De que es genio la falta
de vergüenza.
─
¡Joven murió, tal vez,
que eterno ha sido
Y viejo mueren sin haber
vivido!
.............................................................................
Perdonad estos desahogos á
quien habla de su ídolo.
Trabajemos sin desalientos
por el fin perseguido, poniendo en juego cuantos medios se crean convenientes.
Mi modesta persona está incondicionalmente á disposición de la Comisión ejecutiva de
Badajoz.
Y si á pesar de todo no se sabe comprender -«el alto fin para que
fué creada» el alma inteligente, no desesperemos y repitamos con nuestro
Adelardo.
«Oh celeste dulzura!
Feliz mil veces quien llorando espera!
Y ¡ay! triste y sin ventura
El que en vez de llorar se desespera!»
R.
García-Plata de Osma
Alcuéscar, junio, 1904.
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AL HILO DEL CONTENIDO DEL TEXTO PRECEDENTE
Como
puede verse a principios del Siglo XX la valoración artística de A. López de
Ayala, seguía manteniéndose en altas cotas, como demuestra la desmedida
admiración que le profesa en este caso, Rafael Gª-Plata, su único paisano vivo
que en aquellos momentos cultivaba la literatura. El maldito y heterodoxo Juan
Antonio Torre Salvador (Micrófilo), acababa de morir en 1902 en su casa de la
calle Guaditoca de Guadalcanal. Ya en la reseña biográfica que publiqué en la Revista de Feria de 1994,
y en otra ocasión, señalé como la reputación de López de Ayala desde las más altas cimas de la fama,
tanto en política como en literatura, había caido en la más profunda sima de deméritos,
lo que viene a demostrar lo apresurados, apasionados y tal vez ¿descaradamente
interesados?, que puede ser a veces los juicios excesivamente laudatorios. La
calle que lo recuerda en Madrid en el barrio de Salamanca, al llevar solo el
nombre "Ayala" contribuye al olvido, porque con solo ese apelativo la
mayoría de la gente es probable que no evoque a D. Adelardo, sino al ilustre
escritor granadino Francisco Ayala que vivió más de 100 años, muchos de ellos
en el exilio. En cualquier caso, si quiero apuntar que, dado los tiempos que
corren, en los que se hace una Tesis sobre cualquier asunto nimio, no me
extrañaría que apareciera una titulada más o menos "La caducidad de las hipervaloraciones estéticas", de las que
nuestro escritor sería un caso paradigmático.
Como se
deduce de la información que aporta García-Plata, la erección del monumento,
fue una iniciativa pacense, que tardó 22 años en materializarse, pues como es
sabido no fue inaugurado hasta septiembre de 1926, siendo Alcalde de la villa,
Daniel Muñoz Vázquez, cuyo nombre ni estuvo ni está en el monumento restaurado
en 2007, pues en aquellos tiempos, a diferencia de lo que ocurre ahora, no
aparecía en estas construcciones la consabida frase "siendo
Alcalde..." a la que que tan propenso son ahora los egos de nuestros
ediles.
Ya no
existe el despacho de D. Adelardo, en la que fue su casa de la calle que lleva
su nombre, al que alude García-Plata recordando sus estancia en el mismo con el
sobrino de Ayala, alcalde a la sazón de la villa, y de segundo apellido
Gardoqui. Como saben muchos guadalcanalenses una buena mañana de hace bastantes
años, viviendo todavía su última descendiente Manuela López de Ayala y Cotte,
apareció a las puertas de la casa un vehículo de un anticuario que se llevó
todo. Puede ser que algún día el retrato de Madrazo, después de haber pasado
por una o varias manos, aparezca en una subasta. Por tanto, la descripción que
hizo Andrés Mirón en la Guía
de Guadalcanal, publicada en 1989 del contenido del despacho de Ayala, ya hace tiempo que no refleja la
realidad. Creo que no está de más insistir en esto, pues dada la ligereza con
la que procede cierta clase de políticos, en la cosa que llaman Cultura, sería
conveniente que lo tuvieran en cuenta antes de llevar a cabo la peregrina idea
de reimprimir dicha Guía sin actualizarla.
Como
epílogo a lo que hoy llamaríamos ruido mediático, lo que ha devenido la fama que a
algunos obsesiona en su paso por este mundo, concluyo con el título del famoso
cuadro de Valdés Leal, Finis gloriae
mundi, pintado en 1672. que se conserva
en el Hospital de la
Caridad de Sevilla.
José
María Álvarez Blanco
Madrid,
Agosto 2014
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