jueves, 23 de junio de 2011

PERSONAJES DE GUADALCANAL -3

Por José Mª Álvarez Blanco.

Alonso Enriquez

Nació en Guadalcanal en 1354. Fue un hombre afortunado si tenemos en cuenta que vivió 75 años, ya que murió en Guadalupe en 1429, al final de la Edad Media, cuando la esperanza de vida quizás no llegaría a los 50.

Durante su vida conoció los reinados de Pedro I el Cruel, Enrique II, Juan I, Enrique III y Juan II. Bajo el reinado de éste último ejerció durante 21 años (1405-1426) el cargo de Almirante de Castilla, para el que fue nombrado por Enrique III, según privilegio firmado en Toro el cuatro de abril de 1405.

Fue hijo bastardo del Maestre de Santiago, don Fadrique Enríquez y de una judía, hija de su mayordomo, a quien llamaban “La Paloma.

Este ilustre guadalcanalense que llegaría a ser bisabuelo del Rey Fernando el Católico, era nieto de Alfonso XI, ya que su padre don Fadrique, era a su vez, hijo bastardo de dicho rey. Digamos que la vida sentimental de los Trastamaras fue bastante animada.

De nuestro personaje tenemos incluso un retrato literario, debido a la pluma de Fernán Pérez de Guzmán, en su “Generaciones y Semblanzas”. Gracias a este autor sabemos que don Alonso fue: “onbre de mediana altura, blanco, roxo, espeso en el cuerpo, la razón breve y corta, pero discreta e atentada, asaz graçioso en su dizir; turbauase muy a menudo con saña e era muy arrebatado con ella; de grande esfuerço, de buen acogimiento a los buenos, e los que eran de linaje del rey e non tenian tanto estado, fallauan en la fauor e ayuda. Tenia honrada casa, ponia muy buena mesa, entendia mas que dizia”

La vida del Almirante presente dos facetas principales: poeta cantor del amor cortés y su cargo político-militar, como responsable de la Marina de Castilla.

Sus querencias literarias no le vinieron sólo por el ambiente erudito que impregnaba las cortes de los Trastamaras, sino que parece que estuvieron motivadas principalmente por su tozudo enamoramiento de la viuda, que luego sería su esposa, D.ª Juana de Mendoza, conocida popularmente como “la Rica Hembra”. Este asedio amoroso adquirió cierta notoriedad, pues el Almirante además de sus versos, para lamentar las calabazas de D.ª Juana, tuvo que recurrir para conquistarla a propinarle una célebre bofetada de efectos inmediatos.

Este episodio nos lo relata así uno de sus biógrafos:

“... desesperado Don Alonso de luchar en vano con la esquivez de D.ª Juana, o movido de disimulada cólera, puso airado su mano en el rostro de la dama; y aquélla varonil matrona que no había cedido a los ruegos de D. Juan I, ni a las importunaciones de su amante, fiel a la memoria de su primer esposo don Diego Gómez Manrique, porque no se dijera que hombre que no fuese su marido había tenido tal osadía, se redujo luego al matrimonio...” (Galindez Carbajal en “Adición a las Generaciones y Semblanzas”).

Esta bofetada fue bastante famosa e incluso en el siglo XIX dio origen a una comedia.

Al parecer, todo lo que antes del guantazo era esquivez se tornó después en facilidades, ya que de este matrimonio nacieron tres varones y nueve hembras. El primero de sus hijos, Fadrique que le sucedió en el cargo de Almirante de Castilla, fue a su vez padre de Juana Enríquez, quien tras casarse con Juan II de Aragón, fue la madre de Fernando el Católico.

De la obra literaria del Almirante, sus versos más destacados son los siguientes:

“Porfía mata venado

que non montero cansado”

No está de todo claro si la madre del Almirante era de Guadalcanal o Llerena, según algunos estudiosos, la Paloma era de Llerena y vino a Guadalcanal a tener al Almirante, donde se crió de incógnito hasta los 20 años. Sin embargo, que el Almirante nació en nuestro pueblo está fuera de duda por el testimonio de su nieto Enrique Enríquez (tío paterno de Fernando el Católico), a quien se le ocurre la idea de fundar un convento de Franciscanos “donde había nacido y criándose su abuelo el Almirante don Alonso Enríquez.

Una calumnia según la cual el Almirante era hijo del Maestre de Santiago y la reina D.ª Blanca, primera esposa de D. Pedro I el Cruel, según los historiadores más solventes, carece de fundamento.

Tras morir en Guadalupe en la fecha citada, fue enterrado, junto con su esposa D.ª Juana de Mendoza, en el Monasterio de las Claras de Palencia, que ambos habían fundado, iniciándose la construcción de la iglesia hacia 1395, siendo proyectada para ser Panteón de los Almirantes de Castilla.

El espectacular sepulcro de nuestro personaje, en forma de nave, recordando su condición de Almirante, fue destruido en la Guerra de la Independencia.

Entrando en la Iglesia de Santa Clara por la fachada principal, y a sus pies, comunicando con el Coro, se encuentra la Capilla del Santísimo Cristo. Aquí se venera, depositado en una antigua urna de cristal, un Cristo Yacente, de escaso valor artístico, talla probablemente de madera, que mide 1,4 metros; juego de cabeza y brazos por hombros y codos, con dos argollas y dos cadenas en la espalda, lo que nos inclina creer que durante algún tiempo se utilizó en las funciones del Descendimiento. Tiene, además, cabello natural hecho creer al pueblo sencillo que le crecen.

La historia de este Cristo, de gran devoción en Palencia y su comarca, es la siguiente:

Navegaban las naves de don Alonso Enríquez, en sus correrías por el Mediterráneo los años 1407-10, en la guerra contra los moros, cuando el vigía divisó a lo lejos un bulto que emitía un resplandor extraño. Ordenado el abordaje, pudo comprobarse que se trataba de la imagen de un Cristo Yacente, encerrado en una urna de cristal. Sorprendido el Almirante por semejante hallazgo en lugar tan insólito, dispone que dicha Imagen Sagrada sea llevada a Palenzuela, al objeto de darle allí culto. Una vez la nave llegó a puerto, fue escoltada por caballeros y soldados para ser conducida a Palenzuela, pero al llegar a Reinoso, frente al castillo que había servido de Monasterio de las Clarisas, se detuvo el animal que portaba el Cristo, sin que hubiera forma de hacerle seguir adelante. En vista de novedad tan extraña, dedujeron los presentes ser voluntad Divina que la Imagen recibiera culto en el Monasterio de Santa Clara, de Palencia, lo que quedó confirmado al comprobar que el animal, dejado a su arbitrio, se dirigió pacíficamente con su carga a dicho Monasterio, donde desde entonces es venerado por toda la ciudad de Palencia.

Se cuenta que debido a su dramática expresión, cuando en el año 1592 visitó Palencia el Rey Felipe II exclamó lo siguiente: “Si no tuviera fe, creyera que este era el mismo cuerpo de Cristo, que había padecido al arbitrio de la malicia; pero sé y creo que resucitó y esta es su Imagen; pero tan parecida, que estando difunto le retrata al vivo”.

A lo largo de los cinco siglos que lleva el Cristo en el Monasterio, se cuentas infinidad de hechos milagrosos sobre personas que se curaron, epidemias, sequías, catástrofes y plagas en Castilla.

Gonzalo García Sarro

Este militar y aventurero, que hizo las Américas, nació en nuestra villa a principios del siglo XVI. Debido a su astucia en el campo de batalla, fue conocido por el apodo de “Zorro”.

Tras entrar en el servicio real, en la tropa de caballería, marchó a América como portaestandarte de la Corona, teniendo a su cargo la Caballería en la expedición de Gonzalo Ximenez de Quesada, luchando con gran bravura en el descubrimiento y conquista del Nuevo Reino de Nueva Granada, emprendidos desde la ciudad de Santa María en 1536.

Posteriormente, bajo las órdenes del Teniente General Pedro Fernández de Lugo, participó en el descubrimiento y conquista de las tierras de Tunja y Bogotá.

La fama de sus acciones guerreras fue notable, tanto él como sus hermanos murieron poderosos y colmados de honores. Su nombre aparece en repetidas veces en la obra “Elegías de varones ilustres de Indias”, del alanicense Juan de Castellanos.

Juan de Góngora

A finales del siglo XVI nació en nuestro pueblo este teólogo y místico, que murió un dos de julio en olor de santidad.

Antonio Francisco Casaus

Que se sepa, el único miembro de la Compañía de Jesús natural de Guadalcanal, donde nació el 3 de Marzo de 1656. Se ordenó el 15 de Agosto de 1689, es decir bastante tarde, lo que hace pensar que pudo ser por ambición personal o política. Fue confesor del Marqués de Almonacid, gobernador del reino de Valencia, donde parece se afincó hasta su temprana muerte acaecida el 3 de octubre de 1699.

Las crónicas dan cuenta de que escribió dos obras de carácter histórico relacionadas con Valencia, “Breve Descripción del Reyno de Valencia” (Valencia 1693) y “Otra Descripción de la Huerta y Contribución Particular de la Ciudad de Valencia” (Valencia 1695). De tema religiosa tradujo del italiano la “Quaresma del P. Paolo Señeri”, editada en Madrid en 1698, que se conserva en la Biblioteca de la Universidad Pontificia de Comillas, que aparece firmada por Antonio de las Casas.

Fue hijo de Juan de Casas, alcalde de nuestra villa por el estado noble.

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