SOBRE DOS VECINOS DE GUADALCANAL,
POETAS POPULARES, APODADOS EL BOTINERO Y EL LAZO, A LOS QUE
CALIFICA DE RIMADORES E IMPROVISADORES
Por José Mª Álvarez
Por José Mª Álvarez
En
cierta ocasión, el Botinero fué á Madrid. Entonces D. Adelardo López de Ayala
era presidente del Congreso, y aquel no pudo resistir á la curiosidad de
presenciar una de las Sesiones presididas por el poeta; aunque consiguió
papeleta especial, sin embargo, tuvo cortedad y fuese á ocupar lugar en la cola, logrando entrar en la tribuna
pública. Cuando regresó á Guadalcanal le preguntaron y él contestó:
«Metido yo entre la gente
de la popular tribuna,
tuve la grande fortuna
de poderme recrear
en una hermosa figura
llena de majestad,
que se mesaba la pera
sentado en su pedestal;
y lleno de admiración,
de ver tanta gallardía,
a mi pobre corazón,
con júbilo le decía,
─ ¡Es posible que yo vea
al que hizo en Alcolea,
el gigantesco papel
de tenerse que entender
con un bravo general,
herido y contrariado, y
un ejército, además,
que estaba tan disgustado;
y de que oyeron su voz,
aquel hermoso lenguaje,
toda la ira y rencor
se convirtió en homenaje,
rindiéndole vasalllaje
todo el Estado Mayor!
(Nadie lea ese espontáneo desahogo con ojos de preceptista...Preferible
es esto que los retumbantes epítetos de Cañete...)
─
Otra vez y en un corrillo se ocupaban algunos vecinos del modo de obrar del Juzgado y del
Ayuntamiento que entonces disfrutaban. El
Botinero estaba presente é intervino
con los siguientes comentarios:
«Entre el Juez municipal
Y su digno Secretario,
tienen hechos más milagros
que la virgen del pilar»
─
«Aun cuando
algunos letrados
Se proponga
disfrazar
lo blanco con lo encarnado,
el
tren de administración
de
aquesta localidad
se
encuentra descarrilado;
porque
el primer maquinista,
que
es un simple fogonero,
cuando
el silbato le avisa
duda
si da ó quita freno...
Y
como tienen las vías
curvas
y cuestas abajo,
si
no entiende quien lo guía
va
seguro á algún fracaso;
y
luego los pasajeros,
que
son los contribuyentes,
de
todos los accidentes
cargarán
con el mochuelo...
Luego
el Alcalde primero
quiere
proclamarse rey,
atropellando
la ley
con
sus modales groseros;
y
me parece mentira
que
este pueblo, siendo grande,
tenga
que supeditarse
casi
á una caballería».
─
He aquí las semblanzas que hizo de dos personas; la
una, de un prestamista ó sanguijuela de primera fila; y la otra, de un
pillastre que tuvo habilidad para engañar á algunos padres de familia que
constituyeron un depósito de dinero para librar á sus hijos del servicio
militar.
«Sí quereis
analizar
de
ese hombre su valía
teneis
todos que juntar
vuestra
opinión con la mía,
teniendo
que confesar
que
el pobre de Ruibal[1]
más
honradez poseía:
porque
este infeliz tenía
solo
la monomanía
de
no querer trabajar,
mientras
que el otro zorzal,
tiene
muy acreditado
que
es un gato solapado
por
donde quiera que va»
------
«Si
mirais a don (Fulano)
con
alguna detención,
os
parecerá que es bajo,
pero
estais en un error,
porque
lo tiene medido
al
metro de la razón,
y
se destaca su altura
sobre
el mayor picarón;
que
en diabólicos empeños
nunca
jamás se durmió;
y
siega con su guadaña
la
mies de los intereses
del
que tiene la desgracia
de
con él hablar dos veces;
que
su palabra de almíbar
es
reclamo de perdiz.
á
donde acude engañado
más
de un vecino infelíz;
y
que la ley del Reemplazo
la
tiene tan estudiada,
que
le juega una tostada
hasta
al Ministro del ramo».
Ya
digimos que el otro poeta popular se le conoció por el apellido de Lazo; cuyo
apellido pasó á ser sinónimo de satírico, burlón, etcétera. «Ese es un Lazo»,
suelen decir en Guadalcanal del hombre que se pasa la vida riyéndose de los
demás. La mayor parte de sus improvisaciones no pueden transcribirse, porque
Lazo fué aficionado á rimar cuantas historietas eróticas corrían por el pueblo;
pero lo sabía hacer con gracia tal que se le dispensaba el verde
cultivo... Es lástima que no podamos apuntar algunas rimas, que de ningún modo
convienen al carácter de nuestra REVISTA, especialmente un dialogo
ingeniosísimo entre lavanderas murmuradoras.
Fué también improvisador rápido. En cierta reunión
donde se hallaba Lazo, uno de los concurrentes, gran vicioso, por más señas,
tiróle de la lengua para que digera alguna de sus frecuentes chanzonetas. El
aludido no se hizo de rogar é inmediatamente dijo:
«Manuel tienes
por nombre,
y
Ortega, por apellido;
y
en toda clase de vicios
te
encuentro muy pervertido.
Á
tí te gustan los naipes,
el billar y la escopeta...
¡Pues ya no te falta nada
para . . . . . . . . . . . .. . . ...!»
Otro
día corrió por el pueblo, de boca en boca, un suceso cómicodramático. Al enterarse
Lazo hizo la siguiente pacotilla:
«Un
maestro zurrador,
con
una vara de oliva
estaba
esperando una rata
que
entraba en su tenería.
Y
aunque la rata era amiga,
grande
paliza llevó...
¡No
se han de coger palizas
en
casa de un zurrador!»
Con
motivo de un proceso instruido contra el Ayuntamiento, compuso esta rima:
«A
un Secretario goloso
lo
llamaron a la Audiencia ,
por
cierto queso famoso
que perdiera
la existencia.
Como el
Fiscal acusaba
de ratón al Secretario,
sumándole un
gran sumario
de muerdos y
dentelladas,
el Secretario
dijo:─ Señor;
figúrese bien
usía
que
en casa de un servidor
hay
una gata bonita,
á
la que buscan los gatos
para
hacerla el amor
y
lamer todos los platos;
figúrese
que la gata
llega
á estar muy dolorida
cuando
ve que nada cata
en
despensas y cocinas;
cuando
ve que los demonios,
falsos
gatos, falsos novios,
se
han comido medio queso,
que
guardaba la familia
por
ser cosa del Concejo,
cosa
de comer prohibida.
Y
viendo la pobre gata
que
en la culpa está metida,
y
que la gente sensata
le
atribuirá la comida,
toma
la gran decisión
de
comerse el medio queso;
y
ya que hubiera proceso,
se
aguante con atracón
----
Y basta con los anteriores apuntes para que sirvan
de testimonio del espíritu poético del pueblo.
R. GARCÍA-PLATA DE OSMA
. Alcuéscar, 1909
Nota de transcriptor.- He
respetado escrupulosamente la ortografía del original. Por tanto, la
responsabilidad de menoscabar la dignidad de la Virgen del Pilar, escribiendo
su nombre con minúsculas, es debida a la pluma de nuestro paisano.
[1] Ruibal,
era un mendigo a quien nadie podía hacerlo trabajar.(Nota del transcriptor.-
Por un errata en el original, en esta nota se lee Aníbal, en lugar de Ruibal).
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