miércoles, 30 de noviembre de 2011

Los Conventos de la Orden de San Francisco en Guadalcanal - 6

(Transcripción de las Crónicas publicadas por FRAY ANDRES DE GUADALUPE en su Historia de la Santa Provincia de los Angeles, Madrid 1662) - Edición de José Mª Alvarez Blanco

Oyendo Misa un día contemplaba en el misterio de vota vio, que después de las palabras de la consagración estaba en el cáliz la sangre de Cristo, en quien se habían convertido el vino, y agua: adoró tan precioso tesoro de nuestra redención con suma reverencia de su alma con otros sentimientos afectuosos; oyó también una música de Angeles, asistentes a Dios sacramentado, hasta que el sacerdote consumió ambas especies; no hallaba comparación para explicar la dulzura de la música; era del cielo, y no la hallaba en la tierra; porque no la hay.

Visitola el Señor amorosamente antes de morir con una grave enfermedad algo prolija; fue obra de su amor, porque la dió paciencia, y purgó con ella las virtudes, dándolas nuevos realces: llegando ya a lo último de su vida, la favoreció el Señor con suaves consolaciones de espíritu, y con visiones de coros de Angeles, según ella lo reveló a persona confidente suya. Recibidos los sacramentos, pidió con instancia a las Religiosas, la dijesen la protestación de la fe, que ella tenía hecha; hízola con ellas, y pidiendo la encomendasen a Dios, entregó su espíritu año de 1631, de su edad cincuenta y cuatro, y de Religión, treinta y cinco.

Parece, que después de muerta quiso el Señor acreditar su vida ejemplar; una pobre mujer, llamada Isabel González, se hallaba agravada con una recia calentura, y peligrosa disípula12 en la cabeza; diéronla una mantellina13 del uso de la sierva de Dios; púsosela con fe sobre la cabeza, y sanó perfectamente de sus accidentes. María de Soto hija de esta mujer tenía tercianas, que la afligían demasiadamente, encoméndose a la venerable Madre, pidiéndola con lágrimas alcanzase de Dios la librase de su enfermedad; fue eficaz la oración, porque luego se halló sana.

Nació en la villa de Guadalcanal María del Corpus Christi, hermana de la venerable Madre Leonor de San Bernardo (de quien se tratara presto): fue la sierva de Dios María del Corpus Christi observantísima de su instituto, y regla; dotola su Majestad de claro ingenio, de don de consejo con caridad a los próximos. Asistía a los afligidos, y desconsolados con tanto amor, y razones de consolación, que salían alegres, y aliviados de sus aflicciones, y pesares; de estas obras de misericordia hizo muchas; con la observancia regular, y oración creció su espíritu en virtudes; fundose bien; ya bien fundada, hizo prueba el Señor de las mayores en su sierva.

Diola una enfermedad, que duró catorce años, gravísima en si, y en las circunstancias, hallose tullida de la cintura hasta los pies, llagose con llagas encanceradas, padeciendo terribles dolores; ya por estar muy sensibles; ya por las curas, cortándole pedazos de carne, hasta los dedos de los pies enteros. Terrible era este tormento para la carne, más terrible el de su recato, y honestidad, porque llegó a lo mayor, que en esta materia puede suceder una virgen pura, honesta; aquí padecía el alma con la virtud de la pudicia; fue rara su paciencia, constante en tan penosa cruz; gozaba el alma una quieta paz con igualdad de ánimo siempre, agradecida a Dios, que así la ejercitaba.

Superior el espíritu a todo padecer, no se le oyó quejar jamás, por no dar alivio a la naturaleza, y dar este quilate más a la paciencia; decía a Dios inflamada la mente: Señor mío, y amoroso Padre, si sois servido, vengan más trabajo a vuestra esclava; todavía tengo manos, y brazos que podais tullir, ojos, cara, y otras partes que llagar; todo es vuestro, nada mío, sino solo para daros lo con resignación entera; todo lo toleraré por el amor que os tengo, si me asistis con el auxilio de vuestra divina clemencia. ¡Oh fuerte espíritu, libre de pasiones, oh admirable paciencia, que pide más materia para su ejercicio, teniendo tanta!

Ni los dolores, ni las demás penalidades de tan larga enfermedad la impedían para la oración mental; vacaba14 a ella todo lo demás del día, y de la noche: decía, que con aquella sustancia vivía su alma, y que con la fortaleza de tal sustancia llevaba su padecer resignada, y que por más necesitada la buscaba cuidadosa. En este continuo ejercicio interior buscaba con recato el silencio exterior; no se le oía palabra ociosa; por guardarle con más perfección, y no molestar las enfermeras, no manifestó muchas veces algunas necesidades que padecía.



12 Disípula es voz antigua, sinónima de erisipula y erisipela, esto es, una inflamación de la dermis, acompañada de color rojo, y frecuentemente de fiebre.

13 Mantellina es sinónimo de mantilla. (J. Casares, Diccionario Ideológico de la Lengua Española).

14 El verbo "vacar" parece que debe tomarse aquí en la tercera acepción que le da J. Casares, esto es, "Dedicarse o entregarse enteramente a una ocupación".

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