Con don Antonio, uno de los últimos viajes que hizo a Guadalcanal |
Cuando como cada día ayer charlaba con los amigos en la Plaza, nos llegó la noticia de la muerte de don Antonio Martín Méndez, el que fuera párroco de Guadalcanal durante muchos años, y que desde que se marchó estaba en el pueblo de Huévar. Según las primeras noticias, había sido encontrado muerto en su casa.
Por las crónicas de los diferentes periódicos que hoy dan la noticia, nos enteramos que seguía fundando hermandades y haciendo el bien a todas las personas con las que trataba, y por supuesto, seguía con su sotana.
En la celebración de los 25 años de la Virgen de la Paz |
El tiempo que estuvo en Guadalcanal don Antonio, yo me encontraba trabajando fuera y no tuve mucha relación con él, pero sí fui conociendo lo que iba haciendo: la Banda de Música, la Hermandad de la Borriquita, fundación de la Hermandad del Costalero, y muchas cosas que hacía día a día y que seguramente las personas que lo trataron, podrían contarnos.
Primera Comunión del año 1985 |
Por mi parte, cualquier cosa que le pedí, no puso ningún inconveniente, como por ejemplo, dejarme la llave de la iglesia de Santa Ana durante varios días para coger la imágenes del interior con una cámara de vídeo, imágenes que conservo, ya que corresponden al aspecto que tenía la iglesia, antes de realizar la obra de restauración, acceder al archivo para consultar datos, etc.
Me creo lo que dicen en los diferentes blog de que seguía manteniendo muchas fotografías de Guadalcanal, ya que estaba interesado en todo lo de Guadalcanal. Curiosamente, cuando ejercía de concejal de cultura, me enteré por Antonio Burgos, que por medio de un policía que éste tenía de escolta, natural de Huévar, le había pedido un libro de "El contador de sombras", del que todos sabemos era autor Antonio Burgos. El escritor y periodista no tenía ninguno, así que cuando me lo comentó, le envié uno de los que había comprado para el Club de Lectura.
Algunos fines de semana tomé copas con él y con mi hermano Manolo, en el bar de El Chato sentados tranquilamente en una de las mesas de la entrada, charlando de mil cosas, sabiendo que de algunas no íbamos a poder estar de acuerdo. Todavía me parece oír el vozarrón de voz que tenía y su forma de defender sus ideas, que no había quien le bajara del burro.
Descanse en paz don Antonio, nuestro párroco y amigo.
Ignacio Gómez
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