DÍA TERCERO
QUÉ
PIDE DE NOSOTROS EL PATRONATO DE MARÍA.
I.-
Consideremos la obligación que tenemos de corresponder a la gracia de ser María
Santísima de Guaditoca, nuestra Patrona. Exige esta merced, primeramente, que
nuestro amor sea puro y rendido. Ninguna criatura más digna es de amor, después
de Dios, que María: hemos, pues, de amarla porque su dignidad lo pide, su
gracia y hermosura lo merecen, y sus relaciones con nosotros, como especial
protectora, lo demandan ¡Ah!, cuánto ganaríamos si aprendiéramos amar a la Virgen purísima, con todo
el empeño de que somos capaces. Jesucristo mismo es nuestro modelo en el amor a
María.
II.-
Este amor ha de ser desprendido; hemos de entregarnos en sus manos, poner todo
empeño en servirla, oír reverentes sus mandatos, cumplir fielmente la ley santa
del Señor, no buscando nuestro propio bien, sino la gloria eterna de Dios y la salvación de
las almas. ¿Ha sido nuestro amor a María hasta aquí obediente? Hijos de esta
Madre, debe nuestro cariño manifestarse principalmente en la prontitud de
nuestra voluntad en obedecer lo que nos manda y pide, haciendo entrega total en
sus manos de nuestro ser, y procurando que su amor purifique nuestros
pensamientos, aliente nuestras obras y sea sostén en todos los momentos de
nuestra vida. La regla práctica de nuestra vida sea hacerlo todo en María, por
María y para María.
III.-
Pide por último, de nosotros nuestra patrona la Virgen de Guaditoca que
nuestro amor sea de sacrificio y mortificación. Nada purifica más al hombre que
el sacrificio, ni le dignifica como la mortificación; por ésta nos asemejamos e
incorporamos a la Cruz
de Cristo y tomamos parte en los dolores de nuestra bendita Madre, acercándonos
al modelo de nuestra perfección y haciéndonos dignos de la protección de María.
La mortificación y el sacrificio nos ofrecen medios de estar siempre en
condiciones de hacer algo en desagravio de nuestros pecados, sabiendo utilizar
lo que más abunda en la vida, que son los sufrimientos y las lágrimas. Amemos,
por tanto, a María con todas las veras de nuestras almas, con desinterés y
ofreciéndole continuamente el sacrificio de nuestro corazón y de nuestra voluntad.
Oración
¡Virgen
Santísima de Guaditoca! Ninguna criatura ha sabido corresponder como Vos a las
finezas del divino amor; el fuego de la caridad, que arde en tu corazón con
llama inextinguible, queremos prenda e inflame los nuestros, a fin de que
amemos a Dios sobre todas las cosas y aprendamos a padecer y sufrir por su
servicio. No queremos dicha mejor que amarte y alabarte, como medio seguro de
disponer nuestro corazón al amor divino. Por tus dolores y lágrimas te pedimos
que sepamos aprovechar la
Sangre Santísima que por nosotros derramó Cristo en la
Cruz,
a fin de que después de esta vida lo amemos y gocemos eternamente en el Cielo
Amén.
DÍA CUARTO
PROMESAS
QUE NOS HACE NUESTRA
PATRONA
I.- La vida del cristiano es
un continuo batallar contra los enemigos del alma, el mundo, el demonio y la
carne, que se conjuran para arrancar del corazón del hombre la buena semilla de
la gracia y sembrar en él las espinas
del pecado. Lo primero que el Patrocinio de la Virgen de Guaditoca concede
a las almas, es decisión para combatir estos enemigos, ¡Y cuán necesario es
este auxilio de María! La cobardía del corazón es el gran mal del hombre; la
falta de decisión en la voluntad da muchas veces el triunfo al pecado y al
infierno y arrebata violentamente del cumplimiento de su fin las almas
regeneradas por Cristo. Tengamos pues, confianza en María, y acojámonos a su fuerza sobrenatural para sostener
nuestro corazón.
II.-
También necesitamos auxilio divino para resistir en la batalla; y María es
nuestra fortaleza; porque su nombre es temido del infierno y hace que al ser
invocado huya Satanás. Sea este nombre unido al de Jesús, el encanto de nuestro
corazón, grabándolos en él, y sean para nuestros labios miel purísima al
pronunciarlos iDicha inefable la
nuestra!, por grande que sea el poder del infierno, mayor es el valimiento de
María. Ella lucha y vence en nosotros y nos cede el galardón de la victoria.
Aprendamos por tanto a invocarla en las tribulaciones y a confiar en ella para
vencer las tentaciones.
III.-
Por último, para perseverar en el bien, también está a nuestra disposición la protección
de nuestra amada Patrona. La victoria final, por la que se merece la corona de
eterna munificencia, es del que llega a la meta, después de vencer los
continuos óbices que va oponiendo en el camino el enemigo de nuestra salud,
Lucha continua es esta que sólo terminará cuando cese nuestra vida y en cuyo término, a la
hora de la muerte, es por cierto más intensa y vehemente. En todos los
momentos, para perseverar en el bien, María Santísima nos sostiene y conforta.
¡Oh celestial Protectora!, iqué sería de la humanidad tan rudamente combatida
por Satanás sin tí! Aprovechemos para nuestra santificación todos los momentos
de la vida; porque este es el gran negocio del hombre.
Oración
¡Virgen
Santísima de Guaditoca! Tú eres fuente inagotable de gracia y trono de la Sabiduría increada; a tí
acudimos en las necesidades de nuestra alma. Danos la gracia del Señor para que
fortalecido nuestro espíritu, podamos resistir al demonio; sostén nuestro
corazón en las tribulaciones y angustias, a fin que unidos siempre a tí
venzamos el pecado; concédenos el don de la perseverancia final y el ultimo
combate que sostengamos será coronado con la victoria. Virgen poderosísima, en
tu mediación confiamos para alcanzar de nuestro Señor Jesucristo estas gracias,
con las que, sirviéndole cada día en la tierra, podamos gozarle en el Cielo.
Amén.
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