miércoles, 19 de febrero de 2014

TEXTO DE RAFAEL GARCÍA-PLATA DE OSMA DE 1909 - (1 DE 2)


UN TEXTO DE RAFAEL GARCÍA-PLATA DE OSMA, DE 1909, SOBRE DOS VECINOS DE GUADALCANAL, POETAS POPULARES, APODADOS EL BOTINERO Y EL LAZO

Introducción de
José Mª Álvarez Blanco

Cuando en 1996 preparé, para la Revista de Feria, la reseña biográfica del escritor guadalcanalense citado en el título de estas líneas, solo tuve en cuenta el trabajo previo de Miguel Grillo y textos escritos por gente de Alcuéscar (Cáceres) a donde se había trasladado con su familia en su temprana infancia. Estas circunstancias me hicieron pensar que en este caso se trataba de un escritor, como ocurre tantas veces, que solo tenía con el lugar de origen la circunstancia de su nacimiento, y que debido a su temprana salida de Guadalcanal sus textos estaban desvinculados de nuestra villa serrana y sus gentes.

Pues no, hoy rectifico, ya que he encontrado dos escritos de este erudito que demuestran fehacientemente que mi impresión de hace 17 años carecía de fundamento. Comento hoy el primero de los dos textos sobre dos guadalcanalenses aficionados al verso fácil, con rima consonante, naturalmente. Como no quiero extenderme, más de lo estrictamente necesario, para dejar el hallazgo en suerte quisiera apuntar solo dos breves comentarios.

El primero es que, a tenor del contenido del artículo, sería interesante averiguar - consultando a los más ancianos del pueblo - hasta qué punto se han transmitido, por relatos orales, datos sobre la vida y milagros de las dos personas apodadas El Botinero y El Lazo. De estos dos rapsodas, en sus días populares, me llama la atención El Lazo que recitaba versos eróticos, sobre murmuraciones de las lavanderas ─ supongo que en La Poza que era un lavadero existente al final de El Palacio que la mayoría de los actuales guadalcanalenses no conoce ─ y que el escritor no reproduce porque dice que no lo permitía la Revista.  De mi infancia en Guadalcanal en los años 40-50 del pasado siglo, recuerdo El Botero y El Lazo, el primero de origen gallego no creo que tenga nada que ver como descendiente de El Botinero. En cuanto a El Lazo se me ha informado que el último ciudadano así motejado falleció soltero hace pocos años, por lo que este apodo ─ si bien ha seguido existiendo en la segunda mitad del pasado siglo y en la primera del presente ─ también ha dejado de ser la denominación usual un ciudadano de Guadalcanal en lugar de su nombre de pila. En la primera composición reproducida, de El Botinero, se alude a la machada que supuso la intervención de A. L. de Ayala en la batalla del puente del Alcolea, ampliamente relatada en las diversas biografías del político y escritor    

El segundo es sugerirle al lector que, si no quiere sumergirse en farragosas disquisiciones eruditas, se salte los tres primeros párrafos y empiece por el cuarto, que empieza: "Allá, en la tierra que sirvió de cuna al que escribe este apunte.....". Por hoy nada más. En otra ocasión presentaré y comentaré el segundo de los textos.
Madrid diciembre de 2013   


El presente trabajo, original de Rafael García-Plata de Osma (Guadalcanal, 1870 - Alcuéscar, 1918) es repro­ducción de las páginas 127-134, de la "Revista de Extremadura. Ciencia y Arte. Órgano de las co­misiones de monumentos de las dos provincias". Tomo XI. Cuadernos II y III. Cáceres, Febrero 1909.

EL POETA POPULAR

Al leal amigo é ilustrado escritor
catalán «El Curioso Barcelonés».

Permítaseme una breve digresión para demostrar el interés artístico de los apuntes que voy a transcribir después…Han pasado los tiempos en que el Verbo-espiritual de la gran ó extensa familia analfabeta se transmitía oralmente, de unas generaciones á otras y como legado artístico, por el vehículo de los privilegiados de memoria feliz; la biblioteca oral, esa literatura nómada popular que desde la adolescencia del romance castellano tuvo dominio extenso en nuestras regiones ─ testigo de ello es el Roman­cero, el Refranero, el Cantar geográfico, etc.,─ toca ya sus últimas horas vespertinas; la evolución de una sociedad pretérita rindió espe­cial culto al progreso mecánico de Marinoni, el gran revolucionario en el arte de imprimir, y la impetuosa lluvia del cosmopolitismo enci­clopedista ha remojado el alma de la clase popular; hasta los llamados «pliegos de cordel», que en época no lejana llenaron un vacío entre los tocadores del rabel, pandero y zambomba, sosteniendo, aun con adulteraciones, el saber clásico del pueblo, han degenerado en crónica-negra ambulante, cuyo mercantilismo debiera ser castigado con la mayor severidad... Verdaderamente, las prensas deben gemir cuando sirven de medio para ciertas cosas, pero sentirán balsámico consuelo cuando se agrupan sus pedacitos metálicos y componen un algo apro­vechable para el mundo ilustrado; y puesto que esa evolución mecá­nica es ley universal acatémosla con respeto y entusiasmo, que al fin y al cabo tiene mucha razón Eugenio Pelletán[1] al juzgar que la prensa, esta voz de la humanidad, habla al espacio como la sibila. Dice, y la palabra dispersada al momento hiere al instante todas las inteligencias. Sucede al destino y al oráculo de la razón. Cada día enseña algo. El aire está lleno de palabras. Cada hombre, toma y da á cada hombre lo que tiene de mejor, y completa por medio de este cambio el déficit del pensamiento; porque el cambio tiene eso de divino, que todos ganan siempre en el cambio. La filosofía halla al pueblo preparado por los periódicos para comprender la promesa de nueva alianza; sale del misticismo de la escuela para tratar con el sentido común; consiente en ser popular, práctica, comunicativa, ecléctica, en la verdadera acepción de la idea; rechaza para siempre la brutal doctrina de la sensación, esta muerte metafísica de la inteligencia; proclama la doctrina del progreso, la revelación continua de la historia, la inspiración divina de la razón, la religión permanente de la humanidad»… Acatémosla y sirva de vocinglera para la ciencia del Folk-Lore español, cuya indiscutible importancia se ha demostrado tantísimas veces por maestros nacionales y extranjeros; acatémosla y sírvanos hoy para dedicar un apunte al poeta popular, ya que la muerte del clásico «pliego de cordel» es inevitable…
         Creo que todos hemos tropezado con alguno de esos tipos populares que, apenas vistos, conquistan primero nuestra benevolencia y seguidamente nuestra simpatía más sincera; la chispa espiritual de estos tipos hace brotar entre las arideces de la indiferencia social muchas y puras emociones artísticas, encantándonos con la contemplación de bellezas naturales, semejantes á las que nos ofrecen los policromos valles primaverales. No debemos confundir estos tipos espirituales con los espirituosos ó anormales per accidens: los primeros provocan admiración y se elevan sobre el espíritu vulgar, son elegidos por sufragio universal espontáneo; su chispa señala la procedencia de fuego divino del genio: los segundos consiguen un momento de atención, momento en que dura el juicio comparativo que los clasifica dentro de la escala que empieza en un macaco y termina antes de pisar el sitio del hombre responsable. Entre el Garibaldi madrileño legítimo representante de Baco, y un poeta popular cualquiera, se ven marcadas las diferencias, aunque equivocadamente se les iguale en popularidad; esto no es más que otra corrupción del sufragio universal en la elección del Espíritu-pueblo…
       El poeta popular lleva consigo la fiebre creadora del Arte; no tiene noticias del Arte Poética, de Horacio; desconoce las reglas preceptivas; su vocabulario es reducido… y sin embargo, rima sus ideas con oído especial, demostrando que las dos «hermanas gemelas» no nece­sitan de la lírica erudita para fundirse en apretado abrazo. En estos tipos hay siempre poeta que piensa alto, siente hondo y habla claro, si tenemos en cuenta el plano de su cultura; por esta razón á priori y casi indeliberada conquistan el aplauso general. ¡Cuánto ganarían mu­chos escritores, manufactureros de la forma literaria, si recordasen prácticamente el viejo aforismo de «el poeta nace y el escritor se ha­ce». ¡Y ganarían por ellos mismos! que en resumidas cuentas son los engañados y tarde lo llegan á comprender, cuando pasan los años y en el balance intelectual observan que padecen de un déficit irremediable ante la cuenta del Tiempo, déficit originario de confundir la aptitud natural con el laborioso artificio; ese artificio que hace abortar la pro­ducción literaria, ó la concede pocos días de vida después de nacida... Para nada se necesitan los ejemplos; la emoción estética nunca podrá producirse sin el potencial del acumulador...
Allá, en la tierra que sirvió de cuna al que escribe este apunte, hubo una época en que nuestro querido é inolvidable poeta Adelardo López de Ayala despertó la afición al pensamiento rimado; larga é inútil resultaría la tarea de enumerar nombres y producciones más ó menos eruditas que en aquellos años se hicieran, para bajar al panteón del olvido. Los rimadores creyeron que con una poca de picardía y un perfecto conocimiento de las reglas había bastante para seguir por el camino en que Adelardo sembraba los laureles; muchos años tardaron en convencerse de que todos eran «lugares comunes». Es decir, todos no lo eran, pues dos modestísimos vecinos de Guadalcanal obtuvieron la «sanción popular» -─ que dice J. Costa ─: dos improvisadores llama­dos el Botinero y Lazo. El Botinero sabía leer y entretenía sus ocios en hacer pacotillas ó comentarios sobre asuntos locales, al estilo de Pepe Estrañi. Grande fué el número de sus improvisaciones, pues rimaba con extraordinaria facilidad, pero no hemos podido recoger más que las que se transcri­ben en este trabajo.





[1] Profesión de fe del siglo XIX, págs. 316-317 – Ediciones del año 1854. Madrid


No hay comentarios: