lunes, 30 de mayo de 2011

Guadalcanal en los diccionarios histórico - geográficos (Siglos XVII – XIX) - 2


Por Salvador Hernández González - Revista Guadalcanal año 2006

Podemos aceptar que la obra de Rodrigo Méndez de Silva (Población General de España. Madrid, 1645; reeditada con ampliaciones y correcciones en 1675) es la primera que incluyendo la semblanza de la localidad de Guadalcanal abre toda una serie de obras relativas a esta temática histórico – geográfica. Silva mantiene siempre el mismo esquema: situación física, emplazamiento, riquezas, vecindad y fundaciones religiosas; esquema que marcaría escuela, convirtiéndose en el diccionario histórico – geográfico de consulta obligada para el territorio español hasta bien entrado el siglo XVIII. Buena muestra de ello es que a lo largo del Setecientos los ilustrados escribirán toda una serie de diccionarios de contenido histórico – geográfico, intentando paliar la ausencia de este tipo de obras.

Así podemos citar entre estas obras la de Juan Antonio de Estrada (Población General de España. Madrid, 1747) , que fue casi una copia de la obra de Méndez de Silva. A ésta le siguieron otras, como el Diccionario Geográfico de Lorenzo Echard (Madrid, 1750) ; el Gran Diccionario Histórico (París, 1753) de Luís Moreri , traducido al castellano por iniciativa del gaditano José de Miravell y Casademonte, quien empezó a trabajar en esta edición en 1730 actualizando los datos referentes a España ; el Diccionario Geográfico de Juan de la Serna (tercera edición, Madrid, 1772) , que en realidad es la traducción de la obra de Echard, basándose para las localidades españolas en las descripciones ofrecidas por Méndez de Silva ; el Diccionario Geográfico Universal de Antonio Montpalau (Madrid, 1793) , que pretende corregir los errores detectados en la obra de Juan de la Serna ; y la obra del mismo título de Antonio Vegas (Madrid, 1795) , que nació con análoga pretensión .

En el último cuarto del siglo XVIII, por el geógrafo real de Carlos III, Tomás López de Vargas Machuca, se acometió la elaboración de un Diccionario Geográfico que quedó en un intento fallido. Sin embargo, a pesar de ello nos han llegado gran parte de las respuestas manuscritas enviadas por los párrocos de las distintas localidades, contestando al cuestionario de 15 preguntas elaborado por Tomás López, de las que se han publicado, en la pasada década de los ochenta, las correspondientes a la provincia de Sevilla y en los noventa las de Extremadura . Dichas preguntas versaban sobre aspectos tan variados como el medio físico de la localidad, su origen e historia más reseñable, así como su situación política, económica, social y religiosa en esos momentos. Desafortunadamente, no se conoce el texto de Guadalcanal, que por ende está ausente tanto de las respuestas de Sevilla como de las de Extremadura, teniéndonos que contentar con las vagas alusiones que se hacen a la localidad en las respuestas de otras poblaciones, como en el caso de la cercana Llerena.

Sí contamos, en cambio, con las respuestas remitidas al conocido Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura. Apuntaremos cómo debido a la creación de la Audiencia de Cáceres, se encomendó al señor D. Juan José Alfranca y Castellote, la visita a los pueblos inscritos en el partido de Llerena, así como la elaboración de informes de cada uno de ellos y un informe general sobre el partido, al que pertenecía Guadalcanal como localidad extremeña que era en aquellas fechas. Para obtener más información se remitió a las autoridades civiles y religiosas de cada pueblo un cuestionario de más de cincuenta preguntas, remitiéndose las respuestas a la Audiencia. De esta manera se consiguió reunir una amplia información política, social, económica, religiosa y cultural de las poblaciones de la zona . Como las respuestas de Guadalcanal han sido publicadas en la pasada década de 1990 dentro de un volumen dedicado a las poblaciones disgregadas de Extremadura y ocupan una extensión considerable, prescindimos ahora de volver sobre esta conocida fuente para no desbordar el espacio asignado y poder profundizar en cambio en el contenido de los diccionarios histórico – geográficos, generalmente más desconocidos y de más difícil accesibilidad.

Durante el siglo XIX los diccionarios geográficos siguieron gozando de gran prestigio y popularidad. Pero a diferencia de los diccionarios ilustrados, cuyo contenido era sobre todo histórico – geográfico, los del Ochocientos plantean un incremento de noticias económicas y estadísticas de cada población, quizás por ser fruto del pensamiento político – económico liberal que termina imponiéndose en varios países de Europa Occidental gracias a las revoluciones burguesas. Podemos citar a este respecto el Diccionario geográfico – estadístico de España y Portugal (Madrid, 1826 – 1829) de Sebastián de Miñano , el colectivo Diccionario Geográfico Universal (Barcelona, 1830 – 1834) que sigue literalmente al anterior, la España geográfica, histórica, estadística y pintoresca (Madrid, 1845) de Francisco de Paula Mellado , de la que no hemos podido disponer para esta ocasión, y por último el tan conocido y utilizado Diccionario geográfico – histórico – estadístico de España y de sus posesiones de Ultramar (Madrid, 1845 – 1850) de Pascual Madoz , que culmina todo este ciclo de diccionarios de la primera mitad del siglo XIX.

sábado, 28 de mayo de 2011

Guadalcanal en los diccionarios histórico - geográficos (Siglos XVII – XIX) - 1


Por Salvador Hernández González - Revista Guadalcanal año 2006

1. Introducción.

Aunque la Historia sólo parece estar abocada a tener como fuente los documentos de archivo, en otras ocasiones encontramos opciones alternativas que nos ofertan interesantes informaciones sobre el pasado, como pueden ser las prospecciones arqueológicas, la historia oral, la prensa o los fondos bibliográficos más antiguos. Este es el caso de la imagen que se puede lograr atisbar de una localidad a través de antiguas obras bibliográficas, a las cuales en la actualidad se recurre poco. Son varios los diccionarios histórico – geográficos de los siglos XVII, XVIII y XIX que al trazar la semblanza de la localidad hacen referencia a algún aspecto de la población y su entorno. En esta ocasión vamos a exponer la valía que tienen estos últimos como fuente histórica para el estudio de esta bella localidad serrana.

2. Diccionarios geográficos y libros de viajes: la bibliografía como fuente histórica.

Con el presente artículo pretendemos poner de relieve toda una serie de obras de gran valor como fuentes históricas, que en la actualidad son aún escasamente utilizadas, quizás por ser muy poco conocidas, por su naturaleza y antigüedad o por su difícil localización. En síntesis, podemos decir que se trata de una bibliografía consistente en obras histórico – geográficas, fundamentalmente de los siglos XVIII y XIX (entre las que sobresalen los diccionarios), y en relatos de viajeros, que nos proponen una visión distinta e interesante del paisaje y del marco urbano que conocemos actualmente, además de ofrecer noticias sobre las costumbres y la vida cotidiana del país. Una bibliografía que por su carácter informativo y corográfico nos permite ofrecer nuevas perspectivas sobre la historia y la geografía de cada localidad, como puede ser el caso de Guadalcanal.

Un primer capítulo de esta literatura histórico – geográfica lo constituiría la literatura de viajes, que ya ha sido objeto de diferentes recopilaciones y de diversos estudios que nos muestran como nos puede proporcionar interesantes noticias para el conocimiento del ámbito local, comarcal e incluso regional, en siglos pasados.

El viaje ha sido siempre a lo largo de los siglos un elemento de intercambio cultural de primera magnitud. De forma general, los relatos de viajes plantean una ruta o trayecto que suele vertebrar el posterior relato del viajero, respetándose el orden cronológico del viaje, y la inexcusable descripción del paisaje y lugares que se recorren. Lo que diferencian a los relatos de viajes, son los intereses que mueven al viajero de cada época ya sean políticos, económicos, histórico – artísticos, científicos o culturales. Pero en común suelen tener un hecho importante; como apunta García – Romeral, “el viajero al narrar sus experiencias sobre otras geografías quiere comunicar con el lector, más allá de los estados de ánimo y hacerle copartícipe de lo visto y oído”.

La mayoría de estos viajeros recogen en sus relatos, noticias demográficas y económicas de los lugares de la comarca por donde pasaron. Sin embargo lo que más predomina en sus relatos son las impresiones que les produce el paisaje, sus cultivos, las llanuras de la campiña extremeña, pero sobre todo los malos caminos y comunicaciones que se encuentran en su viaje. Así a inicios del siglo XVI Hernando Colón nos ofrece en su viaje una pequeña pincelada de nuestra localidad:

“Guadalcanal es lugar de mil quinientos vecinos. Está entre dos sierras en un valle hondo e es del Maestrazgo de Santiago. E es en la Sierra Morena el postrer lugar del Maestrazgo de Santiago. Es tierra de Sevilla e es lugar de buenos vinos “.

Como lugar de paso entre Andalucía y Extremadura, el flujo de viajeros se mantiene a lo largo de toda la Edad Moderna, como se advierte en el relato del viaje del cronista sevillano Justino Matute, perdurando este tránsito hasta que los siglos XIX y XX desviaron la comunicación entre ambas regiones al recorrido de la actual carretera nacional 630.

El segundo capítulo de esta bibliografía histórico – descriptiva está integrado por los diccionarios geográficos. Como señala Capel Molina, la realización de vastas obras enciclopédicas ordenadas alfabéticamente constituye un proyecto típico del siglo XVII, en un momento en que la erudición constituía un elemento esencial de la cultura humanista. Por ello la crítica y la erudición histórica en particular estimaron mucho la valiosa ayuda de los grandes diccionarios, que permitían la rápida identificación y localización de entidades geográficas o de acontecimientos históricos, sin necesidad de acudir a una multitud de obras generales. Esta labor, paciente y prolongada, se apoyaba a veces en una amplia red de informadores, consiguiéndose de este modo reunir y sistematizar en dichas obras una abundante información dispersa en multitud de volúmenes y documentos .

El mismo autor apunta que fue a fines del siglo XVI cuando empezaron a usarse los diccionarios concebidos como depósitos ordenados de información, iniciándose precisamente el desarrollo de los diccionarios históricos y geográficos, apoyados entonces como ahora en la amplia y libre utilización de obras anteriores .

jueves, 26 de mayo de 2011

Guadalcanal en el siglo XIX


Por José M.ª Álvarez Blanco. Revista Guadalcanal1985

El Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España y sus provincias de Ultramar, del que es autor el político navarro Pascual Madoz (1806-1870), aparecido en 1847 cuando nuestro país acababa de dejar atrás el reinado de Fernando VII, y nuestro pueblo había pasado de extremeño a andaluz, gracias a las reformas de Javier de Burgos, Ministro de Fomento del gabinete de Cea Bermúdez. En el tomo 9 página 9 y 10 que se transcribe (ortografía de la época incluida):

Villa con Ayuntamiento (al que estuvo agregada la aldea de Malcocinado hasta el año 1843 en que se erigió en pueblo independiente bajo el nombre de Villanueva de la Victoria), en la provincia, audiencia territorial y capitanía general de Sevilla (15 leguas), partido judicial de Cazalla (3 leguas), priorato de San Marcos de León, orden de Santiago, vicaría de Santa María de Tudia.

En el confín septentrional de la provincia, en terreno escabroso, con clima templado por lo regular, aunque excesivamente cálido en el estío; vientos de NE y SE padeciéndose más comúnmente fiebres en el verano y flegmasías de todas clases en otoño y primavera.

Tiene 810 casas, 34 calles, una plaza, 6 fuentes de buen agua, pósito con 600 fanegas de caudal efectivo en granos; 2 escuelas de niños a los que concurren 130 hallándose dotado el maestro titular con 3300 reales; otra de niñas con 2000 reales, asistida por 66; un hospital, llamado de Santa Caridad, donde se curan los pobres de solemnidad; carece de fincas y sólo tiene para ayudar a subvenir a sus gastos unos cortos censos. No hay casa del ayuntamiento y las sesiones se celebran en una casa particular arrendada al efecto; la cárcel es un cuarto inseguro en mal estado.

Cuenta tres parroquias a saber: Santa María de la Asunción que es la mayor, Santa Ana y San Sebastián, la primera es curato de segundo ascenso, y los otros dos de primero, siendo su patrono S.M., que provee estos curatos como Gran Maestre a propuesta del Tribunal de las Órdenes, por oposición ante el mismo. Cada una de las parroquias tiene su feligresía particular y su barrio del mismo nombre y la de Santa María además la mencionada aldea de Malcocinado. Esta parroquia está servida por 14 sacerdotes, 6 de ellos seculares y los restantes enclaustrados, además del párroco, uno de éstos es teniente de cura; la de San Sebastián por seis sacerdotes con el párroco, siendo uno de ellos teniente y la de Santa Ana por el párroco y cinco sacerdotes; cuatro ermitas en la villa bajo la advocación de los Milagros, San Vicente, la Concepción y Espíritu Santo y tres fuera de ella denominadas, Ntra. Sra. De Guaditoca, a dos leguas de distancia, San Benito a un cuarto de legua junto al camino para Alanís y el Cristo a trescientos pasos. El Convento de Frailes de la Orden de San Francisco situado extramuros, fue vendido por la nación y derribado en su totalidad por los compradores. Tres conventos de monjas, dos de ellos con bastante culto en sus iglesias y la otra ruinosa. No hay cementerio.

Confina el término al N. con Azuaga distancia cuatro leguas, E. con Alanís dos leguas, S. con Cazalla de la Sierra tres leguas, y O, con Fuente del Arco que se halla a dos leguas. Se extiende por el primer punto uno, una y media leguas, por el segundo otro tanto, por el tercero y cuarto una y cuarto, y comprende 70 casas de campo, siete de ellas con oratorios habilitados para la celebración de los divinos oficios, siendo las más notables: el Rincón, la Jayona, Santa Cruz, el Rey, San Julián, la Porosa, Arrayanes, Campanilla, Torrecilla, Plata, el Llano, San Benito, Prados y otros.

El terreno es escabroso, de sierra con corto valle, la baña como principal corriente el río Sotillo, que nace en el término de Fuente del Arco, sigue su curso de N. a S. Hasta desembocar en el río Bembezar, término de la Puebla, desde donde se dirige al Guadalquivir. No le cruza puente alguno y baña los pueblos de Valverde y Azuaga, por la izquierda y Guadalcanal y Alanís por la derecha. La ribera nombrada de Benalija que divide este término con el de Cazalla de la Sierra y baña a Alanís por el E., Cazalla por el S. y Guadalcanal por el N.. Por último, en el centro del término se encuentran los arroyos de Esteban Yañez, Guaditoca y Arroyo del Moro, los cuales depositan sus aguas en el expresado Sotillo.

Los caminos que dirigen a las poblaciones, con quienes esta confina, son muy malos de herradura, como en terrenos de sierra, y especialmente el denominado del puerto de Llerena, que sirve de tránsito para la principal parte de Extremadura a la ciudad de Sevilla y otros puntos de Andalucía. El correo de Extremadura se recibe de Llerena y el de Andalucía de Cazalla, existiendo en Guadalcanal estafeta.

Produce aceite y trigo en particular, vino, cebada, centeno, avena, garbanzos, habas, zumaque, mucha hortaliza y frutas; ganado vacuno, de cerda, cabrío, lanar y yeguar, caza de conejos, perdices, liebres y alguna ave.

Tiene las siguientes industrias: cuatro fábricas de aguardiente, una de jabón, 16 molinos de aceite, 15 de pan, tres de zumaque, una fábrica de curtido y ocho lagares.

Se importan algunos paños, telas y comestibles de Sevilla y se extraen los frutos sobrantes del país. A un cuarto de legua ente N. y E, se hallan las minas de plata que han sido en otra época de grande utilidad a la nación pero que hace 14 años están abandonadas.

Población: 1300 vecinos: 5446 almas.

Riqueza impuestos: 255685 reales. Contribución 107279 reales.

martes, 24 de mayo de 2011

GUADALCANAL EN 1829 - 4


Por Ana Murillo López – Revista Guadalcanal 2004

Atendiendo a las respuestas al Interrogatorio de 1791, posiblemente los viales continuaran en 1829 en similar estado: todas empedradas, excepto dos de pizarra menuda muy bien colocada, que hacían el piso suave, agradable y vistoso; bastante anchas, largas, llanas y limpias... “a excepción de una que por no haberse tenido la precaución al tiempo de empedrarlas de cortar las aguas de una fuente que nace en lo alto de la misma, se derraman por la calle produciendo notable desaseo y descompostura”. Se indica igualmente que resultaba necesaria la composición de los caminos, dada la situación tan precisa que se encuentra Guadalcanal para el tránsito de los arrieros y pasajeros que viajan de Extremadura a Andalucía.

No todas las calles tenían las mismas actividades ni ofrecían idénticos servicios; es obvio que las calles más céntricas son, por un lado, mucho más activas desde el punto de vista comercial y, por otro, concentran a las clases más favorecidas, siendo mínimo el número de jornaleros y labradores que contienen. Así, nos encontramos en la calle Camachos cuatro molineros, siete zapateros, seis hidalgos, cuatro eclesiásticos, un tesorero de las minas, dos herreros, un chocolatero, un barbero, dos alarifes (albañiles) y un posadero. Podemos localizar en esta calle una de las tres posadas que existían en el pueblo, estando las otras dos en la plaza, lugar que también daba habitáculo a dos regatoneros (comerciantes), tres labradores (uno de los cuales era teniente de voluntarios), un carpintero, un hortelano, el sacristán, un eclesiástico, dos barberos, un sastre y un escribano, entre otros.

Otra calle muy activa es la de Granillos, con un arriero, un zapatero, un hortelano, un eclesiástico, un estanquero (de los dos que había en la villa, el otro se encontraba en la Plaza). También en la calle de San Bartolomé encontramos una gran variedad de oficios y grupos sociales: molineros, arrieros, zapateros, diez hidalgos, seis carpinteros, tres hortelanos, un boticario, cinco eclesiásticos, varios alarifes, el escultor Juan del Valle y Rivero, un cirujano (el Interrogatorio de 1791 admitía la ausencia de cirujano, cuya labor era desempeñada por el médico), dos chocolateros, un tendero y el abogado don Juan Antonio Álvarez, aunque hubiera sido conveniente, según se dice, algún abogado más por la incomodidad que resultaba a los vecinos salir a otros pueblos para la consulta de sus negocios. La calle San Sebastián también acogía oficios no muy comunes en la población, como un administrador de rentas o dos mercaderes, pero sin duda el vecino más necesario era el médico titular, Francisco Vázquez, compañero del otro médico de la villa, don Antonio Pablos de Rivero, residente éste en la calle San Francisco, ambos ofrecían sus servicios a las 1.102 familias de Guadalcanal y su aldea de Malcocinado.

En el resto de calles abundaban los labradores y sobre todo los jornaleros, si bien existían también artesanos, como un oficial de cuchilla, un albaldonero (fabricante de las albaldas de los asnos), y un fabricante de jabón (en 1791 la fábrica estaba situada en la calle Camachos, y ahora en la calle Valencia), así como un tambor de voluntarios, un director de minas y dos organistas, que posiblemente trabajasen juntos, pues no se ha registrado la dotación de un follador (el que accionaba el fuelle del órgano).

La aldea de Malcocinado, sujeta al corregidor y al Ayuntamiento de Guadalcanal, contaba con 82 vecinos, 26 de los cuales eran labradores y 46 jornaleros. También había cinco viudas, un hortelano, el eclesiástico don José Cisneros, un barbero, un alarife y un herrero. Se trata de una aldea eminentemente agrícola y ganadera donde el 88% de los vecinos se dedicaba al sector primario. Por su parte, en Guadalcanal hay un total de 575 jornaleros, que representan el 52’17% del vecindario, y 167 labradores (15’15%). Se informa que el pueblo vive de la labor (trigo, cebada, centeno, garbanzos, habas, lino, vino), de la ganadería (cabras, vacas, cerdos, caballos, carneros, colmenas) y de los plantíos de olivar. Por desgracia, el interrogatorio de 1829 no ofrece más detalles de las actividades económicas. Sí destaca la existencia de trece molineros, un número nada despreciable en esta época en comparación con otras poblaciones. No se aclara si se trata de molinos de aceite, pan o zumaque pero, teniendo en cuenta la extensa zona de olivar, podemos deducir que la mayoría podían ser de los de primer tipo.

En relación a las personas de noble alcurnia, encontramos un total de 33 hidalgos, entre ellos cuatro viudas y una soltera, que representan el 3% de los vecinos. En general, el porcentaje de viudas era elevado: por cada cien vecinos se anotan siete (en total, 77). Por su parte, las solteras que eran cabeza de familia representan el 0’9% de los vecinos (10 en total), y curiosamente se localizan en las calles más céntricas. ¿Solteras ricas que, por tanto, no precisaban del matrimonio?

FUENTES

Archivo Histórico Provincial de Cáceres, secc. Real Audiencia, lg. 573: vecindario de Guadalcanal de 1829.

Archivo Histórico Municipal de Guadalcanal, lg. 335: padrones de habitantes de 1800 a 1867.

BIBLIOGRAFÍA

MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “El término de Guadalcanal desde su origen hasta finales del Antiguo Régimen”, Revista de Feria y Fiestas, Guadalcanal, 2002, pp. 111-131

RODRÍGUEZ CANCHO, M. y BARRIENTOS ALFAGEME, G. (Eds.): Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Llerena, Mérida 1994, pp. 127-166.

domingo, 22 de mayo de 2011

GUADALCANAL EN 1829 - 3


Por Ana Murillo López – Revista Guadalcanal 2004

Otras deducciones se sustentan en hechos lógicos, como por ejemplo la localización de las calles llamadas “Sevilla Dentro” y “Sevilla Fuera”: la primera sería intramuros y la segunda extramuros (fuera de la muralla, si es que ésta aún se conservaba entonces). Resulta fácil comprender que el término “Sevilla” se utilizó por ser la calle que conducía a dicha ciudad, si bien no se corresponde con la actual calle Sevilla, puesto que ésta tenía el nombre de calle de la Dehesa. Al hablar de calles que han mantenido su nomenclatura nos referimos a las de Luenga, Huertas, San Francisco (calle y calleja), Concepción, Granillos, Jurado, etc. Otras han modificado su nombre completamente: S. Bartolomé (actual Costaleros), Olleros (Feria), Berrocal Grande (Espíritu Santo), del Diezmo (A. Machado), Fox (Cervantes) o Camachos (López de Ayala).

El plano nos muestra el crecimiento urbano que ha experimentado Guadalcanal desde 1829 hasta la actualidad, crecimiento que se explica por el constante incremento de la población hasta los años 60 del siglo XX y por la necesidad de disponer de más viviendas y servicios, si bien hoy día no se alcanzan los parámetros demográficos de 1829.

Hemos consultado vecindarios anteriores para comprobar si se había experimentado algún cambio de interés.

En 1802, Guadalcanal contaba con 1.124 vecinos; un año después permanecía casi intacta esa cifra (1.123); en 1807 había 1.129 y tan sólo diez años más tarde, en 1817, la población se había reducido a 951 vecinos. La principal causa que explica esta pérdida es la Guerra de la Independencia (1808-1813) y sus catastróficas consecuencias en el medio rural, que hubo de enfrentarse a una grave crisis económica y demográfica por el arrasamiento de campos y centros fabriles, comunicaciones dificultadas, desorden y destrucción. Años después del conflicto la población se repone, de manera que en 1820 se cuentan 1.073 vecinos, hasta llegar a los 1.102 de 1829. Todavía entonces, por tanto, no se había recuperado el potencial demográfico anterior a la guerra.

Se ha defendido repetidamente en numerosos estudios que los consistorios municipales anteriores a la época constitucional estaban regidos por la nobleza. Sin embargo, los nombres de los regidores y demás oficiales municipales de Guadalcanal que firman las respuestas al interrogatorio no coinciden con los de los nobles asentados en el padrón. Cuatro son los regidores que firman con una cruz por no saber escribir (sus nombres son anotados por el escribano) y cinco los que plasman su firma con nombre y apellidos. Los regidores que firman con la señal de la cruz se corresponden con labradores y jornaleros que habitan en las calles más retiradas del centro del pueblo. Así, encontramos a Antonio Ugía, labrador de la calle Jurado, o a Antonio García. Éste último nombre aparece tres veces en el vecindario, dos como jornalero y una como labrador. No es que Antonio García tuviese una triple personalidad, simplemente no hay forma de averiguar cuál de los tres se corresponde con el regidor, dado que únicamente se escritura el primer apellido. De los regidores que firman con su nombre encontramos a Cristóbal Guerrero, labrador de la calle Sevilla Fuera, y a Miguel Moyano, jornalero de la calle Jurado, o bien labrador de la calle Granillos.

Así pues, jornaleros (asalariados) y labradores (propietarios) ocupaban los cargos municipales, por lo que se puede decir que era un consistorio representativo de la estructura social de Guadalcanal. Francisco Castillo es otro regidor que firma pero no se ha encontrado su nombre; sí el de don José Castillo, capitán retirado de la calle S. Bartolomé (este último no consta como regidor). Quizás guardaban alguna relación, posiblemente el primero fuese el padre del segundo, puesto que este apellido no era muy común entre los vecinos. Otra relación de parentesco se establece entre Antonio José Calleja, el escribano del vecindario, y Manuel José Calleja, vecino de la calle San Bartolomé. El nombre del primero no aparece, por lo que se deduce que Manuel podría ser padre de Antonio, puesto que en el vecindario únicamente consta el nombre del cabeza de familia.

Aunque había 27 hidalgos, sólo cinco constan en el vecindario con alguna función concreta, en este caso como propietarios, además de tenientes y capitanes, en activo o retirados, de los “voluntarios realistas”, cuerpo local militarizado con tareas de policía rural: D. Antonio María Moreno, residente en la Plaza o Mesones (no se especifica); el ya mencionado D. José Castillo, en San Bartolomé, calle ésta en la que también habitan D. José de Tena y don Juan Becerra; por último, en la calle Santa Clara mora don Agustín Vázquez. Las tres calles citadas poseen una ubicación céntrica, lo cual da muestra de que los nobles disponían de una posición privilegiada frente al resto de clases y oficios.

viernes, 20 de mayo de 2011

GUADALCANAL EN 1829 - 2


Por Ana Murillo López – Revista Guadalcanal 2004

Atendiendo a esta cuestión, resulta casi imposible afirmar que Guadalcanal estuviese en total acuerdo con su incorporación a Sevilla, pero ¿por qué tampoco se opuso a ello con rotundidad? La respuesta a este interrogante aparece reflejada en el capítulo quinto del interrogatorio de 1829. Nuestro pueblo enuncia que, en caso de pertenecer a Sevilla, habría de establecerse en él la capitalidad de un partido judicial, pues alega ubicarse en el punto céntrico de los pueblos de su entorno (Cazalla de la Sierra, Alanís, San Nicolás del Puerto, Azuaga, Valverde, Fuente del Arco y Puebla del Maestre), con los que mantiene buenas relaciones, reuniendo entre todos más de seis mil vecinos. También expone otros méritos para conseguir esta pretensión, tales como disponer de una cárcel (aunque de una sola pieza), caminos transitables, un puente en la rivera del Benalija donde es más caudalosa, y por último la salubridad en general de la que goza, si bien no oculta la inexistencia de casas capitulares.

En 1833 se pone fin a todo este proceso cuando el ministro de Fomento, Javier de Burgos, lleva a la práctica la actual división territorial de España en 49 provincias; es entonces cuando Guadalcanal pasa definitivamente a la provincia de Sevilla sin la compañía de los otros pueblos comuneros, y dentro de aquella al partido de Cazalla, quedando, pues, desligada del partido de Llerena y, en general, de Extremadura. A partir de entonces, Guadalcanal sufre dos pérdidas importantes: por un lado, la mancomunidad con los pueblos vecinos y, por otro, la posibilidad de convertirse en cabeza de partido, quedando expuesta a la temible centricidad e influencia ejercida por Cazalla. Poco después, sobre 1840, se perdió también la aldea de Malcocinado, que se independiza y de inmediato solicita y logra su incorporación a Badajoz. Sí se mantuvo en lo eclesiástico la ligazón con Llerena y la Orden de Santiago hasta la desaparición de ésta en 1873.

También se informa en el interrogatorio de 1829 sobre la composición del ayuntamiento, la forma de gobierno, los derechos de mancomunidad, las ordenanzas disponibles (que no hemos hallado en el archivo), etc. La corporación estaba formada por nueve señores:

1- Un corregidor-presidente letrado, o juez de letras, que desempeñaba las funciones que actualmente tienen los alcaldes y los jueces de instrucción. Según consta en el interrogatorio de 1791, había corregidor desde 1780, nombrado por el rey a consulta del Consejo de Órdenes por un sexenio. Estos jueces sólo existían en las cabezas de partido y en aquellos núcleos que, bien por su crecida población o conflictividad, así lo aconsejasen.

2- Tres regidores, asimilables a los actuales concejales.

3- Un alguacil mayor con voz y voto en el pleno. Teóricamente, eran los ejecutores de los autos judiciales, pero en la práctica desempeñaban las mismas funciones que los regidores, aunque ocupando un lugar prelativo.

4- Dos síndicos, cuya función era la representación del pueblo.

5- Un procurador general, el encargado de representar y defender al Ayuntamiento en los litigios.

6- Dos diputados del común y un personero, oficios creados en 1766 con la misión de mejorar la gestión de los servicios municipales, principalmente los abastos, y elevar al pleno las inquietudes populares.

Todos ellos tenían voz y voto en el consistorio municipal y eran elegidos anualmente, excepto el corregidor. Se afirma existir aún el oficio de alférez mayor (el cargo más importante del ayuntamiento después del corregidor, pues tiene el primer voto de esta corporación) y el de regidor decano, es decir, el más antiguo. Ambos eran perpetuos (sus titulares eran propietarios de los oficios y podían traspasarlo en herencia), pero el primero estaba vacante, y el decano, don Juan Antonio Álvarez y Montes, no asistía por sus achaques.

No se pudo establecer una relación exacta de las ordenanzas municipales en curso a causa de la antigüedad de su creación (estaban perdidas) y el Ayuntamiento pide hacer otras, pues las que había no se adaptaban a las leyes vigentes, al precio de los frutos y al “estado actual de las cosas”.

A continuación procedemos al análisis del vecindario indicando la distribución de los oficios por calles, la clasificación de las distintas profesiones o condiciones sociales y la localización de los principales servicios. También se adjunta un plano, señalando con color oscuro las calles que ya existían en nuestro pueblo en 1829, dejando en color blanco los nuevos ensanches. Ha sido necesario recurrir a este procedimiento porque el Archivo Municipal no dispone de un plano de esta época, si bien se han localizado distintos vecindarios para fechas similares, cuyas calles coinciden con las nuestras en su denominación. Dichos vecindarios son del tipo “casa ahíta”, es decir, los oficiales encargados de elaborarlo iban de casa en casa y de calle en calle; siguen una ordenación, pues, muy determinada: cuando termina con la última casa de una calle, la siguiente es la primera casa de la calle consecutiva. De esta forma, y partiendo de las calles que no han cambiado su denominación, podemos deducir la correspondencia actual de aquellas otras cuyos nombres antiguos ya no se conservan.

miércoles, 18 de mayo de 2011

GUADALCANAL EN 1829 - 1


Por Ana Murillo López – Revista Guadalcanal 2004

Este artículo propone, por un lado, el estudio de las respuestas que ofreció Guadalcanal al interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1829, año en que aún pertenecía a su jurisdicción, y por otro el análisis del callejero con su correspondiente distribución de vecinos, aduciendo las causas posibles de su configuración y la localización de las zonas habitadas por nobles, eclesiásticos, militares y demás grupos sociales, así como los más destacados servicios y recursos de los que disponía la villa. Cuando en 1829 se formula el interrogatorio de la Audiencia, al que contestarán los ayuntamientos de las poblaciones de su comprensión, y cuya finalidad no era otra que la división y arreglo de los corregimientos de Extremadura, los señores corregidor-presidente, regidores, alguacil mayor, síndicos, personero y diputados del común de Guadalcanal darán respuesta el treinta de abril de citado año a los cinco artículos que contiene la primera parte del cuestionario. Se reúnen en Ayuntamiento pleno en la sala utilizada como consistorial, dada la carencia de casas capitulares propias. Tampoco en 1791, según se informaba en un anterior interrogatorio, había casas de Ayuntamiento: estaban demolidas con el objeto de construir otras, aunque ya tenían la preceptiva licencia del Consejo de Castilla. Por tanto, las juntas se hacían en la casa que tenía arrendada la villa para residencia del corregidor. En primer lugar, refieren al número de vecinos, registrándose un total de 1.102, según podemos verificar en el padrón; hemos de tener en cuenta que al hablar de vecinos no hacemos referencia al número de habitantes, sino al de familias. Para calcular el número real de almas, es necesario multiplicar el de vecinos por 3’73 (este coeficiente nos viene dado por el padrón del año 1802, en el que se anotan tanto el número de vecinos como el de habitantes), lo cual nos indica que, por término medio, cada vecino o familia comprende 3’73 miembros. Teniendo en cuenta la elevada natalidad de la época, puede parecer una cifra muy corta, pero consideremos que también la mortalidad, sobre todo la infantil, era muy elevada, y que existe un número importante de unidades familiares formadas por un solo miembro: los eclesiásticos, las viudas y las solteras “con casa abierta”. Teniendo en cuenta estas operaciones, Guadalcanal dispondría en torno a los 4.110 habitantes en 1829, una cifra nada despreciable si la comparamos con la actual, pues nos quedamos rozando los 3.000 habitantes.

En la descripción del pueblo se manifiesta su calificación de villa. No es, por tanto, ciudad, la máxima dignidad urbana, pero tampoco aldea, pedanía ni calle, categorías éstas que carecían de ayuntamiento y término delimitado. Malcocinado, por ejemplo, era aún aldea de Guadalcanal, si bien en algunos escritos y documentos, como en el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791, recibía la simple denominación de calle, lo cual granjeaba el descontento y enemistad de sus habitantes. Tampoco Guadalcanal, si bien disponía de corregidor, era cabeza de partido, aunque se cree con capacidad para serlo, como veremos después. En la descripción de su ubicación se indica que dista de su cabeza de partido, la ciudad de Llerena, 4 leguas (cada legua equivale a unos cinco kilómetros y medio), y se establece también la distancia con Cáceres (28 leguas), Badajoz (22) y con los pueblos con los que confina por los cuatro vientos a menos de cinco leguas:

“Al mediodía, Cazalla de la Sierra a tres leguas y el Pedroso a cinco; al oriente, Alanís a dos y San Nicolás del Puerto a tres; al norte: Azuaga a cuatro, la Granja de Torrehermosa a cinco, Maguilla a cuatro, Berlanga a tres, Valverde a dos y Ahillones a tres; al poniente, Villagarcía a cinco, Llerena a cuatro, las Casas de Reina a tres, Trasierra a tres, Reina a tres, Fuente del Arco a dos, Montemolín a cinco y la Puebla del Maestre a cuatro”.

De todas estas poblaciones, es Llerena, sede de la gobernación civil y del priorato de San Marcos de León, con la que Guadalcanal tiene mayores contactos administrativos y eclesiásticos, si bien no siempre fue así. Cuando Guadalcanal fue incorporada a la Orden de Santiago en 1246, era administrada desde la villa de Reina y habrá que esperar media centuria hasta que quede exenta de esta jurisdicción y se configure como villa con término independiente. En lo eclesiástico, la potestad la ejercía el prior santiaguista, contando en Guadalcanal con un teniente de vicario, de quien iban las apelaciones, bien al provisor de la orden en Llerena, bien al vicario de Tudía (establecido en Calera de León y desde 1791 en Segura de León), siendo el Consejo de Órdenes la jurisdicción suprema.

Entre 1810 y 1833 varios fueron los intentos de reorganizar el territorio español en provincias, y no menores las discordias surgidas en pueblos fronterizos como el nuestro. En el proyecto de 1810 no había duda de que Guadalcanal seguiría perteneciendo a Extremadura, pero en los siguientes (1813, 1822, 1829) y en el definitivo de 1833 nuestro pueblo aparece ya inscrito en la provincia de Sevilla. A pesar de que algunos estudios sostienen que Guadalcanal se mostró siempre favorable a su incorporación a Sevilla, a la vista de la información consultada no podemos sostener tal hipótesis de forma tan sencilla. En las respuestas al interrogatorio de 1829 se exponen los perjuicios que tal adscripción supondría para nuestro pueblo, que se explica por la “comunidad de pastos” a la que pertenecía junto a Azuaga, Valverde y Fuente del Arco. Se trataba de una extensa área abundante en caza, pesca, frutos, madera, hierbas y terrazgos aprovechados indistintamente por los vecinos de estas cuatro villas. Si pasábamos a la provincia de Sevilla y las demás quedaban en la de Badajoz, desaparecería esa comunidad (que nos beneficiaba por tener más población) o bien quedaríamos excluidos de su disfrute. El caso es que esta comunidad proporcionaba la mayor parte de la riqueza de Guadalcanal, que se encontraba así ante un gran dilema: o bien permanecía en Extremadura y seguía compartiendo estos terrenos o bien pasaba a la provincia de Sevilla perdiendo la comunidad, a menos que los pueblos anteriores pasasen también a su distrito, lo que no estaba en absoluto garantizado.

lunes, 16 de mayo de 2011

EL VIAJE DE JUSTINO MATUTE


Por Salvador Hernández González. Revista Guadalcanal1997

La situación geográfica de Guadalcanal, a caballo entre Andalucía y Extremadura, la convirtió a lo largo de su historia en lugar de paso de uno de los caminos que desde el valle del Guadalquivir conducía hacia Castilla y el Noroeste peninsular atravesando tierras extremeñas (1). Esta condición de lugar de paso hizo que Guadalcanal sea con frecuencia citado por numerosos viajeros -tanto nacionales como extranjeros- y que su nombre figure en muchas de las Guías de postas y caminos que a modo de los modernos mapas de carreteras se hicieron cada vez más frecuentes a partir del siglo XVI (2).Precisamente uno de estos viajeros nos va a dejar una curiosa reseña de la localidad. Justino Matute, ilustre historiador sevillano (1764 -1830), autor de obras como "Aparato para escribir la historia de Triana y de su Iglesia parroquial" (1818) y los "Anales Eclesiásticos y seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla, Metrópoli de Andalucía" (1887), de tanta importancia para el conocimiento de la historia de la capital hispalense (3), emprende viaje en 1801 desde Sevilla hasta la localidad pacense de Zafra. Las impresiones causadas por las localidades y paisajes que recorrió en el trayecto las dejó plasmada en un manuscrito que nunca llegó a publicar, conservado hoy día en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla (4).

Matute sale de Sevilla por la Puerta de la Macarena, y después de haber pasado por Brenes, Cantillana y Cazalla, entra en el término de Guadalcanal, llamando poderosamente su atención los vestigios de las explotaciones mineras (5) que tanta importancia dieron a la localidad en el siglo XVI: "De Cazalla a Guadalcanal tres leguas, caminando a Poniente: a las dos empieza un puerto, cuyo camino abierto en la piedra viva es muy incómodo. Es de observar la disposición de estas piedras, en que se conservan señales del diluvio, según el rastro que forman de Levante a Poniente, que fue el del curso de sus aguas. Esta villa, en la comarca de los antiguos 'Tereses", famosa por sus minas, no manifiesta la opulencia que era de esperar de tan ricas producciones; bien que las mujeres ostentan cierta civilidad y finura, poco común en Extremadura, efecto quizás del mucho trato que mantuvieron con los extranjeros que allí se avecinaron. La duquesa de Pobis estuvo allí nueve años, y más o menos otros muchos ingleses distinguidos, atraídos del interés que les resultaba, no sólo de la extracción de los metales, sino lo que es más, en las muchas fundiciones que hacían de oculto, para eximirse de los derechos reales, indicio de lo cual son los diferentes hornillos que se encuentran en los sitios más fragosos y retirados de la sierra.

De estas minas habla Don Pablo de Espinosa ("Historia de Sevilla"., libro 1,128), Boules Ponz (6), y otros muchos escritores antiguos y modernos, extranjeros y nacionales, suponiéndoles el último abiertas por los años 1775 y añade que "se trabaja actualmente con utilidad" ("Viaje de España", t. 8, carta 6, 7). Yo no sólo las vi cerradas, sino anegadas y destruidas de manera que es muy difícil volverlas a explotar: Se decía que de intento lo han hecho así, los que las beneficiaban de resultas de no haber podido conseguir una contrata ventajosa con la Real Hacienda.

Estas minas, así como otras de Sierra Morena daban tanto en lo antiguo, que los romanos tenían en Sevilla un procurador de los Montes Marianos, que entendía de la cuenta y razón de los productos. Una inscripción que aún permanece en Sevilla en un pedestal de la Casa Pilatos recuerda a un Tito Flavio, Procurador de los Montes Marianos, a quien los plateros le dedicaron una estatua (Ponz, "Viaje de España", t 9, f. 257). Son no menos dignas de consideración las excelentes canteras de estas sierras, de las que han salido los muchos mármoles que adornaban a Sevilla, y otras piedras de igual aprecio."

Las fuentes de riqueza agrícola son también objeto de su atención, con una preocupación por la economía y riqueza de la zona muy propias del pensamiento ilustrado del siglo XVIII, todavía vigente en el nuevo siglo recién comenzado:

"Sus productos vegetales son copiosos. El espliego, cantujo y peonia; el helecho, poleo y orégano; la melosa o jara de la que se saca el labdano, la scila perusiana, que aquí llaman “pobo", el malvavisco, la leonicera o madreselva, las adelfas y las retamas, los castañales y encinas, y otras muchas medicinales o de aprovechamiento con el zumaque, no sólo son propias de esta tierra, sino igualmente a los campos de Cazalla y demás que le rodean. En el siglo XIV se criaban en sus montes puercos y alguna vez osos. De dos hace memoria el "Libro de Montería" que mandó escribir el Rey Don Alfonso XI: uno el arroyo del Fresno entre Cazalla y Guadalcanal, y otro el Tamoso entre Guadalcanal y Azuaga (libro 3, cap. 22).

Su aceite es excelente y fino, y sus vinos en lo antiguo fueron muy apreciados. Cervantes hace memoria de ellos en la novela de "Rinconete y Cortadillo", y en la del "Licenciado Vidriera" dice que los vinos de Alanís, Cazalla y Guadalcanal eran muy estimados en Italia.

Del casco urbano de la población, lo único que cita es la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, donde llamó su atención el primitivo retablo mayor -desaparecido en 1936-, de elegante traza barroca y fechado a principios del siglo XVII (7).

"La iglesia principal de Guadalcanal es muy buena, no siéndolo menos su altar mayor con tres cuerpos, jónico, corintio y compuesto; pero deformado por mil cortes y pegaduras, y la principal un nicho moderno en el centro, desgracia común a otras iglesias del mismo pueblo."

Su estancia en la villa concluye con una curiosa referencia a la celebración de la antigua feria de Guaditoca:

"Celébrase ahora en él, en los tres días de Pascua de Pentecostés, la feria que llaman de Guaditoca, que antes se tenía en el despoblado en que está la ermita dedicada a Nuestra Señora con dicho titulo. Acuden a ella ganados y otros efectos de labranza, de que se proveen todos los pueblos inmediatos; bien que ya no es tan concurrido como cuando se hacía en el campo. El día último se hace una procesión bien poco devota, a que sólo concurren el clero, llevando una imagen de Nuestra Señora de no mala escultura, y un Niño Jesús, que allí llaman el "Bellotero", rodeado de muchachos y algazara; que se aumenta con los tiros que de continuo dispara aquella comparsa armada".

BIBLIOGRAFÍA

(1) Sobre este tema puede verse: MINISTERIO DE OBRAS PUBLICAS, TRANSPORTE y MEDIO AMBIENTE: El Camino de Andalucía. Itinerarios históricos entre la Meseta y el Valle del Guadalquivir: Madrid, 1993; URIOL SALCEDO, J.L.: Historia de los caminos de España, volumen I (Hasta el siglo XlX). Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Madrid, 1990; JURADO SÁNCHEZ. J. : Ciudades y pueblos de Andalucía: siglo XVIII, Editoriales Andaluzas Unidas. Sevilla, 1989. Los caminos de Andalucía en la segunda mitad del siglo XVIII (1750-1808). Universidad de Córdoba, 1988.

(2) Una buena selección de estos relatos de viajes se recoge en GARCIA MERCADAL, J. ; Viajes de extranjeros por España y Portugal, 3 volúmenes, Aguilar. Madrid, 1959 -1962.

(3) MENDEZ BEJARANO, M.: Diccionarios de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia. Reedición, Sevilla, 1989. Págs. 50-55.

(4) MATUTE, J.: Apuntes en mi viaje a Extremadura, año de 1801. Manuscrito 58-4-40.

(5) Sobre la minas de Guadalcanal puede consultarse: GONZÁLEZ, T. : Noticia histórica documentada de las célebres minas de Guadalcanal 2 volúmenes, Madrid, 1831; SÁNCHEZ GOMES, J .: Datos para la elaboración de un mapa de explotaciones mineras en los siglos XVI y XVII, en Actas del I Congreso de Historia de Andalucía. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1978. Tomo II (Andalucía Moderna, siglos XVI -XVII), págs. 315- 325.

(6) PONZ, A. : Viajes de España. Madrid, 1786-1794. (Edición facsímil, Atlas. Madrid. 1972). Tomo VIII. Págs.. 218-219; "Guadalcanal, perteneciente a la Orden de Santiago, es villa, a la que dicen, de mil vecinos, abundante de viñas, olivares, y demás cosechas, con dos parroquias, dos conventos de monjas, y dos de frailes. A distancia de un cuarto de legua entre Norte y Oriente están las famosas minas de plata, en que se trabaja actualmente con utilidad. Se ha formado de los jornaleros, y jefes que hay en ellas una mediana población, y son dignas de ver máquinas inventadas para su desagüe; y asimismo sus profundísimos pozos particularmente uno de ellos, donde se trabaja al presente".

(7) HERNÁNDEZ DÍAZ, J.- SANCHO CORBACHO, A.: Edificios religiosos y objetos de culto saqueados y destruidos por los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Sevilla, 1937. Pág. 122.

domingo, 15 de mayo de 2011

VISITA GUADALCANAL LA ASOCIACIÓN BEN BASO DE SEVILLA


Miembros de la Asociación de Profesores para la Difusión y Protección del Patrimonio Histórico (BEN BASO), nos visitaron ayer sábado.
Con un sábado luminoso, recibimos a nuestros amigos de BEN BASO -algunos de ellos, antiguos compañeros del director del Instituto, Pepe Conde- que se habían trasladado desde Sevilla, en un autobús y varios coches particulares.

Para nosotros ha sido un placer acompañarles y enseñarles nuestros monumentos y explicarles parte de nuestra historia, que se encuentra reflejada en muchos de los edificios que visitamos.

Los recibimos en el Paseo de El Palacio sobre las once de la mañana y rápidamente iniciamos el recorrido. En primer lugar nos dirigimos a la iglesia de Santa Ana y les enseñamos este edificio
declarado Monumento Nacional y explicamos un resumen de su historia.

Seguidamente partimos hacia el convento del Espíritu Santo. Allí visitamos en primer lugar la capilla, cuyo retablo se conserva desde la época de su fundación (1635)
y se les informó de diferentes datos históricos. Después pasamos a visitar el patio de ordenación en el interior de lo que fue el convento.

Bajamos por la calle López de Ayala y sobre la marcha les enseñamos la casa donde nació el escritor y político Adelardo López de Ayala, el Hospital de los Milagros y la antigua casa del Marqués de San Antonio, hoy parte de ella casa Rectoral.

Después estuvimos viendo el edificio de La Almona, antigua Casa de Bastimentos de la Orden de Santiago, edificio civil más antiguo de Guadalcanal.

A continuación visitamos la antigua iglesia de San Sebastián, donde admiraron las pinturas de la antigua capilla del Sagrario y algunos de los visitantes se extrañaron del uso actual.


Por último, -recuerden que ayer era día de Comuniones- visitamos la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, donde un poco confusamente - todavía quedaban bastantes personas de las comuniones- fuimos explicando la historia de esta iglesia y de todas las imágenes que en ella hay. Admiraron las imágenes de Castillo Lastrucci -algunas de ellas con la misma cara de otras que conocen de Sevilla- y les gustó mucho el retablo de la iglesia y los dorados de la capilla de nuestra Patrona, de la que explicamos la historia de su aparición en la rivera de Guaditoca.

Después de la una y media de la tarde les despedimos en el mismo lugar donde los recibimos y marcharon para las vecinas poblaciones de Alanís y Cazalla de la Sierra.

Desde estas páginas invitamos a cualquier grupo que quiera visitar Guadalcanal, se pongan en contacto con nosotros, y gustósamente les acompañaremos en la visita.

sábado, 14 de mayo de 2011

EMIGRACIÓN A INDIAS Y FUNDACIONES DE CAPELLANÍAS EN GUADALCANAL - 16


Por Javier Ortiz de la Tabla Ducasse – Revista Guadalcanal 2003

Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva 1981

Tales hipótesis permiten plantear la documentación de las capellanías indianas. Por una parte a ellas opositan con cierta regularidad un número determinado de individuos pertenecientes a las mismas familias y a veces acaparando uno sólo varias capellanías fundadas por diferentes personas, lo que indica el parentesco (existente en el XVI, o posteriormente) entre estas familias. (Hay que recordar que Guadalcanal en la época contaba con 1000 vecinos como máximo y con sólo 22 Caballeros Cuantiosos, lo que hace pensar en un estrecho sector de privilegiados).

Además los capellanes pertenecen a las mismas familias de los fundadores de capellanías peninsulares, y estos y sus descendientes aparecen ocupando cargos concejiles, ostentando títulos académicos, un título de Castilla y como miembros de órdenes nobiliarias del Santo Oficio.

Es importante observar como las capellanías, peninsulares e indianas, benefician a un reducido grupo social. Nominalmente pertenecen al capellán, que las administrará directamente o a través de un pariente próximo. Es frecuente la solicitud de capellanías para menores y se dan diversas acusaciones sobre la poca vocación de los interesados en ellas, que las abandonarán al cambiar de estado, mediante el matrimonio. Este hecho, entre otros, tal vez explicaría la proliferación de religiosos con más interés en estas rentas que con vocación, caso frecuente en España e Indias hasta no hace mucho tiempo.

Por otra parte las pruebas establecidas para el disfrute de las capellanías, basadas en la pertenencia a un mismo linaje, reafirmarían y consolidarían el sentido de familia extensa en el antiguo Régimen, existente en la zona y la región hasta nuestros días.

En una población como la de Guadalcanal (con no más de 5.000 almas) desde el siglo XVI produce con relativa frecuencia la vacante y sucesión de varias capellanías, y en cortos espacios de tiempo se están removiendo y refrescando parentescos, que se remontan hasta los cuartos y quintos abuelos, y a diversas ramas de un linaje.

Así los beneficios económicos vinculados a una familia obligará a sus miembros a saber y considerarse pertenecientes a un mismo linaje, a un mismo grupo social.

Conclusiones e hipótesis

Como conclusiones de este breve análisis queremos destacar las siguientes:

1. El valor de la información que proporciona la documentación de capellanías indianas era el tema de la emigración .

2. La importancia de la emigración familiar en Guadalcanal en los siglos XVI y XVII.

3. La emigración familiar como un factor más de atracción a Indias. Como hipótesis podemos apuntar:

1. La emigración de un número importante de individuos pertenecientes a grupos privilegiados de Guadalcanal.

2. La consolidación de privilegios de estos grupos en Indias y en Guadalcanal hasta el siglo XIX.

3. El trasvase a Indias de la institución de capellanías y el aumento de las mismas en Guadalcanal gracias al aporte indiano.

4. El incremento de bienes en manos muertas y en sectores privilegiados gracias a esta institución.

5. La reafirmación de los valores tradicionales de la familia y el linaje en el pueblo, motivada, entre otros factores, por las capellanías.

Anexo I

Capellanías de Guadalcanal fundadas por indianos, citadas en texto.

Archivo Arzobispal de Sevilla.

Alonso Bonilla. Capellanías (en adelante C.) 854 (1)

Alonso López de la Torre. C. 856 (3)

Diego Ramos Gavilanes. C. 858 (5)

Diego Ramos El Rico. C. 858 (5)

Diego Ramos El Rico. C.859 (6)

Fernando Rodríguez Hidalgo. C. 860 (7)

Juan Bonilla Mexias C. 862 (9)

Jerónimo de Ortega Fuentes. C. 862 (9)

Luis Ortega Suarez. C. 864 ( 11 )

Antonio de la Bastida. C. 871 (18)

Cristóbal de Arcos y Medina. C. 873 (20)

Bienes de difuntos de

Guadalcanal, citados en texto.

Archivo General de Indias, Contratación.

Diego Ramos. Legajo 202 (10)

Diego Ramos. Legajo 203 (12)

Diego González Holgado. Legajo 256 ( 1 )

Francisco de la Cava. Legajo 276 (1-2)

Luis de Funes. Legajo 312 (9)

Alvaro de Castilla. Legajo 316

Cristóbal de Arcos Medina. Legajo 326(7)

BIBLIOGRAFÍA

1. Catálogo de los fondos americanos del Archivo de protocolos de Sevilla, Sevilla, 1930-1937, 5 vols.

2. SANCHEZ SAUS, Rafael. «Plasencia y la emigración a Indias en el siglo XVI», artículo (inédito aún) que el autor ha tenido la amabilidad de ofrecerme para su consulta.

3. Edición, prólogo y notas de Matías Martínez Burgos, 4. edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1975, p. 99.

4. LOPEZ RUIZ, Jesús María.: Hernández de Serpa y su hueste de 1569 con destino a la Nueva Andalucía. Fuentes para la Historia colonial de Venezuela. Academia de la Historia. Caracas, 1974.

5. GERBERT, Marie-Claude. : La noblesse dans le royaume de Castille. Etude sur ses structures sociales en Estremadure de 1454 a 1516. Publications de la Sorbonne, París, 1979.

6. CARDALLIAGUET QUIRANT, Marcelino. «Estimación de los factores de la emigración extremeña en el siglo XVI», en Revista de Estudios Extremeños, Sept.-Dic., Badajoz, 1978, pp. 541-565. Este autor recoge algunas ideas de Moxo y Mario Góngora, entre otros, como puede verse en la bibliografía que cita.

7. Vid. Gerbert, ob. cit., pp. 467-477.

8. Sugerente a este respecto es el artículo de Vera Camacho, Juan Pedro, «El área cultural del Sudeste extremeño», en Revista de Estudios Extremeños, Mayo-Agosto, Badajoz, 1975, pp. 253-258.

9. GUERRA, Arcadio, «La minería en Extremadura en los siglos XVI, XVII y XVIII», en Revista de Estudios Extremeños, Sept-Dlc., Badajoz, 1972, pp. 425-440.

10. CARANDE, Ramón.: Carlos V y sus banqueros. Ed. Crítica. Ed. Grijalbo, Barcelona, 1977,2 tomos (ed. abreviada).

11. GERBERT, ob. cit., pp. 57-73.

12. Dichas relaciones se aprecian en la documentación existente en los protocolos sevillanos.

13. Para la cuantificación de la emigración de Guadalcanal en el XVI y XVII hemos utilizado los datos de los siguientes autores. :

BERMUDEZ PLATA, Cristóbal. : Catálogo de pasajeros a Indias, 1509-1559. C. S. I. C., Sevilla, 1940-1946, 3 vols.

GALBIS, Carmen y L. ROMERA IRUELA: Catálogo de pasajeros a Indias, 1560-1577.(En prensa, 2 vol.).

BOYD BOWMAN: Índice geobiográfico de 40 pobladores españoles de América en el XVI. 2 vols. Bogotá, 1964, México, 1968.

PICON RODRIGUEZ, M.ª del Carmen.: Emigración extremeña a América durante el siglo XVII. Tesis de Licenciatura, inédita, realizada bajo la dirección del doctor Francisco Morales Padrón y presentada en la Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla en 1976. Agradezco a M.ª del Carmen Galbis y a M.ª del Carmen Picón haberme permitido consultar sus obras inéditas.

14. Autos sobre los bienes de Luis de Funes, 1613. AGI. Contratación 312 (9). Para la localización archivística de las distintas capellanías y bienes de difuntos vid. Anexo I.

15. Autos sobre los bienes de Alvaro de Castilla, 1614, AGI. Contratación 316.

16. Para mayor información sobre Rodrigo Nuñez de Bonilla y Alonso de Bastidas, Vid. Rumazo González, José ((La región amazónica del Ecuador en el siglo XVII), en Anuario de Estudios Americanos, Tomo III Escuela de Estudios Hispano-Americanos. C. S. I. C. , Sevilla 1946, pp. 1-268.