Cierre de cristales deslustrados como dice el autor, en la actualidad |
Y con esto queda demostrado que nadie debe conservar
rencores políticos, pues la mayor víctima fué Adelardo; quien no dejó en
Guadalcanal rastros de su influencia por circunstancias que voy a referir.
En el pueblo vivía D. Ignacio Sánchez Martínez, poseedor
de gran fortuna y adversario político de D. Adelardo. D. Ignacio fué un
solterón espléndido[1], gozó por
tanto de popularidad y dió lugar a lo de siempre: la lucha entre el talento y
el dinero, los dos grandes potenciales. Pero ¿quién negará que el poeta sentía
honda pena por no haber merecido el epíteto de «Padre del pueblo?». Bien lo prueba la Epístola á Arrieta, aquella sincera confesión de
grandes tristezas. Recuerden los flacos de memoria estas cuatro octavas reales.
«En esta humilde y
escondida estancia,
Donde aún resuenan con medroso acento
Los primeros
sollozos de mi infancia
Y de mi padre el
postrimer lamento;
Esclarecido el
mundo á la distancia
A que de aquí le
mira el pensamiento
Se eleva la verdad
que amaba tanto;
Y, antes que
afecto, me produce espanto;
»Aquí, aumentando mi congoja fiera,
Mi edad pasada y
la presente miro.
La limpia voz de
mi virtud entera,
Hoy convertida en
áspero suspiro,
Y el noble aliento
de mi edad primera,
Trocado en la
ansiedad con que respiro,
Claro publican
dentro de mi pecho
Lo que hizo Dios y
lo que el mundo ha hecho.
»Me dotaron los cielos de profundo
Amor al bien y de
valor bastante
Para exponer al
embriagado mundo
Del vicio vil el
sórdido semblante;
Me parece que el
hombre en voz confusa
Me pide el robo y
de ladrón me acusa.
»Y estos salvajes montes corpulentos,
Fieles amigos de
la infancia mía,
Que con la voz de
los airados vientos
Me hablaban de
virtud y de energía,
Hoy con duros semblantes macilentos
Contemplan mi
abandono y cobardía,
Y gimen de dolor,
y cuando braman,
Ingrato y débil y
traidor, me llaman.
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Consideren mis paisanos si
las calladas torturas, que asesinaron á Ayala, son suficientes á redimirlo del
pecado de haber sido político y del sonsonete
de «nada hizo por el pueblo».
Tengan presentes que los grandes genios de Dante, Göethe, Shakespeare, Calderón
etc, sintieron el concepto de universalidad, tuvieron un alma cosmopolita
como nuestro Adelardo..¡Ayala-político!.. Separemos para siempre el adjetivo
del nombre, y en éste veamos al Calderón del siglo XIX, pues como él pensó muy
alto, sintió muy hondo y habló muy claro... Doña Concepción Arenal y Trueba,
TUVIERON paisanos...¿No ha de TENERLOS Ayala?
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Para Badajoz, para Sevilla y para Guadalcanal escribo
esta nota á vuela pluma y las dos provincias sin rivalidades negativas, debían
trabajar para elevar la estatua en ... Guadalcanal. Perdone mi egosimo la ilustre y noble Comisión ejecutiva
pacense: el caso presente es excepcional. Ayala perteneció á las dos provincias, y si en
Extremadura dejó gratos recuerdos no fueron menores los que quedaron en
Sevilla. Y ya que á Badajoz pertenece el honor de la iniciativa, aumente sus
laureles con un rasgo propio de antigua
y buena madre de Guadalcanal; ensanche el círculo de sus nobles proyectos invitando al Ateneo hispalense y al alcalde
del indicado pueblo, mi fraternal amigo D. Adelardo López de Ayala y Gardoqui,
sobrino del eximio autor de El tejado de
vidrio y persona de sólida y envidiable cultura. Asimismo puede pretenderse
del Sr. Romero Robledo, que tanto quiso al poeta, el bronce oficial, por otros
disfrutado, y la reconocida influencia de este hombre público.
En Guadalcanal, el lindísimo
pueblo mudejar, hay sitio donde colocar el monumento sin empequeñecerle.
Figuraos un espacioso cuadrilátero y en
su centro un óvalo perfecto limitado por naranjos, cuyos azahares aromatizan al
moderno y elegante palacio del Ayuntamiento, y á la Iglesia de Santa María,
que enseña su portada del Renacimiento y su mochada torre romano-gótica...
Además con este hermoso
motivo, el día feliz de la inauguración podrían exponerse en el amplio salón de
sesiones del Ayuntamiento las coronas y reliquias de nuestro llorado Adelardo,
existentes en un emocionante gabinetito de la casa que honraran las Musas...
¡Emocionante!, dije... He pasado muchas tardes en aquel gabinete proclamador de
la inmortalidad del genio: pinturas admirables y valiosos caprichos de marfil,
modelos de la paciencia de los hijos del Sol-Naciente, publicaban las
exquiciteces de Ayala; y entre otras coronas, una de esmalte y oro se me
representaba cual fonógrafo guardador de
aplausos delirantes al autor de El tanto
por ciento y más allá el cierre de cristales deslustrados que da paso al
corredor, donde aún parece resonar la potente voz del poeta, leyendo á sus amigos
las recién compuestas escenas de uno de los actos de Consuelo, y que para mi ilusión fuera completa, en un ángulo de la
estancia reía la varonil efigie de Adelardo, con sus ojos entre dulces é
irónicos, salida del magistral pincel de Madrazo...¡Oh, el retrato!... López de
Ayala y Gardoqui charlábamos largamente de literatura; yo, de cuando en cuando,
miraba al retrato de su tío pretendiendo la sugestión de una frase y... el lienzo se animaba y con misterioso
poder vertía en mis oídos pensamientos como estos:
[1] Entre otras cosas, pagó de su
bolsillo la construcción del actual edificio del Ayuntamiento, para lo que
aportó 48.000 reales, es decir, 12.000 pesetas. Está enterrado en la iglesia de
Santa Ana, donde se conserva su lápida. (Nota del editor)
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