La gran aventura de un marino tarifeño
Carlos Romero Romero
Decía el escritor guadalcanalense llamado Jesús Rubio, en su libro titulado La lluvia infinita, extractado del Diario de Navegación del también de dicho pueblo Mariscal de Campo Pedro de Ortega Valencia, que hace más de un año, paseando por las innumeras librerías de viejo de Charing Cross en Londres, cierto amigo, que no quiere ser citado, aunque me pesa respetar su anonimato, halló un documento que intuyó de suma importancia. Al menos para ti, dijo. Se trata de un Diario. Del Diario que escribiera Pedro de Ortega Valencia durante su expedición de descubrimiento de las Islas Salomón en 1567 a las órdenes de Álvaro de Mendaña.
Aunque yo conocía la existencia de dos memoriales escritos por el pobre Ortega, nunca pensé que existía, además de un relato directo de su puño y letra, del citado viaje, el cual es tratado de forma somera en su primera probanza de mérito que data de 1569.
No es importante reseñar aquí ninguna descripción de los sentimientos que me embargaron cuando me enteré del hallazgo.
El Libro que vendió a precio irrisorio, por cierto, el legado al que acompañaba una carta del nieto del viejo General guadalcanalense llamado Pedro, no supo decirle a mi querido amigo la procedencia exacta del mismo, aunque sospechaba que pertenecía al lote que le compró a los herederos de un paleógrafo llamado Joseph A. White.
Por pesquisas posteriores, he podido averiguar que este paleógrafo e investigador colaboró en los aspectos relativos a viajes y descubrimientos marítimos, con especial predilección por los realizados en el Pacífico y más concretamente por los de los españoles del Siglo XVI, sus estudios sobre el segundo viaje de Mendaña con el Capitán Fernández Quirós y sobre el del lugarteniente de éste Váez de Torres, el primer europeo que vio Australia, gozan todos ellos, por tanto, de gran reputación entre los historiadores.
Sabido es y eso es una verdad aceptada por los numerosos historiadores con los que contactó el escritor de dicho Libro Jesús Rubio, para con ello verificar la autenticidad del relato y de los hechos que en él se relatan, que Inglaterra, ya en el siglo XVI, quiso borrar las huellas del paso de los españoles por el Pacífico Sur, para así reclamar su legitimidad moral en los descubrimientos y colonizaciones que allí se llevaron a cabo, muy especialmente en Australia, continente que la tradición apunta al inglés Cook como primer descubridor aunque sea incierto porque ya el español Váez de Torres la vislumbró en 1605, -casi dos siglos antes que el marino inglés-, y también el holandés Tasman, setenta años después que Váez, la circunnavegó por su parte meridional desembarcando en una isla a la que le puso su nombre: Tasmania.
Queda claro pues que el interés de los ingleses, responda o no a un intento de ocultación de méritos de otros o de rescribir la historia, ha sido claro y por ello no sorprende tras un pequeño análisis, que el manuscrito de Ortega acabara a la orilla del Támesis.
Del análisis del texto, que como se verá no deja de ser una enorme carta a su mujer Isabel Hidalga, se puede certificar que Ortega cuenta toda la verdad sobre el azaroso y fracasado viaje de Mendaña para descubrir las místicas tierras de Ofit, lugar al que, según la leyenda, marchaban las naves del Rey Salomón para surtirse de todo tipo de riquezas para la construcción del famoso Templo, símbolo del esplendor que Israel vivió bajo su reinado.
Y decimos que cuenta la verdad porque de las diversas relaciones que se conservan del viaje, -Mendaña, el Piloto Mayor Gallego Sarmiento-, una cosa queda clara: en aquel viaje los recelos y desconfianzas de unos y otros estuvieron a la orden del día, como lo demuestra la campaña de difamación que Sarmiento inició contra Mendaña una vez finalizado el viaje.
En cuanto a los descubrimientos, todos son ciertos, pues así ha sido comprobado.
Se ha tratado de indagar las fechas de nacimiento y muerte de Pedro de Ortega Valencia, pero todo ha sido infructuoso, sólo podemos intuir que debió nacer hacia 1520 en Guadalcanal, por supuesto, y que en 1598 ya estaba muerto.
Sí se sabe que embarcó hacia América en abril de 1540, con rumbo a Nueva España, que se casó con Isabel Hidalga y que de su matrimonio nacieron dos hijos: Jerónimo, que viajó con él a las Salomón; y Pedro, que se casó con María de Arellano, unión de la que nació su nieto llamado Pedro.
El cronista no oficial de la villa de Guadalcanal, José María Álvarez Blanco, nos cuenta en el prólogo del mencionado Libro lo siguiente: "los españolitos que nacen en Guadalcanal (Sevilla), aprenden muy pronto por trasmisión oral, que hay una isla en el océano Pacífico que se llama como su pueblo, debido a que fue descubierta en 1567 por su paisano Pedro de Ortega Valencia, cuando cumpliendo órdenes de Álvaro de Mendaña mandaba un bergantín expresamente diseñado para navegar por los bajíos. A muchos de estos españolitos, de mayores, cuando han emigrado a los más variados destinos, les ocurren infinidad de anécdotas relacionadas con el de su lugar de origen. Así, cuando dicen que son de Guadalcanal, sus interlocutores llevan la conversación a la Batalla de la Segunda Guerra Mundial, a la Isla, al Portaviones de igual nombre y la reciente película «La Delgada Línea Roja»".
En el Diario de Navegación de Pedro de Ortega Valencia del día 16 de enero de 1567, está recogido un texto que dice: "Dios Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, y su único hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y su Madre la Virgen María concebida sin pecado y todos los Angeles y todos Santos, han estado con nosotros, y de ser verdad eso de que dicen que el Señor no abandona nunca a sus marineros, porque ayer, quince de Enero, cuando ya me sentía morir, recibí en compañía de mi hijo Jerónimo, de Francisco Jiménez Rico y del Alférez Enrique, la noticia tan anhelada ... ¡¡Tierra!! ..., al fin ¡¡Tierra!! ..., tal como prometió el cosmógrafo Pedro Sarmiento. ¡¡Voz!! ésta, que fue pronunciada desde la Gavia de la Nao, por el Marinero tarifeño Juan Trejo, según cuenta un rufián de los más gallitos, el que vio casi al frente la línea clara de costa de algo que hoy hemos sabido que no era La Nueva Guinea, sino una pequeña isla muy baja pero poblada, cuya isla fue bautizada con el nombre de «Jesús»".
Todo lo narrado puede considerarse como se dice anteriormente, muy valorado y cierto, pero el espíritu y objetivo del que esto comenta es informar a los lectores por creer ser una obligación en ello, que un "tarifeño" que, pienso como tantos otros, marchó de su pueblo en el año 1560 a hacer sus Américas, recalando en Perú, concretamente en Lima, y partió del Puerto de Callao en una expedición, creemos que pudo ser como grumete, en la Nao del Gran Maestre Pedro de Ortega Valencia, y fue por tanto protagonista de una "hazaña" que pienso y creo que de no desempolvarla seguiría viviendo a través de los siglos, como hasta ahora, en el mayor de los silencios, sí puedo decir que es todo cuanto se sabe de este carismático personaje.
De este navegante sólo me queda decir que no se aportan más datos del mismo, a pesar de estudios a tal fin realizados.
Descanse en paz para siempre en una de las playas de las Islas de Salomón en el Pacífico llamada Guadalcanal el tarifeño Juan Trejo, donde está enterrado.
Pongo en conocimiento de todos los que sientan curiosidad en el tema expuesto, que el día veintinueve del mes de septiembre pasado tuvo lugar la inauguración de una calle de reciente construcción, a la cual se le puso el nombre de "Juan Trejo", en conmemoración de la "gesta" o "hazaña" realizada por el mismo, en cuya placa figura un texto con el día y lugar del descubrimiento de una isla en las "Salomónicas" y cuya isla recibió el nombre de "Jesús".
Los impulsos y deseos que han mediado en mi para que esta investigación se llevara a efecto, es la misma que la que le llevó al escritor inglés llamado Robert Bronig, el cual dijo, "Que lo que ennoblece a un hombre, no son sus actos, sino la culminación de sus deseos". También decía el poeta Joaquín Bartrina:
"Que es una gran verdad veo,aunque tarde se conoce,que más aún que en el goce,está el goce en el deseo".
http://www.tarifaweb.com/aljaranda/num43/art1.htm
Carlos Romero Romero
Decía el escritor guadalcanalense llamado Jesús Rubio, en su libro titulado La lluvia infinita, extractado del Diario de Navegación del también de dicho pueblo Mariscal de Campo Pedro de Ortega Valencia, que hace más de un año, paseando por las innumeras librerías de viejo de Charing Cross en Londres, cierto amigo, que no quiere ser citado, aunque me pesa respetar su anonimato, halló un documento que intuyó de suma importancia. Al menos para ti, dijo. Se trata de un Diario. Del Diario que escribiera Pedro de Ortega Valencia durante su expedición de descubrimiento de las Islas Salomón en 1567 a las órdenes de Álvaro de Mendaña.
Aunque yo conocía la existencia de dos memoriales escritos por el pobre Ortega, nunca pensé que existía, además de un relato directo de su puño y letra, del citado viaje, el cual es tratado de forma somera en su primera probanza de mérito que data de 1569.
No es importante reseñar aquí ninguna descripción de los sentimientos que me embargaron cuando me enteré del hallazgo.
El Libro que vendió a precio irrisorio, por cierto, el legado al que acompañaba una carta del nieto del viejo General guadalcanalense llamado Pedro, no supo decirle a mi querido amigo la procedencia exacta del mismo, aunque sospechaba que pertenecía al lote que le compró a los herederos de un paleógrafo llamado Joseph A. White.
Por pesquisas posteriores, he podido averiguar que este paleógrafo e investigador colaboró en los aspectos relativos a viajes y descubrimientos marítimos, con especial predilección por los realizados en el Pacífico y más concretamente por los de los españoles del Siglo XVI, sus estudios sobre el segundo viaje de Mendaña con el Capitán Fernández Quirós y sobre el del lugarteniente de éste Váez de Torres, el primer europeo que vio Australia, gozan todos ellos, por tanto, de gran reputación entre los historiadores.
Sabido es y eso es una verdad aceptada por los numerosos historiadores con los que contactó el escritor de dicho Libro Jesús Rubio, para con ello verificar la autenticidad del relato y de los hechos que en él se relatan, que Inglaterra, ya en el siglo XVI, quiso borrar las huellas del paso de los españoles por el Pacífico Sur, para así reclamar su legitimidad moral en los descubrimientos y colonizaciones que allí se llevaron a cabo, muy especialmente en Australia, continente que la tradición apunta al inglés Cook como primer descubridor aunque sea incierto porque ya el español Váez de Torres la vislumbró en 1605, -casi dos siglos antes que el marino inglés-, y también el holandés Tasman, setenta años después que Váez, la circunnavegó por su parte meridional desembarcando en una isla a la que le puso su nombre: Tasmania.
Queda claro pues que el interés de los ingleses, responda o no a un intento de ocultación de méritos de otros o de rescribir la historia, ha sido claro y por ello no sorprende tras un pequeño análisis, que el manuscrito de Ortega acabara a la orilla del Támesis.
Del análisis del texto, que como se verá no deja de ser una enorme carta a su mujer Isabel Hidalga, se puede certificar que Ortega cuenta toda la verdad sobre el azaroso y fracasado viaje de Mendaña para descubrir las místicas tierras de Ofit, lugar al que, según la leyenda, marchaban las naves del Rey Salomón para surtirse de todo tipo de riquezas para la construcción del famoso Templo, símbolo del esplendor que Israel vivió bajo su reinado.
Y decimos que cuenta la verdad porque de las diversas relaciones que se conservan del viaje, -Mendaña, el Piloto Mayor Gallego Sarmiento-, una cosa queda clara: en aquel viaje los recelos y desconfianzas de unos y otros estuvieron a la orden del día, como lo demuestra la campaña de difamación que Sarmiento inició contra Mendaña una vez finalizado el viaje.
En cuanto a los descubrimientos, todos son ciertos, pues así ha sido comprobado.
Se ha tratado de indagar las fechas de nacimiento y muerte de Pedro de Ortega Valencia, pero todo ha sido infructuoso, sólo podemos intuir que debió nacer hacia 1520 en Guadalcanal, por supuesto, y que en 1598 ya estaba muerto.
Sí se sabe que embarcó hacia América en abril de 1540, con rumbo a Nueva España, que se casó con Isabel Hidalga y que de su matrimonio nacieron dos hijos: Jerónimo, que viajó con él a las Salomón; y Pedro, que se casó con María de Arellano, unión de la que nació su nieto llamado Pedro.
El cronista no oficial de la villa de Guadalcanal, José María Álvarez Blanco, nos cuenta en el prólogo del mencionado Libro lo siguiente: "los españolitos que nacen en Guadalcanal (Sevilla), aprenden muy pronto por trasmisión oral, que hay una isla en el océano Pacífico que se llama como su pueblo, debido a que fue descubierta en 1567 por su paisano Pedro de Ortega Valencia, cuando cumpliendo órdenes de Álvaro de Mendaña mandaba un bergantín expresamente diseñado para navegar por los bajíos. A muchos de estos españolitos, de mayores, cuando han emigrado a los más variados destinos, les ocurren infinidad de anécdotas relacionadas con el de su lugar de origen. Así, cuando dicen que son de Guadalcanal, sus interlocutores llevan la conversación a la Batalla de la Segunda Guerra Mundial, a la Isla, al Portaviones de igual nombre y la reciente película «La Delgada Línea Roja»".
En el Diario de Navegación de Pedro de Ortega Valencia del día 16 de enero de 1567, está recogido un texto que dice: "Dios Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, y su único hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y su Madre la Virgen María concebida sin pecado y todos los Angeles y todos Santos, han estado con nosotros, y de ser verdad eso de que dicen que el Señor no abandona nunca a sus marineros, porque ayer, quince de Enero, cuando ya me sentía morir, recibí en compañía de mi hijo Jerónimo, de Francisco Jiménez Rico y del Alférez Enrique, la noticia tan anhelada ... ¡¡Tierra!! ..., al fin ¡¡Tierra!! ..., tal como prometió el cosmógrafo Pedro Sarmiento. ¡¡Voz!! ésta, que fue pronunciada desde la Gavia de la Nao, por el Marinero tarifeño Juan Trejo, según cuenta un rufián de los más gallitos, el que vio casi al frente la línea clara de costa de algo que hoy hemos sabido que no era La Nueva Guinea, sino una pequeña isla muy baja pero poblada, cuya isla fue bautizada con el nombre de «Jesús»".
Todo lo narrado puede considerarse como se dice anteriormente, muy valorado y cierto, pero el espíritu y objetivo del que esto comenta es informar a los lectores por creer ser una obligación en ello, que un "tarifeño" que, pienso como tantos otros, marchó de su pueblo en el año 1560 a hacer sus Américas, recalando en Perú, concretamente en Lima, y partió del Puerto de Callao en una expedición, creemos que pudo ser como grumete, en la Nao del Gran Maestre Pedro de Ortega Valencia, y fue por tanto protagonista de una "hazaña" que pienso y creo que de no desempolvarla seguiría viviendo a través de los siglos, como hasta ahora, en el mayor de los silencios, sí puedo decir que es todo cuanto se sabe de este carismático personaje.
De este navegante sólo me queda decir que no se aportan más datos del mismo, a pesar de estudios a tal fin realizados.
Descanse en paz para siempre en una de las playas de las Islas de Salomón en el Pacífico llamada Guadalcanal el tarifeño Juan Trejo, donde está enterrado.
Pongo en conocimiento de todos los que sientan curiosidad en el tema expuesto, que el día veintinueve del mes de septiembre pasado tuvo lugar la inauguración de una calle de reciente construcción, a la cual se le puso el nombre de "Juan Trejo", en conmemoración de la "gesta" o "hazaña" realizada por el mismo, en cuya placa figura un texto con el día y lugar del descubrimiento de una isla en las "Salomónicas" y cuya isla recibió el nombre de "Jesús".
Los impulsos y deseos que han mediado en mi para que esta investigación se llevara a efecto, es la misma que la que le llevó al escritor inglés llamado Robert Bronig, el cual dijo, "Que lo que ennoblece a un hombre, no son sus actos, sino la culminación de sus deseos". También decía el poeta Joaquín Bartrina:
"Que es una gran verdad veo,aunque tarde se conoce,que más aún que en el goce,está el goce en el deseo".
http://www.tarifaweb.com/aljaranda/num43/art1.htm
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