Continuación del libro editado por Miguel del Burgos en el año 1831, NOTICIA HISTÓRICA DOCUMENTADA DE LAS CÉLEBRES MINAS DE GUADALCANAL. Tomo I
(Se mantiene la ortografía de la época)
que es ocho horas, partiendo el dia en tres duas; y ansi, con no haber hoy ha tres meses veinte mineros y tiradores del torno, hay hoy mas de noventa que hacen mas costa que casi lo restante de la mina. Viendo yo esta perdicion, hablé al aleman sobre ello, para que tratásemos de remediarlo, porque es grave cosa de oir que trabaje un natural nuestro doce horas en traer aquel torno, para lo cual ninguna industria se requiere, sino solo á fuerza, por dos reales, y que trabaja un aleman en lo mesmo ocho horas harto mas flojamente cuanto á la obra, y el que menos lleve tres reales, de manera que llevando la tercia parte mas del dinero y trabajando la tercia parte menos del tienpo, resulta que con lo que trabajan diez alemanes se pagarian treinta españoles; y á este respeto en los que entran en el pozo; que los nuestros ganen por doce horas tres reales, y ellos por ocho cuatro ó cuatro y medio. Díjome el aleman que le parescia cosa dura darles tan gran salario, porque demas de diminuirse la hacienda real, era quitar el ánimo á otras gentes para buscar minas, viendo las grandes costas que asi se hacían, é paresciéndoles que si no se hallaba la plata debajo del cesped de la tierra, no bastarian sus haciendas á complirlo. Visto su parescer, el domingo siguiente, que fue veinte é cinco deste, al tiempo de asentar la gente para entrar en los pozos la semana, hice notificar á sus cabezas que no se les daria de ahí adelante mas que dos reales al tornero por sus ocho horas, y tres reales al minero por las suyas, con lo cual quedaban igualados con los españoles cuanto al prescio, y quedaban relevados de la tercia parte del tiempo. Sabido por la gente alemana y flamenca, se juntaron en un escuadron, y casi á manera de amotinados lo enviaron á decir al aleman, teniéndolo por cabdillo, é yo tambien le fuí á hablar y le propuse todo lo que habiamos pasado, y lo que yo habia fecho en confianza dello, y que me parescia que no tenian de qué agraviarse, pues tenían la tercia parte de menos trabajo que los españoles, ó que les dariamos el salario como ellos quisiesen, con tal que trabajasen de doce en doce horas hallé tan mudada el aleman con la persuasion de sus naturales, que me dijo que todos los nuestros eran muy grandes ladrones, y que lo quellos hurtaban demas del salario, no era mucho que lo llevasen los suyos en salario crescido, diciendo grandes cosas contra todos nosotros, y cosas que no se le sufririan sino por servir á V. M. Todo esto no se trataba por intérprete que me pudiese engañar, porque nosotros no lo hemos menester; pero visto yo el daño que estaba aparejado si no intervenia gran templanza, con toda buena gracia y_disimulacion le dije que yo lo dejaba en sus manos, y le hacia moderador de todo ello para quél lo proveyese y remediase como entendiese ser mayor servicio de V. M., y con esto le aplaqué á él y á ellos, considerando que no era justo usar de ningun remedio habiendo de estar aqui tan poco tiempo, y quel que viniese lo remediaria; pero tambien es justo remediarlo con tiempo, porque no crezca el daño á juntarse trecientos ó cuatrocientos tudescos, que todos tienen sus armas, y que no se puede remediar sin mucho daño, ni es razon que yéndose adelgazando el provecho de las minas, vaya cresciendo la costa: V. M. proveerá lo que fuere su real servicio.
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