Por José Mª Álvarez Blanco - Revista de Guadalcanal 2012
En lo que se refiere al monumento que se conserva en el
centro de la Plaza ,
inaugurado el 20 de septiembre de 1926, cuarenta y seis años después de su
muerte, y que estuvo a punto de desaparecer hace pocos años, llaman la atención
varias cosas. Una de ellas es que fuera erigido por suscripción popular. En
esas fechas faltaba solo diez años para la tragedia nacional que nos
sobrevendría, y ya la fama y supuesta valía de Ayala habían sido puestas en
solfa, no sólo por el mencionado Oteyza, periodista nacido en Zafra en 1883,
con tan buena pluma como mala uva, sino por otros como Valle Inclán, como
relaté hace unos años[1] en estas páginas. Es
cierto que en la primera mitad del siglo XX, hubo notables escritores como José
Ortega y Munilla y José Martínez Ruiz (Azorín)[2] que escribieron sobre
nuestro autor textos laudatorios, pero es indiscutible que para los
especialistas en literatura y política del S. XIX es una figura menor,
sobrevalorada en su día tanto en su faceta literaria como política.
Gracias a mi buen amigo Eleuterio
Díaz[3], al que públicamente
muestro en estas líneas mi agradecimiento, conozco algo de los entresijos de la
erección del monumento, de cuya gestación se conservan varios documentos. De
las dos facetas del agasajado, escritor y político, se puso el énfasis en la
primera, como lo demuestra la inscripción de los títulos de sus principales
obras en la parte posterior del monumento. Esto tiene su lógica pues el
homenaje se celebra en plena dictadura de Primo de Rivera, y no parece que el
quehacer político de Ayala, ―con su autoría del manifiesto de “La Gloriosa ”, y sus cambios
de chaqueta que le llevaron a pronunciar posteriormente en las Cortes, el
entonces famoso discurso sobre la muerte de la Reina Mercedes ― fuera muy
propicio para concitar unanimidades y adhesiones inquebrantables tan genuinas
de los regímenes autocráticos.
El autor de la idea de levantar la
estatua de la Plaza ,
fue el paisano canónigo Don Antonio Muñoz Torrado, que fue el redactor y orador
del discurso pronunciado en la plaza con tal motivo. Llegado a este punto tengo
que agradecer públicamente a Dª María Cordobés, viuda del que fue mi amigo
Ernesto Pérez Vázquez, que hace unos años me facilitara una fotocopia del texto
del discurso, que ella conserva como legado de Dª Carmen Caballero, hermana de
las inolvidables Dª María y Dª Rafaela.
Precisamente a C. Caballero
aparece dedicado el ejemplar del discurso, según se muestra de puño y letra por
su autor, que en la reproducción siguiente manifiesta que lo escribió en su
hermosa casa:
Pero sospecho que, por otro lado,
otro clérigo, a la sazón párroco de la villa, ―me refiero a D. Pedro Carballo
Corrales, como se sabe asesinado en la Guerra Incivil , como recuerda la
lápida situada en el lado de la epístola de la Parroquia ― no parece que
estuviera totalmente de acuerdo con la idea del monumento. Quizás tuviera
razones que eran de índole moral y político si era buen conocedor de la vida de
Ayala. En efecto, Ayala había publicado en su juventud, su única novela hoy
semiinédita titulada: Gustavo[4], prohibida por la
censura cuyo final transcurre en un prostíbulo; había firmado el Manifiesto de la Primera República
que introducía libertad de prensa y de culto; había sido enterrado en un
vistoso monumento ―que desaparecerá dentro de poco sí la Presidencia de las
Cortes no lo remedia― carente de simbología religiosa; había tenido como amante[5] a la actriz Teodora
Lamadrid; y para colmo de motivos había sido masón. Tengo que confesar que de
esta última circunstancia me enteré hace pocos años y que parece ser cierta
como puede comprobar el lector ―que haya tenido la paciencia de llegar hasta
estas líneas―buscando en Internet.
En línea con lo anterior, es
probable que Don Pedro Carballo tal vez sugiriera que la Iglesia no aceptara que
con motivo de los fastos de la inauguración del monumento se celebrará una
exposición de objetos religiosos en el Ayuntamiento, como acredita el oficio
del Arzobispado de Sevilla, datado el 19 de julio de 1926, que reproduzco a
continuación:
Pero hay más, al parecer entre la
documentación del expediente parece que hubo que aportar una partida de
bautismo del homenajeado, cuyo texto de puño y letra de D. Pedro Carballo
también reproduzco a continuación, y cuya nota marginal al pie tiene un sentido
bastante explícito.
Solo me resta añadir que el
discurso de Muñoz Torrado, editado en Sevilla[6] es ditirámbico y
laudatorio hasta extremos insospechados. Parece que al escribirlo primó el orgullo
del paisano, que llegó a lo más alto en letras y política, sobre aspectos de su
vida que estaban en conflicto con la ortodoxia. Se ve pues que, ya hace casi un
siglo, el éxito y alcanzar altas cotas de poder eran los únicos patrones
universales de medida de la gente.
[1] El
gallego de La Puebla
de Caramiñal lo puso a parir, llamándole “Gallo polainero”, que tiene su punto
de coña gallega. Véase la biografía de Ayala que publiqué en esta Revista en
1994.
[2] José Ortega Munilla le dedicó
el artículo “Los injustamente olvidados: Don Adelardo López de Ayala”,
en las páginas 1 y 4 del diario ABC de 11 de enero de 1922, cuando se cumplían
cuarenta y tres años y unos días de su muerte. Respecto a Azorín puede leerse
el texto: “Un retrato de mujer” (sobre la obra teatral Consuelo)
publicado en la tercera página de ABC de 13 abril de 1946.
[3] Salvo la dedicatoria de Muñoz
Torrado a Carmen Caballero, todos los demás documentos reproducidos en este
texto han sido obtenidos por Eleuterio Díaz. Entre los papeles conservados está
la lista de donativos de la aportación popular que van desde las 1000 pesetas
del Ayuntamiento, 25 del particular más espléndido hasta 0,50 del más tacaño o
menos pudiente.
[4] Califico esta obra de
semi-inédita por la sencilla razón de que solo fue publicada en la que fue
prestigiosa revista de hispanistas “Revue Hispanique” en la que también
se da cuenta de los comentarios del censor José Antonio Muratori. Un párrafo de
dicha novela lo puede encontrar el lector reproducido en la biografía citada en
la precedente nota 2.
[5] Lo políticamente correcto ha
desplazado hoy a esta palabra que ha sido sustituida por la cursi expresión
“compañera sentimental”.
[6] Imprenta San Antonio, Sevilla,
1930.
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