domingo, 20 de febrero de 2011

RETAZOS DE LA VIDA DEL GENERAL CASTELLÓ - 69

Cortijo y capilla de la finca de San Miguel de la Breña en Guadalcanal (fotografia cedida por Emilio Rivero)
Nos trataban con mucho cariño y gracias a ellos un verano pudimos huir del calor sofocante de Madrid para ir con toda la familia a una casa en el campo, en Orusco. Allí, por las tar­des, me sentaba a escribir bajo un manzano del huerto, y lo agradable del lugar y las ricas manzanas me producían un gran bienestar.
Tuve otras alumnas, Carmen y Luchi. Esta última, nieta de Miguel Maura, había nacido en Francia y, debido a la facilidad con que los niños aprenden y olvidan los idiomas, su madre temía que olvidase el francés. Por eso quería que una señorita fuese dos horas al día a jugar con la niña y hablar al mismo tiempo en francés. Al comienzo las dos horas se me hacían penosas, pero luego me acordé de aquellas muñequitas de papel que recortaba de pequeña y con ellas y otras que tenía la niña, y una casa de muñecas, inventé para ella innumerables histo­rias que antes creaba para mí. Acabé divirtiéndome tanto como ella.
La finca de San Miguel de la Breña estaba en condiciones lastimosas. El arrendatario había procurado sacarle el mayor provecho posible gastando lo mínimo en cuidarla. Recibió or­den de devolverla, pero no lo hizo. Mi padre resolvió ver al Gobernador Civil de Sevilla, para lo cual Castejón lo proveyó de una carta de presentación. Lo recibió como lo que era, un perfecto caballero.
-"En este momento no es el ex-General que viene a ver al Gobernador de Sevilla. Es el Capitán Coca de la Piñera que se pone a las órdenes del General Castelló."
Mi padre le explicó a Fernando Coca lo que ocurría con la finca de San Miguel. Además de haberla heredado de su her­mano, era suya en parte por haberle ayudado a pagarla, dinero que mi tío no le había reintegrado. La casa del pueblo, así como otras fincas de menor importancia; se vio obligado a ven­derlas para hacer frente a las deudas contraídas con los amigos, los Derechos Reales y la multa política. Don Diego Hidalgo aceptó la devolución del dinero adelantado, pero se negó a acep­tar honorarios.
-"Dejaría yo de llamarme Diego Hidalgo si le pasase a usted honorarios."
Coca de la Piñera citó en su despacho al arrendatario, y como este hombre era falangista y Coca Jefe de la Falange, le recriminó:
-"Le han dado a usted orden de entregar la finca a su dueño y no lo ha hecho. Le doy 24 horas para que la desaloje. Personas como usted son las que deshonran a nuestro partido."
El arrendatario esperó a mi padre en el pasillo y le rogó que le dejase recoger la cosecha de trigo.
-"Recoja usted esa cosecha que ha sembrado y márchese después" -fue su respuesta.
Estando mi padre en Prisiones había recibido su visita, pues enterado de la pésima situación económica en la que nos en­contrábamos fue a poner a nuestra disposición unos miles de duros. Mi padre le dijo que tanto él como sus hijas estaban acostumbrados a pasar calamidades. Agradeció su oferta pero la rechazó.
Mi padre vendió la casa del pueblo a Paco, el sobrino de su cuñada. Aquél se ofreció a llevar la finca de San Miguel de la Breña. Mi padre aceptó. Fue una pena, porque era un hom­bre de acción y necesitaba una ocupación. Pero no se le puede reprochar a un hombre que había sufrido tanto como él que en esos momentos no tuviese ánimos de hacerlo por sí mismo. Y esto, en definitiva, lo perjudicó física ,y espiritualmente. Re­dujo su vida a sus partidas de bridge y de tresillo. Se hizo socio del Círculo de la Unión Mercantil, ya que para reincorporarse al Casino Militar se requería someterse a una votación y no quería exponerse a un fracaso. Cuando no tenía bridge con sus amigos iba allí. Llevaba una vida demasiado sedentaria para un hombre que, pese a sus años de padecimientos, estaba bien de salud y se conservaba estupendamente. Comía con exceso; se lo advertimos:
-"Es peligroso comer tanto, sobre todo de noche." Con su buen humor y su gracia andaluza contestaba:
-"Quisiera yo veros cuando lleguéis a mi edad, eso si lle­gáis, ya que lo más probable es que os quedéis a mitad de camino."

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