miércoles, 18 de agosto de 2010

CERVANTES EN GUADALCANAL - 18

Pliego cuatro

A medida que la tarde avanzaba, las sombras fueron ocupando el lugar que iba dejando la clientela al marcharse. El mesón se había ido vaciando poco a poco y ahora sólo quedaban ocupadas las dos mesas junto a la ventana del corral, y otra, contigua a la puerta de entrada en la que dos poetas locales, pensativos y distraídos, (27) emborronaban las cedulillas con su respectiva peñola, mientras alternaban con los vasos que iban bebiendo de una jarra de vino, que el inquieto mesonero les había vuelto a llenar.

—Mesonero —pidió el más señorial de los dos poetas, que se asomaba tras un canoso bigote— si voacé es tan amable, nos va a traer “duelos y quebrantos para los dos” (28)

En el campanario de la iglesia de Santa María, sonaron las tres de la tarde.

La mujer del mesonero había traído el tabaque (29) con frutas, que fue agradecido por los presentes.

Cervantes asiendo un trozo de badea (30) recordando la tarea principal que allí le habia llevado preguntó:

—¿A qué hora es la mejor para hablar con Cristóbal Freire?
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(27) Los poetas a que se refiere el narrador, se hacían llamar “El Trujamán del Retablo” y José Alba, más conocido por “El Alquimista de El Coso”, este último hijo de José León Medina, mercader de paños y muebles, oriundo de Jaén, que se estableció en la villa a la temprana edad de 12 años, al que las rarezas de su hijo traen de cabeza, ya que considera que el sesgo que ha dado a su vida, le puede llevar a ser víctima de la Inquisición, como ya le ocurrió a un vecino de Guadalcanal. (Nota del Editor)
(28) Huevos fritos con tocino o chorizo. (Nota del editor)
(29) Cestillo de mimbres para la fruta. (Nota del editor)
(30) Sandía o melón de agua. (Nota del editor)

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