lunes, 3 de octubre de 2011

ADELARDO LÓPEZ DE AYALA - 49

Como etopeya de unos nuevos caracteres a La Bruyére, la verdad es que no tiene desperdicio el párrafo. Sobre todo, si se aplica al soldado de Castillejos, al cual le mostró siempre aversión. Pero el pegadizo, el vanidoso y el zorra (así, en femenino), y que considera enemigos mortales del calamidad, probablemente eran copia arrancadas de modelos vivos de su tiempo igualmente.

El tema cervantino halla su expresión en El Cautivo, proyecto de zarzuela, con música de Arrieta, basado en el episodio del Quijote, la :aelacióo del doctor Blanco de Paz, aunque no lo cita. Se trata, pues, de Cervantes en Argel, y no falta alusión al P. Haedo, considerado como autoridad en la historia de los célebres baños de cautivos, y de la historia y geografía de aquella tierra africana.

El texto vivo, proyecto de drama en tres actos, pretende reflejar las peligrosas consecuencias que puede tener el libro inmoral, incluso para el autor, en el caso de que sus propios hijos lo lean. Los favores del mundo, título que, como se ve, coincide con el de la comedia de Alarcón, lleva la fecha de 1863; pero sólo se conservan unos versos y unas notas, en los que parece ser que la Fortuna, como personaje símbolo, había de tener parte.

Teatro vivo, con el subtítulo: «Caracteres, rasgos y situaciones tomados del natural, que pueden servirme para diversas obras», en realidad es lo que no llega a la escena; más bien tiene un tono continuado de epigrama.

«C. espíritu benévolo, amigo de amalgamarlo todo para evitar disensiones hasta que Cristo y Satanás se dieran las manos, previa una transacción que llamaría honrosa... Tipo nuevo y de efecto en el teatro.»

« El hombre a quien no se le cuenta nada que no le haya pasado a él, es un carácter impertinente y cómica.»

«El que presume de bien informado de todo y habla poco y con misterio, es un personaje cómico, y mucho más si, con gran aparato y reserva, le cuenta a cada una lo que cada uno sabe mejor que él.»

«El ingenuo, el hombre que piensa a voces, es un personaje muy teatral y poco explotado.»

«¿Por qué no rezas por el alma de tu marido? ¿Le conservas aún rencor?

-No, señora. Pero, si está en el cielo, mis oraciones no le servirán de nada; si en el infierno, de allí no han de sacarle; y si en el purgatorio. ¡Ahí es donde le quiero yo! »

Concluye esta parte de prosa de don Adelardo, los Apuntes para la comedia en tres actos, titulada «Consuelo», en la cual puede verse la extraordinaria preocupación que sentía el autor por la obra, hasta el extremo de cuidar de los mínimos detalles; es curioso descubrir las diferentes perspectivas y enfoques de cada uno de los personajes; descripción de Consuelo; y, al mismo tiempo, su retrato, a través de Fernando; cabeza, cuello, ojos, frente, orejas, nariz, mejilla, cabello, seno, y al fin, la mitología, con su nota aguda y poética. El argumento del segundo acto aparece en un soneto. Y al fin, concluye con un Estudio del corazón humano de Consuelo, es decir, el retrato físico precediendo al moral.

Ninguno de estos pequeños ensayos, excepción de este último, cristaliza en su obra dramática; sin embargo, estas pequeñas anotaciones arrancan de la observación de la vida cotidiana en el devenir del autor; evidentemente, modelos vivos. Esto podría comprobarse en el detallado estudio de Consuelo, escrito ya con el forzado patrón de la artista que había de interpretarlo: Elisa Mendoza Tenorio, por otra parte, la mujer por la que sintió más pasión Ayala, según el decir de sus contemporáneos.

Dejando aparte los discursos políticos, proclamas y cartas, ya señalados en otro lugar, estos cortos artículos en prosa revelan al escritor castizo, que maneja con acierto la lengua y al mismo tiempo, un sutil observador de la vida diaria. Es lástima que no escribiera, a por lo menos hasta la fecha no se conocen, unas memorias, pues estos rasgos, intencionados y agudos, se hallarían, y quizás otro escritor mucho más importante se hubiera revelado en ellas.

El dramaturgo

Tamayo y Baus ingresa en la Real Academia Española el 15 de junio de 1854, con un discurso titulado: De la verdad considerada como fuente de belleza en la literatura dramática[1]; López de Ayala ingresa en la misma corporación el 25 de marzo de 1870, y su oración versa Acerca del teatro de Calderón. Tantas veces la vida literaria reunió sus nombres, que no es raro que, pese a estas dos fechas, deben ponerse juntos de nuevo, parque ambos representan la evolución del teatro español, al comenzar la del teatro del post-romanticismo bajo dos claros luminares: Shakespeare y Calderón, no enteramente desligadas entre sí, más bien incorporados a un sentido clásico, procedente de los mejores maestros españoles. La calidad de temas históricas y de personajes -entre ellos nada menos que doña Juana «La Loca» y don Rodrigo Calderón-, que aparecen en los dos dramaturgos, indica que el romanticismo, a lo más que hacía en ellos, era entrar en el naturalismo; no otra cosa, por ejemplo, como ha ocurrido después en Pirandello, Bernard Shaw o Montherland. Esta mezcla, abigarrada de modelos, trataba de encontrar una fórmula de expresión; ésta no era otra que la verdad en la escena, lo mismo que en la vida real. Todavía Tamayo, más imbuido por los modelos del maestro inalés, tratará de reflejar el sentimiento en moldes trágicos, mientras que el mundo burgués actualizará los patrones clásicos en Ayala.



[1] Dicho discurso tenía el siguiente sumario: «El hallazgo de lo verdadero es el fin más digno a que aspira nuestro entendimiento.- Las artes y, entre ellas, la poesía en todos sus géneros, especialmente el dramático, representan la verdad como una realidad sensible.- En esta realidad se comprende lo visible y lo invisible.- En el personaje dramático aparece a un tiempo el individuo, no despojándolo de sus flaquezas, ni pintando tipos arbitrarios.- Importa ante toda en la dramática proscribir todo linaje de impureza.- Debe la forma ser tan verdadera como e1 fondo. - Compruébanse estas reglas con algunos ejemplos.- La forma romántica triunfa de la clásica por ser más verdadera.- Carácter de nuestro teatro fundado en el siglo XVIII.-Conclusión: Cuando en el arte aparecen hermanados lo bello, lo verdadero y lo bueno, será digno empleo del espíritu que nos infundió el Supremo Hacedor. Vid. Sicars y Salvadó, N. D. M. Tamayo y Baus. Estudio crítico-literario. Barcelona, 1906, págs. 79-92; Tayler, Neale H. Las fuentes del teatro de Tamayo y Baus, Madrid, 1959; Esquer Torres, R. Tamayo y Baus y la Real Academia Española. B. R. A. E., cuad. CLXVI, 1962, págs. 299-335.

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