Dra. Annie Baert
Pero lo que no deja de extrañar es que lo robaran de entrada, además de otras cosas, si, como también dice Pigafetta :
« Por lo maravillados y sorprendidos que quedaron al vernos, estos ladrones creían, sin duda, ser los únicos habitantes del mundo »[1].
Aunque parece que al cronista no le costó yuxtaponer su « perfidia » o su « hostilidad » y su sorpresa, éstas son dos nociones difíciles de compaginar para una mente del siglo XXI, para la que lo lógico sería que el asombro provocase una suerte de parálisis, y que la hostilidad viniese de amargas experiencias pasadas, en este caso inexistentes.
En las palabras del italiano, notamos la principal característica de aquel primer encuentro : unos, los europeos, sabían de la existencia de otros humanos en el planeta, a quienes iban buscando, mientras que los isleños sólo conocían a sus vecinos del Pacífico, y no imaginaban que hubiera otros océanos fuera del suyo, por inmenso que fuera, y otros pueblos diferentes de ellos.
Como el lector, que está tan sorprendido como lo estuvieron los guameños del siglo XVI, se pregunta si se repitió esta escena en los siguientes encuentros, tenemos que examinar otros relatos de otras jornadas, en Guam, pero también en las islas Salomón, Marquesas, Cook, Tuamotu o en Tahití.
En Guam :
Miguel López de Legazpi, en 1564, hizo también una escala en Guam, donde sufrió varios engaños, y los chamorros robaron el arcabuz de un soldado :
« espuertas de arroz que bajo una leve capa de cereal ocultan la carga de arena ; supuestos recipientes de aceite de coco que encubren un contenido de agua » [2].
Tenemos otra relación de una escala en Guam, la del piloto mayor Pedro Fernández de Quirós, el primero de enero de 1596, cuando conducía hacia Manila la nao San Jerónimo, capitana de su antiguo adelantado Álvaro de Mendaña, recién fallecido en Santa Cruz (islas Salomón) :
« de la isla de Guam salieron muchas piraguas con sus velas y muchos de aquellos indios ladrones […]. Venian diciendo […] ‘herrepeque’ que quiere decir daca hierro, que esto es lo que venían a buscar por ser muy amigos de ello. […] Trajeron muchos cocos, plátanos, […] y todo lo dieron a trueque de hierros viejos. Fuéronse los indios, dos menos, que mató una arcabuz, por un pedazo de arco de pipa »[3]
El lector nota aquí que los navegantes ya conocían la fama de los guameños, y venían prevenidos, por lo que fácilmente adivina que la razón del tiro de arcabuz fue un intento de robo, aunque no lo explicita el cronista.
En las islas Salomón :
Pero tenemos muchos ejemplos de lo mismo en otras islas del Mar del Sur, como lo acaecido en las Islas Salomón, en 1568. El 8 de febrero, al llegar los navíos de Mendaña frente a la isla que había de llamarse Santa Isabel, y antes siquiera de tomar puerto, el escribano mayor de la armada, Gómez Hernández Catoira, cuenta que
« subieron al navío como dos dozenas dellos. El señor general […] yzoles dar vna camisa y chaquira y bonetes y caxcabeles y otras cosas y ellos lo rrescibian bien, y andaban por la nao solicitos buscando que poder hurtar, y qualquier cosa que allaban la hechaban a la mar a las canoas y vno quiso tomar vna canpana y hecharla si no se lo quitaran ».
El general de la jornada, Álvaro de Mendaña y Neira, relata una escena idéntica, pero en primera persona :
« hizele dar vna camisa y a otros chaquira y bonetes y cascabeles y otros regalos. Andavan por el navio muy solícitos, buscando que poder hurtar ; y si hallaban alguna cosa a mano y puesta a mal rrecaudo, la arrojavan de presto a la mar para que los demas la tomasen de los canaluchos […] ; yo le avia dado [a un principal] vn cubilete de plata con vino, que aunque no quiso el vino, se llevo el cubilete »[4].
En las islas Marquesas (Polinesia francesa) :
Pedro Fernández de Quirós, piloto mayor del entonces adelantado Mendaña, relata así la primera visita a bordo, frente a la isla Magdalena (Fatuiva) :
« comenzaron a andar por la nao con gran desenvoltura, echando mano a cuanto podían aver […] ; empezaron a mostrarse importunos, y enfadado el adelantado de sus demasías, les decia por señas que se fuesen ; pero ellos no querian mas antes con más libertad echaban mano a cuanto veian : unos cortaban con cuchillos de cañas brevemente pedazos de nuestro tocino y carne, y queriendo llevar otras cosas, el adelantado mandó disparar un verso… »
Luego, surtos ya los cuatro navíos en la bahía Madre de Dios de Santa Cristina (Tahuata), tenemos otra anécdota :
« habían entrado en la nao capitana cuatro muy gallardos indios y como al descuido cogió el uno una perrica que era el regalo del maese de campo y dando una voz se echaron todos al agua con un brío muy de ver y nadando la llevaron a sus canoas. »
El día siguiente, en la misma isla,
« envió a los indios el maese de campo con botijas a buscar agua, pero ellos hacian señas que las cargasen los nuestros, huyendo con cuatro de ellas… »[5]
Es de notar que, en estas líneas, el capitán Quirós no utiliza los verbos « robar » o « hurtar », sino expresiones como « echar mano » o « llevar », cuyo sentido es obviamente el mismo. En el caso de la « perrica » del maese de campo, se supone que no sentiría pena por ese hombre, al que odiaba tanto que siempre se negó a escribir siquiera su nombre entero. Pero no pudo manifestar la misma indulgencia cuando se trató de « nuestro tocino » o de las « botijas », pues lo que estaba en juego era sencillamente la supervivencia de los navegantes.
En las islas Cook :
En la isla de Rakahanga, el primero de marzo de 1606, nos dice el relato del capitán Quirós, jefe de la jornada, que los nativos trataron de adueñarse de uno de los navíos y de los remos de la barca :
« a la zabra se llegaron muchos indios y atada al bauprés una cuerda, pretendieron llevarla a tierra. Otros muchos, zabullidos en el agua, ataban sogas al cable, y tiraban por el ancla […]. Vinieron muchos a nado y se asieron fuertemente a los remos de una barca procurando con toda fuerza quitarlos a quien los bogaba… »
Lo que confirman varias relaciones, como la de don Diego de Prado y Tovar :
« la lancha […] se llegó más a tierra, surgió […]. Los indios […] pareçiendoles bien aquella embarcaçion se çabulleron y sacaron el fierro y por la maroma tiravan la lancha a tierra… »
la del piloto Gaspar González de Leza :
« fueron a tierra y truxeron una grande soga y zambulléndose uno dellos dio buelta al cable de nuestro patache y daban grita a los de tierra que tirasen […] y esto hizieron por muchas veçes […] viendo nuestro General que el viento venia de la mar y estáuamos con peligro, mandó se hiziese a la vela […] antes que esto se hiziese ya los indios andauan con nuestros orinques, llevándolos para tierra, a nado, con mucha eficacia… »
la de Fray Martín de Munilla, vicario de los franciscanos de la jornada :
« los yndios auian ya ydo a tierra por una beta (cuerda) que luego la trajeron y entendiendo auian de llevar con ella la lancha a tierra la ataron por la proa y comenzaron a alar por ella muy rrezio y uisto que no podian se zabulleron algunos debajo del agua y amarraron la dicha beta al cable »
la de Fray Torquemada, un franciscano que seguramente recogió los recuerdos de varios tripulantes y los incluyó en su Monarchia Indiana (Sevilla, 1615) :
« pareciendoles cosa facil procurauan echarla [la zabra] a fondo, aunque viendo que era imposible, traxeron de tierra vn cabo largo y atandolo a la proa de la zabra intentauan lleuarsela a tierra : viendo que los [españoles] procurauan cortarlo, se apartauan vn tanto y amarrauan el mismo cabo al cable del andana [de la ancla]…»
[1] Ibid., pp. 80 y 227. El subrayado es mío.
[2] A. Landín Carrasco & L. Sánchez Masiá : « El viaje de Legazpi a Filipinas », in Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, op. cit., II, pp. 457-458. El subrayado es mío.
[3] Pedro Fernández de Quirós : Historia del descubrimiento de las Regiones Austriales, Madrid, 2000, ed. Dove, I, pp. 156-157.
[4] Relación de Catoira, in Austrialia Franciscana, ed. de Celsus Kelly, Franciscan Historical Studies / Archivo Ibero-americano, 1965, II, p. 40 ; Relación de Mendaña, ibid., III, pp. 195-196. El subrayado es mío.
[5] Historia del descubrimiento …, op. cit., I, pp. 37-38 y 42. El subrayado es mío.
« Por lo maravillados y sorprendidos que quedaron al vernos, estos ladrones creían, sin duda, ser los únicos habitantes del mundo »[1].
Aunque parece que al cronista no le costó yuxtaponer su « perfidia » o su « hostilidad » y su sorpresa, éstas son dos nociones difíciles de compaginar para una mente del siglo XXI, para la que lo lógico sería que el asombro provocase una suerte de parálisis, y que la hostilidad viniese de amargas experiencias pasadas, en este caso inexistentes.
En las palabras del italiano, notamos la principal característica de aquel primer encuentro : unos, los europeos, sabían de la existencia de otros humanos en el planeta, a quienes iban buscando, mientras que los isleños sólo conocían a sus vecinos del Pacífico, y no imaginaban que hubiera otros océanos fuera del suyo, por inmenso que fuera, y otros pueblos diferentes de ellos.
Como el lector, que está tan sorprendido como lo estuvieron los guameños del siglo XVI, se pregunta si se repitió esta escena en los siguientes encuentros, tenemos que examinar otros relatos de otras jornadas, en Guam, pero también en las islas Salomón, Marquesas, Cook, Tuamotu o en Tahití.
En Guam :
Miguel López de Legazpi, en 1564, hizo también una escala en Guam, donde sufrió varios engaños, y los chamorros robaron el arcabuz de un soldado :
« espuertas de arroz que bajo una leve capa de cereal ocultan la carga de arena ; supuestos recipientes de aceite de coco que encubren un contenido de agua » [2].
Tenemos otra relación de una escala en Guam, la del piloto mayor Pedro Fernández de Quirós, el primero de enero de 1596, cuando conducía hacia Manila la nao San Jerónimo, capitana de su antiguo adelantado Álvaro de Mendaña, recién fallecido en Santa Cruz (islas Salomón) :
« de la isla de Guam salieron muchas piraguas con sus velas y muchos de aquellos indios ladrones […]. Venian diciendo […] ‘herrepeque’ que quiere decir daca hierro, que esto es lo que venían a buscar por ser muy amigos de ello. […] Trajeron muchos cocos, plátanos, […] y todo lo dieron a trueque de hierros viejos. Fuéronse los indios, dos menos, que mató una arcabuz, por un pedazo de arco de pipa »[3]
El lector nota aquí que los navegantes ya conocían la fama de los guameños, y venían prevenidos, por lo que fácilmente adivina que la razón del tiro de arcabuz fue un intento de robo, aunque no lo explicita el cronista.
En las islas Salomón :
Pero tenemos muchos ejemplos de lo mismo en otras islas del Mar del Sur, como lo acaecido en las Islas Salomón, en 1568. El 8 de febrero, al llegar los navíos de Mendaña frente a la isla que había de llamarse Santa Isabel, y antes siquiera de tomar puerto, el escribano mayor de la armada, Gómez Hernández Catoira, cuenta que
« subieron al navío como dos dozenas dellos. El señor general […] yzoles dar vna camisa y chaquira y bonetes y caxcabeles y otras cosas y ellos lo rrescibian bien, y andaban por la nao solicitos buscando que poder hurtar, y qualquier cosa que allaban la hechaban a la mar a las canoas y vno quiso tomar vna canpana y hecharla si no se lo quitaran ».
El general de la jornada, Álvaro de Mendaña y Neira, relata una escena idéntica, pero en primera persona :
« hizele dar vna camisa y a otros chaquira y bonetes y cascabeles y otros regalos. Andavan por el navio muy solícitos, buscando que poder hurtar ; y si hallaban alguna cosa a mano y puesta a mal rrecaudo, la arrojavan de presto a la mar para que los demas la tomasen de los canaluchos […] ; yo le avia dado [a un principal] vn cubilete de plata con vino, que aunque no quiso el vino, se llevo el cubilete »[4].
En las islas Marquesas (Polinesia francesa) :
Pedro Fernández de Quirós, piloto mayor del entonces adelantado Mendaña, relata así la primera visita a bordo, frente a la isla Magdalena (Fatuiva) :
« comenzaron a andar por la nao con gran desenvoltura, echando mano a cuanto podían aver […] ; empezaron a mostrarse importunos, y enfadado el adelantado de sus demasías, les decia por señas que se fuesen ; pero ellos no querian mas antes con más libertad echaban mano a cuanto veian : unos cortaban con cuchillos de cañas brevemente pedazos de nuestro tocino y carne, y queriendo llevar otras cosas, el adelantado mandó disparar un verso… »
Luego, surtos ya los cuatro navíos en la bahía Madre de Dios de Santa Cristina (Tahuata), tenemos otra anécdota :
« habían entrado en la nao capitana cuatro muy gallardos indios y como al descuido cogió el uno una perrica que era el regalo del maese de campo y dando una voz se echaron todos al agua con un brío muy de ver y nadando la llevaron a sus canoas. »
El día siguiente, en la misma isla,
« envió a los indios el maese de campo con botijas a buscar agua, pero ellos hacian señas que las cargasen los nuestros, huyendo con cuatro de ellas… »[5]
Es de notar que, en estas líneas, el capitán Quirós no utiliza los verbos « robar » o « hurtar », sino expresiones como « echar mano » o « llevar », cuyo sentido es obviamente el mismo. En el caso de la « perrica » del maese de campo, se supone que no sentiría pena por ese hombre, al que odiaba tanto que siempre se negó a escribir siquiera su nombre entero. Pero no pudo manifestar la misma indulgencia cuando se trató de « nuestro tocino » o de las « botijas », pues lo que estaba en juego era sencillamente la supervivencia de los navegantes.
En las islas Cook :
En la isla de Rakahanga, el primero de marzo de 1606, nos dice el relato del capitán Quirós, jefe de la jornada, que los nativos trataron de adueñarse de uno de los navíos y de los remos de la barca :
« a la zabra se llegaron muchos indios y atada al bauprés una cuerda, pretendieron llevarla a tierra. Otros muchos, zabullidos en el agua, ataban sogas al cable, y tiraban por el ancla […]. Vinieron muchos a nado y se asieron fuertemente a los remos de una barca procurando con toda fuerza quitarlos a quien los bogaba… »
Lo que confirman varias relaciones, como la de don Diego de Prado y Tovar :
« la lancha […] se llegó más a tierra, surgió […]. Los indios […] pareçiendoles bien aquella embarcaçion se çabulleron y sacaron el fierro y por la maroma tiravan la lancha a tierra… »
la del piloto Gaspar González de Leza :
« fueron a tierra y truxeron una grande soga y zambulléndose uno dellos dio buelta al cable de nuestro patache y daban grita a los de tierra que tirasen […] y esto hizieron por muchas veçes […] viendo nuestro General que el viento venia de la mar y estáuamos con peligro, mandó se hiziese a la vela […] antes que esto se hiziese ya los indios andauan con nuestros orinques, llevándolos para tierra, a nado, con mucha eficacia… »
la de Fray Martín de Munilla, vicario de los franciscanos de la jornada :
« los yndios auian ya ydo a tierra por una beta (cuerda) que luego la trajeron y entendiendo auian de llevar con ella la lancha a tierra la ataron por la proa y comenzaron a alar por ella muy rrezio y uisto que no podian se zabulleron algunos debajo del agua y amarraron la dicha beta al cable »
la de Fray Torquemada, un franciscano que seguramente recogió los recuerdos de varios tripulantes y los incluyó en su Monarchia Indiana (Sevilla, 1615) :
« pareciendoles cosa facil procurauan echarla [la zabra] a fondo, aunque viendo que era imposible, traxeron de tierra vn cabo largo y atandolo a la proa de la zabra intentauan lleuarsela a tierra : viendo que los [españoles] procurauan cortarlo, se apartauan vn tanto y amarrauan el mismo cabo al cable del andana [de la ancla]…»
[1] Ibid., pp. 80 y 227. El subrayado es mío.
[2] A. Landín Carrasco & L. Sánchez Masiá : « El viaje de Legazpi a Filipinas », in Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, op. cit., II, pp. 457-458. El subrayado es mío.
[3] Pedro Fernández de Quirós : Historia del descubrimiento de las Regiones Austriales, Madrid, 2000, ed. Dove, I, pp. 156-157.
[4] Relación de Catoira, in Austrialia Franciscana, ed. de Celsus Kelly, Franciscan Historical Studies / Archivo Ibero-americano, 1965, II, p. 40 ; Relación de Mendaña, ibid., III, pp. 195-196. El subrayado es mío.
[5] Historia del descubrimiento …, op. cit., I, pp. 37-38 y 42. El subrayado es mío.
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