esperanza que hay Della en los otros pozos, y habeis hecho muy bien en meter la gentes que decis para que mas presto se pueda cavar y sacar el dicho metal, y pues con ser tan recio gastan muchos picos, proveeréis que en las herrerías den buen recaudo dellos.
Pues el arroyo se ha secado, falta hiciera el agua si se hobiera de lavar el metal, y habeis hecho bien en hacer cavar la lapa donde habia de quedar el metal que dicen que se ha perdido, por haberselo llevado el agua, para ver lo que se sacará de ello.
Todavía dicen que los que vienen á esas minas á trabajar y á verlas, hurtan el metal que pueden, y asi debeis proveer que sea muy mirado lo de los trabajadores, y escusar que las otras personas no vengan ni se allegue á las minas so graves penas. De Valladolid veinte de agosto de mil quinientos y cincuenta y seis años.- La Princesa.- Por mandado de su Magestad, su Alteza en su nombre.- Joan Vazquez.- Señalada de los del consejo de la hacienda.
Respuesta á las cartas de don Francisco de Mendoza de 28 de julio y 7 de agosto de 1556, sobre los negocios de las minas.
Contadurías generales, núm. 3072.
20 de agosto de 1556.
EL REY.- Don Francisco de Mendoza: Ví vuestras cartas de veinte y ocho del pasado y siete deste, y hame desplacido mucho de la enfermedad que habeis tenido; y pues decis que luego os partiríades para Guadalcnaal, ya habreis mirado en lo que se debe hacer sobre las pruebas y ensayes que Agustin de Zárate escribió que se debrian hacer por mas satisfaccion de la nueva orden que habeis dado en fundir sin lavar. Avisarme heis de lo que hubiéredes fecho en esto y de lo que os parece dello, y asi mismo de lo que hubiere traido de Zalamea la Vieja Delgado el clérigo, y Aguilar que enviastes allá, y cómo acuden las minas de Cazalla.
Parésceme que las de Aracena no han salido tales como se afirmó al principio. Visto hé el memorial de Martin de Ramoin os dio sobre las minas de Aracena, y está bien lo que proveistes en ello, y si no se hubiere hallado alguna buena muestra ó esperanza dellas en aquellas minas, ved si será bien no gastar mas en ellas. La cuenta que remitistes acá de Ramoin proveed que se le tome, y el dinero y plata que se le alcanzare, entréguelo al depositario de las minas de Guadalcanal, y hágasele cargo dello. Los otros instrumentos y materiales será bien que se entreguen á algund vecino de Aracena, para que los guarde, para ver si la mina de que ha dado acá noticia el Portugués sale de provecho: porque si lo fuere, él podrá gastar esas cosas en ella pagándolas, y si no, traerae han á Guadalcanal las que fueren de provecho, y entregarse han al que tiene las cosas desta calidad para que se gasten allí; y á Ramoin aunque me ha enviado á pedir licencia, detenerle heis allá hasta que Yo otra cosa mande, porque con ser la persona que es querría que se ocupase en lo que os paresciese de esas fábricas.
El correo mayor ha llegado, y dice que será presto aquí el aleman que traía para lo de esas minas, porque le dejó en Francia, y luego que llegue, le mandaré ir ahí. Holgaré que os detengais para rescibirle y sentir dél para lo que es, y mirar la orden que ha de tener en lo que hubiere de hacer; y cuando llegáredes, visto lo uno y lo otro, verneis adonde estuviere mi Persona á hacerme relacion de esas minas, y traereis algund pesazo de esos metales para que se ensaye.
Agustin de Zárate me ha escripto, que por sus indispusiciones tiene necesidad de venir á su casa á curarse dellas y ver su hacienda por dos meses, y que hallándose bueno, si Yo fuere servido, se volverá á entender de esa fábrica: y como es coyuntura que no conviene hacer esta mudanza, porque no haya falta en lo que procede de esa fábrica para cosas tan importantes como es necesario, Yo le respondo que seré servido de que suspenda por agora su venida, y que si sus indispusiciones no diesen lugar á esto, vos pongais una persona que asista en el entretanto que pueda tornar, ó de acá se provea. Proveerlo heis asi; y cuando vengais, con vuestro acuerdo y parescer se proveerá lo que mas convenga.