miércoles, 19 de octubre de 2011

ADELARDO LÓPEZ DE AYALA - 57

Y, al final, el consabido enredo basado en la duplicidad de los personajes; con un solo nombre: los dos Guzmanes. Cuando la comedia parece que va a alzarse, entonces concluye la obra. Las muchas lecturas clásicas que transparenta, demuestra ser obra de la juventud.

Guerra a muerte es un gracioso pasatiempo en un acto, con música de Arrieta, cuya acción tiene como escenario los jardines de la Granja, en tiempo de Felipe V. Trátase de una supuesta lucha entre galanes y damas; el desdén será el arma más usada. Una de las damas aconseja:

«El castigo más severo

negaréis al más contrito

cualquier favor que os pida,

y dad besos en seguida

a la gata y al perrito.

Cuando os hablen de constancia,

de amor y de penas hondas,

hablad de encajes y blondas

y de las modas de Francia.

Quedan desde ahora prohibidas

las sonrisas halagüeñas,

las miradas y las señas

y las cartas escondidas.

Tomar el brazo, y callar

los desacatos del codo;

dar la mano, y sobre todo

el dejársela besar.»

A. único, ese. IV.

En algunos cantables se encuentra el madrigal:

«La mujer es lo mismo

que leña verde,

que llora y se resiste,

y al fin se enciende.

Luego, encendida,

ni resiste, ni llora,

sólo suspira.» Esc. VIII.

En toda la obrita rebosa la alegría, y tiene más bien valor de madrigal. Si no puede considerarse como una de sus mejores, en cambio, por la gracia y sobre todo por la armonía con que se combinan los elementos de color, figura y música, puede pasar como una de las mejores piezas cortas del teatro de este tiempo.

El tejado de vidrio inicia en el teatro de Ayala la comedia burguesa de costumbres del gran mundo. En la dedicatoria a Emilio Arrieta dice el autor que desearía esta comedia fuese la mejor que en lengua castellana se hubiera escrito. Y aunque lo dice con el deseo de ofrecer a su fraternal amigo algo muy digno de su genio, no cabe duda de que, en cuanto a construcción y forma, la obra obedece a módulos fáciles y asequibles, muy en armonía con la tónica de naturalidad a que aspiraba su teatro. Ha desaparecido el cartón piedra y el clasicismo romántico, y los personajes, que ya viven en grandes salones, entre sillones de seda y portiers, palmas y flores y luces brillantes, pretenden encubrir, bajo el oropel del costumbrismo burgués, problemas sentimentales. La escena I, del acto I, puede tenerse por modelo entre las de su género; no ha podido desarrollar mejor un esbozo del asunto:

«MARIANO:

Nada; es usted una ingrata;

lo dicho; ya no se acuerda

de sus amigos.

JULIA:

Mi tía,

como la pobre está enferma,

no sale...

MARIANO:

¿Sigue mejor?

JULIA:

Sí, gracias. Y me da pena

dejarla sola. Además

nunca he sido callejera;

bien lo sabe usted.

MARIANO:

Más antes

honraba usted con frecuencia

mis salones; iba al Prado

en su linda carretela;

turnaba en el Teatro Real

con mi esposa o la Marquesa.

Vivía como se vive

en Madrid. Ya usted desdeña

la sociedad; ya se pasan

meses enteros sin verla...»

A. I, esc. I.

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