Por José Parrón Chaves – Revista Guadalcanal año1995
Qué niño o qué niña de la postguerra (como con asiduidad se dice ahora) no escuchó a sus abuelos, o a aquel gañán, aperaó, manigero o pastor, que en las noches cortijeras, no contaran a la chiquillería del cortijo alguna historia o leyenda, que les causaban una gran sensación a veces de miedo, otras de tristeza, y la mas de alegría al escuchar embobadamente a estos maestros de la narrativa cortijera.Eso sí, con un gran respeto y sin rechistar, mientras iban poco a poco desgranando esos cuentos, que aparte de distraernos el hambre, quedábamos atónitos de sus enseñanzas hasta que el sueño nos rendía totalmente.
Rebuscando en libros antiguos, quizás pasados de moda, encuentro uno que es la vida documentada del Padre Tarín y recordando que ésta, formaba parte de esas narraciones escuchadas a nuestros mayores, te da un vuelco el corazón y empiezas a buscar si aquellas cosas que te contaban eran verdad y aparece un apartado que dice: DIAS FELICES EN GUADALCANAL. Al leerlo considero que es de sumo interés para los Guadalcanalenses que lo ignoran, quiero que sepan que el día 10 de Septiembre de 1.996, se cumplieron CIEN AÑOS de la visita de este Gran Misionero a nuestra querida Villa.Llegó procedente de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real), después de un periplo de Misiones por toda Andalucía y parte de Extremadura, con un gran éxito espiritual, para todos los habitantes tanto creyentes como no creyentes, obrando verdaderos milagros en los distintos pueblos visitados.
Para conocimiento de las nuevas generaciones, que aún tienen inquietudes culturales religiosas, que bien lo demuestran en la Semana Santa y en las Festividades Religiosas de Gloria, el entusiasmo que ponen en los Desfiles Procesionales de nuestras queridas Imágenes, con la fe, alegría y cariño que lo realiza esta maravillosa juventud de Guadalcanalenses.Sin lugar a dudas, esa fe, ese entusiasmo y ese cariño que nuestra juventud demuestra, fue inculcada por nuestros mayores, que también ellos la recibieron de sus padres y abuelos, reforzada y enriquecida por esas legiones de misioneros que por Guadalcanal pasaron a través de los tiempos, siendo el más principal y el que más profundamente caló en los corazones de las gentes de la época fue el PADRE TARIN. Que de los sucesos acaecidos durante su estancia en nuestro pueblo, el más destacado es el testimonio dado por D. José López de Ayala, que fue testigo presencial de lo que narra:“En la primera Misión que dio el Padre Tarín en Guadalcanal, pueblo que en materia religiosa era por completo indiferente, tal efecto hicieron sus sermones, que la Iglesia de Santa María resultó pequeña y fue necesario salirse a la Plaza del Pueblo, que es muy grande, colocándose el Púlpito en buen sitio, junto a la puerta de la sacristía, la Plaza se llenaba de gente, que seguía con avidez las palabras del predicador; y aquí hago notar que todo el público oía perfectamente cuanto decía, cosa que creo maravillosa, pues todos conocemos los defectos de su garganta”.Se supone que el defecto de su garganta sería: afonía, faringitis, laringitis, etc., afecciones propias del Ministerio Predicador, teniendo en cuenta que fue siempre de salud muy delicada.“Una de las noches ocurrió un caso que todos presenciamos. Al lado del público se colocaba el paso de la Virgen, y ésta, en sus andas, presidía la Misión. Tenía delante muchas velas encendidas, pero hacía mucho viento y continuamente se apagaban, por lo cual el sacristán, que estaba al cuidado, no cesaba de encenderlas. Notó el Padre que aquel movimiento distraía al público y mandó al sacristán que no se preocupase más de las luces; enseguida rezó un padrenuestro y aunque no cesó el viento sino que siguió como antes, con violencia, ni una sola se volvió a apagar. De todo ésto soy testigo presencial.La comunión se tuvo en la Iglesia, y aunque es tan grande, no se cabía; de modo que tuvimos que comulgar estando todos de pie. Y aún así vulnerábamos la ley de la impenetrabilidad.La despedida fue muy de mañana, en la plaza, donde delante de la Virgen se dijo la Misa, asistiendo todo el pueblo con un silencio y orden admirables; nunca olvidaremos aquel espectáculo, el Padre, lleno de emoción, nos bendijo a todos, confiándonos a la protección de la Virgen para que se conservase el fruto tan extraordinario que se había recogido; hablaba en términos tales, tan cálidos y tan fervorosos, que no había un sólo oyente que no estuviera llorando a lágrima viva.Con todo este entusiasmo se lanzó el pueblo en masa a la estación para despedir al misionero. Todos querían abrazarle y besarle las manos o el manteo, el hermano mayor de la Hermandad del Rosario de la Aurora, antiquísima en Guadalcanal, que acompañaba al Padre sin apartarse un palmo de su lado, al último adiós lo abrazó llorando en presencia de todos y le dio un beso en la frente, subido el padre al tren y estando en el estribo, también lleno de emoción y de respeto le besó la orla del manteo“.
Hasta aquí el testimonio del testigo.
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