Este mecenazgo fue el germen de la estrecha vinculación que a
partir de ahora tendrá la familia Carranco con la ermita de Guaditoca, de la
que acabaron siendo administradores y patronos. Así en 1653 Don Pedro de Ortega
Freire, hijo de Don Alonso Carranco, desempeñaba el cargo de mayordomo de la
cofradía, figurando entre sus logros la concesión de un Jubileo para el
Santuario y la fundación de un patronato – en virtud de cláusula de su
testamento otorgado en 1671 – para asegurar el culto a la imagen titular, adquiriendo
la familia a cambio la condición de patronos del templo. A lo largo de la
segunda mitad del Seiscientos la iniciativa de los patronos coexiste con el
desenvolvimiento de la cofradía matriz de Guadalcanal y las filiales
extremeñas, que mantienen su actividad cultual y se ocupan del incremento del
patrimonio de ornamentos sagrados, bajo el impulso económico representado por
las limosnas de los fieles y la riqueza mercantil puesta en movimiento por la
anual celebración de una feria en los aledaños del santuario, lo que motivó la
construcción de unos portales destinados a servir de albergue a los feriantes,
cuya obra inició en 1691 Juan Gordillo maestro alarife vecino de Zafra. La
concurrencia de fieles determinó la suntuosidad del culto a la Virgen de Guaditoca, cuyas
fiestas se celebraban en la
Pascua del Espíritu Santo, fecha escogida para la celebración
de las citadas ferias. Y como era frecuente en estos santuarios de la Edad Moderna , la
imagen titular sólo era llevada al pueblo de Guadalcanal en caso de calamidad
pública.
El siglo XVIII supuso la consolidación del régimen del patronato
del templo por parte de la familia Ortega. Así en 1722 Don Alonso Damián de
Ortega Ponce de León y Toledo, bisnieto de Don Alonso Carranco de Ortega,
solicitó y obtuvo para sí y sus sucesores el nombramiento de patrono del
templo, argumentando los beneficios y atenciones que su familia había
dispensado a favor del culto a la
Patrona de Guadalcanal. Se iniciaba así un régimen de
administración de los bienes y rentas por parte de esta familia (ennoblecida
por esta época con el título de Marqueses de San Antonio) que duraría hasta el
siglo XIX, en detrimento de las prerrogativas y derechos de la cofradía de
Guadalcanal y de las filiales extremeñas. Esta gestión dio algunos frutos en el
campo del arte, como fue la construcción, poco antes de 1728, de la bóveda de la iglesia, el coro y la
espadaña, tareas de las que se ocupó Agustín de Robles, maestro mayor de obras
del Cabildo de la ciudad de Llerena, el dorado del retablo mayor en 1732, la
ejecución entre 1739 y 1741 de las pinturas murales de la nave y presbiterio,
encomendadas al pintor de Llerena Juan Brieva, o la ejecución de las andas de
plata de la Virgen ,
encargadas al maestro llerenense Pedro Oliveros en 1748. Los inventarios de
mediados del siglo XVIII dan buena idea de las alhajas, joyas, vestidos y
ornamentos que poseía la Virgen
de Guaditoca, con piezas tan destacadas como la corona y media luna con que se
ornaba la imagen y las citadas andas procesionales.
Ya a fines del siglo XVIII el Ayuntamiento de Guadalcanal dio nuevo
impulso a sus viejas pretensiones de ejercer el patronato sobre el santuario de
Guaditoca, consiguiendo en 1792 ser nombrado administrador del mismo. En el
propio año se traslada la feria de Guaditoca a la villa, hecho que se reveló
como sumamente perjudicial para el Santuario al restarle la asistencia de aquel
tráfago de mercaderes, feriantes, romeros y cofrades, anunciando ya el declive
de la devoción, consumado en el siglo XIX. Las desamortizaciones decimonónicas
y el desinterés de los patronos, junto con la extinción de las cofradías,
fueron reduciendo la que fue devoción comarcal a un ámbito estrictamente local,
aunque conservando el rescoldo del fervor popular. Así lo patentiza la refundación
de la hermandad de Guadalcanal, con la aprobación de sus nuevos estatutos por
el Consejo de las Ordenes Militares el 14 de abril de 1863. Fruto de este
resurgimiento fue la restauración del Santuario de Guaditoca en 1913,
embelleciéndose el interior del templo con la colocación de nueva solería,
zócalos de azulejería y otros reparos.
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