José María Álvarez Blanco
Nueva serie
continuación de la publicada en seis entregas, titulada “Personajes guadalcanalenses”,
en la Revista
de Feria de Guadalcanal de los años 1991-1996.
A modo de explicación
Hace dieciséis años
concluí la serie a la que alude el principio de estas líneas, que jamás pensé que
iba a escribir. Si lo hice fue por un doble motivo. Por un lado, mi inveterada
curiosidad puso en mis manos los datos de una serie de personas nacidas en Guadalcanal,
que destacaron lo suficiente para dejar constancia escrita de su paso por este
mundo. Por otra parte, esa labor que era necesaria para completar una faceta
imprescindible de la historia de nuestro pueblo, no había sido emprendida por
nadie con una formación específica en el campo de la literatura o de la
historia, que entiendo son las disciplinas más adecuadas para emprender con
solvencia este tipo de trabajos. Por ello, haciendo uso de los conocimientos
adquiridos en un curso de documentación científico-técnica, que estimé
necesario para el ejercicio de mi profesión, me lancé a la buena de Dios a escarbar
en la vida y milagros de cuanto guadalcanalense notable había dejado rastro documental.
En el tiempo
transcurrido desde entonces se ha producido el espectacular desarrollo de
Internet que todos conocemos, y simultáneamente y, gracias a ello, ha aumentado
de forma espectacular el número de personas que ha abandonado su condición
ágrafa, de la que, al igual que la lectora, se decía dogmáticamente que había
sido potenciada por la cultura de la imagen, en general, y por la televisión en
particular. En línea con lo anterior son de sobra conocidos los numerosos
blogs, tanto de particulares como de entidades guadalcanalenses, que cada día
son actualizados en la www.
En esta tesitura las
reseñas biográficas que ahora traigo a este blog de actualidad guadalcanalense,
cumplen el requisito de dar noticias de personas de las que hasta ahora, yo al
menos no tenía noticias, o facilitar nuevos datos de otras ya documentadas. Contrariamente
a la serie de los años 91-96 del pasado siglo, en estos casos no sólo incluiré
los datos de la fuente documental, sino que en algunos casos la transcribiré
literalmente. Mi intención actual es publicar estas nuevas reseñas en este
medio con periodicidad no diaria, y en un futuro recopilar todas las biografías
en un libro, incorporando todas las fuentes documentales. Y sin más preámbulo
entro en materia, empezando por dos miembros de la familia franciscana, que,
curiosamente llevan el mismo nombre, y que ejercieron su ministerio en la América hispana,
concretamente en Colombia y México.
* * *
Fray Diego de Guadalcanal, hermano lego en México. Este es el
primero de los dos de igual nombre, dentro de la familia franciscana. A
diferencia de su homónimo que vivió en Colombia no llegó a ordenarse sacerdote.
En una obra clásica de la historiografía novohispana (advierta el lector, que
el primitivo nombre de lo que hoy es México fue Nueva España) se dice de él lo
siguiente:
"De los claros varones de esta provincia
del Santo Evangelio [concluyo] con la vida de fray Diego de Guadalcanal,
lego, por haber sido en muchas cosas semejante al bienaventurado San Diego de
Alcalá; pues ya tenemos que en el nombre conforman y en el estado de legos y
fueron también naturales de una misma comarca y tierra; es, a saber, el uno de
San Nicolás, pueblo cerca de Constantina, y el otro de Guadalcanal; y en la
vida y muerte harto semejantes también, como aquí parecerá. Tomó el hábito fray
Diego de Guadalcanal en el convento de México y fue de los primeros que en esta
provincia profesaron. Y como de su natural era hombre simple y sin malicia, de
la que el siglo a sus hijos enseña, y se crió con santos religiosos, perseveró
en aquella santa simplicidad por todo el discurso de su vida, que fue poco
menos de sesenta años en el hábito de la religión, sirviendo a aquellos
primeros evangelizadores de esta nueva iglesia con grandísima fidelidad y ejemplo
de vida; ayudándolos a destruir ídolos y a plantar la fe del Evangelio, con el
talento que el Señor le había comunicado. Fue amigo de los pobres y tuvo
siempre cuidado, donde quiera que estaba, de darles de comer y los socorría en
sus necesidades. Era muy devoto y dado a la oración y recogimiento y muy
observante y amigo de la santa pobreza. Tenía dichos y consejos saludables con
que persuadía a la virtud a sus hermanos los frailes y a los seglares que lo
trataban como amigo y celoso de lo bueno, y enemigo de lo malo y vicioso; y a
veces los ponía por escrito, porque más se dilatasen las fimbrias de su
caridad. Visitóle el Señor (como lo había hacer con sus escogidos) al cabo de
sus días, siendo de edad de más de ochenta años, morando en el convento de
Tepeacac. con una enfermedad de las graves y recias que un cuerpo humano puede
pasar; siendo (como fue) de sola una mano, como la que le dio y acabó al
bienaventurado San Diego. de apostema o nacido en un brazo. Mas la enfermedad
de este siervo de Dios, fray Diego, fue cosa nunca vista ni conocida en cuerpo
humano, como lo afirmaron el médico y cirujano que lo curaron en la Ciudad de los Ángeles,
hombres muy expertos en sus oficios; y así no le supieron dar nombre. Era una
carnosidad que se le crió en el envés de la mano, a manera de clavo, que lo
trajo atormentado, por espacio de dos años, en que se le dieron muchos
cauterios de fuego y se le hicieron otras curas penosísimas que aunque parecía
quedaba sano volvía luego a criar aquel clavo hasta que le horadó y abrió la
mano de una parte a otra, y finalmente lo llevó a la sepultura, porque fue necesario
irle cortando los dedos de la mano uno a uno,. y al cabo toda la mano. Fue
tanta la paciencia del siervo de Dios en este su trabajo que el médico y
cirujano estaban admirados. y no lo podían curar sin lágrimas, llamándole otro
San Francisco porque nunca le oyeron queja, ni decir otra palabra en los
cauterios y tormentos, sino Jesús María. No menos quedó edificado de la
paciencia el enfermero, el cual dio testimonio, que por todo el discurso de
esta su enfermedad le sintió que traía grandísimas batallas con el demonio;
porque pasando de noche por delante de su celda, descuidado, al servicio y necesidades
de los otros enfermos, le oía hablar como si platicara con otra persona. Y
parándose a escuchar a la puerta, entendía que confutaba al demonio las cosas
que le ponía delante, haciendo cuenta de su vida y en lo que había ofendido a
Dios, y alegando que de aquello ya había hecho penitencia y que Dios era
misericordioso. Y a otras cosas respondía que aquello lo había hecho por la
obediencia y no tenía para que darle razón de ello. Otras veces parecía que lo
tentaba en las cosas de la fe; y esta tentación, dice un padre sacerdote que
había mucho tiempo que la padecía; porque morando los dos juntos en un convento
le vio andar inquieto sobre esto e ir muchas veces al coro de noche, donde protestaba
delante del Santísimo Sacramento que creía todo lo que tiene y cree la santa
madre iglesia; esto protestó más de veras al tiempo de su muerte, recibiendo
todos los sacramentos con grandísima devoción como la tuvo en vida no dejando
de oír todas las misas que celebraban en la iglesia de San Francisco de la Ciudad de los Ángeles, todo
el tiempo de su enfermedad, hasta que murió bienaventuradamente en el Señor, y
está sepultado su cuerpo en el mismo convento".
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