Casa de López de Ayala en la calle que lleva su nombre |
Traemos
hoy a estas páginas el segundo de los textos de este escritor, nacido en
Guadalcanal, al que hacía referencia el segundo párrafo de la Introducción al
publicado en este blog con fecha 19 de febrero de 2014. Este escrito, anterior
al citado, data como puede verse de hace 110 años. José Mª Álvarez Blanco.
Revista de Extremadura,
Junio, 1904, Tomo VI,
Cuaderno VI, pp. 272-276.
¡POR NUESTRO ADELARDO!
Para Badajoz, para Sevilla
y para
Guadalcanal
Hace un año y en las páginas de esta Revista, leí con
cariñoso interés la noticia de haberse organizado en Badajoz una Junta, con el
propósito de levantar una estatua á mi malogrado paisano D. Adelardo López de
Ayala y Herrera. Entonces me dije: ¡Bien por Badajoz, que no se contenta con
haber escogido el nombre del gran poeta para el elegante teatro pacense, sino
también quiere demostrar cuán vivo está el recuerdo de sus más ilustres
hijos!... Y desde que leyera la noticia no ha cesado de hormiguear en mi alma
un deseo: decir algo de nuestro Adelardo;
pronombre que para los hijos de Guadalcanal representa parte de nuestra
conciencia literaria.
Pasó el tiempo; ansiosamente
esperaba más detalles... y nada. Por fin, cuando me disponía á solventar una
deuda tan sagrada para mi ─ pues en la actualidad soy el único guadalcanalense
que cultiva las patrias letras─ llega á mis manos el núm. 70 del Noticiero Extremeño y leo un bien escrito «recordatorio» del
ilustrado escritor que firma con el seudónimo Kall D'Erón quien se duele que la Comisión ejecutiva, á pesar de sus buena
voluntad, no ha podido adelantar un paso en la loable empresa.... ¡Cielos! ¿No habrán
muerto aún los que opinaban que Adelardo fué «un mal político...». Y voy á
decirle á Kall D'Erón la causa de mi
pregunta.
Años atrás, cuando pretendía
demostrar á mis coterráneos la obligación de rendir un gran tributo al autor de
El tanto por ciento solía escuchar la siguiente pregrina
respuesta: «Ayala no hizo nada por su
pueblo...». Según la teoría, Lope
de Vega, Cervantes, Calderón de la
Barca , etc., que no fueron políticos ad usum, no merecen los laureles de la patria.
Acordarse de la política de
Ayala es olvidar lo sublime por lo ridículo: Adelardo no pudo desligarse de su
época, y el imperioso mandato de su destino llevóle a Cádiz, Alcolea y, ultimamente, á la Presidencia de la Cámara popular, pero
siempre fue un candoroso, tanto que
no se creó una posición metálica
siendo Ministro de Ultramar, y en cambió ayudó a algunos ingratos que
contribuyeron á marchitar tempranamente las flores de su portentoso genio. Pero
más de lo que yo pudiera decir enseña la carta que voy á copiar; llamé a la puerta
del palacio de Mitra y la anciana insigne Dª Carolina Coronado respondió una
vez más a las invocaciones del Arte. Dice así:
«Mi estimado
paisano. Apenas convaleciente recibo la amable carta de Ud. y no pudiendo
todavía escribir dicto la contestación.
»Conocí a Adelardo
Ayala en Madrid, donde estaba con su hermana Josefina, mi buena amiga; y las
dos hicimos la corona para la representación de su primera obra dramática El
hombre de Estado, con la cual entre frenéticos aplausos de un público en
extremo culto, adornaron su melenuda cabeza en el teatro del Príncipe. Este
teatro estaba protegido por el Conde de San Luis, cuyo generoso amor al arte y
bella ilustración dió tanto impulso á los talentos de la brillante juventud
literaria del aquel tiempo.
»Ayala era un gran
genio, á quien cortó las alas en la mitad de su carrera la influencia política
de aquella época revolucionaria. Como no había nacido para la lucha política,
el ejercicio de los cargos que desempeñó destemplaba su natural carácter,
enervaba sus facultades creadoras y le hacía caer en el desaliento. En una
poesía lírica, que le oí recitar en San Sebastián, con aquella voz grave y
sonora que le distinguía de los otros poetas, dejaba comprender la amargura que
sufría su corazón, contrariado en la índole de sus aptitudes primitivas.
»Para una
conmemoración en nuestra provincia en honor del ilustre poeta, me pidieron unos
versos y envié el siguiente soneto:
ADELARDO AYALA
La primera corona que á su frente
Entre aplausos frenéticos ciñeron
Mis manos fraternales la tejieron,
De temprana amistad, prenda inocente.
Yo la primera fui que en el oriente
Vi el astro aparecer, y otros le vieron,
Y espíritu del mal le oscurecieron
Hasta que hundió su disco en occidente.
De Donoso, Espronceda, y de Quintana,
Ya con la sombra está su sombra amiga,
Descansando á la orilla del Guadiana.
¡Qué tumba han de tener más soberana!
En su hermoso raudal que Dios
bendiga
Se bautiza la gloria Castellana.
Carolina Coronado
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