domingo, 5 de abril de 2009

El Sermón de las Siete Palabras


Si días pasados hacíamos referencia a cosas que nuestra Semana Santa ha perdido, hoy les ofrecemos este artículo que Pedro Porras Ibáñez publicó en la Revista de Guadalcanal de 1962.

“... Había, como ahora hay, sermón de la Eucaristía; sermón de Jesús; sermón de la Soledad. Pero cuando se hablaba de “EL SERMÓN”, éste no era otro que el de las Tres Horas. ¡Hermoso sermón de las Siete Palabras de Cristo en la Cruz! Luego que el Cristo de las Aguas en la moribunda interpretación de su autor, ofrece, en plena calle, el altísimo ejemplo de su Agonía, es colocado en el presbiterio, y junto a Él, se pone a Nuestra Señora de los Dolores.
Ya en el púlpito del predicador, canta el coro, con música muy emotiva -¡la música de las Tres Horas!, ésta:

Introducción
Al calvario, ¡almas, llegar!
que nuestro dulce Jesús,
desde el ara de la Cruz,
hoy a todos quiere hablar.

Terminada la introducción, se van exponiendo, una por una, las Siete Palabras; pero al acabar la exposición de cada palabra, el coro entona, con la misma bellísima música, estas devotas coplas:

A la primera palabra
Pues que fui vuestro enemigo,
mi Jesús, como confieso,
Rogad por mí, que con eso
seguro e perdón consigo.
Cuando loco te ofendí
no supe lo que me hacía;
¡buen Jesús del alma mía,
rogad al Padre por mí!

A la segunda palabra
Reverente, el buen ladrón
implora vuestras piedades
yo también, de mis maldades,
os pido, Señor, perdón.
Si al ladrón arrepentido
dais lugar allá en el Cielo
ya, yo también, sin recelo,
la Gloria, mi Dios, os pido.

A la tercera palabra
Jesús, en su testamento,
a la Virgen, hoy , nos dá.
¡Oh María!, ¿Quién podrá
explicar tu sentimiento?
¡Hijo vuestros quiero ser!
¡Sed vos mi Madre y Señora,
que os prometo, de ahora,
firmemente obedecer.

A la cuarta palabra
Desamparado se vé,
de su Padre, el Hijo Amado
¡oh maldito mi pecado
que de esto la culpa fue!
Quien quisiera consolar
a Jesús en su aflicción
diga de veras: ¡Señor
me pesa; no más pecar!

A la quinta palabra
¡Sed!, dice Cristo que tiene.
Más, si quieres mitigar
la sed que le llega a ahogar,
darle lágrimas conviene.
La hiel que le brinda un ministro,
si la gusta, no la bebe.
¡Cómo quieres tú que pruebe
la hiel de tu culpa, Cristo!

A la sexta palabra
Con voz quebrada, tu Dios
yhabla ya muy desmayado
dice que, del pecado,
la Redención consumó.
Ya, Jesús, se vé expirar;
ya, Jesús, se vé morir;
¿Quién, pues, no llega a rendir
la vida con el pesar?

A la séptima palabra
A su eterno Padre, ya
su espíritu le encomienda.
Si tu vida no se enmienda,
¿en qué manos parará?
En las tuyas, desde ahora,
mi alma entrego; Jesús mío,
no me mires con desvío
en aquella fatal hora!

Como fin, se considera, por quien predica, el pasaje evangélico de San Lucas: “Et haec dicens expiravit” –Y Jesús, en diciendo estas palabras, expiró. Concluida esta consideración, vuelve el coro, con igual melodía, a cantar. Y lo que canta ahora es este:

FINAL

Ya murió mi Redentor,
Ya murió mi Padre amado,
Ya murió, en la cruz clavado,
Mi Dios, mi Padre, mi Amor.

Todavía, cuando ya parece que todo ha terminado, queda aún un grande momento emocional. Envuelta en nube de incienso la Imagen del Señor, todos los presentes, de rodillas, cantan el Credo: “Credo in unum Deum, Patrem omnipotenten factores caeli et térrea...”
Ya que hoy, por causas diversas, no se pronuncia el Sermón de las Tres Horas, sirvan estas líneas de ayuda para perpetuar su recuerdo...”

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