GUSTAVO (continuación)
— Gustavo es hombre de valor, dijo el del
chirlo a su compañero.
— No es el valor, respondió el
otro, el que decide de estos lances. Su contrario es el tirador más diestro que
hay en Madrid, y yo juzgo su muerte segura.
— Lástima
será; ¡tan joven y tan guapo!...
— Caballeros,
dijo Elena con voz temblorosa, después de haber escuchado lo que hablaban los
dos, ¿tienen ustedes la bondad de decirme donde está el jardín de la casa de Baños?
— Señora,
está cerrado y me parece imposible que pueda Vd. penetrar en él.
Elena estuvo a punto de desmayarse, Luisa acudió a
sostenerla.
— Pero
espere Vd. un momento, Chico, avisa a Dª Martina, que es quien tiene la llave.
Un momento después apareció Dª Martina.
— Esta
Señorita quiere penetrar en el jardín.
— Señora,
si Vd. me lo permite...
— Sólo
tengo orden para consentir el paso a una Señorita
— Pues
bien; yo soy, vamos corriendo…
— Mientras
Vd. no me diga su nombre, que es la contraseña que tengo…
— Elena.
— Puede
Vd. pasar, dijo Dª Martina, tomándola de la mano.
— ¿Es
esta joven, -dijo el del chirlo a Luisa, que se disponía a seguir a su ama-
pariente del caballero que va a batirse a muerte?
— ¡Cielos!
¡A muerte!
— Sin
duda.
— ¡Oh
Dios mío, le va a costar la vida a la pobrecita! Pero ¿es el duelo en el
jardín?
— No,
Señora; pero aquí debe venir el que quede vivo.
— ¡Oh!
¡Qué atrocidad!
— Perdone
Vd. si he cometido alguna imprudencia… no creía...
En esto Dª Martina había llegado al jardín, había
introducido a Elena, y había echado la
llave.
— ¿Y mi ama?
— Está en el
jardín; pero no tengo orden para dejar entrar a nadie: Vd. puede aguardarla en
el coche, que no puede tardar mucho tiempo.
La pobre Luisa no sabía lo que le pasaba; volviose
al coche y en él se estuvo, con la cabeza asomada por la ventanilla, para ver
si vivo o muerto traían al Señorito Gustavo.
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