martes, 11 de octubre de 2011

ADELARDO LÓPEZ DE AYALA - 53

El propósito, repetimos, era difícil de conseguir. Para que el recuadro, cargado de vida y realidad, impresionase en todos sus extremes; necesitábase que las pasiones, moviendo a los personajes, se acercasen a la verdad; la reacción naturalista, advertida en esta clase de comedias, al ser copia de la vida, puede tener múltiples cambiantes, pero nunca se romperá su acción de una manera violenta y drástica, como en el teatro anterior, sino que paulatinamente irá haciendo crisis. La explosión dinamitera, como unos últimos juegos de artificio, solamente se encontrará en Echegaray.

Por otra parte, si lo moratiniano y lo romántico habíanse unido en un tiempo no lejano, la vacilación en cuanto a los temas a tratar igualmente pudiera pesar de un modo cruel y estéril; Ricobony todavía pensaba que el amor no podía ser el alma de las comedias; pero si desaparecía este rayo de ilusión en la escena, el interés tesaurizante le sustituiría. Aun el mismo teatro de tipo cómico no está exento de esta fusión de elementos clásicos y costumbristas, coma ocurre, por ejemplo, en las comedias de Bretón, en las cuales pocas veces se encuentra el chiste y la anfibología de sal gorda; lo que luego, andados muchos años, deberá encontrarse en el género llamado de astrakán, no sabemos por qué; y es una derivación del sentido cómico de las farsas de Plauto. Y cosa curiosa también, encontrar en las piezas cómicas de Bretón el mismo reflejo de la vida contemporánea. La verdad y el sentido tradicional no podrán interpretarse sino en la nota actual de lo cotidiano.

El teatro de Ayala puede ser clasificado en tres grupos, que, naturalmente, corresponden a diversas épocas de su vida. La primera corresponde a los ensayos de la adolescencia, durante los años de Guadalcanal y Sevilla; una serie de pequeños ensayos y tanteos, en los que no sería difícil descubrir la huella clásica: Salga por donde saliere, Me voy de Sevilla, La corona y el puñal, La primera dama, La primita y el tutor, La Providencia. En la segunda, aun siguiendo la imitación clásica, se nota la preocupación política para centrar el interés en un personaje, con valor de jefe o caudillo: a este grupo, ya mucho más logrado desde el punto de vista técnico, y también base y escabel de sus futuros éxitos corresponde: Un hombre de Estado, El castigo y el perdón, Los dos Guzmanes, El curioso impertinente, con la colaboración de Antonio Hurtado; Rioja, La estrella de Madrid, Guerra a muerte y Los comuneros; en la tercera, ya superada la influencia clásica, aparecen sus comedias dramáticas más destacadas: El tejado de vidrio, El tanto por ciento, El nuevo don Juan, Consuelo

Sin que pueda tacharse de imitación de los clásicos, fácilmente se descubre analogía con ellos en las dos primeras épocas, que poco a poco no es que vayan desapareciendo, sino entrando en la ficción de la realidad contemporánea. En los dos primeros era preciso centrar el interés en personajes de relieve histórico -don Rodrigo Calderón o Rioja-, en tanto, quizá porque Ayala más que lector de libros lo era de la vida, deduzca de que era la pasión el núcleo fundamental de los dramas, y que la vida de los siglos pasadas, para que tenga valor y vigencia, no debe alejarse de nuestro examen y nuestra contemplación; porque el teatro, como arte que trata de impresionar, echará siempre mano de pasiones v conflictos en los mismos moldes de la vida contemporánea.

De su obra dramática debe considerarse en primer término Un hombre de Estado. A las circunstancias en que se produjo el estreno, ya reseñadas antes, debe añadirse esta curiosa carta que Ayala dirigió a don Manuel Cañete, tras su estreno, en la que, una vez más, se descubre el espíritu combativo de don Adelardo, en cuanto pudiera significar valor suyo personal. La carta dice así:

«Mi querido amigo: Antes de salir de Madrid estuve en su casa para darle el abrazo de despedida al primer amigo de quien en ésa recibí favores y consejos literarios; pero no tuve el gusto de verle porque usted a la sazón se hallaba en Aranjuez.

Yo hice mi viaje con bastante facilidad, y ya repuesto del cansancio del camino, estoy trabajando sin tregua ni descanso alguno. Llegó el momento de reclamarle el artículo que tiene usted ha tiempo prometido a mí como amigo y como crítico al público.

Muy extraño me ha parecido a la verdad, al examinar ahora las críticas irritantes de los periódicos progresistas y la fríamente enjuta y hasta grosera del señor Ochoa, que no hayan movido a salir en mi defensa a ninguno de los muchos amigos que aguzaban sus ingenios para encontrar frases bastante expresivas con que encarecer el mérito de mi primer drama y más teniendo en cuenta que sus desmedidas alabanzas diesen ocasión a que los criticantes cargaran la mano en su censura. No ha podido menos de serme muy doloroso el ver que gran parte del público haya tenido conocimiento del drama, que me costó un año de profundas meditaciones, por la censura de unos hombres que lo juzgaron y lo sentenciaron a muerte en un cuarto de hora y bajo la impresión de sus mezquinas pasiones irritadas.

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