sábado, 29 de junio de 2013

NOVELA DE LÓPEZ DE AYALA - 12

GUSTAVO (continuación)

CAPÍTULO IV
Bandera negra.

En ese gabinete está mi tutor, dijo Elena, sin aguardar a que el Conde dijese una palabra.
— No seré yo por cierto quien le distraiga de sus ocupaciones, y más cuando sé de seguro que todas ellas redundan en beneficio de su pupila, dijo, sentándose en la misma butaca que había ocupado Gustavo. ¿Le ha dicho a Vd. algo el compositor poeta de su duelo?
—¡Gustavo un duelo! —Elena se puso pálida como la muerte— ¿Cuándo? ¿Por qué? dijo, levantándose de su asiento, y presta a precipitarse en la estancia donde estaba su tutor.
— !Por una mujer!...
— ¡Por una mujer! ¿Dice Vd. verdad, Señor Conde?
— ¡Elena!
—           ¿Por una mujer?
Elena se contuvo, sospechando que el Conde pudiera tener alguna mira interesada en engañarla.
—  Al menos de ese modo se cuenta.
—  ¡Oh! ¡yo no puedo...! — dijo, volviendo a su cruel incertidumbre y queriendo de nuevo llamar a su tutor.
—  Deténgase Vd., señora: así se ha contado, pero todo ha sido exageración.
Elena respiró.
—  ¡Cuánto interés! ¡cuánto amor! increíble parece que tantas perfecciones engendren en Vd. tan poco orgullo. ¿Es por ventura el amor silencioso y desdeñado digno del corazón de Elena?
—                     ¿Vd. me asegura bajo palabra de honor que no es cierto el duelo de que me hablaba?
Apenas pudo el soberbio Conde disimular su despecho.
— Señora, no le amenaza otro duelo que el que Vd. podrá proporcionarle si exagera un punto más el rigor con el que me trata.
—  Y Vd. Señor Conde, que me hablaba de orgullo, ¿podrá admitir la condescendencia con que le escucho, cuándo sabe que la debo al amor que le profeso a otro hombre?
—  Espero que esa condescendencia, que hoy debo a tan odiosa causa, ha de llegar un día que la alcance por mí mismo. De otra suerte, esté Vd. segura de que no la admitiría.
—  Vd. dice que me conoce y que por eso me ama; ¿no encuentra Vd. en mi carácter algo inmutable, algo que destruya esperanza tan ilusoria?
—  El carácter de Elena es  justo y bondadoso, y yo fundo mi esperanza en su bondad y en su justicia. No es posible que Vd. se resigne por más tiempo a ver que se marchitan sin fruto las virtudes de su pecho por la ingratitud de un solo hombre. El alma en quien Dios ha depositado tantos dones, tiene deber muy santos que cumplir sobre la tierra y Vd. …
—  ¿Irá Vd. a sacar por consecuencia, señor conde, que mi deber es amarle?
Esta ironía hizo palidecer al conde de rabia.
—  Elena, si hubiera un hombre que hubiera dudado del amor, de la virtud y de la eternidad; si hubiera un hombre sumido en las tinieblas, sediento de luz y fundando la esperanza de su regeneración en el amor de una mujer; ¿no fuera egoísta y criminal esa mujer, si le dejase sumido en el abismo, por no iluminar su alma con una parte siquiera del amor que tributa al hombre que al despreciarla se aparta de la virtud y de la fe?

— Y esa mujer ¿seguiría siendo tan sublime a los ojos de ese hombre, después que se enamorase de un licencioso? Y ese hombre ¿si de las primeras muestras de su arrepentimiento, exigiendo la perfidia de una mujer?

jueves, 27 de junio de 2013

NOVELA DE LÓPEZ DE AYALA - 11

GUSTAVO (continuación)

Elena reprimió su llanto, no por otra causa sino por el dolor que causaría a Gustavo el ver correr unas lágrimas que no podía enjugar. Gustavo, que era joven y bueno, condolido de la penosa situación de su hermanita, empezó a llorar; los ojos de Elena se convirtieron en dos fuentes ¡Escena rara e incompren­sible! Elena vertía lágrimas de dolor porque no era amada, y Gustavo lloraba porque no podía amarla como él quisiera y ella.
—  ¡Amar a otra mujer...!
—    No será difícil: tú a cualquier mujer inspirarás un amor digno de ser correspondido. Y, ¿quién sabe? Quizás me ames algún día, pero me dice el corazón que será tarde. Pero... tu exaltada imaginación te saca de ti mismo con mil fantasmas deslumbradores que te arrastran en pos de sí; empiezas a sospe­char que son mentidos; pero no tienes valor para resistir a la tentación de someterlos a la experiencia; después de esa prueba ¿quién me asegura que tu corazón quedará capaz de corresponder a un amor como el mío? ¡Ay Gustavo! En tu grande imagina­ción yo no veía al principio más que una fuente Inagotable de placeres para la mujer a quien amases: hoy en ella contemplo el enemigo eterno de tu tranquilidad y de tu dicha. Por ti lo siento. ¡Qué vida tan inquieta y azarosa te aguarda! Si alguna vez se apaga ese fuego voraz que te consume, y que, lejos de alumbrarte, oscurece el camino de tu felicidad, no sufras entonces de nuevo con el recuerdo de las penas que me has causado. ¡Yo te las perdono de todo corazón y conozco sinceramente que no ha estado en tu piano el evitarlas!... Además, Gustavo, en el fondo de mis penas encuentro cierto placer melancólico que no deja de tener sus encantos para un alma como la mía…Yo viviré con el recuerdo de lo pasado, de los primeros años que nos conocimos. ¡Qué necia, Gustavo! ¡yo creí que habían de venir otros años mejores!... me figu­raré que tenía un amante tiernísimo que se ha muerto, y que mi vida debe reducirse a pedirle al cielo que lo salve. Pero tú... ¡Dios mío! ¡Dios mío!
Elena levantó al cielo sus brillantes ojos, que volvieron a inundarse de generosas lágrimas.
Gustavo no podía ya llorar: estaba espantado de sí mismo, y maldecía mil veces su corazón, que en aquel instante latía silencioso y frío.
— ¡Elena, por Dios, no me anonades más con el peso de tu grandeza!... Hablas de mi asaltada imaginación, y es la tuya la que perturba nuestra dicha. ¿Qué otra cosa es el autor que este afecto tiernísimo que nos une? ¿Yo, no soy desgraciado, cuando tú sufres? Entonces ¿quién te asegura que no te amo?
— Mal comprendes el amor, Gustavo: nada ganaría mi feli­cidad con que examinásemos el afecto que yo te inspiro.            Reinó un instante de silencio.
— ¿Cuándo estrenan tu ópera?
Esta última frase era el candado del corazón de Elena. Gus­tavo lo comprendió de este modo, y no quiso cometer la crueldad de contestarla. Se levantó de su asiento y empezó á pasearse por la sala.
Elena permaneció silenciosa y pensativa.
—¡Qué soledad me aguarda, aun en presencia de Gustavo!
En este momento sonó la campanilla: Gustavo tomó el som­brero.
— ¡Hasta mañana!, dijo, sin acordarse del tutor. Elena no pudo contestarle.
—                     EI Conde de San Román — dijo un criado anunciando.

—                     ¡El Conde aquí! murmuró Gustavo. Elena no pareció turbarse. Una sospecha horrible brotó en el corazón del artista. El conde apareció en la puerta, y Gustavo se retiró, después de saludarle ligeramente.

NOVELA DE LÓPEZ DE AYALA - 11

GUSTAVO (continuación)

Así un pintor, al acabar de trasladar al lienzo la dulce y consoladora imagen de una virgen, en vez de adorar a la mujer que le sirvió de modelo, se enamora exclusivamente de la pin­tura.
Por otra parte, Gustavo entraba por primera vez en Madrid: su imaginación se había desencadenado, y su ambición de gloria empezaba a satisfacerse, y él necesitaba representar en una mujer los encantos y turbulencias de su nueva vida. La modesta Elena no podía representar este papel.
Porque ¡cuán diferente era el amor de la joven!; Si Elena hubiera conocido a Gustavo después de haber adquirido la gloria que ya le circundaba, le hubiese admirado en el fondo de su corazón, pero su natural modestia le hubiera impedido el amarlo; le conoció niño, y aunque desde luego presintió su gran­deza, entonces no le espantaba, porque Gustavo se la hacía comunicable con la espontaneidad del niño.
Aquella mezcla encantadora de mancebo candoroso y de hombre grande, despertó exclusivamente para el amor toda la adormecida existencia de la niña; después de conocer a Gustavo, delante de otra cualquier persona sentía muerta la mayor parte de su alma; sólo la luminosa mirada del compositor poeta, que siempre revelaba algún grande pensamiento, lograba infundirle vida. La peligrosa franqueza con que Gustavo le comunicaba sus gran­diosos planes, exaltaba su virgen imaginación con las más dulces esperanzas, y lejos de despertar su orgullo, manifestándole que ella era capaz de comprender sus grandes pensamientos, sólo en ella veía una muestra de la bondad y modestia de su amante; nuevo encanto que acrecentaba su amor. Elena se juzgó amada.
Ella había visto un lindísimo cuadro que representaba un soberbio león a quien Cupido conducía a su antojo, sin otro freno que una hebra de seda. La idea de que ella representaría en la brillante existencia del compositor poeta el papel del niño alado, inundaba sus ojos en lágrimas de ternura, de amor y felicidad.
Finalmente, acostumbrada a vivir delante de los ojos de su amante, el día que de ella los apartara, no sabría la pobre niña para qué pudiera servirle la existencia.
Pocos meses antes de salir Gustavo de Salamanca, murió una anciana que había servido de aya a Elena: su tutor, con el pretexto de aliviarla de la grave melancolía que esta desgracia le había producido, vino a establecerse a Madrid; otro en realidad era su objeto; pero más le valiera no haber salido nunca de Salamanca.
—  ¡Nada me dices, Elena! —dijo Gustavo, como dando a entender que él había callado, no por otra cosa, sino por que aguardaba a que ella hablase la primera– tu silencio me castiga más cruelmente que pudieran hacerlo tus palabras.
— ¿De qué sirven las quejas, Gustavo? Además, si tú tuvieras alguna disculpa satisfactoria que darme, no esperarías a que yo me quejase: cuando tú me la callas, más me valdrá no saberla.
— Elena, ¿de dónde nace la nueva reserva con que me tratas? ¿Es acaso que tu orgullo no te consiente tratar con igual franqueza al autor celebrado que al estudiante oscuro?

—  ¡Mi orgullo, Gustavo! ¡no me insultes! estudia tu corazón, y en él encontrarás la causa de mi reserva. En otro tiempo, es verdad, no había secretos entre los dos: poco me importaría que tú penetrases cuanto está pasando en un corazón; pero dime: ¿tú te atreverías a manifestarme lo que pasa en el tuyo? No: no te atreverías, y yo te lo agradezco. Ya lo ves, Gustavo, no hay miedo de que pierdas un afecto, pues la misma razón porque otra dejaría de quererte, a mi me esfuerza a quererte más. Quizás esto sería para ti una desgracia. 

martes, 25 de junio de 2013

NOVELA DE LÓPEZ DE AYALA - 10

GUSTAVO (continuación)


CAPÍTULO III
Elena
…. Su alegría,
es el nacer del Sol; si mira triste,
es la tristeza, con que muere el día.
(Selgas.)

Antes de haber escuchado los saludables consejos del Tutor, con mucho recelo se hubiera presentado Gustavo delante de Elena, temeroso de que hubiera conocido en sus ojos la verdadera causa de su ausencia, y aunque él todavía no sabía darse cuenta de cuál había sido, por el conato que instintivamente ponía en ocultarla, debemos sospechar que no era muy buena. Pero se hallaba en este momento tan poseído de las sublimes máximas del tutor que conociendo que en su flexible fisonomía debía reflejarse lo que pasaba en su alma, no temía ya la mirada de la niña, esa terrible mirada de la mujer que nos ama y que lee en nuestros ojos el secreto más íntimo del corazón.
Ostentando en su frente los nobles sentimientos que le domi­naban, como pudiera una corona de laurel, se adelantó Gustavo a recibir á su hermanita, como él solía llamarla.
— ¡Perdón, Elena!: —la dijo, tomándole cariñosamente la mano.
— Mal empiezas, Gustavo; —respondió la niña, sonriendo con tristeza y dulzura— pues tu primera palabra indica que me has ofendido.
— ¡Ofenderte, Elena! ¡Grande deberá ser el castigo del que te ofenda!
— Mal demuestras que así lo crees, cuando tan poco cuidado pones en evitarlo. En fin, siéntate, si es que no estás deprisa.
Estas últimas palabras, después de dos días de ausencia, encer­raban toda la crueldad de que era capaz el corazón de Elena.
Sentaronse los dos: Elena en el sofá y Gustavo en la butaca más inmediata.
Reinó un momento de silencio, que entristeció profundamente el corazón de Elena. «Gustavo no sabía qué decirla»; esta idea helaba la sangre de la joven.
Mil veces en Salamanca había presenciado tranquila las profundas y silenciosas meditaciones de Gustavo: «Después me dirá lo que piensa», solía decirse; y halagaba dulcemente su orgullo el considerar que a su presencia concibiese el artista sus mejores pensamientos.
Hoy le observaba pensativo, y la pobre niña no se atrevía a preguntarle cuál era el objeto de sus meditaciones.          «Rompiose la celeste armonía que reinaba en nuestras almas, y Gustavo y yo ya no somos una misma cosa», dijo para sí, apoyando sobre una mano su cabeza, llena de melancólica hermosura.
Gustavo quería consolarla, pero era incapaz de mentir, y no podía pronunciar la palabra que Elena necesitaba para salir de su profunda tristeza,

Gustavo nunca había amado a Elena; si acaso, la había querido como a una hermana. La conoció antes de ser célebre, y entonces era imposible que él hubiese amado a ninguna mujer. Explica­remos esto. El hombre que ha concebido la ambición de la gloria, no puede concebir ninguna otra pasión secundaria; la satisfacción de todas la remite al día en que consiga satisfacer la principal; no quiere entonces exigir el amor de ninguna mujer, por que se figura que no ha de inspirarlo tan intenso, tan entusiasta, tan sublime, como el día que lo exija con la frente ceñida de lau­reles; se le figura que entonces no existe o consiste, sino que está traba­jando para nacer, y no quiere gastar su corazón, para entregarlo virgen a las grandes emociones que su gloria satisfecha ha de proporcionarle. Nunca Gustavo hubiera sentido dentro de su alma melodías tan dulces y melancólicas, si antes no hubiera conocido el sublime carácter de Elena. No puede un genio, por inspirado que sea, conocer en la soledad y por sí solo el corazón humano. Elena era un libro precioso donde el artista leía diariamente todos los misterios, todos los encantos, toda la gran­deza de un alma sublime y enamorada; muchos cantos, de su ópera no eran otra cosa que la sencilla expresión de los senti­mientos de Elena: todo su mérito consistía en haber sabido interpretar sus miradas; pero el insolente artista imaginaba que todos sus pensamientos eran hijos exclusivamente de su genio, y que Elena no era más que la casualidad que se los desarrollaba.

domingo, 23 de junio de 2013

NOVELA DE LÓPEZ DE AYALA - 9

GUSTAVO (continuación)

— ¡Ese es un nuevo ultraje! —respondió el tutor a las últi­mas palabras de Gustavo— estar sin vernos dos días y parecerle poco tiempo
— ¿Y mi hermanita?
— Si ¡contenta tendrás a tu hermanita! ¿No la has visto en la sala?
— No, Señor.
— Pues ya vendrá. Siéntate. No te pido cuentas del tiempo que hace que no nos vemos, ni te doy quejas; porque yo conozco tu genio bondadoso, y esto sería obligar a que nos visitaras dia­riamente, lo que en estas circunstancias te sería molesto, y tanto tu hermanita como yo sufriríamos mucho al ver que nos visitaba por bondad, quien siempre nos ha visitado por cariño.
—  ¿Merezco tanta crueldad? ¿No es disculpa...?
—  Sí; ¡no hablemos más de ello... pero esta es la primera vez que te veo buscar disculpas...! ¡si vieras que mal efecto me hace! —dijo el tutor enternecido y no pudiendo a pesar suyo pasar ligeramente sobre un asunto que era para él harto interesante. Comprendió Gustavo que el enternecimiento del anciano por causa tan leve, no era nacido de lo que había pasado, sino un triste presagio del porvenir. Gustavo recordó que efectivamente había vivido dos días completamente olvidado de aquella familia que siempre había sido la suya «¿qué vida, dijo para sí, es la que me aguarda, cual es el fin que en ella me espera, cuando empieza por robarme los afectos más nobles de mi corazón?».
              Esta reflexión cubrió de un tinte melancólico la frente del artista. Llegose al tutor, y tomándole la mano, le dijo con cierta solemnidad:
—  Padre, por Dios, respóndame Vd. la verdad de lo que voy a preguntarle: ¿cree Vd. posible que yo deje de ser lo que siem­pre he sido? Vd., que ha estudiado mi carácter ¿no encuentra en él algo que le convenza de que es imposible que mi corazón se mude?
              Al decir esto Gustavo, se marcaba en su fisonomía un temor tan grande de ser malo, que el tutor, ya repuesto y seguro, se apresuró a tranquilizarlo:

— Sosiégate, Gustavo: efectivamente, hay en tu alma una ten­dencia al bien tan constante e irresistible, que ella espero que en las mayores tempestades sabrá sacarte a puerto seguro. Sin embargo, es preciso no descuidarse; y ahora mucho menos. Así como hay ocasiones en que los poros están abiertos y las enfer­medades físicas se adquieren con más facilidad, de la misma manera en algunas ocasiones de la vida, abierta el alma a toda clase de sensaciones, puede recibir heridas incurables que deciden de la existencia del hombre. Tu corazón es bueno; pero es muy exaltable tu fantasía, y una imaginación grande es una eterna tendencia a la desorganización. Examina bien las nuevas perso­nas que te rodean antes de hacerlas dueños de tu afecto: mira que todo ha de parecerte ahora bello, y poner el cariño en una persona indigna, no es solo sufrir un desengaño, sino concebir la duda, enfriar el corazón y cerrarse la puerta a todos los nobles afectos; si; ¡una vez concebida la duda por uno de esos hombres que se gozan en analizar el corazón humano, no se desvanece jamás¡ Perdona si me atrevo al darte consejos: tú tienes más talento que yo: si los acontecimientos de la vida se presentasen juntos, bastaría una mirada tuya para comprenderlos todos; pero como esto no sucede así, siempre el talento deberá escuchar la voz de la experiencia. Examina muy detenidamente la persona de quien vayas a recibir beneficios; no te ofendas; un corazón generoso admite favores con facilidad, porque no le asusta la idea de recompen­sarlos; pero ten entendido que a todos los hombres se les pue­den hacer beneficios, pero de muy pocos se pueden recibir. Finalmente, Gustavo, ten presente que la fortuna todo lo gobierna a su despótico arbitrio; sobre todo ejerce su imperio; puede hacer a los hombres más opulentos o más pobres; pero nunca podrá destruir la paz imperturbable que reina en el corazón del hombre que siempre ha sido honrado.
Gustavo, profundamente conmovido por las palabras del viejo, recordó el discurso del Conde y avergonzose del buen efecto que le había producido. La imagen de Séneca y de Catón cruzó por su mente.
El tutor quedó, muy satisfecho del buen resultado de sus con­sejos. El pobre ignoraba que también quedaron satisfechos Gui­llermo, Moncada y el Conde.
En este momento se dejaron oír en la vecina sala las blandas pisadas de Elena. El tutor tomó la pluma, como para advertirle a Gustavo que podía salir a recibir a su hermanita y aun hablar con ella en la sala.

Así lo comprendió Gustavo, y así lo hizo.

viernes, 21 de junio de 2013

VENTAJAS Y UTILIDAD DEL FERROCARRIL

                Por Cayetano Yanes – junio 2013

        Nuestro amigo Cayetano Yanes, nos envía una nueva versión de su artículo sobre la utilidad del ferrocarril, que ha mejorado con nuevos datos y fotografías.
Comenzaremos dando cuenta del siguiente despropósito histórico recientemente llevado a cabo. Por estas fechas de Junio del 2013 ha ocurrido un hecho histórico digno de resaltar: se ha cerrado en la línea de ferrocarril Sevilla-Mérida el servicio Sevilla-Llerena por parte del gobierno actual de la Nación que tantos cambios, no sabemos si irreversibles, ha llevado a cabo y que venía prestando servicio desde su fundación en el siglo XIX. Existía en el citado siglo XIX un dicho acuñado en el Reino Unido que decía “que el país construya caminos de hierro que ellos construirán el país”; en nuestro caso haremos un recordatorio histórico de la línea a la que hacemos referencia, línea que comunica en la actualidad dos capitales de Comunidades Autónomas, Mérida de Extremadura, que no tiene un solo kilómetro electrificado, siendo sus trenes los únicos de gasóleo que llegan a la estación de Atocha, y Sevilla de Andalucía, ambas las regiones de menor renta per cápita de España y de las de mayor índice de paro.

Su historia

En el siglo XVIII circulaban por Guadalcanal las siguientes vías de caminería: “la ruta del azogue” desde Almadén a Nueva España; “El camino Real” de Sevilla a Madrid por Talavera, con su ramal a Badajoz y Portugal (diccionario Madoz); el conocido camino coincidente con una “cañada real de Sayales” que transcurría desde el Mediterráneo por Córdoba hasta Badajoz y el Atlántico, que fue mejorado por Elorza en nuestra zona desde el Pedroso hasta Bienvenida para dar salida al norte en el siglo XIX a los hierros de la Fundición del Pedroso (ver figura en el álbum de fotos); en el siglo XIX aparece el ferrocarril que revoluciona las comunicaciones, teniendo la suerte Guadalcanal de pasar por su término la línea que en sus orígenes estaba ligada a la minería, la fundición del Pedroso y el carbón de Villanueva del Río y Minas, su historia es la siguiente: concurrieron en su proyecto varios grupos comerciales, bancarios y ferroviarios, que confluyeron en el norte de la provincia de Córdoba, comarca del Guadiato donde existían yacimientos de carbón, fuente de energía fundamental en el nacimiento de la era del vapor. Los principales actores fueron, por un lado, los socios de la empresa Cia Ferroviaria de Badajoz, denominada “la Badajoz”; su proyecto inicial era para la línea férrea: “Ciudad Real-Puertollano-Almorchón-Mérida-Lisboa”, con unión en Ciudad Real con la de Madrid, por lo que entraba en franca competencia con la cía. Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y a Alicante –MZA- creada por escritura firmada en Madrid el 10 de enero de 1857, y que en 1866 tenía construidos 1.425 km cuando aparecieron los graves problemas financieros de la empresa relacionados con la crisis económica general del país; era la MZA dependiente económicamente de la rama francesa de la Casa Rothschild en un tercio y los otros tercios por la banca Mirabaud y la banca Cahen de d’Anvers, la primera de ellas había comenzado invirtiendo en el sector del plomo en los años cuarenta del siglo XIX, inicialmente en la comarca de Peñarroya, y posteriormente en Jaén y Cartagena, la relación minería-ferrocarril era manifiesta; la tercera compañía en la citadacompetencia era la Compañía Andaluza de Ferrocarriles, de la que hablaremos. Es con posterioridad a la crisis de 1865 a 1868, del periplo de la Primera República (de la que fue ministro Adelardo López de Ayala) y las nuevas legislaciones al respecto, cuando se produce el resurgir de las construcciones ferroviarias coincidiendo cronológicamente con la entrada en la Badajoz de la banca francesa Societé Genérale y otras bancas extranjeras, y de los yacimientos mineros en general y concretamente en las cercanas comarcas de Azuaga, Berlanga (colindantes con Andalucía por la parte de Guadalcanal) y el norte de Córdoba.

Mapa de los principales caminos carreteros de España en el siglo XVIII, se aprecia el trazado Córdoba-Constantina-Zafra, citado en el texto, que discurre por la senda de Sayales.

Un conflicto de competencias se creó entre las compañías ferroviarias: la Badajoz, la MZA, (de la que el principal accionista era la banca Rothschild y sus asociadas francesas), y la Compañía Andaluza de Ferrocarriles, creada por Jorge Loring Oyarzabal, Joaquín de la Gándara, Tomas Heredia y Manuel Larios, empresarios malagueños, estos últimos con intereses en las líneas Sevilla-Mérida, Córdoba-Bélmez; y la MZA con intereses en la Sevilla-Huelva y posteriormente Huelva-Zafra, estas últimas relacionadas con los intereses mineros del cobre en Huelva de la sección inglesa de la casa Rothschild en las minas de Río Tinto (empresa RTCo.) y su comunicación con el puerto de Sevilla. La lucha de intereses retrasaron las obras de la línea Sevilla-Zafra, de especial importancia para la llegada del carbón, tanto de Villanueva… (Sevilla), como de la cuenca del Guadiato, a la fundición del Pedroso y, a su vez, a la fundición de Málaga. En esta última fundición se tenían fabricados los raíles para emplearlos en las vías, lo que hubiese supuesto un desarrollo fundamental para dicha fundición y adicionalmente para todo el entramado industrial andaluz. Finalmente la construcción y explotación de la línea se llevó a cabo por la empresa MZA, constructora de la estación de Córdoba, en la plaza de Armas de Sevilla (ver figura), las siglas de esta compañía pueden verse en el frontal de dicha estación y en diversos lugares de Villanueva del Rio y Minas, por ejemplo, en la chimenea que todavía existe y en los antiguos colegios, su disfrute duró hasta la nacionalización a RENFE en 1941. Es conocida la frase de James de Rothschild “quien construya las primeras grandes líneas obtendrá los grandes negocios en España…”; entre ellas estuvo la MZA y su paso por Guadalcanal.
Una vez terminada la línea, en 1889 un ingeniero italiano montó un monorraíl que trasladaba mineral de hierro desde la mina Las Herrerías hasta la estación de ferrocarril de Guadalcanal, en principio con tracción animal sustituyéndose posteriormente por una máquina de vapor, dicho mineral junto al de la Jayona, se utilizó como fundente de plomo por la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñerroya, la SMMP.
A partir de 1890, la compañía comenzó el proyecto de los 69 km de la línea Fuente del Arco-Peñarroya, (Compagnie Fives-Lille) para conectar directamente las minas de Peñarroya con el puerto de Sevilla, todavía no se entiende como esta obra se acometió como vía estrecha o métrica, lo que obligaba al trasbordo de mercancías, seguramente debido a la no finalización de los contactos entre la empresa citada y la MZA, que finalmente no quiso participar en su construcción que se realizó entre los años 1895 y 1897, el primer tramo hasta la mina Triunfo y la mina LLerenense, en Berlanga colindantes con Azuaga, se inauguró el 23-06-1895. Esta línea que se continuó hasta Puertollano fue la primera electrificada de Andalucía (foto de una máquina eléctrica usada en la línea en el álbum de fotos), y la segunda de España, a su paso por las fuertes pendientes de Sierra Morena, actualmente el trazado del AVE es paralelo a la referida línea.
Otras actividades en la zona se pueden resumir: en 1902 se monta el “tranvía aéreo” de 5,6 km desde la mina de la Jayona hasta la estación de Fuente del Arco, para emplear su mineral de hierro, junto con el de las minas de Guadalcanal como fundente en las fundiciones de plomo de Peñarroya, como hemos citado. En ese mismo año se crea en Alanís la explotación argentífera el Marín por la empresa Sociedad Argentífera Sevillana, con más de 500 empleados. En la década de 1870 la MZA adquirió las minas de carbón de Villanueva, con lo cual los Rothschild dominaban prácticamente la totalidad del carbón en el sur de España; en 1836 Antonio de Elorza y Aguirre recomienza el proyecto de la fundición del Pedroso, que estuvo en activo hasta 1895, año en la que se paraliza la producción vendiéndose a una empresa inglesa en 1899; Elorza fue siempre consciente de la necesidad del empleo del carbón mineral para la fundición del hierro, estuvo interesado en el carbón de Villanueva y el de la cuenca Guadalcanal-Fuente del Arco.

 Vista de la línea electrificada a su paso por la estación de Horcajo.
                            
 Fotografía de una máquina eléctrica utilizada en la vía estrecha. Después de la guerra civil fueron trasladadas al norte de España

El viaducto de Horcajo donde se aprecia la línea electrificada. Una nueva vista se aprecia en la imagen siguiente.

Fotografía de la actualidad donde se pueden ver al fondo la línea del AVE y en primer lugar el viaducto de Horcajo de la vía estrecha
                                 
Vista al fondo del monumental edificio de la sede central de la empresa SMMP en Peñarroya.

Vista de la estación de Córdoba, construida en Plaza de Armas, debajo del reloj están inscritas las siglas MZA 
Estaciones de Zafra, en primer lugar la de la línea Huelva-Zafra y al fondo la de Sevilla-Mérida

Estación de Guadalcanal nevada, aunque reciente, actualmente ha sufrido modificaciones.
                                
Siglas de la empresa en un edificio de Villanueva del Rio y Minas, y en el material.

Importancia económica

La línea férrea Sevilla-Mérida había sido concedida inicialmente a Manuel Pastor, el cual negoció la participación de su construcción con las empresas citadas, la Andaluza, la Badajoz y la MZA; finalmente, por fin en el verano de 1880 se acordó la integración de los competidores respecto a la línea Sevilla-Mérida, no sin antes pasar por algunos pleitos que retrasaron su conclusión, que ocurrió hacia finales de la década de los 80, la línea llegó a Guadalcanal en 1886. Otro dato sobre la economía de la comarca es que también el empresario minero Huelin cedió en 1881 sus intereses mineros en los yacimientos de plomo de Berlanga a la Peñarroya hasta 1910; la paralización de la línea Sevilla-Mérida supuso para la zona y sobre todo para la fundición del Pedroso un desastre económico. El hecho que la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya, SMMP, que llegó a convertirse en una auténtica multinacional, no tocase el sector siderúrgico, sector industrial del que tenía necesariamente que servirse para sus infraestructuras, no sólo mineras sino también industriales y ferroviarias, sólo se entiende por la existencia de algún pacto no conocido, al menos por mí, con los ferrones del norte, de forma que el suministro de material de hierro se efectuase por parte de dichas empresas del norte a cambio de alguna otra prebenda de índole política. No hay que olvidar que los Rothschild, y su red de negocios en España, tenían como base la utilización de influencias en la corte, iniciadas desde su entrada económicofinanciera en la guerra de la Independencia y la posterior época de Fernando VII. Ello supuso la principal herramienta para la toma de decisiones en sus negocios. A nivel ferroviario tenían como principales contrincantes a la empresa Ferrocarriles del Norte regentada por los hermanos Pereire. El hecho que esta última empresa tuviera intereses en el carbón de Villanueva, más la presencia de otras presiones que venían por la empresa la Badajoz, hizo que la línea Sevilla-Mérida y la unión con la Sevilla-Málaga, o la línea directa Peñarroya-Córdoba-Málaga no cumpliesen con la imperiosa necesidad industrial de suministrar el necesario combustibles para los altos hornos andaluces y las fundiciones de plomo de Jaén.
Ello se relaciona con el fallido proyecto de montaje en España de los primeros altos hornos por el sistema Bessemer en la Fundición del Pedroso, cuando todo estaba iniciado para su construcción.
La estrategia principal de la casa francesa era la de introducción en sus redes de influencia a ministros y personalidades; sirva de ejemplo citar como consejeros de la SMMP a Gonzalo y Álvaro Figueroa, marqués de Villamejor y Conde de Romanones respectivamente, o José Canalejas y sus hijos José y Luís, todos senadores. El más sonado de los sobornos se dio en 1834 y relacionado con la concesión de las minas de Almadén a los Rothschild, de forma que para evitar la oposición del ministro Toreno se le sobornó con una cantidad de 1,3 millones de francos (4.962.100 reales al cambio según datos de M. A. López-Morell y J. M. O`Kean en su trabajo titulado “La red de negocios de la casa Rothschild en España como una estructura de toma de decisiones y de gestión empresarial”), ambos autores citan “la Agencia tenía la costumbre de reservar, por sistema, un 2 0/00 de los beneficios del negocio para pequeños sobornos a informadores, amigos en el gobierno y políticos locales o próximos a sus zonas de influencia”. También citan dichos autores que por la defensa de la propuesta de la concesión de la pequeña línea Fuente del Arco-Peñarroya se pagaron hasta 5.000 pts. de la época a los senadores que defendieron la ponencia a favor de la MZA.
La SMMP según el autor citado, M. A López-Morell, llegó a tener un nivel de negocios tal que entre 1829 y 1914 representó entre el 6,7 y el 10,9 del total de las exportaciones españolas, llegando “a alcanzar el primer puesto por activos en el ranking de las empresas industriales radicadas en España y a convertirse en una empresa multinacional, a todos los efectos, con posterioridad a la Primera Guerra Mundial”. Veamos otros datos de producción de la empresa; desde 1908 se comenzó a recuperar cinc de los minerales de la mina S. Froilán, a partir de este proyecto se comenzó a fabricar ácido sulfúrico y como consecuencia se emplearon los excedentes de ácido en la producción de superfosfatos para fertilizantes.
Los minerales eran tratados por la compañía, de forma que en 1908 producía el 30,8 % del total de plomo dulce español, y en 1911 ya se producían 40.000 Tm de superfosfatos con el excedente de sulfúrico producido derivado de la tostación de las piritas. La empresa se amplió con la formación de otras empresas como la Sociedad de Piritas de Sevilla y la Sociedad Española de Tejidos Industriales, la primera destinada a asegurarse el suministro de azufre para la producción de superfosfato y la segunda para la producción de envases industriales, llegando a convertirse en una auténtica papelera. Las principales zonas de influencia de dicha empresa era Puertollano en Ciudad Real hasta Madrid, el norte de Andalucía y el sur de Badajoz, fue la mayor productora mundial de plomo dulce y la principal abastecedora de carbón, electricidad, superfosfatos y derivados del petróleo en toda el área geográfica de los alrededores, siendo líderes de los metales no ferrosos; fue una empresa dinámica en lo tecnológico y la integración industrial, empleando el modelo multitarea-multifunción para sus empresas, tenía más de 45 filiales en todo el proceso de producción y distribución y se caracterizaba por una auténtica obsesión por la tecnología. La política llevada a cabo por la rama francesa en la SMMP, más tecnológica, fue distinta a la llevada por la rama inglesa de los Rothschild en Rio Tinto por la empresa RTCo. Al contrario que en la RTCo., en la Peñarroya se optó por todo el proceso de refino, ciertamente la electrolisis ya se utilizaba en Montana (USA) en 1880, en 1918 la trajo la Peñarroya que había comprado la patente del refino del cobre por flotación y electrolisis a la empresa Mineral Separation; sin embargo, Rio Tinto estaba considerado en 1980, por su magnitud, el mayor centro minero del mundo. La comunicación de ambas sedes se llevó a cabo por la línea Huelva-Zafra, confluyendo en esta última población, a la que le proporcionó auge comercial, con la Sevilla-Mérida, que a su vez se comunicaba con Peñarroya-Puertollano por la vía estrecha de Fuente del Arco.
El cercano e intenso ambiente industrial dejó impronta en los alrededores, siendo los años de mayor despegue comercial e industrial de Guadalcanal sobre todo en el sector oleícola con la implantación de los molinos movidos por vapor y prensas hidráulicas, dos extractoras, destiladoras de aguardiente, tres harineras, empresas de transporte de mineral,…, eran los tiempos en Guadalcanal de los apodados “doce apóstoles”, hasta la guerra civil, que hizo desaparecer, entre otras iniciativas, a la SMMP. Para Guadalcanal, la cercanía de la SMMP y la presencia del ferrocarril supuso una expansión de la comercialización de sus productos, entre los que podemos citar: aguardientes, lana y ganado, minerales, aceites esto último relacionado con la expansión de sus olivares; al mismo tiempo, se llevó a cabo la construcción de la carretera Llerena-Utrera (la comarcal 432) que relacionaba zonas cerealistas de la comarca sur de Badajoz y la comarca de Carmona-Utrera en la vega del Guadalquivir, en los años en los que se proyectó el frustrado (todavía hoy) regadío de la fértil vega de Carmona.
En vísperas de la Primera Guerra Mundial la SMMP se convirtió en la primera productora mundial de plomo dulce (118.017 Tm en 1914), “en 1916 alcanzó el record de 152.287 Tm de plomo fundido y también toma la cabeza de la producción de carbón en España con 828.825 Tm, por encima de las 724.094 Tm de la Duro Felguera”. En la década de 1920 la producción decayó como consecuencia de la crisis mundial, sin embargo, la empresa inició una renovación tecnológica como fue la aplicación de la técnica de flotación.
La crisis que llegó también al sector del carbón inclinó a la empresa a crear una nueva central térmica en Puertollano en 1924, con el fin de suministrar energía eléctrica a Madrid y al resto de la región. En 1919 había construido la central térmica de Peñarroya con dos turbo alternadores de 10.520 kW (10,5 MW) y se abría una vía de colaboración con la empresa Mengemor (posterior Compañía Sevillana de Electricidad) para la electrificación de la región, y su empleo en la empresa Electromecánica de Córdoba para el refinado de cobre onubense, en 1924 y empleando tecnología procedente de Estados Unidos (concretamente de la empresa Anaconda) se comenzó a estudiar la implantación de la electrolisis y de los hornos de fundición eléctricos, además de la electrificación de todas las instalaciones de la Peñarroya, incluidas las minas. Otro aspecto de la producción fue que desde 1919, con la creación de la empresa Aceites Minerales Españoles, se inició la destilación de las pizarras bituminosas de Puertollano, con un tipo de proceso de acuerdo con la empresa francesa Sté.
Lyonnaise des Schistes Bitumineux, lo que dio lugar a la creación de la refinería de Puertollano y en su desarrollo fue una auténtica industria petroquímica, la primera de España.

La actualidad

Se parte, según un juicio bastante extendido que comparto, de un erróneo concepto nacional sobre el ferrocarril, optando por su paulatina destrucción y desmantelamiento; no cabe duda que ello nos separa de países desarrollados del norte de Europa en el concepto dual: transporte ferrocarril-carretera. La opción alta velocidad, AVE, aparece opositora frente a la de integración del territorio que estimula la media distancia y cercanías ya existentes, que, a su vez, para el transporte de mercancías estas líneas deberían disponer por comarcas de áreas de distribución con servicios para contenedores, con los que hoy se mueve la mayor parte del comercio en la economía global. Por tanto, concluimos que la conservación y modernización de las líneas actuales debería considerarse una política prospectiva, o de futuro, a estudiar seriamente.
El proyectado cierre de líneas férreas calificadas de deficitarias, en lugar de su potenciación como transporte de futuro supondrá, a medio plazo, la destrucción de una posibilidad de la que se ha hablado ampliamente tiempo atrás, la necesidad de cambiar el arcaico y trasnochado ancho de vías español por el ancho europeo, lo que supondría la circulación continuada de trenes de mercancías por todo el territorio de la Unión Europea sin necesidad de transbordo, ello unido a la paulatina electrificación de las líneas cambiaría la utilización de combustibles fósiles en la tracción a energía eléctrica obtenida de las energías alternativas; asimismo, la destrucción irreversible del patrimonio cultural del ferrocarril, de sus estaciones, de su historia; supone, de forma paralela, la destrucción del potencial turístico, además del productivo industrial y agrícola, de aquellas comarcas de las que desaparece o disminuye su uso. Somos desagradecidos con todo aquello de lo que un día sacamos provecho, para el siguiente, arrojarlo al desmantelamiento y al abandono, a la basura en resumidas cuentas; hemos visto, tristemente, como la destrucción de algunas líneas se ha convertido en un proceso irrevocable (sin vuelta atrás), baste como ejemplo el desmantelamiento de la línea Hueznar-Cerro del Hierro de indudable interés turístico, convirtiéndose dichos trazados ferroviarios en lo que se denominan “vías verdes”, lo que no ha ocurrido en el norte de España con las líneas de FEVE.
Se plantea, como en tantos otros sectores, la necesidad de la creación de una plataforma ciudadana de defensa del ferrocarril, tanto para el transporte de mercancías como de pasajeros en ese cómodo método de transporte que en los tiempos actuales nos permite viajar leyendo o utilizando la informática.
Por último recordemos las palabras de Benito Pérez Galdós alabando la labor del ferrocarril, en el capitulo VII de su obra La de los tristes destinos, el último episodio de los diez de la cuarta serie de los Episodios Nacionales:
 ¡Oh Ferrocarril del Norte, venturoso escape hacia el mundo europeo, divina brecha para la civilización!…Bendito sea mil veces el oro de judíos y protestantes franceses que te dio la existencia; benditos los ingeniosos artífices que te abrieron en la costra de la vieja España, hacinando tierras y pedruscos, taladrando los montes bravíos, y franqueando con gigantesco paso las aguas impetuosas. Por tu herrada senda corre un día y otro el mensajero incansable, cuyo resoplido causa espanto a hombres y fieras, alma dinámica, corazón de fuego…El lleva y trae la vida, el pensamiento, la materia pesada y la ilusión aérea, conduce los negocios, la diplomacia, las almas inquietas de los laborantes políticos y las almas sedientas de los recién casados; comunica lo viejo con lo nuevo; transporta el afán artístico y la curiosidad arqueológica; a los españoles lleva gozosos a refrigerarse en el aire mundial, y a los europeos trae a nuestro ambiente seco, ardoroso, apasionado. Por mil razones te alabamos, Ferrocarril del Norte, y si no fuiste perfecto en tu organización, y en cada viaje de ida y regreso veíamos faltas y negligencias, todo se te perdona por los inmensos beneficios que nos trajstes!, ¡Oh grande amigo y servidor nuestro, puerta del trafico, llave de la industria, abertura de la ventilación universal, y respiradero por donde escapan los densos humos que aún flotan en el hispano cerebro!

NOVELA LÓPEZ DE AYALA - 8

GUSTAVO (continuación)

No era menester tanto para acalorar la exaltable imaginación de Gustavo; sus ojos lanzaban rayos de inspiración; no ya sueños de ambición y de gloria, sino la imagen de Lovelace y Tenorio dominaba su fantasía: ansiaba en aquel momento ser el protagonista de mil dramas desgarradores, y su sangre juvenil latía alborotada y sedienta de impuros y deshonestos placeres. ¡Pobre joven! Creyéndose el hombre más independiente del mundo, se hacía esclavo del primero que exaltaba su imagina­ción.
A poco sonó un reloj del café, y los dos amigos se separaron.
Quisiera Gustavo verse en aquel momento delante de la Con­desa, pero recordando que hacía dos días que no visitaba a Elena, mudó de propósito y se encaminó a la casa de la segunda.
Además, deseaba tener una escena dramática con su deslum­brante Señora, y quería meditar despacio los resortes de que había de valerse.
Las palabras del Conde no dejaban de resonar en sus oídos particularmente aquello de «Todos los instantes de la vida pueden igualmente aprovecharse en beneficio de la virtud; los instantes del placer son breves: huyen y nunca vuelven», le pareció de perlas, y pensó decírselo a la primera mujer que se encontrara.
En esto llegó a la casa de Elena. Tiró de la campanilla; abrie­ronle la puerta y sin preguntar por nadie entró en la sala.
Figúrese el lector una sala bastante espaciosa y adornada con más elegancia que lujo. El suelo está cubierto de una delicada estera de junco.
Las flores de los fanales, y algunos retratos de familia sacados en miniatura, recuerdan la habilidad de las lindas manos de Elena. A la izquierda hay dos anchos balcones, cuyas puertas estar cubiertas de pabellones blancos y encarnados: los visillos que cubren los cristales, son chinescos, y dando paso a la luz, dibujan en la fachada de enfrente sus caprichosas labores.
En el espacio que media entre los dos balcones, hay una mesa cubierta de mil juguetes de China y de preciosas conchas y caracoles de América. Sobre esta mesa está colocado el bellísimo retrato de una niña, que empieza a ser mujer sin dejar de ser Ángel.
En el testero de enfrente hay blando sofá, rodeado de cuatro elegantes butacas: sobre todo se ostenta una bellísima copia del pasmo de Sicilia, y varios otros cuadros religiosos cubren el resto de las paredes, que, vestidas de un papel rojo, bordado de grandes ramos negros, e imitando perfectamente el relieve del terciopelo, reflejaba sobre los objetos una luz indecisa y agradable.
Gustavo miró en torno suyo, y hallándose solo se dirigió al gabinete inmediato. Dio en la puerta dos golpecitos para anun­ciarse.
—¡Adelante!, dijo la conocida voz del tutor de Elena.
Gustavo se halló en un gabinete sencillo, adornado con dos estantes de libros y varios mapas. El tutor escribía delante de su bufete,
—iTú por acá, Gustavo! dijo el tutor soltando la pluma, quitándose los anteojos y alargándole la mano:
—¿Tanto tiempo hace ya que no nos vemos, mi querido papá?

El tutor de Elena había sido condiscípulo del padre de Gus­tavo: vivía en Salamanca con su pupila, cuando Gustavo empezó a estudiar filosofía en aquella universidad. Como era natural, su padre lo recomendó eficazmente a su antiguo amigo: éste cumplió tan bien con su encargo, que el bondadoso artista no sabiendo de que manera recompensarle, le llamaba padre: a poco murió el suyo verdadero, y sentía un placer melancólico en darle este nombre al que fue su mejor amigo.