Por José Mª Álvarez Blanco – Revista de Guadalcanal año 2012
Calderón
es el modelo y guía de Ayala. Entre ellos hay algo muy parecido, muy semejante
al padre y al hijo, al creador y al continuador de sus mismas glorias, al propietario
y al heredero de méritos análogos. La gloria de Calderón resurge en Ayala, que
refunde El Alcalde de Zalamea y hace de Calderón el más cumplido elogio ante la Academia Española
y pone su influencia en ejercicio para conseguir que Madrid levante una estatua
al autor de los Autos Sacramentales, la cual se descubrió al
pasar ante ella el cadáver de Ayala. También estudió nuestro poeta el teatro de
Ruíz de Alarcón; y estos dos poetas «el uno por su maestría en la concepción
y disposición del plan dramático y el otro por su tendencia moral y corrección
de forma, fueron los modelos predilectos que tuvo ante su vista para el
desarrollo de sus obras>.
¡Dios y Calderón! Las dos
religiones, los dos cultos de Ayala.
En la obra dramática del hijo de
Guadalcanal descuella y sobresale su teatro que cultivó desde sus primeros
años, como Salga por
donde saliere, Me
voy de Sevilla, La corona y el puñal, Los dos Guzmanes, La Providencia y otras:
de ellas no queda mas que Los dos Guzmanes y por eso figura en el
pedestal, aunque no pueda compararse con otras que después escribiera.
En sus primeros vuelos poéticos
se nota algún influjo romántico como en sus primeras obras teatrales una
influencia muy marcada de la escuela clásica. Un hombre de Estado, Castigo
y perdón significan muy poco en su teatro; del mismo modo que las zarzuelas
que la afición del público por este género arrancó a la avara musa del poeta.
Las obras que le dieron renombre
y justa fama y en las que está impreso su sello son: El Tejado de vidrio, EI
Tanto por ciento y Consuelo.
Dejad a los críticos que los
coloquen por el orden de preferencia que ellos quieran: para Cánovas, Consuelo,
con El hombre de mundo de Ventura de la Vega y el Drama nuevo de Tamayo, son los modelos
que deben estudiar los autores dramáticos españoles: SilveIa sostuvo la
opinión de que Consuelo es la antitesis del Si de las Niñas y las dos,
las comedias de su época respectiva. Revilla prefería El Tanto por ciento en
el teatro psicológico de nuestro poeta. Picón prefiere El Tejado de vidrio, como
también es preferida por Cejador, que dice: Cañete vacilaba porque
todo lo de Ayala le parecía mejor. Una critica esencialmente dramática y escénica,
dice Solsona, preferiría El Tejado de vidrio; una crítica
esencialmente filosófica El Tanto por ciento; una critica esencialmente
literaria, Consuelo
López de Ayala es en suma, como
afirma Bonilla San Martín, el poeta dramático mas grande que ha producido el
siglo XIX.
IV
el poeta lírico
IV
el poeta lírico
No es abundante la floración
lírica de López de Ayala; pero si poseemos suficiente tesoro que le asegura
lugar eminente entre los líricos que son gloria del parnaso castellano,
principalmente por los primores de arte que encierran sus composiciones. Es
joya exquisita del más subido precio la Epistola
Moral , escrita
en 1856 en Guadalcanal y dirigida a su entrañable y fraternal amigo Emilio
Arrieta; pieza literaria que puede parangonarse y ser digna rival de la tan conocida
A Fabio.
Con autoridad inexorable
residencia el poeta sus propias acciones; describe la lucha entre el bien y el
mal, recuerda sus flaquezas y nos traza el cuadro más íntimo, por así decirlo,
de su carácter moral. Sería preciso recitarla toda para apreciar en su justo
valor el tono viril que emplea, la austeridad que le guía, la expresión sobria
y cultural con que se expresa.
Hay una estrofa que no puedo resistir a copiar:
Y estos salvajes montes corpulentos
fieles amigos de la infancia mía
que con la voz de los airados vientos
me hablaban de virtud y de energía,
hoy con duros semblantes macilentos
contemplan mi abandono y cobardía
y gimen de dolor y cuando braman
ingrato y débil y traidor me llaman.
Y estos salvajes montes corpulentos
fieles amigos de la infancia mía
que con la voz de los airados vientos
me hablaban de virtud y de energía,
hoy con duros semblantes macilentos
contemplan mi abandono y cobardía
y gimen de dolor y cuando braman
ingrato y débil y traidor me llaman.
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