lunes, 28 de noviembre de 2011

Los Conventos de la Orden de San Francisco en Guadalcanal - 5

(Transcripción de las Crónicas publicadas por FRAY ANDRES DE GUADALUPE en su Historia de la Santa Provincia de los Angeles, Madrid 1662) - Edición de José Mª Alvarez Blanco

LIBRO DUODECIMO

CAPITULO XXVI

Vida, y muerte de la sierva de Dios María de San Ildefonso, y otras Religiosas del convento de San José de Guadalcanal.

Nada puede el hombre sin la gracia; pero con ella puede mucho bueno, sino la deja ociosa; es poderoso a caminar largo viaje en breve tiempo por los caminos de la eternidad; en la parábola de la viña caminaron los últimos tanto como los primero, recibiendo igual premio de vida eterna para su trabajo. El último convento de Religiosas de esta Provincia de los Angeles es este del glorioso San José; pero no lo ha sido en la Religión, y observancia; ha trabajado esta viña el Señor, dando muchos y sazonados frutos de bendición con fervor; ha dado al cielo muchas vírgenes adornadas de virtudes y, santa vida.

Una de las principales fue la sierva de Dios María de San Ildefonso, hija de nobles padres, natural de la villa de Guadalcanal; después que recibió el hábito, se olvidó del mundo de suerte, que dió muestras claras de haberle olvidado de corazón entero. Retirose en la clausura, y convento a vivir con sólo Dios; aunque tenía hermanos y parientes principales, ni los veía, ni trataba; así se abstrajo su ánimo de las criaturas; decía, que para eso las había dejado, que se llevan el tiempo, y sus conversaciones no ayudan al espíritu, antes le distraen, y le detienen en lo bueno, sino le pierden en lo malo; huyolas como contagio, presto, y lejos de ellas.

Entregose a la observancia de su regla cuidadosa; seguía la comunidad la primera; todas las semanas del año ayunaba tres días; guardó esta virtuosa abstinencia hasta morir; por castigar la carne y, mortificar sus desordenados apetitos la atormentó con cilicio duro, y penitente en todos tiempos, y con prolijas disciplinas; temíale como enemigo doméstico, y como tal le trató, quitándole las fuerzas. Todos los Viernes, y otros días de la semana andaba las estaciones con una cruz pesada sobre sus hombros, y algunas veces las rodillas desnudas sobre la tierra por más penitencia; en estas estaciones iba con la consideración en Cristo nuestro Redentor, cuando llevó la cruz por las calles de Jerusalén, dando alma a la exterior obra con la interior del espíritu, y buenos afectos.

Erale fácil, porque desde los primeros pasos en la Religión se ejercitó en la oración mental; siendo Novicia, cuando la comunidad dormía, se levantaba al coro para orar más, y con más quietud; y como aquí se aprenden humildad, caridad de próximos, y silencio; habiendo cumplido con las horas determinadas, se iba a la cocina, fregaba la loza; hacía lumbre a las cocineras y barría, y aseaba esta humilde oficina: en amaneciendo el día barría también el convento. Extendiose su caridad piadosa hasta las criaturas, que carecen de razón; cuidaba de dar de comer a los animalillos del convento, regaba las hierbas silvestres; y preguntándola una Religiosa, porque trabajaba no siendo de provecho, respondió: porque son criaturas de Dios y en su modo le alaban. Observó en todos tiempos silencio; hízole gran provecho al espíritu; asistía a su Creador con pureza de ánimo con continuación; no fue poderoso el Demonio para impedirle este ejercicio interior, aunque le aparecía en figura de un fiero negro, o de otros animales; por el mismo caso que conocía las argucias diabólicas, tenía más oración, y más atenta, sin hacer reparo en las figuras, ni en bramidos, ni voces, que daba.

Con ansias de amar a Dios con desnudez de espíritu, sin afecto a cosa terrestre, y con entero corazón la hacía cuidado un poco de divertimiento humano lícito, que tenía: pidió a Dios que, si no era de su agrado, la diese a entender su santa voluntad. Estando orando en esta petición se, se vio a si misma transparente como cristal, y que dentro de su pecho estaba Cristo nuestro Redentor en forma de Nazareno, y que arrancándola el corazón de su lugar se lo enseñó diciendo: Hija, si me quieres agradar, has de estar tan desasida de todas las criaturas, como está este corazón fuera de su lugar; desde entonces se halló libre de su cuidado, dejando lo lícito por lo que tenía de natural, y propio, con la desnudez de lo criado, que deseaba; dieronla a conocer, como en la perfección embaraza un pelo, que sea contra la perfección.

No hay comentarios: