(Transcripción de las Crónicas publicadas por FRAY ANDRES DE GUADALUPE en su Historia de
CAPITULO XXIX
Esta venerable Madre, y sierva de Dios tuvo por patria la villa de Guadalcanal, sus padres fueron Pedro de Bonilla Ramírez, y Doña Beatriz de Carraco, de lo principal de la república; nació día primero de marzo, año 1581. Cuidaron de su crianza, para cumplir con las obligaciones, en que los había puesto el Señor, entregándoles un alma criada a su imagen, y semejanza, para gozarle en la gloria; ilustraron su entendimiento en los misterios de la fe, aplicaron su voluntad a la virtud, dando reglas para el ejercicio, y ejemplo con su obrar, porque eran buenos Cristianos y virtuosos.
Grabose la doctrina en el ánimo sencillo de la niña, y copió de modo la virtud, que miraba en sus padres, y maestros, que excedía en el entender, y obrar a la edad tierna; son fuertes las primeras impresiones en las almas inocentes de los niños; quedó poseída la suya en lo bueno; obró también Dios con sus auxilios al amanecer de la razón. Procedía la niña con tanta madurez, y peso, que ya parecía maestra en la virtud; a los doce años de su edad comenzó a tener oración mental, la materia ordinaria de la meditación era la pasión de Cristo nuestro Redentor: halló tanto jugo su espíritu en ella, y sentía tan tiernos afectos, que alcanzó don de lágrimas continuo con abundancia, no sólo en la oración, sino siempre, que la reducía la memoria; encendíase el fuego interior fácilmente, porque estaba la memoria dispuesta; los mismos efectos, y lágrimas tenía las veces, que recibía a Dios sacramentado, o se ponía en su presencia.
La continuación de orar fue notable, tenía todos los días ocho horas de oración con perseverancia; de esta fuente sacaba luz para las virtudes, y calor para ejercitarlas; no era estéril su oración porque por devota, y prolija mereció fecundar con ella el espíritu; en esta forma de vida, más divina, que humana, llegó a edad de veinte, y cuatro años con grandes mortificaciones, ayunos, y disciplinas con otras obras buenas. Reconocía las mercedes, que Dios la hacía, hacían peso en su corazón agradecido para la correspondencia de su parte; consagró a su Majestad su pureza, y alma, haciendo voto de castidad, y de hacer lo que conociese ser de su santo servicio. Hallose llamada con secreta fuerza a
Deseosa de vivir vida Religiosa en lo posible, dio la obediencia a su Confesor, y Maestro espiritual; nada hacía sin su orden, y nada dejaba que hacer que la ordenase; como era la obediencia de voluntad, no conocía la voluntad detención, ni faltas en la obediencia. Conociendo su pureza, y frutos de su alma en la sagrada comunión; mandó comulgase todos los días, medíase con el espíritu de la discípula el Maestro, y hacía, que caminase con frutos celestiales hacía las comuniones obediente con sentimientos tiernos inflamados de su alma, acompañados de copiosas, y suaves lágrimas de los ojos hasta la tierra, y hallándose indigna de tan singular beneficio, se conocía humilde: refería a su Criador la obra, y con amorosos afectos le rendía gracias, pidiéndole su divina luz para hacerlas con todo acierto.
Entregose a la penitencia, y abstinencia; desde la edad de veinte, y cuatro años, no vistió lienzo; castigó la carne con cilicios, y disciplinas; no comía carne, los ayunos de Cuaresma, y Adviento, y vigilias hacía comiendo un poco de pan, y unas hierbas; hízose raro ejemplo de santidad al pueblo. Muchas doncellas principales le comunicaban sus ejercicios interiores, y seguían sus consejos de vida: con las experiencias propias las inducía a la oración mental con reglas acertadas a la sagrada comunión, y penitencia; cogió copiosos frutos para el cielo su doctrina, y ejemplo, ocho de ellas alcanzaron el desengaño del mundo, y volviéndoles las espaldas se consagraron a Dios vírgenes en
Andaba ordinariamente descalza, penitencia penosa, por ser aquella región muy fría; con culto religioso veneraba a los Sacerdotes, por ministros de Dios con potestad para consagrar la hostia sagrada, y darla a los fieles: tenía a su cuidado el adorno de altares, e Iglesias lavaba, y aseaba los corporales, albas, y manteles, y amitos por sus manos. Dió testimonio claro de discípula de Cristo en el amor de los prójimos; amolos como a si misma: andaba en su amor, como Cristo anduvo en el nuestro; no se le sigue a tal Maestro de otra manera.
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