domingo, 14 de agosto de 2011

ADELARDO LÓPEZ DE AYALA - 24


«La armonía social -dice- se crea dando en el orden político a todos los elementos constitutivos del Estado, una fuerza y un desarrollo análogos a la importancia que tienen en el orden social. Y este proyecto que tiende a poner fuera de la ley el entendimiento humano, ¿es un elemento de vida en la sociedad, de estabilidad en el Gobierno? No, es un elemento perturbador, es un elemento de terremotos sociales. En nombre del orden lo presenta el Gobierno de S. M. En nombre del orden me levanto yo a combatirlo. En las calles y en ciertos momentos se combaten los afectos de las revoluciones; aquí se combaten las causas, aquí debemos matarlos, si es posible... » La Prensa es la gran arma; puede hacer mucho bien, o puede malbaratar las conciencias; si se la deja a su libre arbitrio, una serie de males se ocasionarán; pero si se trata de imposibilitar su ejercicio, el Gobierno comete una equivocación. El criterio ecléctico de Ayala, oscilando desde el liberal a lo conservador, no aclara nada, con fórmulas fáciles de llevar a la práctica; tan sólo trata de señalar pros y contras, plantear la oposición al Gobierno en su propio atolladero. A esta ley de prensa la califica de ley de ira, que debe, como medida de precaución aplicarse sin odio. La frágil navecilla política sufre fuertes embestidas de un extremo a otro; quedarse en el centro como observador y desde allí señalar faltas y defectos, desde el punto de vista político, acaso no tenga demasiado valor, pero de cara a la utilidad personal es de gran aprovechamiento.

«Hay dos palabras -dice- que han servido de pretexto para grandes atentados políticos; la palabra tiranía y la palabra revolución. Siempre que a las masas desbordadas he oído exagerar los horrores de lo que llaman esclavitud, y gritar ¡mueran los tiranos!, me he preguntado yo mismo: ¿Qué gran crimen se va a cometer? En efecto, el crimen ha cometido. Siempre que se ha visto a los Gobiernos exagerar los horrores de la revolución aconsejando a los espíritus medrosos, me pregunto: ¿Qué institución encargada precisamente de evitar estos males está herida de muerte? Cuando las masas se desbordan en nombre de la libertad, la Providencia, siempre justa, les manda esta tiranía que por tan malos medios quieren eludir. Cuando los Gobiernos dejen de ser resistentes para ser invasores, la Providencia, justa con los Gobiernos, lo mismo que con las masas, les manda esa revolución antes provocada que eludida.

Así es, señores, que para mí los verdaderos absolutistas son los insensatos que sueñan con la República, y los verdaderos republicanos son los absolutistas de Isabel II.»

El éxito de Ayala, aun con lo insincero de su pensamiento, fue comentado en el mundillo de la política, y el proyecto de ley aprobada pese a la oposición oratoria. No obstante la ley, que no era dura ni extremista, se limitaba a imponer penas pecuniarias, establecer la previa censura y prohibir la alegría. Años después, en análogas circunstancias, hemos de ver a don Adelardo orientarse en otro sentido diametralmente opuesto.

En 1858 fue diputado por Castuera, militando en la Unión Liberal hasta la muerte de 0'Donell. En esta legislatura de las Cortes, que empezaba el 16 de enero y concluía el 13 de mayo, Ayala tuvo acertadas intervenciones; votó una enmienda de Calvo Asensio, y fue nombrado de la Comisión de la Ley de Imprenta; defendió, con Valera, la regia prerrogativa de las impugnaciones que deseaba limitarle Nicolás María Rivero, y apoyó a O'Donell en su proyecto sobre Marruecos. En la segunda legislatura, 25 de mayo de 1860 a 28 de septiembre de 1861, de aquellas Cortes, Ayala intervino en la redacción del proyecto de la Ley de Imprenta. Y en la tercera, del 8 de noviembre de 1861 al 12 de agosto del siguiente, Ayala fue elegido individuo de la Comisión de mensaje. Obtuvo 72 votos para una vicepresidencia, con lo cual ascendía unos escalones para ser Ministro.

Pero en estos mismos años en que la curva ascendente de su carrera política iba elevándose desde la nada, puede afirmarse que su obra literaria seguía ritmo parecido; ya podía darse por concluido el primer período de su obra dramática, que va desde los primeros ensayos a su zarzuela Guerra a Muerte; en estos años, haciendo un alto en la política para descansar de la intriga o reavivarla en su propia tierra, pasa temporadas en Guadalcanal; allí concibe la idea de refundir El alcalde de Zalamea, tal como se ha presentado en nuestros días, con unos versos ocasionales al final, y dos comedias que habían de darle bastante fama: El tejado de vidrio, dedicado a su amigo Arrieta y El tanto por ciento, a Cristino Martos.

Se estrenó El tejado de vidrio el año 1857, interpretado por Teodora Lamadrid, señoras Rodríguez y Ossorio, Julián Romea, Joaquín Arjona y señores Tamayo, Alisedo, Laplana. Morales y Bullón. El tanto por ciento, se estrenó en el Teatro del Príncipe, el 18 de mayo de 1861, a beneficio de Teodora Lamadrid, con la colaboración de Balbina Valverde y Elisa Boldún, y los señores Delgado, Casañé, Alisedo, Fernández y Pastrana.

Al finalizar la representación de esta obra Ayala recibió, en un ramo de flores, unos versos que decían:

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