martes, 24 de mayo de 2011

GUADALCANAL EN 1829 - 4


Por Ana Murillo López – Revista Guadalcanal 2004

Atendiendo a las respuestas al Interrogatorio de 1791, posiblemente los viales continuaran en 1829 en similar estado: todas empedradas, excepto dos de pizarra menuda muy bien colocada, que hacían el piso suave, agradable y vistoso; bastante anchas, largas, llanas y limpias... “a excepción de una que por no haberse tenido la precaución al tiempo de empedrarlas de cortar las aguas de una fuente que nace en lo alto de la misma, se derraman por la calle produciendo notable desaseo y descompostura”. Se indica igualmente que resultaba necesaria la composición de los caminos, dada la situación tan precisa que se encuentra Guadalcanal para el tránsito de los arrieros y pasajeros que viajan de Extremadura a Andalucía.

No todas las calles tenían las mismas actividades ni ofrecían idénticos servicios; es obvio que las calles más céntricas son, por un lado, mucho más activas desde el punto de vista comercial y, por otro, concentran a las clases más favorecidas, siendo mínimo el número de jornaleros y labradores que contienen. Así, nos encontramos en la calle Camachos cuatro molineros, siete zapateros, seis hidalgos, cuatro eclesiásticos, un tesorero de las minas, dos herreros, un chocolatero, un barbero, dos alarifes (albañiles) y un posadero. Podemos localizar en esta calle una de las tres posadas que existían en el pueblo, estando las otras dos en la plaza, lugar que también daba habitáculo a dos regatoneros (comerciantes), tres labradores (uno de los cuales era teniente de voluntarios), un carpintero, un hortelano, el sacristán, un eclesiástico, dos barberos, un sastre y un escribano, entre otros.

Otra calle muy activa es la de Granillos, con un arriero, un zapatero, un hortelano, un eclesiástico, un estanquero (de los dos que había en la villa, el otro se encontraba en la Plaza). También en la calle de San Bartolomé encontramos una gran variedad de oficios y grupos sociales: molineros, arrieros, zapateros, diez hidalgos, seis carpinteros, tres hortelanos, un boticario, cinco eclesiásticos, varios alarifes, el escultor Juan del Valle y Rivero, un cirujano (el Interrogatorio de 1791 admitía la ausencia de cirujano, cuya labor era desempeñada por el médico), dos chocolateros, un tendero y el abogado don Juan Antonio Álvarez, aunque hubiera sido conveniente, según se dice, algún abogado más por la incomodidad que resultaba a los vecinos salir a otros pueblos para la consulta de sus negocios. La calle San Sebastián también acogía oficios no muy comunes en la población, como un administrador de rentas o dos mercaderes, pero sin duda el vecino más necesario era el médico titular, Francisco Vázquez, compañero del otro médico de la villa, don Antonio Pablos de Rivero, residente éste en la calle San Francisco, ambos ofrecían sus servicios a las 1.102 familias de Guadalcanal y su aldea de Malcocinado.

En el resto de calles abundaban los labradores y sobre todo los jornaleros, si bien existían también artesanos, como un oficial de cuchilla, un albaldonero (fabricante de las albaldas de los asnos), y un fabricante de jabón (en 1791 la fábrica estaba situada en la calle Camachos, y ahora en la calle Valencia), así como un tambor de voluntarios, un director de minas y dos organistas, que posiblemente trabajasen juntos, pues no se ha registrado la dotación de un follador (el que accionaba el fuelle del órgano).

La aldea de Malcocinado, sujeta al corregidor y al Ayuntamiento de Guadalcanal, contaba con 82 vecinos, 26 de los cuales eran labradores y 46 jornaleros. También había cinco viudas, un hortelano, el eclesiástico don José Cisneros, un barbero, un alarife y un herrero. Se trata de una aldea eminentemente agrícola y ganadera donde el 88% de los vecinos se dedicaba al sector primario. Por su parte, en Guadalcanal hay un total de 575 jornaleros, que representan el 52’17% del vecindario, y 167 labradores (15’15%). Se informa que el pueblo vive de la labor (trigo, cebada, centeno, garbanzos, habas, lino, vino), de la ganadería (cabras, vacas, cerdos, caballos, carneros, colmenas) y de los plantíos de olivar. Por desgracia, el interrogatorio de 1829 no ofrece más detalles de las actividades económicas. Sí destaca la existencia de trece molineros, un número nada despreciable en esta época en comparación con otras poblaciones. No se aclara si se trata de molinos de aceite, pan o zumaque pero, teniendo en cuenta la extensa zona de olivar, podemos deducir que la mayoría podían ser de los de primer tipo.

En relación a las personas de noble alcurnia, encontramos un total de 33 hidalgos, entre ellos cuatro viudas y una soltera, que representan el 3% de los vecinos. En general, el porcentaje de viudas era elevado: por cada cien vecinos se anotan siete (en total, 77). Por su parte, las solteras que eran cabeza de familia representan el 0’9% de los vecinos (10 en total), y curiosamente se localizan en las calles más céntricas. ¿Solteras ricas que, por tanto, no precisaban del matrimonio?

FUENTES

Archivo Histórico Provincial de Cáceres, secc. Real Audiencia, lg. 573: vecindario de Guadalcanal de 1829.

Archivo Histórico Municipal de Guadalcanal, lg. 335: padrones de habitantes de 1800 a 1867.

BIBLIOGRAFÍA

MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “El término de Guadalcanal desde su origen hasta finales del Antiguo Régimen”, Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal, 2002, pp. 111-131

RODRÍGUEZ CANCHO, M. y BARRIENTOS ALFAGEME, G. (Eds.): Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Llerena, Mérida 1994, pp. 127-166.

1 comentario:

Marcelino Díaz dijo...

Muy oportuna la aclaración sobre el nombre del oficio de las pesonas que accionaban el fuelle de los órganos.