Por Salvador Hernández González - Revista Guadalcanal año 2006
4. El pasado: Guadalcanal en la Antigüedad y la Edad Media.
Los autores de que tratamos suelen dar algunas pinceladas sobre el pasado de Guadalcanal, cuyos orígenes remontan a los tiempos de la Antigüedad romana, opinión seguramente sustentada en la lectura de la clásica obra de Rodrigo Caro sobre las antigüedades del Reino de Sevilla . La tradicional identificación de la localidad como Tereses es recogida ya en el siglo XVII por Méndez de Silva, quien atribuye su fundación a los celtas en el año 580 antes de Cristo, permaneciendo con tal nombre hasta el año 430 después de Cristo, en que “ dominándola vándalos y alanos, la ensancharon y dijeron Canana; más adelante los moros [la llamaron] Guadalcanal “. Tal secuencia etimológica es repetida por Estrada, poniendo en circulación un juego de topónimos que se hallan presentes todavía en el siglo XX en algunas obras divulgativas y de escaso rigor científico, aunque los últimos estudios filológicos han venido a arrojar abundante luz sobre la cuestión .
Otro hecho histórico presente en estos autores es la reconquista de Guadalcanal por Don Rodrigo Iñiguez, Maestre de la Orden de Santiago, con la consiguiente incorporación de la población a la jurisdicción de los caballeros santiaguistas en lo civil y lo religioso, dentro del marco administrativo de la denominada Provincia de León santiaguista, que como es sabido comprendía una buena parte de Extremadura . Así Méndez de Silva cuenta que el citado Maestre al conquistar la localidad “ la halló desierta y mandó poblar nuevamente año 1241, quedándose en su ínclita milicia [de la Orden de Santiago] “. El mismo acontecimiento es recogido literalmente por Moreri y el Diccionario Geográfico Universal de 1831.
Tal adscripción determinaría la pertenencia de nuestra localidad a la vecina región extremeña hasta que los cambios políticos del siglo XIX la transfirieron a la provincia de Sevilla, primero en lo civil y después en lo religioso.
5. Aspectos institucionales.
Estos diccionarios geográficos aportan algunos datos sobre las instituciones religiosas y civiles de Guadalcanal en aquellos siglos. Dentro del organigrama de la Orden de Santiago nuestra localidad era sede de la encomienda de su nombre , como lo recogen Méndez de Silva, Estrada, Echard, Moreri, De la Serna, Montpalau y Vegas, precisando este último que las rentas de esta circunscripción se componían de 36.151 reales anuales, encargándose la propia orden de nombrar el Corregidor para la administración de justicia. El mismo autor reduce a dos las tres parroquias con que contó Guadalcanal hasta comienzos del siglo XX, completando el cuadro de las instituciones eclesiásticas con la cita de “ dos conventos de monjas y dos de frailes “, cuyos nombres no cita pero que deben ser los de Santa Clara y el Espíritu Santo en el caso de los femeninos, olvidándose del tercero que existió, que como se sabe fue el de las Concepcionistas, siendo los masculinos el de San Francisco y la hospedería que los monjes basilios del Tardón poseyeron en el casco urbano.
Más explícito resulta, ya en el siglo XIX, el testimonio de Sebastián de Miñano, quien enumera las instituciones y servicios con los que cuenta la localidad: “ corregimiento de segunda clase, administración subalterna de rentas y de loterías, (…) 3 parroquias [Santa María, Santa Ana y San Sebastián], 1 pósito, 1 hospital, 3 conventos de monjas [Santa Clara, Espíritu Santo y la Concepción] y 1 de frailes [San Francisco] “ , perteneciendo a la jurisdicción de nuestro pueblo la entonces aldea de Malcocinado, que como es sabido acabaría independizándose de Guadalcanal para constituirse como municipio propio, aunque englobado dentro de la vecina provincia de Badajoz.
Mucho más rico en datos, el clásico diccionario de Madoz presta especial atención al estado de los servicios e infraestructuras disponibles, como el abastecimiento de aguas, el pósito, las escuelas (dos de niños y una de niñas), el hospital de la Caridad, la cárcel, las parroquias, conventos y ermitas, al tiempo que se incide en los aspectos urbanísticos, con el deseo de dar al lector una idea aproximada de la entidad del casco urbano, que en nuestro caso estaba integrado en estos años centrales del siglo XIX por 810 casas, 34 calles y una plaza.
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