UN TEXTO DE RAFAEL
GARCÍA-PLATA DE OSMA, DE 1909, SOBRE DOS VECINOS DE GUADALCANAL, POETAS
POPULARES, APODADOS EL BOTINERO Y EL LAZO
Introducción
de
José
Mª Álvarez Blanco
Cuando en 1996 preparé, para la Revista de Feria, la
reseña biográfica del escritor guadalcanalense citado en el título de estas
líneas, solo tuve en cuenta el trabajo previo de Miguel Grillo y textos
escritos por gente de Alcuéscar (Cáceres) a donde se había trasladado con su
familia en su temprana infancia. Estas circunstancias me hicieron pensar que en
este caso se trataba de un escritor, como ocurre tantas veces, que solo tenía
con el lugar de origen la circunstancia de su nacimiento, y que debido a su
temprana salida de Guadalcanal sus textos estaban desvinculados de nuestra
villa serrana y sus gentes.
Pues no, hoy rectifico, ya que he encontrado dos
escritos de este erudito que demuestran fehacientemente que mi impresión de
hace 17 años carecía de fundamento. Comento hoy el primero de los dos textos
sobre dos guadalcanalenses aficionados al verso fácil, con rima consonante,
naturalmente. Como no quiero extenderme, más de lo estrictamente necesario,
para dejar el hallazgo en suerte quisiera apuntar solo dos breves comentarios.
El primero es que, a tenor del contenido del
artículo, sería interesante averiguar - consultando a los más ancianos del
pueblo - hasta qué punto se han transmitido, por relatos orales, datos sobre la
vida y milagros de las dos personas apodadas El Botinero y El Lazo. De
estos dos rapsodas, en sus días populares, me llama la atención El Lazo que recitaba versos eróticos,
sobre murmuraciones de las lavanderas ─ supongo que en La Poza que era un lavadero
existente al final de El Palacio que la mayoría de los actuales guadalcanalenses
no conoce ─ y que el escritor no reproduce porque dice que no lo permitía la Revista. De mi infancia en
Guadalcanal en los años 40-50 del pasado siglo, recuerdo El Botero y El Lazo, el
primero de origen gallego no creo que tenga nada que ver como descendiente de El Botinero. En cuanto a El Lazo se me ha informado que el último
ciudadano así motejado falleció soltero hace pocos años, por lo que este apodo
─ si bien ha seguido existiendo en la segunda mitad del pasado siglo y en la
primera del presente ─ también ha dejado de ser la denominación usual un
ciudadano de Guadalcanal en lugar de su nombre de pila. En la primera
composición reproducida, de El Botinero, se
alude a la machada que supuso la
intervención de A. L. de Ayala en la batalla del puente del Alcolea,
ampliamente relatada en las diversas biografías del político y escritor
El segundo es sugerirle al lector que, si no quiere
sumergirse en farragosas disquisiciones eruditas, se salte los tres primeros
párrafos y empiece por el cuarto, que empieza: "Allá, en la tierra que sirvió de cuna al que escribe este
apunte.....". Por hoy nada más. En otra ocasión presentaré y comentaré
el segundo de los textos.
Madrid
diciembre de 2013
El presente trabajo, original de
Rafael García-Plata de Osma (Guadalcanal, 1870 - Alcuéscar, 1918) es reproducción
de las páginas 127-134, de la "Revista de Extremadura. Ciencia y Arte.
Órgano de las comisiones de monumentos de las dos provincias". Tomo XI.
Cuadernos II y III. Cáceres, Febrero 1909.
EL POETA POPULAR
Al leal amigo é ilustrado
escritor
catalán «El Curioso Barcelonés».
Permítaseme
una
breve digresión para demostrar el interés artístico de los apuntes que voy a
transcribir después…Han pasado los tiempos en que el Verbo-espiritual de la gran ó extensa familia analfabeta se
transmitía oralmente, de unas generaciones á otras y como legado artístico, por
el vehículo de los privilegiados de memoria feliz; la biblioteca oral, esa literatura nómada popular que desde la
adolescencia del romance castellano tuvo dominio extenso en nuestras regiones ─
testigo de ello es el Romancero, el Refranero, el Cantar geográfico, etc.,─ toca
ya sus últimas horas vespertinas; la evolución de una sociedad pretérita rindió
especial culto al progreso mecánico de Marinoni, el gran revolucionario en el
arte de imprimir, y la impetuosa lluvia del cosmopolitismo enciclopedista ha
remojado el alma de la clase popular; hasta los llamados «pliegos de cordel», que en época no lejana llenaron un vacío entre
los tocadores del rabel, pandero y zambomba, sosteniendo, aun con adulteraciones,
el saber clásico del pueblo, han degenerado en crónica-negra ambulante, cuyo mercantilismo debiera ser castigado
con la mayor severidad... Verdaderamente, las prensas deben gemir cuando sirven
de medio para ciertas cosas, pero sentirán balsámico consuelo cuando se agrupan
sus pedacitos metálicos y componen un algo aprovechable para el mundo
ilustrado; y puesto que esa evolución mecánica es ley universal acatémosla con
respeto y entusiasmo, que al fin y al cabo tiene mucha razón Eugenio Pelletán[1] al juzgar
que la prensa, esta voz de la humanidad, habla al espacio como la sibila.
Dice, y la palabra dispersada al momento hiere al instante todas las inteligencias.
Sucede al destino y al oráculo de la razón. Cada día enseña algo. El aire está
lleno de palabras. Cada hombre, toma y da á cada hombre lo que tiene de mejor,
y completa por medio de este cambio el déficit del pensamiento; porque el
cambio tiene eso de divino, que todos ganan siempre en el cambio. La filosofía
halla al pueblo preparado por los periódicos para comprender la promesa de
nueva alianza; sale del misticismo de la escuela para tratar con el sentido
común; consiente en ser popular, práctica, comunicativa, ecléctica, en la
verdadera acepción de la idea; rechaza para siempre la brutal doctrina de la
sensación, esta muerte metafísica de la inteligencia; proclama la doctrina del
progreso, la revelación continua de la historia, la inspiración divina de la
razón, la religión permanente de la humanidad»… Acatémosla y sirva de
vocinglera para la ciencia del Folk-Lore
español, cuya indiscutible importancia se ha demostrado tantísimas veces por
maestros nacionales y extranjeros; acatémosla y sírvanos hoy para dedicar un
apunte al poeta popular, ya que la muerte del clásico «pliego de cordel» es inevitable…
Creo que todos hemos tropezado con
alguno de esos tipos populares que, apenas vistos, conquistan primero nuestra
benevolencia y seguidamente nuestra simpatía más sincera; la chispa espiritual de estos tipos hace
brotar entre las arideces de la indiferencia social muchas y puras emociones
artísticas, encantándonos con la contemplación de bellezas naturales,
semejantes á las que nos ofrecen los policromos valles primaverales. No debemos
confundir estos tipos espirituales con
los espirituosos ó anormales per accidens: los primeros provocan
admiración y se elevan sobre el espíritu vulgar, son elegidos por sufragio
universal espontáneo; su chispa señala la procedencia de fuego divino del
genio: los segundos consiguen un momento de atención, momento en que dura el
juicio comparativo que los clasifica dentro de la escala que empieza en un
macaco y termina antes de pisar el sitio del hombre responsable. Entre el Garibaldi madrileño legítimo
representante de Baco, y un poeta popular cualquiera, se ven marcadas las
diferencias, aunque equivocadamente se les iguale en popularidad; esto no es
más que otra corrupción del sufragio universal en la elección del
Espíritu-pueblo…
El poeta
popular lleva consigo la fiebre creadora del Arte; no tiene noticias del Arte Poética, de Horacio; desconoce las
reglas preceptivas; su vocabulario es reducido… y sin embargo, rima sus ideas
con oído especial, demostrando que las dos «hermanas
gemelas» no necesitan de la lírica erudita para fundirse en apretado
abrazo. En estos tipos hay siempre poeta que piensa alto, siente hondo y habla
claro, si tenemos en cuenta el plano
de su cultura; por esta razón á priori y casi indeliberada conquistan el
aplauso general. ¡Cuánto ganarían muchos escritores, manufactureros de la forma literaria, si recordasen
prácticamente el viejo aforismo de «el
poeta nace y el escritor se hace». ¡Y ganarían por ellos mismos! que en
resumidas cuentas son los engañados y tarde lo llegan á comprender, cuando
pasan los años y en el balance intelectual observan que padecen de un déficit
irremediable ante la cuenta del Tiempo, déficit originario de confundir la
aptitud natural con el laborioso artificio; ese artificio que hace abortar la
producción literaria, ó la concede pocos días de vida después de nacida...
Para nada se necesitan los ejemplos; la emoción estética nunca podrá producirse
sin el potencial del acumulador...
Allá,
en la tierra que sirvió de cuna al que escribe este apunte, hubo una época en
que nuestro querido é inolvidable poeta Adelardo López de Ayala despertó la
afición al pensamiento rimado; larga é inútil resultaría la tarea de enumerar
nombres y producciones más ó menos eruditas que en aquellos años se hicieran,
para bajar al panteón del olvido. Los rimadores creyeron que con una poca de
picardía y un perfecto conocimiento de las reglas
había bastante para seguir por el camino en que Adelardo sembraba los
laureles; muchos años tardaron en convencerse de que todos eran «lugares comunes». Es decir, todos no lo
eran, pues dos modestísimos vecinos de Guadalcanal obtuvieron la «sanción popular» -─ que dice J. Costa ─:
dos improvisadores llamados el Botinero y Lazo. El Botinero sabía leer y entretenía sus
ocios en hacer pacotillas ó comentarios sobre asuntos locales, al estilo de
Pepe Estrañi. Grande fué el número de sus improvisaciones, pues rimaba con
extraordinaria facilidad, pero no hemos podido recoger más que las que se
transcriben en este trabajo.
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