LUÍS GARRAIN VILLA.
Cronista Oficial de Llerena.
Durante los primeros años del reinado de los Reyes Católicos, las aljamas y sus moradores sufrieron un cambio favorable en cuanto a las relaciones con la corona. Los monarcas consideraban que la comunidad judía era una buena fuente de ingresos para las arcas reales, muy necesitadas de oro por los cuantiosos gastos que la reconquista generaba. Algunos judíos ocuparon cargos importantes en la corte, generalmente relacionados con las finanzas y a los que, posteriormente, la reina Isabel logró convertir. Para todos los historiadores los nombres de Abraham Seneor, arrendador y receptor general de rentas de la Corona[1] y alguacil mayor de las aljamas de Segovia[2] y su yerno Rabi Mayr, a los que me referiré más detenidamente, Vidal Astori, que ocupaba el cargo de platero del rey, Samuel Abulafia, encargado del suministro de tropas durante la guerra de Granada, Abraham y Vidal Bienveniste, banqueros de una gran habilidad y visión inversora, e Isaac Abravanel, otro importante banquero, fueron piezas claves en la monarquía de los Reyes Católicos a quienes proporcionaron protección. [3]
En España se estaba produciendo una gran transformación debido a la unidad del reino. Por un lado los judíos cada vez se hacían más fuertes y adquirían más prerrogativas por la multitud de servicios que estaban proporcionando a la corona, y por otro, esa unidad exigía que la fe fuera única e inquebrantable. No hay que olvidar que el pueblo cristiano seguía sin aceptar plenamente a la comunidad hebrea porque ésta tenía generalmente una administración independiente, y su forma de vivir era totalmente autónoma, hasta tal punto que cocían su pan, tenían sus propias asociaciones benéficas para cuidar a sus pobres, nombraban a sus jueces, cuidaban a sus enfermos y rezaban en las sinagogas, que eran respetadas por los cristianos, pero no las consideraban lugares sacros como las iglesias. Esta situación suponía para los judíos el goce de unos privilegios que los cristianos consideraban excesivos y que su propia administración no les ofrecía. Como consecuencia de esta coyuntura social, aceptada por los Reyes Católicos y refrendada en multitud de sentencias por el Consejo Real en favor de los sefardíes, los cristianos viejos y antiguos conversos, mermada ostensiblemente su influencia, no les quedaba otra alternativa que denunciar y reclamar sus pretensiones vía Inquisición, basándose fundamentalmente en el peligro que el judaísmo suponía para el cristianismo.
Ante estas circunstancias, a los inquisidores se les iban acumulando las denuncias en contra de los judíos y de muchos conversos que habían vuelto a practicar las creencias talmúdicas, a lo que había que añadir la repulsa social a la usura que practicaban, por lo que se hacía necesario tomar posturas serias y contundentes ante la nueva situación y todo ello provocó que florecieran con mayor ímpetu los sentimientos antisemitas.
Con anterioridad a la salida definitiva de los judíos de España se decretó por los Inquisidores el día 1 de enero de 1483, un primer edicto de expulsión en Andalucía, influenciado por las bulas pontificias que obligaban a los hebreos a desplazarse fuera de sus residencias habituales.
Con respecto al decreto último de expulsión los historiadores han vertido numerosas hipótesis en torno a las causas reales que motivaron la emigración de los sefardíes. Para unos fueron razones económicas las que impulsaron a Fernando el Católico a tomar la decisión; durante el siglo pasado primó la idea de creer que los motivos fueron el apoderarse de los cuantiosos bienes de los judíos, cuando, parece ser, no poseían las fortunas que el pueblo pensaba, cuanto más que el decreto de expulsión los autorizaban a llevar consigo parte de sus bienes, aunque veremos que esta prerrogativa se alejaba mucho de la realidad; para otros dichas motivaciones fueron sociales y para algunos primaron las razones políticas, aunque en el sentir general predominaba que el odio hacia los judíos fue la causa fundamental de la entrada en vigor del famoso decreto.
Lo que parece claro es que Isabel y Fernando no querían llevar a cabo la expulsión hasta no conseguir la liberación de Granada, por motivos de seguridad ante tan importante decisión, aunque también es verdad que tanto éstos, como los monarcas anteriores, por los motivos que antes han quedado expuestos, siempre se comportaron de una manera contradictoria. Es conveniente recordar que Alfonso X el Sabio, en ALas Siete Partidas@, recoge historias ofensivas y calumniosas sobre los judíos y en cambio, mantenía a su alrededor a numerosos hebreos de los que se servía, e incluso les tradujo al castellano el ATalmud@.[4]
No cabe duda que la aportación de los judíos a los gastos ocasionados por la toma de Granada fue importante. Abraham Seneor en 1490, estuvo viajando por toda Andalucía para recoger la ayuda que los Reyes Católicos habían solicitado a las aljamas unos años antes. Logró recaudar 40.000 castellanos de oro.
Lo que sí estaba en la mente de los Reyes Católicos era que una vez conseguida la unidad de España, se hacía necesaria y también imprescindible la unidad religiosa.
El decreto fue firmado por los monarcas en Granada el 31 de marzo de 1492. Previamente, Isaac ben Yudah Abravanel, uno de los más influyentes judíos, intentó por todos sus medios que no se publicara la orden, ofreciendo gran cantidad de dinero a los reyes, pero no lo consiguió. En el Decreto no se expresaba de ninguna manera el verdadero fin que se pretendía, aunque sí contenía claramente que debían abandonar el reino, en el plazo de cuatro meses, prorrogado diez días más por Torquemada. Durante dicho período de tiempo tenían que vender sus bienes y abandonar España, no pudiendo llevarse el oro, la plata, las joyas, monedas, armas y caballos. Los más beneficiados de esta última decisión fueron los genoveses asentados en Burgos, Toledo, Sevilla, Murcia y Cartagena, que se apropiaron a precio muy ventajosos de la mayoría de dichos bienes.[5] Los judíos más ricos repartían sus bienes entre los más necesitados para poder hacer el viaje, y la mayoría de las propiedades que pertenecían a las aljamas se destinaron a este fin. Algunos cronistas de la época cuentan que el comportamiento de algunos cristianos fue nefasto en muchas ocasiones, se aprovecharon de sus bienes e incluso algunas mujeres y sus hijas fueron violadas.
Muchos se convirtieron, prefirieron el bautismo al destierro, tal es el caso de Abraham Seneor y su yerno Raby Mayr Melamed, que recibieron las aguas bautismales en el monasterio de Guadalupe el 15 de junio de 1492, apadrinados por los Reyes Católicos y el Cardenal de España don Pedro González de Mendoza, Arzobispo Primado de Toledo[6]. Abraham adoptó el nombre de Fernando Núñez Coronel e inmediatamente se le concedió el cargo de regidor de Segovia, fue nombrado contador mayor del príncipe de Asturias y miembro del Consejo Real. [7] Rabi Mayr pasó a llamarse Fernando Pérez Coronel, al que localizaremos en Llerena por esas fechas.
Andrés Bernáldez, cura de los Palacios, en su crónica nos relata con gran expresividad la expulsión con las siguientes palabras: “salieron de las tierras de sus nacimientos chicos y grandes, viejos y niños, a pie y caballeros en asnos y otras bestias, y en carretas, y continuaron sus viajes cada uno a los puertos que habían de ir; e iban por los caminos y campos por donde iban con muchos trabajos y fortunas, unos cayendo, otros levantando, otros muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos y siempre por do iban los convidaban al bautismo y algunos, con la cuita, se convertían y quedaban, pero muy pocos, y los rabíes los iban esforzando, y hacían cantar a las mujeres y mancebos y tañer panderos y adufos para alegrar la gente, y así salieron de Castilla.” [8]
Tras la expulsión, según Domínguez Ortiz, se produjo una guerra de clases y otra de religión entre los cristianos viejos y nuevos, motivadas fundamentalmente por causas socio-económicas. Los conversos tenían grandes cotas de poder que usaban principalmente contra los cristianos viejos, con lo que la situación tras la expulsión llegó a semejarse bastante a la que se daba ante de la entrada en vigor del Decreto, porque la posición de los nuevos cristianos estaba amparada por el bautismo.
En España se estaba produciendo una gran transformación debido a la unidad del reino. Por un lado los judíos cada vez se hacían más fuertes y adquirían más prerrogativas por la multitud de servicios que estaban proporcionando a la corona, y por otro, esa unidad exigía que la fe fuera única e inquebrantable. No hay que olvidar que el pueblo cristiano seguía sin aceptar plenamente a la comunidad hebrea porque ésta tenía generalmente una administración independiente, y su forma de vivir era totalmente autónoma, hasta tal punto que cocían su pan, tenían sus propias asociaciones benéficas para cuidar a sus pobres, nombraban a sus jueces, cuidaban a sus enfermos y rezaban en las sinagogas, que eran respetadas por los cristianos, pero no las consideraban lugares sacros como las iglesias. Esta situación suponía para los judíos el goce de unos privilegios que los cristianos consideraban excesivos y que su propia administración no les ofrecía. Como consecuencia de esta coyuntura social, aceptada por los Reyes Católicos y refrendada en multitud de sentencias por el Consejo Real en favor de los sefardíes, los cristianos viejos y antiguos conversos, mermada ostensiblemente su influencia, no les quedaba otra alternativa que denunciar y reclamar sus pretensiones vía Inquisición, basándose fundamentalmente en el peligro que el judaísmo suponía para el cristianismo.
Ante estas circunstancias, a los inquisidores se les iban acumulando las denuncias en contra de los judíos y de muchos conversos que habían vuelto a practicar las creencias talmúdicas, a lo que había que añadir la repulsa social a la usura que practicaban, por lo que se hacía necesario tomar posturas serias y contundentes ante la nueva situación y todo ello provocó que florecieran con mayor ímpetu los sentimientos antisemitas.
Con anterioridad a la salida definitiva de los judíos de España se decretó por los Inquisidores el día 1 de enero de 1483, un primer edicto de expulsión en Andalucía, influenciado por las bulas pontificias que obligaban a los hebreos a desplazarse fuera de sus residencias habituales.
Con respecto al decreto último de expulsión los historiadores han vertido numerosas hipótesis en torno a las causas reales que motivaron la emigración de los sefardíes. Para unos fueron razones económicas las que impulsaron a Fernando el Católico a tomar la decisión; durante el siglo pasado primó la idea de creer que los motivos fueron el apoderarse de los cuantiosos bienes de los judíos, cuando, parece ser, no poseían las fortunas que el pueblo pensaba, cuanto más que el decreto de expulsión los autorizaban a llevar consigo parte de sus bienes, aunque veremos que esta prerrogativa se alejaba mucho de la realidad; para otros dichas motivaciones fueron sociales y para algunos primaron las razones políticas, aunque en el sentir general predominaba que el odio hacia los judíos fue la causa fundamental de la entrada en vigor del famoso decreto.
Lo que parece claro es que Isabel y Fernando no querían llevar a cabo la expulsión hasta no conseguir la liberación de Granada, por motivos de seguridad ante tan importante decisión, aunque también es verdad que tanto éstos, como los monarcas anteriores, por los motivos que antes han quedado expuestos, siempre se comportaron de una manera contradictoria. Es conveniente recordar que Alfonso X el Sabio, en ALas Siete Partidas@, recoge historias ofensivas y calumniosas sobre los judíos y en cambio, mantenía a su alrededor a numerosos hebreos de los que se servía, e incluso les tradujo al castellano el ATalmud@.[4]
No cabe duda que la aportación de los judíos a los gastos ocasionados por la toma de Granada fue importante. Abraham Seneor en 1490, estuvo viajando por toda Andalucía para recoger la ayuda que los Reyes Católicos habían solicitado a las aljamas unos años antes. Logró recaudar 40.000 castellanos de oro.
Lo que sí estaba en la mente de los Reyes Católicos era que una vez conseguida la unidad de España, se hacía necesaria y también imprescindible la unidad religiosa.
El decreto fue firmado por los monarcas en Granada el 31 de marzo de 1492. Previamente, Isaac ben Yudah Abravanel, uno de los más influyentes judíos, intentó por todos sus medios que no se publicara la orden, ofreciendo gran cantidad de dinero a los reyes, pero no lo consiguió. En el Decreto no se expresaba de ninguna manera el verdadero fin que se pretendía, aunque sí contenía claramente que debían abandonar el reino, en el plazo de cuatro meses, prorrogado diez días más por Torquemada. Durante dicho período de tiempo tenían que vender sus bienes y abandonar España, no pudiendo llevarse el oro, la plata, las joyas, monedas, armas y caballos. Los más beneficiados de esta última decisión fueron los genoveses asentados en Burgos, Toledo, Sevilla, Murcia y Cartagena, que se apropiaron a precio muy ventajosos de la mayoría de dichos bienes.[5] Los judíos más ricos repartían sus bienes entre los más necesitados para poder hacer el viaje, y la mayoría de las propiedades que pertenecían a las aljamas se destinaron a este fin. Algunos cronistas de la época cuentan que el comportamiento de algunos cristianos fue nefasto en muchas ocasiones, se aprovecharon de sus bienes e incluso algunas mujeres y sus hijas fueron violadas.
Muchos se convirtieron, prefirieron el bautismo al destierro, tal es el caso de Abraham Seneor y su yerno Raby Mayr Melamed, que recibieron las aguas bautismales en el monasterio de Guadalupe el 15 de junio de 1492, apadrinados por los Reyes Católicos y el Cardenal de España don Pedro González de Mendoza, Arzobispo Primado de Toledo[6]. Abraham adoptó el nombre de Fernando Núñez Coronel e inmediatamente se le concedió el cargo de regidor de Segovia, fue nombrado contador mayor del príncipe de Asturias y miembro del Consejo Real. [7] Rabi Mayr pasó a llamarse Fernando Pérez Coronel, al que localizaremos en Llerena por esas fechas.
Andrés Bernáldez, cura de los Palacios, en su crónica nos relata con gran expresividad la expulsión con las siguientes palabras: “salieron de las tierras de sus nacimientos chicos y grandes, viejos y niños, a pie y caballeros en asnos y otras bestias, y en carretas, y continuaron sus viajes cada uno a los puertos que habían de ir; e iban por los caminos y campos por donde iban con muchos trabajos y fortunas, unos cayendo, otros levantando, otros muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos y siempre por do iban los convidaban al bautismo y algunos, con la cuita, se convertían y quedaban, pero muy pocos, y los rabíes los iban esforzando, y hacían cantar a las mujeres y mancebos y tañer panderos y adufos para alegrar la gente, y así salieron de Castilla.” [8]
Tras la expulsión, según Domínguez Ortiz, se produjo una guerra de clases y otra de religión entre los cristianos viejos y nuevos, motivadas fundamentalmente por causas socio-económicas. Los conversos tenían grandes cotas de poder que usaban principalmente contra los cristianos viejos, con lo que la situación tras la expulsión llegó a semejarse bastante a la que se daba ante de la entrada en vigor del Decreto, porque la posición de los nuevos cristianos estaba amparada por el bautismo.
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[1] ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS (A.G.S.). Registro General del Sello, 24 de abril de 1493, folio 87.
[2] A.G.S. Registro General del Sello, 18 se setiembre de 1490, fol. 341.
[3] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. Obra citada, pág. 262.
[4] SUÁREZ BILBAO, Fernando. Las ciudades castellanas y sus juderías en el siglo XV. Madrid, 1995, pág. 21.
[5] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. Documentos acerca de la expulsión de los judíos. Valladolid, 1964, pág. 52.
[6] FRAY SEBASTIÁN GRACIA. Manuscritos hebreos en Guadalupe: Abrahán Senneor y su famoso bautismo el 15 de junio de 1492. JORNADAS EXTREMEÑAS DE ESTUDIOS JUDAICOS. Raíces hebreas en Extremadura. Del candelabro a la encina. Actas. Hervás, 16, 17, 18 y 19 de marzo de 1995. Badajoz, 1996, pág. 66.
[7] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. La expulsión de los judíos de España, Editorial Mapfre, Madrid, 1991, pág.326.
[8] Citado por Luis Suárez Fernández en su obra ALa expulsión de los judíos de España@, pág. 338.
[1] ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS (A.G.S.). Registro General del Sello, 24 de abril de 1493, folio 87.
[2] A.G.S. Registro General del Sello, 18 se setiembre de 1490, fol. 341.
[3] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. Obra citada, pág. 262.
[4] SUÁREZ BILBAO, Fernando. Las ciudades castellanas y sus juderías en el siglo XV. Madrid, 1995, pág. 21.
[5] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. Documentos acerca de la expulsión de los judíos. Valladolid, 1964, pág. 52.
[6] FRAY SEBASTIÁN GRACIA. Manuscritos hebreos en Guadalupe: Abrahán Senneor y su famoso bautismo el 15 de junio de 1492. JORNADAS EXTREMEÑAS DE ESTUDIOS JUDAICOS. Raíces hebreas en Extremadura. Del candelabro a la encina. Actas. Hervás, 16, 17, 18 y 19 de marzo de 1995. Badajoz, 1996, pág. 66.
[7] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. La expulsión de los judíos de España, Editorial Mapfre, Madrid, 1991, pág.326.
[8] Citado por Luis Suárez Fernández en su obra ALa expulsión de los judíos de España@, pág. 338.
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