Cayetano Yanes Durán, profesor Universidad de Sevilla
En las referidas ferias (del comercio lanar y
ganadero), se intercambiaban productos del pastoreo con
provisiones y productos artesanales de la época y oriundas de la región: el
intercambio era a base de, lanas, quesos, aceite, vino, cereales, harinas, pan,
tijeras, cencerros, calderería, caballerías, cordales para redes, y en general
todos los productos que intervienen en las producciones pecuarias. Hasta hace
poco, los restos de esta tradición comercial se conservaban, en alguna medida,
en la feria de Zafra, donde se vendían utensilios pastoriles y de cocina rural,
hasta la década de los ochenta-noventa. Hoy, en las ferias, todo está
desvirtuado por la presencia de la economía global y la entrada de los
productos procedentes de China.
Las ferias surgieron para controlar legalmente el
comercio de ganados, aprovechándose de inmediato para la venta de mercancías;
con dicho comercio se intentaba evitar la venta de ganado robado, ya que
estaban más controladas, incluso desde el punto de vista censal y fiscal, de
este modo con los controles de la trashumancia se evitaba la exportación no
permitida de las merinas a otros países interesados. Las ferias en el siglo XIX
cambiaron sus finalidades, y al mismo tiempo, las transacciones comerciales se
efectuaban durante todo el año, no necesariamente durante las ferias. Algo
parecido ocurre hoy respecto a los motivos de diversión, antes cuando cambiaron
las ferias desde un carácter comercial a tener un carácter festivo, era “la
fiesta” del año, el gran acontecimiento de diversión, de convivencia, de
música, de espectáculos. Hoy día el espectáculo y la diversión transcurren todo
el año, no hay que esperar tiempos concretos para ello.
La agonía de la Mesta que fue rápida, entró en crisis por los
decretos de Campomanes y Floridablanca en tiempos de laIlustración,
a finales del XVIII, en la década de 1775-85, y al poco desapareció en el
primer tercio del XIX, lo que supuso un declive de las ferias relacionadas con
el intercambio de mercancías derivadas del movimiento de los ganados
trashumantes. Pero la crisis era anterior, ya desde los años 30 del siglo
XVIII, 1730, que se autorizaron las exportaciones de ganados merinos, a Suecia
en 1720 y posteriormente a Francia, concretamente a Rambouillet, a Sajonia en
Alemania y a Italia. Ello supuso el fin definitivo de la organización, luego
vino el desastre administrativo citado de Campomanes por el cual desaparecen
los privilegios. Curiosamente pocos años después y unido a la casi desaparición
de la ruta del mercurio, desviada hacia el recién creado camino de
Despeñaperros, muere la Feria
en Guaditoca para asentarse definitivamente en el pueblo; se había tomado
conciencia que la historia había cambiado el curso de los aconteceres, la vida
se había vuelto más urbana y consecuentemente, también la feria que nos ocupa.
Posteriormente aparece el ferrocarril, cambiándose el orden largamente establecido
en los transportes.
Hemos de decir que la crisis de la Mesta lo fue también del
Antiguo Régimen. Ya había sucedido la Revolución
Francesa, en España la invasión
napoleónica –con la llegada del ejército británico, que fue el origen del descubrimiento
del “primitivo cercano” y de la facilidad del expolio del patrimonio artístico
de España, ya iniciado por los franceses, y no olvidemos otro aspecto de
importancia posterior para la comarca, como es, la introducción de la banca
Rothschild en España, financiadora de dicha guerra de la Independencia-, y
al poco de la misma, después de la gran mengua de las cabañas por la guerra, la
desaparición de la Mesta
fue la crónica de una muerte anunciada.
Existe la teoría de que la Mesta , además de constituir
una organización de tipo que podíamos denominar económica, cubría una función
de control político sobre los deseos autonomistas de las distintas regiones de
España, significando un control del poder central, con su legislación, su policía,
sobre los distintos territorios o reinos que constituían el reino unificado por
los “reyes católicos”, lo que trajo consigo una lucha abierta entre las
economías locales, los ganaderos locales o estantes y el control de los pastos
con los trashumantes, controlados por la Mesta y por el “Alcalde General” que controlaba
los asentamientos, suponiendo la existencia de unas “diferencias” adicionales
entre agricultores cerealistas o labradores de la tierra y los ganaderos del
norte. El siguiente dicho da fe de lo que relatamos:dos santas y un honrado
tienen al pueblo agobiado.
Estas luchas tuvieron su mayor enfrentamiento en
los levantamientos (locales y espontáneos la mayor parte de las veces) de los
comuneros, en este punto, hemos de decir que Guadalcanal luchó a favor de los
denominados “comuneros” perdiendo por ello sus murallas que fueron mandadas
derribar en tiempos de Carlos I (V). En cierta forma, se trataba de territorio
recién conquistado a los reinos islámicos sobre los cuales se erigieron tres
poderes para su control: (a) el reparto de tierras a los nobles conquistadores,
(b) las órdenes militares y (c) la creación de la Mesta. El conjunto de
las tres, desde el punto de vista económico, suponía la existencia de controles
foráneos que impedía la tradicional explotación de las tierras como se venía
haciendo bajo la dominación islámica en connivencia con el control económico de
los judíos. Todo cambió con la reconquista y la expulsión de los judíos y más
tarde con la de los moriscos (en número de 360.000 según algunos autores, en el
reinado de Felipe III, 9 de abril de 1609, ahora en 2009, cumple el cuarto
centenario). Dicha expulsión tuvo relevancia en Extremadura[1] (Hornachos,
Rivera del Fresno), de forma que ya en 1609 el extremeño Pedro de Valencia
sugirió siete alternativas distintas aparte de la expulsión, reconociendo en
los moriscos una plasticidad política y cultural, una capacidad de adaptación,
que podía conjugarse con los cristianos en el marco de una España tolerante,
que localmente la hubo, aunque no por el poder central.
En el siglo XIX, el antiguo régimen medieval,
basado en el poder de los nobles y la iglesia, como estamentos en estrecha
connivencia, pasó a ser sustituido por el poder de una clase emergente, la
burguesía, comercial, industrial y que accedía con fuerza a la propiedad y a
los medios de producción. Había nacido la revolución liberal. En estas circunstancias,
surgió la Desamortización (que no
es el caso tratarla en profundidad en este momento), la cual no dio los frutos
esperados, suponiendo una acumulación de tierras en manos de los que ya las
tenían y que eran, según se pensaba, quienes las podían comprar, aunque se dio
la paradoja que en la mayor parte de los casos las compraron a crédito, lo que
supuso la no consecución de uno de los objetivos buscados como era la obtención
de afectivos económicos por parte del Estado. Otros sectores de la burguesía no
los pudieron comprar al no tener acceso a los créditos, los cuales eran
controlados y concedidos esencialmente con motivos políticos. La citamos porque
las tierras públicas de los alrededores de Guaditoca fueron todas
desamortizadas (Historia de Guadalcanal de Andrés
Mirón).
En la
España agraria, que era casi toda, la burguesía emergente
compró tierras posteriormente, a lo largo del siglo XIX y parte del siguiente,
a los nobles, que se aprovecharon en su día, de la desamortización de las
tierras, y que por los demás nunca fueron explotadas bajo las directrices de la
denominada revolución agraria del XIX
(a la sombra de la revolución industrial, e inexistente en España, respecto a
los países anglosajones y Norteamérica). Con este motivo, la no aparición de
técnicas modernas de producción agraria y las existentes relaciones de poder
dieron lugar al nacimiento del caciquismo y el estancamiento de la situación
rural, con las consecuencias conocidas de los acontecimientos del siglo XX. Una
postura de cambio supuso la de los Regeneracionistas, con Joaquín costa a su
cabeza, en el primer tercio del siglo XX, orientada esencialmente a la
modernización de la agricultura y la construcción de embalses para la creación
de regadíos. Lo que dio lugar al “Plan Nacional de Obras Hidráulicas” promovido
por el socialista Indalecio Prieto (1933), donde se incluían, entre otros,
proyectos como el “Plan Badajoz” y otros en el valle del Guadalquivir (Plan de
Riegos del Viar,…).
[1] Próximo
a Guadalcanal existían importantes asentamientos como los citados de Hornachos
y Rivera del Fresno, que fueron frutos de la expulsión, pero que algunos de
ellos, conversos, se refugiaron en los alrededores, sobre todo en las regiones
montañosas de Sierra Morena que a la vista estaban. Podemos comprobar cómo
desde el término de Guadalcanal se ve la sierra de Hornachos, igual a la
inversa. En algún lugar he leído que eran esencialmente hortelanos, por lo que
es probable que llevasen su oficio a los nuevos asentamientos y también lo es,
que el gran número de huertas existentes en el término de Guadalcanal tuvieran
ese origen.