sábado, 30 de agosto de 2014

SEGUNDO TEXTO DE RAFAEL GARCÍA-PLATA RELACIONADO CON GUADALCANAL (3 de 3)

Monumento a López de Ayala en la Plaza de España de Guadalcanal
No causa ni razón que me convenza
De que es genio la falta de vergüenza.
                           ─
¡Joven murió, tal vez, que eterno ha sido
 Y viejo mueren sin haber vivido!

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         Perdonad estos desahogos á quien habla de su ídolo.
         Trabajemos sin desalientos por el fin perseguido, poniendo en juego cuantos medios se crean convenientes. Mi modesta persona está incondicionalmente á disposición de la Comisión ejecutiva de Badajoz.
         Y si á pesar de todo no se sabe comprender -«el alto fin para que fué creada» el alma inteligente, no desesperemos y repitamos con nuestro Adelardo.

«Oh celeste dulzura!
 Feliz mil veces quien llorando espera!
Y ¡ay! triste y sin ventura
El que en vez de llorar se desespera!»              
                                                               
R. García-Plata de Osma     
                     Alcuéscar, junio, 1904.


COMENTARIOS AL HILO DEL CONTENIDO DEL TEXTO PRECEDENTE

Como puede verse a principios del Siglo XX la valoración artística de A. López de Ayala, seguía manteniéndose en altas cotas, como demuestra la desmedida admiración que le profesa en este caso, Rafael Gª-Plata, su único paisano vivo que en aquellos momentos cultivaba la literatura. El maldito y heterodoxo Juan Antonio Torre Salvador (Micrófilo), acababa de morir en 1902 en su casa de la calle Guaditoca de Guadalcanal. Ya en la reseña biográfica que publiqué en la Revista de Feria de 1994, y en otra ocasión, señalé como la reputación de López de  Ayala desde las más altas cimas de la fama, tanto en política como en literatura, había caido en la más profunda sima de deméritos, lo que viene a demostrar lo apresurados, apasionados y tal vez ¿descaradamente interesados?, que puede ser a veces los juicios excesivamente laudatorios. La calle que lo recuerda en Madrid en el barrio de Salamanca, al llevar solo el nombre "Ayala" contribuye al olvido, porque con solo ese apelativo la mayoría de la gente es probable que no evoque a D. Adelardo, sino al ilustre escritor granadino Francisco Ayala que vivió más de 100 años, muchos de ellos en el exilio. En cualquier caso, si quiero apuntar que, dado los tiempos que corren, en los que se hace una Tesis sobre cualquier asunto nimio, no me extrañaría que apareciera una titulada más o menos "La caducidad de las hipervaloraciones estéticas", de las que nuestro escritor sería un caso paradigmático.

Como se deduce de la información que aporta García-Plata, la erección del monumento, fue una iniciativa pacense, que tardó 22 años en materializarse, pues como es sabido no fue inaugurado hasta septiembre de 1926, siendo Alcalde de la villa, Daniel Muñoz Vázquez, cuyo nombre ni estuvo ni está en el monumento restaurado en 2007, pues en aquellos tiempos, a diferencia de lo que ocurre ahora, no aparecía en estas construcciones la consabida frase "siendo Alcalde..." a la que que tan propenso son ahora los egos de nuestros ediles.

Ya no existe el despacho de D. Adelardo, en la que fue su casa de la calle que lleva su nombre, al que alude García-Plata recordando sus estancia en el mismo con el sobrino de Ayala, alcalde a la sazón de la villa, y de segundo apellido Gardoqui. Como saben muchos guadalcanalenses una buena mañana de hace bastantes años, viviendo todavía su última descendiente Manuela López de Ayala y Cotte, apareció a las puertas de la casa un vehículo de un anticuario que se llevó todo. Puede ser que algún día el retrato de Madrazo, después de haber pasado por una o varias manos, aparezca en una subasta. Por tanto, la descripción que hizo Andrés Mirón en la Guía de Guadalcanal, publicada en 1989 del contenido del despacho de  Ayala, ya hace tiempo que no refleja la realidad. Creo que no está de más insistir en esto, pues dada la ligereza con la que procede cierta clase de políticos, en la cosa que llaman Cultura, sería conveniente que lo tuvieran en cuenta antes de llevar a cabo la peregrina idea de reimprimir dicha Guía sin actualizarla.

Como epílogo a lo que hoy llamaríamos ruido mediático, lo que ha devenido la fama que a algunos obsesiona en su paso por este mundo, concluyo con el título del famoso cuadro de Valdés Leal, Finis gloriae mundi, pintado en 1672. que se conserva  en el Hospital de la Caridad de Sevilla.

José María Álvarez Blanco

Madrid, Agosto 2014

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