GUSTAVO (continuación)
San Román
aunque se había propuesto ser muy lacónico con la Condesa y aguardar a que
ella tomase la iniciativa, viendo que permanecía silenciosa, sentose a su lado,
con ánimo resuelto de alcanzar cuanto antes la tarjeta, y como dándose prisa a
separar a Gustavo y Elena, que en aquel momento los contemplaba mirándose
tiernísimamente,
— Con que Vd. por lo visto, se resigna con su humillación: la sufre
gozosa por venir de manos del lindo artista: ¿no es esto?
— ¡Resignarme con mi humillación!
¡Oh! ¡Nunca! La falta de esta noche, después de lo que hoy ha pasado, es un
agravio sangriento; y si desde luego no me decido a vengarlo, es porque temo
que si mi venganza se frustra, aumentará mi humillación el vano deseo de
conseguirla.
— Entrégueme Vd. esa tarjeta, y yo respondo de su efecto.
— Y ¿cuál ha de ser?
— Gustavo le escribirá a Vd. una carta muy apasionada, dándole una cita,
a la que no faltará Vd…. en pago de mis buenos oficios, me entregará esa carta.
— Y Vd. la pondrá en manos de Elena, para convencerla de la perfidia de
su amante. ¿No es esto?
— ¡Oh! nada de eso: me ofende mucho que Vd. me haya supuesto autor de un
plan tan vulgar.
— Entonces no comprendo.
— Lo demás es cuenta mía, y puesto que son los mismos nuestros
intereses, debe Vd. fiarse de mí. Sólo por Vd. puede Gustavo separarse de
Elena; luego es imposible que yo la perjudique en su amor, sin perjudicarme el
mío.
— Pero esa carta…
— Condesa, no se trata de la carta, sino de la tarjeta.
— Y ¿piensa Vd.?
— Yo pienso que es el único medio que tiene Vd. de salvarse. Esta noche
ha muerto definitivamente la influencia de Elena con Gustavo.
— ¿Pues Vd. no me ha dicho que en este momento se halla a su lado?
— Pues esa es la razón.
— No lo entiendo.
— Gustavo, dejando de verla a Vd. esta noche, ha hecho por Elena el
sacrificio más grande que puede hacer: un afecto débil muere sin remedio cuando
llega a imponer un grande sacrificio. Gustavo esta noche visita a Elena, y
mañana amanece queriéndola la mitad
menos y amándola a Vd. otro tanto.
— Según eso, debo darme por muy satisfecha de su ausencia.
— Sin duda alguna. Es este momento Elena sufrirá más que si lo tuviese
ausente, porque no logrará fijar un
solo instante su atención.
— Bien; pues entonces no se yo
que falta pueda hacernos la tarjeta.
— Quisiera que me entendiese Vd. dijo el Conde… -casi grosero.
— Si Vd. por ese medio, -prosiguió con un
tono suave y natural-, no
le manifiesta todo el mal efecto que su ausencia le ha producido y la arrojada
determinación que es capaz de tomar en un caso extremo, el sacrificio que
Gustavo imagina haber hecho por Elena, se desvanece completamente y se sentirá
más capaz de repetirlo. Por otra parte, como hombre de imaginación, él habrá
exagerado el estado violento en que Vd. se encuentra, y si ve luego que su
ausencia sólo ha producido pasajeros enojos, que hacen más dulces las paces,
empezará a no fiarse de su imaginación y desde entonces empezará a debilitarse
el amor que Vd. le ha inspirado.
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