lunes, 11 de junio de 2012

MEMORIA DE GUADALCANAL - 46


Técnico redactor: Alfredo Linares Agüera

Sobre el bosque original de quercíneas se originó un monte aclarado de encinas o alcornoques (la dehesa), en el que se practicaba un aprovechamiento ganadero extensivo. La dehesa, era y sigue siendo la base de las grandes explotaciones ganaderas. El aprovechamiento conjunto de todos los elementos de la dehesa se basaba en una ganadería de cerdos y rumiantes. El encinar proporcionaba leñas, de las podas o del clareo de los pies, que se utilizaba para uso doméstico o para carboneo. Las ramas y hojas eran utilizadas como ramón para el ganado doméstico en momentos de escasez de alimentos en el suelo. El alcornocal, con la producción de corcho, añadía una renta adicional, aunque no fue hasta el siglo XVIII, con la llegada de los catalanes a Andalucía, cuando se impulsó esta producción. El matorral ofrecía la posibilidad de un cultivo marginal, por rozas, que permitía una producción adicional en las épocas de mayor demanda demográfica, a la vez que servía de refugio a las especies cinegéticas. Sobre las dehesas se desarrolló una ganadería extensiva basada en el ganado porcino y en el ovino (raza merina).
En la Sierra los terrenos cultivados tienen una escasa representación territorial, localizándose fundamentalmente en los fondos de valle, laderas suaves, ruedos de los pueblos. Dominaban los cultivos de secano, de cereal (cebada, avena, centeno, trigo), de escasa producción, por lo que durante las épocas de crecimiento demográfico se tuvo que recurrir o las rozas del monte y al comercio con zonas cerealistas de la meseta sur. Los regadíos, organizados en pequeñas huertas, aparecían en los ruedos de los pueblos, y consistían fundamentalmente en frutales, forrajeras y lino. Entre los cultivos leñosos destacaba el olivar, distribuido espacialmente en función de las características climáticas y edáficas locales.
El olivar ocupaba generalmente las solanas de los cerros calizos de la Sierra. A partir del siglo XIX se extendió su cultivo debido a la desaparición de las trabas señoriales, llegando a constituir verdaderos paisajes de olivar en municipios como el de Constantina, Cazalla de la Sierra ó Guadalcanal.
Durante el proceso de desamortización la sociedad tradicional, basada en el aprovechamiento colectivo del monte y complementado con una pequeña agricultura privada de subsistencia, sufrió el cambio de régimen jurídico de propiedad, pasando de un régimen estamental medieval al sistema de mercado y propiedad privado, lo que supuso una alteración de las bases económicas de la subsistencia de la población. La privatización de los terrazgos municipales consolidó el latifundismo y fue el germen de la proletarización de los vecinos no terratenientes, que pasaron a integrar una mano de obra asalariada abundante y barata, que fue uno de los pilares de la explotación ganadera de las dehesas. La desamortización conllevó, por primera vez en la historia en algunos municipios, la unión de la propiedad del ganado y de la tierra, dando origen a las explotaciones ganaderas asentados sobre las dehesas.
A pesar de los cambios antes comentados y de las consecuencias sociales y políticas, se han mantenido los usos y aprovechamientos tradicionales, con excepción de algunas modificaciones paisajísticas como la citada extensión del olivar que tuvo lugar a mediados del siglo XX.

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