viernes, 1 de mayo de 2009

FRANCISCO DE MENDOZA - 2

Francisco de Mendoza “El Indio”
Del libro de Francisco Javier Escudero Buendía

Parte 2


2. Las primeras actuaciones del Visitador General.

Francisco de Mendoza con su comisión “debajo del brazo”, parte desde la Corte en Valladolid posiblemente a principios de mayo de 1556; así lo reconoce el rey que le escribe el 26 de mayo (11). También sabemos que posiblemente pasó de camino hacia Guadalcanal por Valverde, porque así también se lo había encargado el monarca; el 25 de mayo ya había llegado a Guadalcanal, habiendo pasado primero por Cazalla, por lo que vemos la urgencia del encargo por la que salió y llegó pronto.
Comienzan los primeros roces con Agustín de Zárate, que en el futuro se harán insostenibles; Zárate aplica un método tradicional, siguiendo ciegamente a los fundidores alemanes, lo que segun Mendoza es un grave error – es una trampa, ya que luego él confiaría en ellos (12) - ya que la forma de producir actual hace perder mucho metal, es decir que su predecesor simple y llanamente no tiene ni idea del negocio de las minas, y debe aceptarse toda prueba y ensayo que sea necesaria para mejorar la producción; el noble manchego considera a las minas como “hacienda suya”, al igual que lo hicieron sus abuelos, sus padres, sus tíos y sus hermanos antes que él con todo asunto que caía en sus manos:

“y por la noticia que yo tengo de las minas que he visto, así en la Nueva España, como en el Perú, y vistas estas, me parece que tienen razón, y que si fuera la hacienda mía, se pusiera luego por obra, y cesara la manera como agora se beneficia”

A tanto ha llegado el desencuentro, que Francisco de Mendoza ha decidido no vivir en la casa de la mina junto a Zárate y sus colaboradores para poder tener independencia a la hora de establecer sus nuevas directrices, y ha mandado traer una tienda desde Sevilla y vive en ella; no es una mera decisión técnica, ni mucho menos (13). Lo que se estaba ventilando era una pugna por el poder y la preeminencia en una sociedad tan estamentalizada como la de aquella época, siendo como eran en estos momentos poseedores en Guadalcanal en la práctica del mismo cargo por error o acierto de los monarcas, cuyos motivos reales y ocultos - ¿pensaban que así se controlarían mutuamente? ¿No querían destituir a ninguno de los dos por los compromisos adquiridos?- son un misterio.
Esto nos da varias claves sobre el carácter de Mendoza, más parecido al de su padre que a otros de sus familiares: Decidido y autoritario, sí pero muy paciente; es posible que su tío Bernardino o cualquier de sus primos hubieran montado en cólera con Zárate y hubiera sido éste y no el “jefe” el que hubiera tenido que abandonar la casa principal; de todas formas la insistencia tiene su premio porque su antecesor, poniendo como excusa la enfermedad, se marcha poco después, dejando el camino libre a don Francisco, no sin antes tener algún roce más (14).
Otras claves de su personalidad nos la da la continua experimentación que realiza de nuevos ingenios, ofrecidos por los más variopintos y extraños personajes: El ermitaño Fray Gabriel de Garay, Francisco de Ocampo (15), la carbonilla (16), la amalgamación con azogue – mercurio – que según Mendoza no era útil para Guadalcanal. Podemos pensar que era un mandato real, y no nos equivocamos, pero esto podría apartarnos de la realidad, y es que no estamos con un político al uso, ya que en vez de enviar a los técnicos e ingenieros, y fiarse de sus informes, se convierte en uno más comprobando personalmente los pozos:

“Asímismo he tratado con las personas que aquí han venido, si tienen arte estas minas de durar mucho (...) y por sanearme más yo entré en los pozos y me pareció lo mismo”(17)

A nivel todavía más personal, será aquí donde conozca a Pedro Luis de Torregrosa, el que demostrará como su albacea y testamentario una fidelidad hasta el final de ambos encomiable (18); relacionado con la ciudad de Sevilla y la Casa de la Contratación, pero que nuestro protagonista conocerá en Guadalcanal, donde trabajaba desde el 18 de diciembre de 1555 – lo trajo su gran “enemigo” Agustín de Zárate -, pero al que dio instrucciones como su subordinado el 21 de junio de 1556 de acuerdo a las recomendaciones del rey (19).

3. Los viajes y las nuevas ordenanzas (1556).

La actividad de Francisco de Mendoza en la primera parte de este año de 1556 es frenética; en junio vuelve a viajar a Cazalla, desde donde escribe el 6 de julio, montes de Constantina y Azuaga para conseguir madera de sus montes; a Zalamea la Vieja para examinar las antiguas explotaciones y después tiene pensado volver a Guadalcanal, para partir hacia Aracena y después pedir licencia a Su Majestad para poder ir a la Corte a dar nuevas (20). El 12 de julio está en Sevilla (21) posiblemente negociando la suplicación – recurso ante los tribunales - de los concejos afectados por la madera, y le ayuda mucho Diego López, veinticuatro de la ciudad de Sevilla, y el rey le ha escrito dándole gracias (22).
Toda esta precipitación no es extraña, teniendo en cuenta los compromisos del rey; cuenta ya con todo lo que ha de venir, y los mil ducados que se sacaban antes de cambiar de sistema de extracción (23), y se da licencia para trabajar hasta los días de fiesta, que se hagan más pozos, se meta más gente, y se fabriquen todos los hornos necesarios. ¿En qué se gastaba la hacienda el dinero de Guadalcanal? También lo sabemos, en un negocio que fue y sería muy mendocino: La armada y las galeras de Orán, mandadas por Andrea Doria y Álvaro de Bazán (24).
En esta primera etapa, uno de los temas en que más hincapié hizo, al igual que sucedió en Nueva España, en Perú y en Estremera, fue en desarrollar uno de los cometidos fundamentales de aquel que se considera dirigente y es reglamentar la organización de sus subordinados mediante leyes, los reglamentos y las regulaciones, en este caso las llamadas ordenanzas. El monarca le había dado al parecer carta blanca para hacerlas y para remover y nombrar personas, lo que indica una absoluta confianza en su persona (25); de todas formas él ya se había adelantado a estos buenos deseos reales, y el 2 de julio ya había redactado un texto muy extenso, se habían asentado en los libros de contaduría de las minas, y se habían remitido a la aprobación regia.
Por cédula real de 29 de julio de 1556 se le contestó que se consultaría, y después de ser examinadas por los contadores mayores y otros cargos, fueron despachadas el 30 de octubre de 1557 (26), el mismo día en que es nombrado administrador – el cargo ya aparece en el texto, con lo que queda la duda si fue el propio Francisco de Mendoza el que lo solicitó o dio por hecho indirectamente -:

“Las ordenanzas que habéis hecho para la fábrica de Guadalcanal mandaré que se vean y vos, cuando volviéredes allí, veréis si hay algo que enmendar o acrecentar en ellas, y sea de manera que Agustín de Zárate quede más libre y desembarazado de lo que ha estado hasta aquí para que pueda mejor servir en lo de la administración de la fábrica (27)”.

Del examen de su contenido, se deduce que es una minuciosa enumeración de las obligaciones, no solamente de horarios, pasos, procesos sino incluso técnicas, de los diferentes grupos de personal implicados en el proceso de la extracción y elaboración de los metales, comenzando por el administrador general – como hemos dicho el propio Mendoza -, los depositarios, el escribano, afinadores, guardas de los hornos, veedor, contratador de personal, ensayador, transportista del metal, entre otros:

1. Primeramente el administrador general ha de proveer que se hagan cajones de madera con sus llaves para que se tengan a buen recaudo los metales que se saquen de los pozos, desde la boca hasta la casa. - Frente al resto de subordinados, las funciones del administrador apenas se dibujan, lo que entendemos es una meditada imprecisión de Mendoza para que éstas fueran más amplias y arbitrarias -.
2. Las dichas tres personas deben dar el metal a los fundidores por peso y a treinta arrobas de metal cada fundición, y asentarlo en un libro.
3. El escribano asistirá a los hornos de la fundición a echar la contramarca a las barras de plomo-plata que se sacaren cada día, con una señal diferente a las planchas de cada horno.
4. Los dichos depositarios de los metales también tendrán cargo de recibir y guardar en pieza aparte la almártaga comprada y las grietas y cendradas de los buitrones. Estas se darán a las fundiciones por peso en presencia del escribano.
5. Los tres depositarios tendrán las llaves de la casa de los metales y de las piezas donde se guarda el plomo-plata, las almártagas, cendradas y grietas, y las deberán abrir conjuntamente.
6. Además y por extenso se establecen normas técnicas muy precisas para los afinadores, las guardas de los hornos, el veedor, el contratador del personal, ensayador de las minas, persona del cargo de la plata hasta Sevilla...

Si los cálculos son correctos, él llegó a Guadalcanal el 26 de mayo, y a pesar de prácticamente no haber parado en todo el mes de junio, tuvo tiempo para prepararlas; los que conocemos la técnica legislativa sabemos que él no pudo hacerlas en tan poco espacio si antes no tenía un borrador en mente, posiblemente desde su etapa mexicana, y su experiencia por tanto era mayor de lo que nos presumiamos (28), y su nombramiento más que justificado.
De todas formas sus éxitos iniciales y su influencia se ven prontamente truncados; Mendoza había nombrado a diecinueve funcionarios, pero el intervencionismo estatal en la industria minera era muy alto (29), y la intención de la Corona no era otra que incorporar en la hacienda y patrimonio reales “todos los mineros de oro, plata y azogue de nuestros reinos”, con lo que se establecieron unas ordenanzas generales de minas el 10 de enero de 1559 (30), con las que Mendoza no estaba de acuerdo (31), aunque no tuvo más remedio que cumplirlas (32).
Quizás en desagravio – pensamos mal de las intenciones del administrador, pero a veces no nos deja más remedio que hacerlo -, modificó las anteriores ordenanzas de personal de Guadalcanal sobre las que él sí tenía potestad absoluta el 26 de abril del mismo año (33), cambiando principalmente los temas del control de los trabajadores – que se encarga al veedor -, ordenando el cambio de los guardas de los pozos por turnos, y en cierto modo unas normas básicas de archivo encargando al escribano que entregue a la contaduría todos los libros de fábrica que no puede guardar al no tener aposento.

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