Manuel Maldonado Fernández
Revista
Guadalcanal año 2012
Pues bien, Álvaro de Castilla
fue uno de los que no pasó desapercibido, ocupando en la administración
americana un puesto de responsabilidad, circunstancia que le permitió enriquecerse
notablemente. La primera noticia que tenemos sobre este personaje corresponde a
su embarque a Indias en 1567[1].
Más adelante, seguramente aprovechando el aprendizaje que tuvo nuestro paisano
en la importante explotación minera de Guadalcanal, nos lo encontramos como
alguacil mayor de la minas de Guanajuato (Méjico), cargo de extraordinaria
importancia y de magro rendimiento pecuniario[2].
Por ahora no hemos podido
averiguar otras circunstancias relevantes sobre su aventura en Méjico, salvo el
hecho contrastado de su matrimonio con doña María Loya Menesse, con la que tuvo
dos hijas (Agustina y Leonor), asentadas en Guanajuato y sin intenciones de
incorporase a estos reinos peninsulares de la corona de Castilla. Por esta
circunstancia, deducimos que los intereses pecuniarios en México de Álvaro y su
familia estarían muy por encima de los 40 mil ducados que mandó a su hermano
Rodrigo para que en su nombre fundara el hospital, claustro y monasterio de las
concepcionistas, como más adelante narraremos.
Y el envío de dinero ya empezó a
producirse gradualmente desde 1599, en un primer momento con la exclusiva finalidad
de fundar un hospital para pobres y transeúntes, institución a la que progresivamente
añadió una iglesia-monasterio, concluyendo con la fundación del claustro
concepcionista que nos ocupa. En efecto, ya en 1599 Álvaro mando una primera
partida de 140 marcos de plata, con un valor de 309.600 mrs.; el mismo año le
siguió un segundo envío de 166 marcos, equivalentes a 367.550 mrs. Continuó en
1600, mandando en esta ocasión 3.688.596 mrs., completando en 1604 un total de
14 millones largos de mrs., equivalente a unos 40.000 ducados (cuando un jornal
de la época rondaba los 30 mrs.[3]),
todos ello a nombre de su hermano Rodrigo de Castilla y con las finalidades
descritas[4].
En 1606, muerto en Guadalcanal
Rodrigo, su hija Isabel se ocupó del encargo de su tío Álvaro, para lo cual
contrató a un albañil (maestro mayor de fábrica) sevillano, un tal Juan Ruiz
Castejón, con el que tuvo meses después de iniciada la obra ciertas
desavenencias, que concluyeron en un enredoso y largo pleito. Al parecer,
desconforme doña Isabel con el desarrollo de la obra, rompió el contrato con el
albañil sevillano y éste, en connivencia con un vecino de Guadalcanal
apellidado Tamayo, acusaron a los Castilla de recibir plata americana sin pasar
previamente por la aduana de la
Casa de la
Contratación , donde deberían haber pagado los derechos reales
correspondientes. El pleito concluyo con sentencia favorable a doña Isabel y
Rodrigo de Castilla Freyre, su hermano[5].
Pero no fue este el único enredo jurídico relacionado con la fundación que nos
ocupa, pues la institución se vio envuelta en sucesivas discrepancias, que no
cesaron a lo largo del XVII.
[1] AGI,
PASAJEROS, L.5, E.762. ALVARO DE
CASTILLA, natural de Guadalcanal, soltero, hijo de Juan de Castilla y de Leonor
Ramos, a Nueva España como criado del doctor Francisco Sande.
[2] AGI, MEXICO, 175,
N.79. Expediente de
Confirmación del oficio de alguacil mayor de Guanajuato a Álvaro de Castilla.
[3] Un ducado equivalía a 11 reales; un real a 34 maravedíes.
[4] AGAS, Justicia-Ordinarios, leg. 3716, doc. 20. Pleito por el patronazgo del convento de la Concepción de
Guadalcanal, entre doña María de Loya Menesse, mujer de Álvaro de Castilla, y
Rodrigo de Castilla, sobrino del anterior.
[5] AGI, Contratación, 316B, N.1R.16
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