Posiblemente si presentáramos esta fotografía a una competición, se llevara uno de los primeros premios. El fotógrafo (imperdonable por nuestra parte no saber el nombre, ya que hace sólo unos días comentamos la fotografía con uno de los protagonistas) ha condensado en la imagen el trabajo de un alfarero, que sólo con sus manos y la ayuda de sus pies, ha ido modelando los diferentes “cacharros” que podemos ver.
La fotografía nos muestra a dos generaciones haciendo el mismo trabajo; padre, en este caso Segundo Muñoz, e hijo José Muñoz. La instantánea fue tomada en su penúltima alfarería, en la actual calle Juan Carlos I, ya que al final la trasladaron al Coso Bajo, donde los nuevos tiempos la arrinconaron y por último desapareció cuando se hizo la nueva casa.
Es curioso que en tan poco espacio, podamos ver reflejada la historia de Guadalcanal. En primer lugar, vemos a un José muy joven –ahora ya es abuelo- modelando una maceta, que posiblemente vimos en algún patio, conteniendo unos geranios rojos, o unas rosas del mismo color.
Nosotros que no somos alfareros, no sabemos muy bien, si la maceta que en esos momentos modela el joven artesano, al secarse, se comprime el tamaño y se iguala a esas otras que aparecen en la fotografía; no creemos que pueda suceder, como tampoco, que los cántaros pequeños se conviertan en grande, ni que con los tiempos que corren, pudiéramos llenar las alcancías que también aparecen, para divertirnos en la próxima feria.
Quizás el “pipote” es lo último que hemos dejado de ver, e incluso todavía aparecen en algún granero de nuestras casas, dispuestos a seguir suministrando el agua fría en el verano.
La última pregunta que nos hacemos es, ¿fue capaz José de hacer la hermosa vasija que su padre Segundo, hace en este momento? En la mirada quizás podemos notar el orgullo que siente en ese momento, al estar dando vida a un nuevo trabajo, que posiblemente perdure aún, conteniendo una flor marchita, aunque no fuera su uso original.
Nos quejamos de que no hay trabajo en Guadalcanal, pero como pasó con los zapateros que comentábamos hace unos días, nadie quiso continuar con este trabajo y ahora ya es imposible captar la imagen de un padre y un hijo, realizando este trabajo.
Una última curiosidad nos queda, ¿en qué se convirtieron las bolas de barro que José tiene a su espalda?
La fotografía nos muestra a dos generaciones haciendo el mismo trabajo; padre, en este caso Segundo Muñoz, e hijo José Muñoz. La instantánea fue tomada en su penúltima alfarería, en la actual calle Juan Carlos I, ya que al final la trasladaron al Coso Bajo, donde los nuevos tiempos la arrinconaron y por último desapareció cuando se hizo la nueva casa.
Es curioso que en tan poco espacio, podamos ver reflejada la historia de Guadalcanal. En primer lugar, vemos a un José muy joven –ahora ya es abuelo- modelando una maceta, que posiblemente vimos en algún patio, conteniendo unos geranios rojos, o unas rosas del mismo color.
Nosotros que no somos alfareros, no sabemos muy bien, si la maceta que en esos momentos modela el joven artesano, al secarse, se comprime el tamaño y se iguala a esas otras que aparecen en la fotografía; no creemos que pueda suceder, como tampoco, que los cántaros pequeños se conviertan en grande, ni que con los tiempos que corren, pudiéramos llenar las alcancías que también aparecen, para divertirnos en la próxima feria.
Quizás el “pipote” es lo último que hemos dejado de ver, e incluso todavía aparecen en algún granero de nuestras casas, dispuestos a seguir suministrando el agua fría en el verano.
La última pregunta que nos hacemos es, ¿fue capaz José de hacer la hermosa vasija que su padre Segundo, hace en este momento? En la mirada quizás podemos notar el orgullo que siente en ese momento, al estar dando vida a un nuevo trabajo, que posiblemente perdure aún, conteniendo una flor marchita, aunque no fuera su uso original.
Nos quejamos de que no hay trabajo en Guadalcanal, pero como pasó con los zapateros que comentábamos hace unos días, nadie quiso continuar con este trabajo y ahora ya es imposible captar la imagen de un padre y un hijo, realizando este trabajo.
Una última curiosidad nos queda, ¿en qué se convirtieron las bolas de barro que José tiene a su espalda?
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