Un año después, López de Ayala llevó a
Desde aquel momento, las puertas del teatro pueden considerársele abiertas; en el Teatro del Drama estrenó el 20 de marzo de 1851 aquella obra escrita por Ayala cuando apenas contaba diecisiete años, y muy influida por los mejores autores de
Guerra a muerte, zarzuela, con música de Arrieta, estrenada en el Teatro Circo el 21 de julio de 1855, «un bellísimo juguete por la riqueza de sus cantares», pasó tan inadvertida, que ni siquiera dieron cuenta los periódicos, a pesar de sus intérpretes: Amalia Ramírez, Teresa Rivas, Francisco Calvet, Ramón Cubero, Francisco Salas y Vicente Caltañazor.
Estas primeras manifestaciones de su obra dramática deben ser consideradas como parte integrante de las obras de su juventud; nacidas, probablemente, bajo la influencia de lecturas clásicas.
El drama Rioja fue estrenado en el Teatro Español el 26 de enero de 1854, con los siguientes artistas: Teodora Lamadrid, Joaquina García, Joaquín y Enrique Arjona, José Calvo, Manuel Ossorio y Victoriano Tamayo. La zarzuela La estrella de Madrid, representada por estas mismas fechas, tuvo como intérpretes a las actrices Latorre y Soriano y a los actores Cubero, Font, Calvet, Caltañazor y Fuentes.
En 1854, encontrándose el partido moderado en la oposición, con el levantamiento de Espartero y triunfar la disolución de Cortes por Sartorius, creyó el poeta la ocasión oportuna para estrenar su zarzuela Los Comuneros, con música de Arrieta, por la actriz Amalia Ramírez y los actores Salas, Caltañazor, Font, Calvet, Becerra, Cubero, Marrón, Franco, Díaz y Unánue. El 20 de febrero de 1856 estrenó en el Teatro Lírico la. zarzuela, con música de Oudrid, El Conde de Castralla, interpretada por Adelaida Latorre, Amalia Ramírez, Agustina Marco, Carolina Blanco y Pilar Lázaro y los actores Francisco Salas, Vicente Caltañazor, José Font, Francisco Calvet, Joaquín Becerra, Ramón Cubero, N. Franco, Vicente Pombo, N. Pellizary, Manuel Fernández, N. Unánue y Manuel Malla. Fue prohibida a la tercera representación por orden del Gobernador Civil, sin duda por creer una alusión a Espartero. En la sección de Indirectas de El Padre Cobos, año II, núm. XXXVIII, 5 de marzo de 1856, escribe, probablemente el mismo Ayala, o por su inspiración, lo siguiente: «La literatura de El Aragonés (alude a un periódico de Zaragoza y a unos artículos dedicados al General Espartero) me recuerda la literatura del señor Ministro de
Con ellos, en este breve espacio de tiempo que va desde
Sin embargo, Ayala, intrigante y tornadizo, no siempre actuó en la misma línea y norma de conducta, de acuerdo con unas ideas firmes c inconmovibles. Y es curiosísimo que el biógrafo, interesado en presentarnos un personaje ecuánime, generoso y humano, haya escrito conceptos como los siguientes: «Es evidente que el hombre y el pensador se dividieron en la cuestión religiosa, y si el hombre besó el primero el anillo a los Prelados en las Constituyente de 1867, y el político votó por la libertad de cultos, fue porque la vida del Gobierno imponía ante la práctica, no el sacrificio de los amares de la conciencia, que allí viven en su vida y en su culto, pero sí las transacciones del perdón y del olvido por la misma Iglesia consagrados para la paz y la tranquilidad de los estados»[1]. Con ello, parece empezar una dialéctica que había de culminar en el Congreso, contándose los éxitos oratorios casi como si fueran escénicos.
[1] Solsona, op. Cit, pág. 20
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