Por José Mª Álvarez Blanco - Revista de Guadalcanal año 2012
A continuación el discurso
completo.
ANTONIO MUÑOZ TORRADO
Presbítero
El poeta López de Ayala
1829-1880
SEVILLA
IMPRENTA DE SAN ANTONIO
1930
Este trabajo fue leído por su
autor en la solemne inauguración del monumento erigido en Guadalcanal al Excmo.
Sr. D. Adelardo López de Ayala, el día 20 de Septiembre de 1926.
Es una realidad. Ayala, el
delicado poeta, el autor de Rioja y de Consuelo tiene, en el sitio de honor de esta
villa, que le vió nacer, y donde escribió muchas de sus inspiradas obras, un
monumento que recuerde su nombre glorioso, y las aclamaciones que acabamos de
oír al ilustre hijo de Guadalcanal son otros tantos aplausos al poeta excelso y
al hombre de Estado, que por propios méritos subió las gradas del templo de la
fama y cuya gloria es imperecedera, por que vivirá mientras haya quien se
extasíe ante la belleza y rinda vasallaje al talento.
Mas que enaltecer a Lopez a
Ayala, nos honramos a nosotros mismos: porque el poeta labró con su propio
esfuerzo el alto pedestal de su gloria, y nosotros, al rendirle este homenaje,
cumplimos el deber que tienen los pueblos de no olvidar y de perpetuar la memoria
de los hijos ilustres que les han dado renombre y fama.
Un solo título justifica mi
intervención en este acto, el de la gratitud; porque a cuantos han contribuido,
acogiendo mi idea con entusiasmo y cooperando a que Ayala tenga este monumento
conmemorativo, debo decirles: ¡Muchas gracias! El poeta que tantas veces ha
recreado mi espíritu, y cuyas obras se leen siempre con placer y enseñan
deleitando, recibe, como justamente merece, el homenaje de los que se glorian
de haber nacido en este mismo suelo.
No esperéis de mi un estudio
acabado y completo del poeta López de Ayala; confieso ingenuamente que no tengo
fuerzas para acometerlo, ni arrestos para intentarlo; ni la ocasión pide cosa
de tal monta. Bien conocido es su nombre y aquilatada suficientemente por la
critica su legítima fama.
Tampoco intentaré justificar la
razón de este homenaje; porque si algún espíritu hubiera (y no lo hay por
fortuna) que pensára de modo distinto, harta sería su desgracia porque su
ignorancia seria tal, que no conocería lo que es del dominio de las multitudes:
seria un espíritu sin cultivo, una inteligencia, mas que miope, ciega; y un corazón pletórico
de envidia y de orgullo, que niega el mérito y el talento porque no es capaz de
comprenderlos. Seria mas digno de lástima que de combatir sus aberraciones y al
que podría decírsele que es cosa lógica y natural que desconozca el valor
positivo de Ayala, porque los ciegos de nacimiento no ven las bellezas de la
luz y de los colores, y los ignorantes no alcanzan las grandezas de la Ciencia , ni perciben los
esplendores de las Bellas Artes.
Renovar
la memoria de Ayala en estos momentos ha de ser grato entretenimiento para
cuantos amamos las glorias de este pueblo de gloriosa historia y rancio
abolengo; y me propongo, si me oís benévolos, tratar muy brevemente
de la personalidad literaria de tan inspirado poeta.
I
Escuela literaria
I
Escuela literaria
Aparece
Ayala en aquellos días en que el arte literario quedó por el momento sin ideal
definitivo. El Romanticismo derrocó al Clasicismo pero no pudo sostenerse mucho
tiempo; la obra principal
de los románticos no fué otra
que emancipar el arte de las trabas de aquel y abrir nuevos horizontes con la resurrección
de los ideales religiosos y caballerescos de la edad media. La exageración desacreditó
al Romanticismo y causó una reacción saludable y provechosa.
¿Qué nueva escuela sustituiría a
las dos rivales? En el teatro bretón, Rubí y Ventura de la Vega desarrollaron las nuevas
direcciones; en el género cómico García Gutiérrez y Tamayo despojaban al drama
de las exageraciones románticas; pero estaba reservado a Ayala la gloria de
crear el drama de costumbres contemporáneas, fiel retrato de la sociedad,
planteando los problemas que más hondamente le preocupan en el orden moral.
chando la reacción clásica de la forma con que
revistió el teatro realista y de sincera actualidad. Tamayo tuvo mas ingenio, Ayala mas talento reflexivo, mayor cuidado de la
forma y más inclinación a lo clásico, en lo cual se parece a Moratin, aunque
enteramente lo oscurezca por la fuerza y riqueza de su pincel.>
Brilla, pues, Ayala con luz
propia entre la gloriosa pléyade de ingenios y en él se combina lo
más templado y aceptable de las audacias románticas con el acicalamiento y
corrección del clasicismo; y entre ellos es la más uniforme, la más consecuente
y la mejor definida personalidad. Volvió Ayala sus ojos al teatro antiguo
nacional, libre de las influencias extrañas que lo desfiguraron en el siglo
XVIII con la venida del primer Borbón, y lo modernizó con el mismo espíritu
que aquel teatro demandaba.
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