lunes, 30 de diciembre de 2013

CUANDO YA NADA IMPORTA Andrés Mirón

         
Andrés Mirón en la Romería de Guaditoca el año 2003 (a la derecha de la fotografía)
       
 
La XXVIII edición del Certamen Internacional de Poesía, premio Villa de Aoiz fue fallado el 10 de Octubre de 2004  por un jurado, que se reunió en el Café Gijón de Madrid el 10 de octubre de 2004 (sólo dos días después de fallecer Andrés Mirón en accidente de tráfico) estuvo compuesto por Luis Alberto de Cuenca, Angel García López, Jaime Siles, Antonio Hernández y Salvador Gutiérrez. Fue por lo tanto un premio póstumo, del que nuestro poeta no llegó a tener conocimiento.

          En estas fechas de añoranzas y balances de este año infausto, hemos querido recordar a nuestro insigne poeta e Hijo Predilecto de la Villa de Guadalcanal, que tantos premios consiguió en su dilatada carrera literaria.

           Agradecemos a José Mª Álvarez que nos ha facilitado el poema premiado por la Villa de Aoiz y los datos de la fecha en que se falló y la composición del jurado.         


CUANDO YA NADA IMPORTA

 Hay cosas que se explican cuando ya nada importa.
Evoco los tranvías y a las rubias platino
del lábil cine negro y ciertos plenilunios
y unos tristes boleros oxidando los años
donde el oro es chatarra y los partes de guerra
y las casas de putas y un olor a alhucema,
que dieron en cenizas. Qué inútil la palabra
que llega cuando el tiempo ya puso, según suele,
su estrago en lo que nombra. Aquí donde ahora lato,
un soldado de Aníbal me hizo prisionero
por gritar ¡Ave César! una noche de farra.
Y preso continúo, pero de otros caprichos,
si no tan placenteros, más turbiamente inútiles.
Los malvas del poniente acercan aventuras
vividas no se sabe en cuáles alamedas
con pájaros cantores. ¿Memoria o espejismo?
Da igual; tal vez un roce de hermosura no escrita.
Por esta densa niebla transito cada tarde.
Y así doy en la noche, esa trama secreta
que otorga paz al mundo y pone en evidencia
la pequeñez del hombre, su ceguera culpable.
Pero no todo es sombra. Una flor se hace mayo
si en ella se sustancian canción y galanura.
En este extraño instante coincido en el Martinho
da Arcada con Pessoa, un sombrero marengo
de fieltro y mucho humo. Encuentros como éste
se dan en cualquier sitio a poco que me marche
de copas y regrese borracho y me detengan
por recitar mi vida. Nadie me espera nunca.
Una vez intentaron liquidarme en Granada
tan sólo porque quise llamar al crimen, crimen,
pero huí para siempre como dicta mi miedo.
Allí donde hubo un árbol, siempre queda una sombra
y hay vuelos que se truncan en pleno descarrío
y una historia de trinos le otorga a la mañana
fascinación durable. Con trinos me despierto.
Con trinos, ya en la calle, me salen al encuentro
árboles prisioneros, sin culpa, del asfalto.
Si ofician el asombro, la prisa no lo advierte.
Solos y rutinarios nos perdemos de vista
y de otros soliviantos igualmente feroces.
Todo este helor se llama miércoles, por ejemplo.
Pero a veces el cielo se engrisa en nuestro daño
y deja una caricia allí donde un parterre
implora verderío. Vivir es sucederse.
Estar es santiguarse con la luz de los días.
Lo demás es un juego en que todo se pierde
o, con mucho entusiasmo, se gana lo apostado.
Sólo así nos sorprende con sus dalias tardías
la estación de los sueños. Es lo que siempre pasa
cuando ya no se explican las cosas que importaron.

Andrés Mirón


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