Manuel Maldonado Fernández
Revista
Guadalcanal año 2012
III.- EL CONVENTO DE LAS
CONCEPCIONISTAS
Con tantos pleitos y desavenencias, parece ser
que la primera comunidad de religiosas concepcionistas no se instaló en su convento
y monasterio guadalcanalense hasta 1621, con monjas procedentes de Mérida, que
tomaron en ese momento posesión del hospital, monasterio y convento, así como
del capital que el fundador les había reservado para su decente mantenimiento.
Al parecer, dicho capital ascendía a unos 20.500 ducados[1],
que en aquellas fechas estaban prestados a censo al concejo de Llerena, según
ciertas negociaciones establecidas entre don Rodrigo de Castilla Freyre, en
nombre de su tío Álvaro, y dicho concejo[2].
Instalada ya la
primera comunidad de religiosa en su convento, don Rodrigo y el concejo de
Llerena rompieron sus relaciones financieras para poner el dinero en manos de
las concepcionistas. Y fue este momento en el que medió otro guadalcanalense
enriquecido con el dinero procedente de Indias, ofreciéndose a prestarle dinero
al concejo llerenense en unas condiciones de réditos más favorables, oferta que
fue aceptada. El guadalcanalense en cuestión era Benito Carranco, personaje muy
relacionado con la ermita y cofradía de Guaditoca, descendiente directo de
Pedro Ortega Valencia, aquel bravo
paisano que intervino directamente en el descubrimiento y conquista de una
buena parte de Oceanía, aprovechando esta circunstancia para dar el nombre de
su villa natal a una de las islas descubiertas[3].
Esta intromisión de Benito dio pie a otro pleito, pues si bien en principio fue
este último quien consiguió colocar su dinero a censo sobre los propios y
rentas del concejo de Llerena, hubo una sentencia definitiva en favor de las concepcionistas,
a resulta de la cual fue esta institución quien finalmente prestó a Llerena 13
mil ducados (4.895.000 mrs.) en las mismas condiciones ofrecidas por Benito,
iniciándose así una relación crediticia del convento con el concejo de Llerena,
que duraría hasta finales del XVIII.
Por lo
tanto, al margen del carácter religioso y caritativo que debía presidir en la
institución fundada por Álvaro de Castilla, observamos que el monasterio
actuaba como una verdadera institución financiera y de crédito, con la
finalidad de incrementar el patrimonio y garantizar su supervivencia a lo largo
del tiempo.
[1] Ya se habían gastado otros tantos ducados en el
levantamiento del hospital, iglesia y claustro, aparte de los derivados de los
numerosos pleitos, sin que se haya
localizado una clara contabilidad al
respecto.
[2] AMLl, leg. 478-3, fol. 226 vto. y ss. Libro de Propios (1601-25).
[3] RUBIO VILLAVERDE, J., op. cit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario