jueves, 15 de julio de 2010

CERVANTES EN GUADALCANAL - 1


Prólogo

No deja de ser sorprendente que una tierra, en donde el maléfico vicio de la lectura es minoritario, tenga un notable aliento literario que se plasma tanto en escritores nacidos en Guadalcanal como en obras que lo mencionan.

No es objeto de estas líneas hacer un catálogo de autores y de obras que demuestren este aserto, pero es un hecho cierto que en algún momento habrá que abordar. En cualquier caso el Concejal Delegado de Cultura (en la fecha del prólogo) de esta Villa se toma, pero que muy en serio, su papel de animador cultural y está empeñado que en los niños de su pueblo prenda el saludable -insisto en lo de saludable, aunque hay quien piense lo contrario- hábito de la lectura. Entiende por cultura, fundamentalmente la lectura que, no lo olvidemos, reduce la ignorancia, atenúa nuestra vanidad, potencia la imaginación, recupera en nosotros la capacidad de sorpresa que perdimos a medida que nos hacíamos mayores, nos desinstala de peligrosas seguridades y nos permite comprender cada vez más a los que no piensan como nosotros, haciéndonos a la vez que más humanos más ciudadanos.

Es una curiosa casualidad que la conmemoración del cuarto centenario del Quijote haya coincidido con el hallazgo de un manuscrito sobre una estancia de Cervantes en nuestra villa. Es por tanto una oportunidad única para darlo a la luz. Además, matando dos pájaros de un tiro, dicho que viene al caso en un pueblo de tan acrisolada afición cinegética, Ignacio Gómez ha aprovechado la ocasión de insertar en el texto unas ilustrativas notas que explican pasajes de nuestra historia.

Habrá quien arguya que el Quijote es demasiado como lectura iniciática, pero son tantos los tesoros escondidos en este monumental tratado de ironía, que será provechoso leerlo más de una vez a lo largo de la vida. Este improvisado prologuista espera y desea que se cumplan los fines de esta edición, y que los beneficios que se derivan del cultivo de la mente prendan en los adolescentes guadalcanalenses, que, entre otras cosas, han tenido la inmensa suerte de no crecer en los rescoldos de una guerra fratricida, que ojalá no se repita jamás. La publicación de este texto se produce cuando Guadalcanal tiene al mismo tiempo el mayor número de bienes sociales de su historia y, paradójicamente, quizás el menor número de habitantes.

Esta elevada renta cultural per cápita es a la vez un lujo y una responsabilidad para las nuevas generaciones, que son las que tienen en sus manos el futuro del pueblo.

José María Álvarez Blanco
Mayo 2005

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